lunes, 28 de febrero de 2011

Cartas al Director

Ante la insistencia de los lectores, inauguramos hoy una nueva sección en El Rojo y el Blanco: Cartas al Director. En ella publicaremos aquellos escritos enviados por nuestros lectores siempre y cuando respeten las normas mínimas de la educación, la ortografía y la sintáxis. Para la selección de piezas se valorará el análisis crítico, el estilo depurado, el uso de figuras estilísticas (en especial el zeugma) y el envío de especialidades locales a la redacción de El Rojo y el Blanco, compuesta en su mayoría por expertos nutricionistas creadores de la famosa Dieta BioSollo, que permite ganar cinco kilos en sólo tres días.

Abren la sección tres cartas recibidas esta misma semana. Esperamos que la nueva sección sea de su agrado y esperamos sus contribuciones.
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Daltónico de Madrid


Estimado Sr Director:

Soy abonado al Club Atlético de Madrid y llevo yendo al campo sin falta desde hace treinta años. Acudo al campo siempre, llueva, truene o haga sol, y tal es la fidelidad que tengo a los colores que para ello recorro setenta kilómetros de ida y otros tantos de vuelta en autobús o en coche particular con radio (hace unos años, con comediscos de bandolera). Desde hace años ir y volver al campo resulta un esfuerzo muchas veces no correspondido, porque implica conducir de noche y volver helado a casa en víspera de día laboral, algo duro para alguien quien, como yo, se levanta temprano y trabaja largas horas. Sabiendo lo que uno tiene por delante en cuestión de kilómetros, frío, pocas horas de sueño y problemas para aparcar, resulta difícil en muchos casos ir al campo y, por ello, resulta especialmente irritante hacer todo ese esfuerzo para que luego los jugadores corran lo justito, para que los rivales nos saquen los puntos y los colores y para que la empresa de limpieza, que no cobra mal según dicen las cuentas, nos comunique por medio de ese lenguaje suyo de cáscaras de pipas, barro y bolsas vacías de palomitas que esa semana tampoco trabajaron, tampoco, y eso que no constan impagos.

Este esfuerzo continuo por tantos años ha pasado factura a mi salud, según dice mi médico, Dr Rótula. No se trata sólo del agotamiento producido por tanto ir y venir, del trajín del kilometraje y el cambio de pilas al comediscos, sino otra serie de patologías de orden psicológico que tienen su origen en la asistencia continua al estadio Vicente Calderón los últimos años. El año del Doblete, por ejemplo, tuve un trastorno nervioso consistente en canturrear sin descanso una cancioncilla que incluye las palabras borrachos, vagos, delincuentes. El uso abusivo de la erre doble me produjo un desgaste en la capacidad de rolar las erres y desde entonces tengo frenillo sobrevenido de grado dos, incómodo defecto de dicción que sin embargo me permitió perfeccionar mi francés hablado. Años después sufrí de vértigos, vómitos y despistes frecuentes; mi médico advirtió una similitud con los síntomas mostrados durante una temporada por nuestro canterano capitán Antonio López y concluyó, tras mucho estudio, que ambos sufríamos el mismo síndrome por igual causa: la contemplación durante tiempo excesivo de los giros sobre su eje de Peter Luccin. En efecto, fue abandonar el jugador la plantilla y desaparecieron las molestias, si bien recibí noticias de un primo de Calatayud y socio del Zaragoza que comenzó a sufrir lo mismo poco tiempo después.

Las molestias y problemas de salud que he sufrido por seguir al equipo de mis amores son innumerables. Durante cierta época en la que abundaban los jugadores uruguayos en la plantilla, desarrollé una fobia a los patos y los pollos que me trajo muchos problemas con los granjeros locales. El paso de Maniche por el equipo coincidió con ataques de ansiedad sólo controlables tras la ingestión de varias cajas de polvorones; paralelamente, mi piel sufría ataques de mimetismo, adquiriendo el color de los objetos y superficies vecinas para así esconderme en horas de trabajo y evitar mis responsabilidades. Esto me supuso un serio problema toda vez que fui sorprendido camuflado en pallet de ladrillos por culpa de un ridículo gorro de lana con visera que compré sin saber muy bien por qué. No fue todo. Coincidiendo con la presencia de Jorge Larena en la plantilla, sufrí astenia crónica y anemia; desde el fichaje de Valera mi cabello genera mechas rubias y me lesiono con facilidad; hasta que no se fue Seitaridis tuve problemas con mis compañeros de trabajo dado que simulaba bajas médicas y trabajaba lo justito; el fichaje de Reyes trajo a mi rostro una sonrisa idiota que no consigo borrar más que si me tiro al suelo simulando falta y abro los brazos pidiendo tarjeta para un señor que pasa por la acera.

El último episodio médico que he identificado tiene que ver con la vista. Yo, como persona de bien, soy miope y gasto gruesas gafas de pasta y achino los ojos si no las llevo para evitar ir dándome con los árboles. No obstante, siempre he presumido de mi agudeza cromática y de mi gusto para combinar colores, sobre todo los de la gama gris-topo. Pero últimamente me pasa algo extraño, no soy el mismo. Ayer mismo, sin ir más lejos, lo experimenté en el estadio. Lo que siempre he visto rojo y blanco, desde hace unos días lo veo de otros colores. Verde y oro, para ser más exacto, verde y oro. El Atleti, que me ha hecho deprimirme, coger gripes, perder la erre doble y mutar mi piel en el color de la pared, ahora me ha hecho daltónico. Verde y oro veo todo, verde y oro.

Alertado, acudí al Dr Rótula y le expliqué mi cuadro médico. El Doctor se alarmó, sobre todo conociendo mi complejo historial y extrema sensibilidad a los estímulos externos. Hizo pruebas, análisis, complejos tests psicológicos y tomo muestras de todas esas porquerías que tanto interesan a los médicos. Los resultados llegaron tras unos días de incertidumbre pero también de optimismo. Los análisis confirman lo que ya notaba yo: me he vuelto daltónico simultáneo, veo verde y oro donde también veo rojo y blanco. Veo cuatro colores donde alguna gente ve sólo dos aunque otros, cada vez más, también ven cuatro. El resto de análisis también han arrojado un resultado sorprendente: todo está de maravilla, todo está mejor que nunca. Los glóbulos blancos, siempre marginados en mi organismo por el color de su piel, se han asociado indisolublemente con los glóbulos rojos y mi sistema inmunológico es ahora imbatible. El colesterol se ha disuelto, las transaminasas han formado una ONG y pastorean bacterias digestivas, haciendo mis sobremesas agradables y livianas. Mis huesos se han fortalecido, mis músculos se han potenciado y mi sentido del oído se ha agudizado hasta niveles de superhéroe. Todo funciona a la perfección, todo va mejor que nunca, todo ha mejorado gracias al daltonismo simultáneo. Todo va mejor, todo tiene mejor pinta, el futuro parece más bonito.

Alertado, le he preguntado al Dr Rótula cómo puede ser esto, cómo pueden dos colores haber hecho cambiar todo el funcionamiento de mi cuerpo. "Esperanza", me ha dicho el tío. Esperanza. Qué cosas.

Atentamente,

Dalton A. Zelig
correo electrónico
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Números

Estimado Sr Director:

Nací contable. No sabemos cómo pudo ser, pero así es. Lo tuvo claro el médico cuando nací, señora, ha tenido Vd un contable. Mi padre era arqueólogo explorador y mi madre espía trilingüe. Esperaban un niño astronauta, trapecista o inventor, pero tuvieron un contable. Mi madre recibió la noticia con gran desasosiego, mi padre nos abandonó presa de una depresión y sólo volvió en Mayo para que le hiciera la declaración de la renta. "Contable", decía, "contable... si al menos hubieras sido gestor ...".

Mi infancia no fue fácil, mis padres se empeñaban en regalarme balones y bicicletas mientras yo pedía calculadoras, viseras y manguitos. Los compañeros de colegio jugaban a ser paracaidistas, bomberos o atletas famoso; mientras, yo monté una ventanilla en el patio del colegio y pedía impresos y regañaba a los visitantes por no traer los originales de las facturas a los niños que se acercaban. Normalmente no volvían.

La única afición que mi padre consiguió inculcarme fue el fútbol. Más que el fútbol, el Atleti. Me llevaba al campo desde pequeño y me explicaba cosas sobre táctica, técnica, contraataque y repliegue. Mientras, yo preguntaba por el código de identificación fiscal de los proveedores, hacía previsiones de puntos para la segunda vuelta y amortizaba laterales derechos a cuatro años. Mi padre se avergonzaba y llegó a llevarme al campo vestido de momia, pero yo era así y así me gustaba ser.

Desde entonces he seguido yendo al campo, pero veo el fútbol de forma diferente a los demás aficionados. Donde la gente ve un central imponente, yo veo una inversión amortizable a diez años. Donde la gente ve un público que aprieta, yo veo inmovilizado inmaterial. Donde la gente ve merchandising, yo veo fondo de negocio.

Ayer fue un buen ejemplo. Donde Quique ve una alineación lógica, yo veía motivos para una auditoría. Donde los periodistas ven variantes tácticas, yo veo permutaciones sin repetición de 11 elementos tomados de 11 en 11. Donde los centrocampistas veían un croata que no paraba de tocarla, yo veía una inversión lógica y una decisión nuevamente absurda. Donde los aficionados veían el enésimo cambio en el equipo titular, yo veía veintipico millones (Elías, Filipe Luis, Juanfran) apartados del mercado, sin producir rendimiento y perdiendo valor. Donde la gente veía un canterano que debería jugar más minutos, yo veía el absurdo de fichar a Elías para que bien corte su progresión o se dedique a echar la siesta en el banquillo. Donde el vecino veía el natural cambio de Forlán, yo veía la forma de preparar el terreno para forzar un traspaso, convirtiendo en odioso un jugador imponente. Donde la grada veía los pocos minutos que ha jugado Juanfran, yo veía lo que ha costado cada uno de esos minutos y, ya de paso, lo que vale hasta ahora cada minuto que ha pasado Elías arreglando sus papeles ante la hacienda brasileña, el instituto de inmigración y empresas de mudanzas. Donde la grada ve un equipo de fútbol, yo veía un catálogo de jugadores transferibles, vendibles, comprables o permutables.

Donde la prensa ve un proyecto deportivo, yo veo la gestión de un almacén por el procedimiento FIFO. Donde el común de los aficionados ve un club de fútbol, yo veo un broker de fichas y fichajes. Donde los optimistas ven una gestión, los escépticos vemos la realidad: montones de jugadores, montones de entrenadores, montones de millones, pocos títulos, poco juego, pocas alegrías.

Afectuosamente,

Samuel S. Samuelson,
Urbanización Plan General
El Asiento, Ávila
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Mi hijo es idiota


Nota del Autor: Carlitos, hijo, esto no es para tí, haz el favor ir a hacer otra cosa y no leer esto, anda.

Mi nombre es Práxedes Mateo de Fuentes y Fuentes y soy el abochornado progenitor del imbécil que escribe este blog. El imbécil, sí, el imbécil, ya saben Vds que el pobre es imbécil, no me digan que no. Vds le jalean y le animan a escribir idioteces para que pasen Vds el rato, pero todos tenemos claro que el pobre es idiota. Sobre todo yo, que soy su padre.

Carlitos siempre, ya desde pequeño, fue medio tonto. Siempre fue torpe, pusilánime y blandito y únicamente heredó de los Fuentes, y encima a su pesar, la noble miopía. Sepan Vds que los Fuentes somos un linaje de orgullosos gafotas, y que contamos entre nuestros antepasados con tal cortedad de vista histórica que cualquier otra familia que intente rivalizar con nosotros queda humillada como humillado queda el halcón frente al topo. Los primeros Fuentes, vehículos del gen primigenio que orgulloso lleva nuestro linaje, fueron los hermanos legionarios romanos Tercio y Cómodo Fonte, que aparecen en la Guerra de las Galias de César tras lanzarse en valiente ataque suicida contra tropas galas aunque en dirección contraria, al confundir un regimiento enemigo con un rebaño de acémilas. De tan valientes romanos heredó nuestra familia la característica manía a los franceses y por ello es tradición de los Fuentes honrar su memoria y hasta su propio nombre - así como el del hijo de Tercio, Quinto - de maneras que quizás puedan imaginar.

Miopes y Fuentes fueron también Dioptrías, filósofo griego inventor del gestito de subirse las gafas con el dedo índice a la altura del entrecejo, y Alí Ben Aljofifa, estudioso cordobés que inventó el trapito para limpiarlas. Otros antepasados ilustres, por no extender la lista, fueron el balear Josep Cegat, inventor de la salsa mayonesa (luego expulsado de la familia al confesar con gran vergüenza que no era miope, sino hipermétrope) y Juan Shelford, familiar que emigró a Nueva Zelanda durante la Gran Carestía de Monturas de los años 20 y que fundó la exitosa rama antípoda de los Nuevos Fuentes, precediendo a su hijo Wayne y llegando a ser el primer, y por ahora único, All Black con gafas.

Bueno, a lo que íbamos: mi hijo es idiota. Vds le ríen la gracia y se contentan con leer su tontunas para así pasar el rato, pero no hacen nada más. Los Fuentes, salvo Carlitos, siempre fuimos hombres de acción. Mi tatarabuelo Sir Cecil Fountains participó en la Guerra de Crimea como sastre (especialidad tweed) y mi abuelo escaló el Cervino con corbata, bombachos y la única ayuda de dos petacas de brandy. Yo mismo, al mando de un grupo de cinco valientes, tomé a paraguazos una barbería sevillana en la que se había osado hablar mal de Antonio Ordóñez, obligando a su dueño a traspasarla al vecino para así agrandar su bar.

Acción, el momento requiere acción. Está bien leer (con mesura) e incluso pensar (una vez al mes), pero las cosas se consiguen actuando. Menos leer al memo este y más actuar, oiga.

Respetuosamente,

Ilmo. Sr. D. Práxedes Mateo de Fuentes y Fuentes
Chateau Dioptrie
Arnedo, La Rioja

lunes, 21 de febrero de 2011

De medios (de comunicación), entrenadores y oposiciones

Quique


Uno tiene la sensación de que Quique, de repente, se siente seguro. A uno le sorprende porque no le ve motivos, pero es la sensación que uno tiene. La sensación, eso es. Con Quique, ya saben Vds, todo se reduce a tener sensaciones: sensaciones positivas, sensaciones negativas, sensaciones de hormigueo, sensaciones de vivir.

Quique, hasta ahora, hizo alguna cosa bien. Este año, principalmente, ha hecho barbaridades con el equipo. Ha desmontado un grupo que funcionaba, ha hecho cambios sorprendentes, ha evitado repetir alineación y ha hecho jugar a los centrales de laterales y a los pivotes de interiores. Ha hecho jugar a los recién llegados sin tiempo para enterarse de dónde está el vestuario para luego dejarles sin convocar, convocando en su lugar a los que llevaban varios partidos sin jugar. Quique no ha basado su aportación en planteamientos tácticos, trabajo de la estrategia a balón parado, alternativas a la salida desde atrás o cambios revulsivos, sino en el uso constante de la palabra "sensaciones", nombre que le sugerimos si alguna vez compra un yate a motor o una finca rústica cerca de Ubrique. Quique lleva un historial pobrísimo al frente del Atleti, al parecer el historial más pobre de cuantos entrenadores han disputado el mismo número de partidos; lo que es mucho peor, después de un tiempo ya considerable, no ha dejado la más mínima impronta en el juego del equipo. En qué se diferencia el juego del Atleti de Quique respecto al de Aguirre o de cualquier otro entrenador reciente es una pregunta complicada, para la que no hay una respuesta clara que no sea "en nada".

Quique, no obstante, no es contestado por la prensa o por la grada con la virulencia con la que se cuestionaba la capacidad de otros entrenadores. Quique tiene buena prensa, da entrevistas a quien debe y se asegura de transmitir calma unas veces, testosterona otras, compromiso siempre. Que realmente tenga las tres cosas o al menos una es otro cantar, pero Quique se ocupa de que así lo parezca. Quique maneja bien a los medios - a los medios de comunicación, no tanto a los medios centros - y dice lo que le conviene según el momento. Cuando llegó al club, dijo que iniciaba una época de reconstrucción anímica del grupo, que se encontraba en la UVI; así dejó claro que todo lo que hiciera tendría un mérito sensacional (de sensaciones) y que lo malo, al menos durante un tiempo, era aún culpa de otro. Cuando el partido se brinda y las cosas no pintan mal, dice que tuvo buenas sensaciones y que la tendencia es al alza y las perspectivas son positivas. Cuando las cosas se tuercen, en buena medida por el lío que él mismo ha formado, dice que se quedará en el barro y que le echará huevos, mimetizándose así en el zafio lenguaje de las gradas para parecer uno más de los muchachos, un hincha, un buen chaval. Cuando le preguntan si teme por su puesto y qué hará cuando le echen, dice que recordará la etapa en el Atleti como "jodidamente" feliz, haciendo un guiño de nuevo a la afición, que sí que fue feliz el verano pasado y creyendo, qué cosas, que la afición emplea el término "jodidamente" con frecuencia; un paso fugaz por la grada del Calderón sirve para saber que si alguien emplea en público la palabra "jodidamente" es inmediatamente acusado de cursi, de redicho, de ver demasiadas películas dobladas y hasta puede llevarse algún bolsazo de una señora amante de la partícula "muy".

Dicho (o re-dicho) esto, también hay que reconocerle a Quique que su llegada el año pasado supuso un cambio en el equipo. No en liga, menos en Copa, sí en la Europa League. Con el tiempo, y sin ánimo de ser desagradecidos, ahora a uno le da la sensación (otra vez) de que las sensaciones (y venga) de equipo conjuntado que transmitió el Atleti en el último tramo de la Europa League y en el asombroso partido de Mónaco fueron el resultado de una carambola, de una conjunción astral o del compromiso de los jugadores ante la oportunidad, que ya era hora, de ganar algo. Los cambios continuos en las alineaciones y los bandazos del equipo dan a entender que, lejos de tener una idea de juego y plantilla, quizás el mérito de Quique se basó en convencer a los jugadores de que en ese momento era mejor estar juntos que separados, mejor aprovechar la ocasión que dejarla pasar. Nada más. Y nada menos, es cierto, y nada menos, pero a uno le asaltan las dudas respecto a la capacidad de Quique de gestionar un equipo no enfrentado a una ocasión histórica.

Y aún así, Quique se siente seguro, qué cosas. Los cánticos de la grada del Calderón de la pasada semana fueron interpretados por Quique como el apoyo incondicional de la afición, como el amor inquebrantable de los que tanto lloramos en Hamburgo, como la imposición de la medalla al mérito que le encumbra como sucesor de Antic. Otros no lo tomamos así. Algunos, muchos, vimos en los cánticos la prueba de que la afición está harta de los directivos y que la enésima destitución de un entrenador no basta, porque los que sobran son los que llevan traje y corbata en el palco y no los que tienen sensaciones a todas horas, incluso con traje. Quique no lo entendió así y, además, no le conviene.

Quique, que no es tonto, aprovechó el momento para tirar de populismo y decir aquello del barro y los huevos. Vio la oportunidad e hizo lo que la afición reclama: sacar canteranos en Zaragoza, por más que esto hiciera reír a Ibrahima, Cedric, Pulido o Alberto Perea. Hasta cuatro salieron en Zaragoza, si bien Antonio López ya casi no entra en la categoría de canterano por acercarse más a la de veterano. Quique sacó pecho, qué cosas, por poner a Domínguez en el equipo titular, aunque uno sospecha que si llegan a entrar los dos largueros que tiró el Zaragoza en los últimos minutos las cosas habrían sido diferentes para Domínguez. Para Domínguez, el fijo en todas las alineaciones de todos los aficionados, al mismo al que Quique ha señalado en varias ocasiones como el culpable de fallos que han costado puntos, culpable de no cuidarse, culpable de no pensar en el club sino en él mismo, culpable de tener un entorno poco recomendable. Quique alaba ahora a Domínguez y dice que estuvo sólido y serio como siempre, cuando fue él el que le impidió hacer lo que siempre ha hecho con tanto cambio, tanto señalarle y tanto sembrarle dudas. Quique saca pecho por poner a Koke y de dejar en el banquillo los carísimos refuerzos de invierno a quien ha puesto alternativamente de titulares o de espectadores, señalando sin señalar a la dirección técnica. Quique habla de alineaciones hechas para despejar dudas y confusiones cuando todas esas dudas y confusiones venían creadas por él.

Quique ha visto por dónde viene su crédito y quién canta su nombre y parece decidido a sacar fruto haciendo lo que a sus valedores gusta. Quique habla de embarrarse, de equipos con carácter, de canteranos sensacionales y sensaciones de cantera. Curiosamente, puede que Quique, buscando su beneficio, haya encontrado por fin la forma de beneficiar al equipo. Eso sí, si Quique estuviera realmente dispuesto a meterse en el barro y a echarle eso de lo que tanto presume últimamente, quizás se atrevería a hablar claro sobre el por qué de los refuerzos, sobre lo errático de la política deportiva, sobre la razón real para las ventas y las compras de jugadores. En el club hay barro suficiente para veinte o treinta Quiques y una piara de cochinos ibéricos, y sería de agradecer que se manchara de verdad por respeto a la afición que le jalea y no sólo al palco que se oculta tras él. Mientras tanto, ya saben Vds, sensaciones.

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Oposición, oposiciones

Como cada año, el Atleti arranca temporada con objetivos de equipo grande y, por febrero, agacha las orejas y asume la triste realidad. La canción es la misma desde hace años y el aficionado que no se limita a ir al campo y creerse milongas sabe a ciencia cierta lo que ocurre cada temporada. Aburre repetir cada año lo mismo, sobran las palabras cuando las acciones son tan claras y tan previsibles. Los objetivos grandilocuentes en septiembre, los patinazos de otoño, los fichajes absurdos en inviernos, las eliminaciones de las competiciones por febrero, las protestas de la grada, las entrevistas en los medios hablando de la magnífica situación deportiva y económica, el anuncio ya por marzo de la construcción del nuevo estadio y la ciudad deportiva, el convenio en abril con un club de Qatar, el convenio en mayo con un club de Laos, el convenio en junio con un club de Burundi, el final de temporada, el anuncio de grandes fichajes, el cobro del abono, la vuelta a empezar.

Esto lo sabe bien la oposición. De hecho, la oposición a la actual directiva sabe todo. Todo. Son muchos los años de observación, reflexión e investigación como para que ahora cause sorpresa algo. El Atleti, el Club, los movimientos de la directiva son tan previsibles como irritantes y por ello no es complicado atar cabos para saber lo que realmente pasa. Hay información al alcance de todo el que quiera entender las cosas, hay suficiente análisis hecho y publicado en Internet como para no dejar dudas.

Hasta ahora, cuando la oposición hablaba el Club reaccionaba con esa mezcla de desdén, ofensa y risita tan típico del que realmente no quiere entrar en un tema por temor a salir trasquilado, tan de la directiva. La oposición, cada vez más numerosa, está acostumbrada a menosprecios y faltas de respeto desde los tiempos de Gil y su estilo vociferante-flamígero y estas cosas le resbalan y ya le hacen hasta gracia. También está acostumbrada la oposición al tratamiento de los medios de comunicación, al menos a los medios deportivos de este momento periodístico tan raro que vivimos, tan poco informativo. Rara vez se hacen los medios eco de las protestas de la oposición y se escudan muchas veces en que no todos los días es noticia algo que ocurrió hace tiempo; y eso que en esto, con matices, no les falta razón. Otras veces la oposición - que empieza a ser la afición en pleno - se manifiesta en el estadio o fuera de él y los medios callan lo que ven o, si ven poca gente, ridiculizan el esfuerzo con aquello tan cereziano de que son cuatro gatos y además mal peinados, oiga. Los medios, a quien conviene llevarse bien con el Club por aquello de tener información, entrevistas y primicias, hacen risitas a costa de la oposición y se suman al chiste, mofándose en público de lo que ellos mismos, en ocasiones, piensan en privado porque lo ven igual de claro que la oposición y que cualquiera. Los medios, con los locutores estrella de la noche al frente, sacan el tema cuando entrevistan a los directivos y lo hacen de forma que facilite su lucimiento, contando chistes facilones y dejando caer que lo que le pasa a la oposición es que no tiene un duro, que es de lo que se trata.

Pero algo está cambiando, oiga. La oposición, tras años de iniciativas y estudio y rascar para ir quitando las capas de pintura que disimulan lo que realmente pasa, sabe de esto. Y sabe mucho. Sabe lo que hay, y sabe sobre todo lo que debería haber. Ha acumulado información y experiencia, ha ido anotando en un cuadernito rojo y blanco las incoherencias, las contradicciones, los errores que desvelan lo que ocurre. A estas alturas han rellenado varios cuadernos de los gordos, tamaño A-4, que están llenos de anotaciones, referencias cruzadas y marcadores. Y ahora hay ya indicios más que suficientes para encender luces rojas por todas partes. Las cuentas del club indican pérdidas constantes, gastos por encima de los ingresos, despatrimonialización constante del Club, movimientos que nadie se explica. El Club invierte gran parte de lo ingresado en pagar servicios cuyo objetivo se desconoce, en fichar jugadores a sobreprecio para que luego ni jueguen, en remunerar directivos a precios fuera de mercado incluso cuando la gestión desemboca en pérdidas. Las conclusiones son claras y no las hace un señor que pasa por la calle, las hacen profesionales respetados que viven de esto, que no se mueven por pasión y rabia sino por profesionalidad y rigor técnico. La oposición expone lo que hay, pide aclaraciones y reclama datos, los datos que hasta ahora no se han dado, los datos que evitan dar los directivos durante las entrevistas, esquivando las preguntas con ese humorcillo prepotente que desvela que no le hizo ninguna gracia la pregunta.

El club, al parecer, ha notado que la oposición ya no es un grupo aguerrido con muchos ideales y poca organización sino un grupo de gente con datos contrastados y capacidad para analizarlos y denunciar la situación. El club parece haber movido Roma con Santiago para que el impacto de lo que la oposición dice sea mínimo y eso lo han sufrido en propias carnes los periodistas que cubren las noticias sobre el equipo. Hay medios que han minimizado la difusión, hay alguno que lo ha ignorado del todo. Hay quien ha menospreciado lo denunciado, hay quien sólo ha dado la versión que más interesa al club. Hay quien ha querido ver división entre grupos opositores, sin reparar en que estos, como no podía ser de otra forma, están coordinados y persiguen lo mismo, compartiendo información, recursos y también personas. Hay quien ha hecho caso, parcialmente, a las denuncias de timo anual y anuncia a bombo y platillo que el año que viene el Club informará a los socios de qué jugadores siguen en la plantilla antes de cobrar el abono, para que no haya malentendidos; eso sí, siempre que sea posible, siempre y cuando se pueda afirmar con toda rotundidad y, naturalmente, dejando el compromiso a salvo de nuevas ofertas, de sorpresas, de fuerza mayor. Demasiada letra pequeña y demasiados interrogantes viniendo de un club que anuncia cada mes que el mes siguiente empiezan las obras del estadio, que el mes siguiente firma E'too, Rosicky y Silva, que el mes siguiente se inaugura el casino flotante sobre el Manzanares, la escudería de fórmula 1, el helipuerto para abonados, la ciudad deportiva de la Venta de la Rubia, perdón, de Campamento, perdón, de Alcorcón, perdón, de Las Vegas, Nevada, ¿o de esa no hemos hablado aún?

La prensa, cuando era prensa, investigaba los hechos de relevancia y lo hacía por sí sola, sin reclamar al lector que hiciera la parte complicada del trabajo y que obtuviera pruebas por las noches como quien entra en un museo a robar una joya vestido de negro y con un gorrito de lana. Cuando la prensa era prensa ponía el dedo en la llaga y hacía preguntas incómodas a aquellos que tenían motivos para sentirse incómodos, para que se explicaran a ojos de todo el mundo, y le daba igual que luego les penalizaran sin entrevistas y sin favores porque ellos, como prensa, también tenían poder y no sólo cuenta de resultados. La prensa, siendo prensa, debería al menos hacerse eco de lo que piensan unos y otros, dar datos contrastados y huir de apriorismos y de intereses. El aficionado entiende que todo el mundo tiene sus presiones, sus intereses y sus órdenes de arriba, pero no entiende que se silencie siempre al mismo aunque lo que diga sea claro, meridiano, incontestable y demostrado. No reclamamos que digan sólo lo que queremos oír, ni que den sólo nuestra versión, ni que callen lo que la directiva dice, ni que se jueguen temerariamente el pan de sus hijos contando algo que no es cierto. Lo que reclamamos es que se diga lo que piensan los unos y no sólo lo que conviene a los otros, que no se oculte la realidad y que se dé altavoz a los que la conocen. Los datos son tan aplastantes que, por sí solos, sin necesidad de prensa, se defenderán si se les da ocasión.

domingo, 13 de febrero de 2011

Tres radiografías (torpes) del Atleti - Valencia




1. El partido

El Atleti salió, una vez más, con un equipo raro. Con Ujfalusi ausente por sanción y Filipe Luis Filipe lesionado, posiblemente en uno de esos músculos nuevos en los que antes nadie se hacía daño, se imponían cambios en la defensa. Por la izquierda, ausente el frágil brasileño de media melena, salió Antonio López. Vale, bien, lo normal. Al no estar Ujfalusi, debería salir alguien por la derecha o quizás en el centro. Salió Valera.

Valera parece que sólo cuenta para Quique cuando no está Ujfalusi. Quique tiene poca fe en Valera y lo utiliza cuando hace falta, lo que nos parece normal. Quique tiene sin embargo muchísima fe en Perea, que juega siempre. Perea puede jugar de lateral derecho y son muchos los aficionados que estiman que sería más valioso en ese puesto, en el que sus tradicionales pifias tendrían menos influencia directa en el resultado al estar en teoría cubierto por un central. Ayer podría haber jugado de lateral derecho, pero entonces su puesto en el centro lo debería haber cubierto Domínguez y, ay, Domínguez no cuenta para Quique. Domínguez, el mejor central del año pasado, el que apuntaba a defensa histórico para los próximos diez años, ya no cuenta. O sí, vaya Vd a saber, con Quique todo es posible, también que los titulares vayan al banquillo de la noche a la mañana o que los suplentes salgan de inicio en los partidos más trascendentales.

En el medio salió Tiago, llamado a ser el jugador que impoga su criterio, y Raúl García. Raúl volvía al Calderón tras varios partidos de ausencia. Al Calderón, donde no se agradece su esfuerzo y se critican sonoramente sus fallos, a veces imperdonables. Al Calderón, donde Raúl se encuentra incomodísimo y aún así lo intenta. Al Calderón, donde fue despedido con algunos aplausos y de nuevo con más pitos, donde pesan más dos errores que setenta ayudas defensivas. Junto a ellos, Reyes por un lado y Fran Mérida por el otro. No así Elías, carísimo refuerzo de invierno que venía jugando sus partidos y que fue titular con Brasil entre semana, el argumento de la dirección deportiva para su fichaje. Elías, tras jugar casi siempre desde la llegada de su misterioso transfer extraviado, no fue ni convocado. Tampoco salió Juanfran, el otro refuerzo de invierno, el que debutó el día de su presentación en el estadio del otro equipo grande de la capital, ni más ni menos, y que no ha vuelto a estar en el equipo titular. Los dos refuerzos de invierno a la caseta, oiga. Doce o trece millones de euros destinados a resolver supuestas urgencias, sin jugar. Bueno, es lo que hay, ya sabemos.

Delante jugaron Agüero y Forlán, como casi siempre. El primero lo intentó y no anduvo fino, el segundo empezó bien, fue bajando, falló un penalti y acabó tristón. Tristón y desubicado, como todo el equipo. El Atleti marcó pronto en buena jugada de Reyes tras robo de Forlán, y se fue diluyendo, fue reculando, se fue yendo del partido. Juegue Vd, oiga, que queda tiempo – no sé, es que no tengo ganas, como que se me ha olvidado lo que tengo que hacer, estoy loco por que acabe esto. El rival, que tampoco jugó tanto, se lo fue creyendo poco a poco y, tras empatar al final del primer tiempo, vio claro que podía ganar cuando el Atleti desperdició su regalo en forma de penalti. El Valencia ganó casi por obligación: oiga mire, entiéndame, qué iba a hacer yo, no vine a esto pero me viene bien, tres puntos son importantes y en este campo, al menos antes, daban cierto prestigio. Así que a mi pesar gané, ya lo siento, bueno, adiós.

2. El equipo

El equipo dió, una vez más, la sensación de no entender nada de lo que pasa. Los jugadores no saben bien a qué juegan, no saben qué se espera de ellos, no tienen claro qué hacer. Ven como compañeros pasan de imprescindibles a apartados, de titulares a no convocados, de suplentes a estrellas imprescindibles. Los nuevos llegan y juegan cuando no conocen a los compañeros y, cuando se aprenden sus nombres, son apartados del equipo. Los medios no saben si apretar o esperar, si aguantar y robar, si presionar y morder. Los defensas no tienen claro si salir jugando o pegar un patadón, los delanteros hacen la guerra por su cuenta, esperando un pase en condiciones para tirar a puerta e intentar mejorar sus estadísticas.

Se diría que los jugadores, directamente, no tienen muchas ganas de jugar, no se divierten y desde luego no toman los partidos como un trabajo que hay que hacer bien. Podría ser indolencia, desinterés, desorientación o pánico, o bien todas a la vez. Uno entiende que los jugadores anden desorientados, huérfanos de un patrón de juego, de una idea y de un objetivo común. Podría ser eso. Podría ser también falta de interés por jugarse una patada o una mala puntuación en la prensa teniendo en cuenta que no cobran a tiempo o cobran mal, que también podría ser. Podría ser simple pánico. Pánico a la reacción de la grada, pánico a las críticas de la prensa, pánico a torcer definitivamente su carrera, pánico a ser señalados en la foto oficial como un jugador petardo que llevó al equipo al pozo. O pánico a las reacciones del entrenador: pánico a cometer un error que le lleve a la grada tras cinco partidos de titular, pánico a no hacer lo que se supone que debe hacer incluso sin que nadie le haya explicado con claridad cuál es su cometido, pánico al método error=castigo que sigue con fidelidad Quique.

Podría también ser indolencia por falta de comunión con el club, con sus superiores jerárquicos. Imaginamos que es complicado convencer a un contable de que se quede cerrando balances hasta las diez de la noche mientras el director de la empresa no aparece por la oficina y sólo saben de él por reportajes gráficos, fotografiado mientras celebra comidas con otros. Imaginamos que es complicado pedirle a los soldados que carguen a cuerpo limpio contra el enemigo atrincherado mientras el capitán se queda comiendo arroz con conejo al abrigo de las balas. Imaginamos por tanto que es complicado pedirle a los jugadores que den la vida por la camiseta cuando el resto del club rezuma desinterés por el proyecto común y toma el interés propio por bandera. Imaginamos que es complicado pedirle a los jugadores que asuman responsabilidad y riesgos cuando el máximo responsable y propietario aparente de la mayoría de acciones del Club no tiene la hombría suficiente como para acudir al palco a aguantar el chaparrón, si es que éste se produce. Puede ser eso, también, sí.

Sea lo que sea, los jugadores andan perdidos y, lo que es peor, con aspecto de no poder ni querer encontrarse. Los buenos jugadores ponen cara de qué hago yo aquí, los malos ponen cara de intentar hacer lo que pueden sin tener guía ni método. Cuando la defensa saca un balón, son pocos los que se ofrecen y muchos los que se camuflan tras su par; cuando se pierde un balón, el repliegue es caótico y muchas veces al trote. Cuando el rival aprieta los nuestros se achican y cuando toca apretar, aprietan tres y el resto mira. Cuando el árbitro pita algo indebido el capitán no aparece, cuando los rivales presionan al árbitro no aparece nadie (salvo Raúl García y encima se lleva una bronca), cuando el linier se equivoca nadie le afea el error, sino que se sigue jugando como si tal cosa. Cuando se pierde en casa, el equipo se dirige al rival, le pide la camiseta, habla del tiempo, de la primavera anticipada, del cambio climático y de la situación en Egipto, pero no muestra pesar ni preocupación o, si lo hace, se le olvida a los tres minutos y se va a cenar chuletón con los amigos, que hoy invito yo, majos.

Puede que los jugadores sean unos mercenarios, puede que el entrenador sea un desastre, puede que la culpa de todo la tenga el gerente de Almohadillas Perca por haber puesto ese nombre de pez a su empresa. Todo esto es posible, sí, pero mirando un poco desde fuera parece que la culpa de todo es de todos, sobre todo de los que podrían poner orden y ni lo hacen ni les interesa hacerlo.

3. La afición

Se esperaba que la afición se pronunciase durante el partido, y lo hizo. Más tímidamente de lo que uno hubiera deseado, menos tímidamente que otras veces. En las gradas abundaban las bufandas verde y oro, los colores de los aficionados disidentes del Manchester United, ahora también los colores de la Resistencia. La gente preguntaba el por qué de esas bufandas, preguntaba dónde comprarlas, querían llevarlas. La afición volvió a cargar contra el palco tras el segundo gol del Valencia y, de nuevo el nombrado fue Miguel Angel Gil, el consejero ausente. No lo fue Cerezo y eso deja ya a las claras que la gente tiene claro quién mueve los hilos y quién pone el particular peinado, el cuestionable sentido del humor y la cara para que sea abofeteada con cada vez más frecuencia y siempre con razón.

La afición, así en general y no un grupo cada vez más numeroso de atléticos con las ideas claras y la información apropiada, está en un momento complicado y crucial. Si uno habla con desconocidos por los aledaños del estadio, la impresión que queda es que casi el 100% de los aficionados tienen claro que los responsables de la debacle son los supuestos propietarios del Club, Cerezo y Gil Marín. Si uno lee los comentarios en las ediciones digitales de los periódicos deportivos, el 99% son contrarios a la gestión, muchos de ellos con ese zafio lenguaje faltón que caracteriza al impulsivo ciber-comentarista medio. La gente, la mayoría de la gente, tiene cada vez más claro quién es el culpable de lo que ocurre y los pocos partidarios que le quedan a la directiva suelen entrar en foros y conversaciones con los aires matoniles de los camelleros partidarios de Mubarak entre la multitud: no tengo buenas razones, pero grito más que el resto. A estas alturas es imposible defender la gestión de los Giles y es prácticamente imposible encontrar a alguien dispuesto a defenderla, por más que siempre quede algún trasnochado dispuesto a repetir los falsos mantras del gilismo: si no es por ellos el club desaparece, el descenso fue el fruto de una persecución política, a los directivos el club les cuesta dinero, aquí no viene nadie con dinero por delante a comprar el club y hacer una alternativa.

Curiosamente, desde este convencimiento a la afición le asalta otro problema. Tras años de mensajes desde la prensa y lacrimógenas campañas de la Sra Rushmore, el aficionado medio parece convencido de que lo de seguir al Atleti es un tema casi religioso, la constatación del hecho de formar parte de los Elegidos, un destino marcado para los restos al estilo del Señor de los Anillos. Este destino como miembro de la mejor afición del mundo, la dañina etiqueta de los dos filos, impide a juicio de muchos el protestar en la grada. Si, son ellos los culpables, pero ahora no es el momento de criticar sino de animar, piensa parte de la afición. Dejémonos de divisiones y animemos al equipo que ahora lo necesita, piensan. No se dan quizás cuenta de que el equipo SIEMPRE necesita ánimos en los últimos tiempos porque NUNCA funciona bien a pesar de, o más bien por culpa de, tanta ausencia de protestas y tan bien intencionados silencios. Pero la afición, o parte de ella, es así, qué le vamos hacer. Es así, pero quizás esté dejando de serlo.

Más situaciones curiosas produce este convencimiento. Esa parte de la afición que cree que la directiva es responsable del desastre pero no quiere criticar a los jugadores en mal momento, entra al campo resuelta a animar. La realidad, sin embargo, es que no anima. Lejos de ser un estadio donde la grada apoye sin miramientos y mayoritariamente a los jugadores, como reza la exposición de motivos del premio a la mejor afición mundial y de parte del extranjero, la afición está cada vez más callada y el Calderón va perdiendo su condición de estadio caliente incluso enpartidos importantes como el de ayer. Más aún, la afición es crítica, injustamente crítica en ocasiones, con muchos de los que no tienen responsabilidad directa. La afición supuestamente animadora, lejos de animar al jugador que lo necesita tras una pifia, se ceba en los débiles, ridiculiza a los que lo pasan mal. Cada balón que recibe Perea como último hombre se jalea desde la grada con un murmullo creciente que equidista entre el grito de pánico y la risotada; uno imagina la misma reacción entre el público que mira la desactivación de una bomba mientras el artificiero duda entre cortar el cable rojo o el azul y llega a la conclusión de que el público perdió el Norte, porque los más probable es que acaben volando por los aires bomba, artificiero y público. De igual forma, cada balón comprometido que llega a Perea tiene pinta, gracias al sonido burlón que la grada emite, de acabar en pifia y gol en contra tras el que nadie animará, sino todo lo contrario, al jugador que formó el lío. ¿No sería más lógico, ya que se optó por no criticar y sí animar, animar al que más lo necesita y no tirar piedras contra el propio tejado? O, ya que se decide criticar y no animar siempre, ¿no sería más lógico criticar a los culpables de verdad y no únicamente a los jugadores torpes que éstos compran a precio de estrella a intermediarios de confianza?

Ayer la afición rompió a gritar contra el palco tras el segundo gol del Valencia. En un mundo perfecto, a uno le habría gustado ver cómo la afición la tomaba con el palco tras el gol del Atleti, pasando un mensaje más claro aún: no por ir las cosas temporalmente bien nos olvidamos de quién son los culpables de todo. No ocurrió así, pero algo es algo. Eso demuestra que el hartazgo de la afición es profundo, y también que está claro para cada vez más gente quién es culpable de todo. No en vano, los gritos iban dirigidos a Gil, hasta ahora inmune a las protestas y siempre amparado en su invisibilidad (salvo en entrevistas limpia-reputación previamente pactadas). Curiosamente, también la afición se pronunció por primera vez y de forma inequívoca a favor del entrenador. El grito, con un partido perdido y el entrenador cada vez más cuestionado, sólo cabe interpretarse como una bofetada indirecta a las caras del palco, el mensaje de que esto ya no cuela como coló con Bianchi, con Aguirre o como con tantos otros; no es el entrenador, no son los jugadores … sois vosotros los responsables, los que nunca han cambiado en este tiempo. Da igual que venga otro, total le daréis los jugadores que os interesen: si piden un central diestro traeréis un interior zurdo de ocho millones del que nadie oyó hablar, si hace falta un medio centro vendrá un portero mediocre que corte la progresión de un canterano, si se necesita un delantero centro traeréis un entomólogo experto en polillas por cinco millones de euros, con el cometido de desinsectar el trastero en el que dormitan los trofeos de la sección de balonmano.

Ayer no hubo revuelta popular, no hubo explosión total, no hubo asalto al palco ni quema de conventos. Quizás lo que ocurre es que la afición simplemente no es así y no es eso lo que haya que esperar. La afición, eso sí, sí la emprendió contra el palco con criterio y tino, y deja vez con cada vez más claridad que es consciente de quién es el responsable de todo. El mensaje de la oposición parece haber calado, la afición está más informada, ve claro quién es el responsable y eso es un avance importante por el bien del Club. Y todo ello gracias a unos cuantos tipos con las ideas muy claras, con la determinación del que sabe que tiene razón y una lealtad inquebrantable al Club cuya directiva les persigue y a la afición que tantas veces les ha ignorado, una lealtad y una dedicación que le ponen a uno los pelos de punta.

Por ellos, que saben quién son, con agradecimiento eterno, levantaremos nuestras pintas de Guiness cuando, en un rato, Irlanda se la juegue contra Francia.

Gracias eternas, Señores.