martes, 31 de enero de 2012

Ya casi estamos (así, en general)


Bien, pues ya llegó el momento, ya está aquí. Todo el año esperando como el que espera la salida del Baratillo o los Estudiantes, o la final del Falla, o la llegada del Olentzero, o la aparición de la Amanita Cesarea, y ya casi está aquí. Se acabó la espera, llegan los partidos en el barro, las caras de asfixia de los jugadores, las brechas en el cráneo curadas sobre la marcha, los fisioterapeutas que se juegan la vida por atender a un jugador mientras a su lado pasa un tornado. Llegan las tardes frías en el pub encadenado partidos, conversaciones con extraños en dos o tres idiomas y pintas, muchas pintas. Llegan los himnos solemnes, los viajes relámpago de fin de semana, las cuentas y cálculos a falta de dos jornadas. Vuelven las camisetas antiguas que duermen en los armarios diez meses al año, los ojos entornados para intentar entender las razones del árbitro entre el griterío del pub, las explicaciones de los que realmente saben, la escucha atenta de los que no sabemos tanto. Llegan las gaitas en las gradas, los gritos - "heave!!" - de los galeses, los dos himnos de los irlandeses y un tercer himno, "Fields of Athenry", y también, qué se le va a hacer, los "ouais" despectivos de los franceses hacia el rival cuando avanzan sus delanteros. Llegan los árbitros que explican cosas, los capitanes que atienden con respeto y responsabilidad, los jugadores que miran con cara de crío cuando un señor al que hay que llamar señor les regaña en directo para todo el mundo. Se van, por unas semanas, las protestas teatrales, las trampas continuas, la simulación de agresiones y las bravatas nunca consumadas tras pegar la frente dos rivales con actitud de carnero poco mordedor. Llegan los puñetazos al mentón cuando no queda otra, los agarrones por el cuello de la camiseta, las vendas en las orejas y los cráneos afeitados, los pasillos al perdedor y al ganador. Llegan los jugadores que simulan no estar lesionados para que no les sustituyan, precisamente lo contrario que en el fútbol, y las aficiones sin ultras que comparten cerveza y conversación antes, durante y después del partido, precisamente como debería ser el fútbol antes y no es.
Llega el VI Naciones, ¡¡Alabado sea Gareth Edwards!!
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¿Cómo está cada equipo? ¿Quién es favorito? La respuesta es complicada, como casi todos los años. Si uno tuviera que apostar y jugarse los cuartos, apostaría por Gales y su deslumbrante equipo del Mundial, ese equipo joven con toneladas talento y poca suerte en su partido clave en Nueva Zelanda, pero con un futuro por delante al que hay que mirar con gafas ahumadas. Como uno no apuesta, espera que Irlanda, su equipo, cumpla en el momento difícil del cambio de generación en el que van quedando fuera de las convocatorias jugadores de ese equipo que casi nos sabemos de memoria y que quedaron a las puertas de hacer algo grande en el Mundial precisamente en un partido contra Gales en el que hasta tres balones claros se cayeron de las manos irlandesas en 22 rival. Irlanda y Gales jugarán en la primera jornada y algunas incógnitas serán despejadas. También en el grupo de favoritos, favoritos del que suscribe, se entiende, la incógnita de Escocia, el equipo que ha regateado la cuchara de madera recientemente. Escocia abre el torneo contra su enemiga del alma en tiempos de consultas electorales sobre la independencia y con el plus de motivación de escuchar Flower of Scotland en casa contra los herederos de ese ejército del tal Eduardo al que, por culpa de la canción, tenemos tanta manía. A ver si hay suerte y los mandan de vuelta a casa, a pensar de nuevo.

Naturalmente, hablando de favoritos uno no puede ignorar la realidad. Francia, a la postre finalista en el Mundial tras una maniobra en la fase de grupos digna de la Italia más futbolera; como dijo en cierta ocasión un escritor inglés que vive en Francia, los franceses han producido cientos de generaciones de aristócratas pero ningún caballero. Francia tiene talento en los medios y una tercera línea fiera capaz de ganar un partido por sí solos, quizás el partido que no ganó en la final del Mundial a pesar de merecerlo, quizás por haber llegado a la final a pesar de no merecerlo. Sobre Inglaterra, que llega renovada e interina tras mil escándalos y vaivenes y capitanes escupiendo sobre su propia responsabilidad , no sabemos mucho. Inglaterra siempre ha tenido percherones en delantera y cirujanos pateando a palos que nos han amargado muchas tardes, pero aún no sabemos bien si hará su tradicional rugby industrial u optará por jugar más a la mano. Por último, Italia, ambiciosa al haber cambiado de entrenador y crecida como nunca tras haber ganado a Francia el año pasado, nos sirve sobre todo para recordarnos que, hasta principios de los 90, España, ahora defenestrada, se jugaba las habichuelas con los azzurri.

Como el Atleti con el Barça, vamos.

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Salió el Atleti al Sadar, estadio al que algunos llaman Reyno de Navarra, y aquello era un mamarracho textil. El Atleti salió con medias rojas de equipación titular, pantalón azul de equipación titular y camiseta azul oscura de equipación suplente. El Atleti dio la sensación de amante recién sorprendido por el marido que, al haber escapado por la ventana, se ha dejado los pantalones y ha tenido que comprar unos de repuesto en un Saldos Arias de Pamplona para no acabar en el cuartelillo. El desatino cromático completó un adefesio indigno de un club serio y más adecuado para un equipo de barrio sin presupuesto ni patrocinador. Señores del Club, por Dios, ya que no cuidan nada de lo importante, cuiden al menos los detalles que hacen parecer que el Club que conserva la seriedad de la que Vds le han desprovisto. Hombre ya.

Salió el Atleti, pues, y no salió Domínguez y sí salió Miranda y a algunos nos empieza a escamar ya la situación de Domínguez, que no cuenta todo lo que debería con demasiados entrenadores. Salió Godín, Juanfran y Filipe Luis Filipe y por ello parece claro que la línea defensiva por la que apuesta Simeone es una y no otra. Y, eso sí, con cero goles en cuatro partidos, parece que Simeone va ganando crédito para que se reconozca un cambio defensivo en el equipo y no se le tosa con quién pone o quién deja de poner en el centro de la defensa.

Ausente Gabi, salió Mario junto a Tiago para cerrar el centro del centro y la combinación no fue tan sólida. Tiago parece la primera apuesta de Simeone para jugar por delante de los centrales, y si bien ha completado algún buen partido, ayer se pareció menos al Tiago brillante del partido contra el Villarreal. Es cierto que el partido se prometía duro y que la dureza y la pelea no son los puntos fuertes ni de Tiago ni de Mario, que aún así mantuvieron el tipo frente a las dudas que planteaba su alienación juntos. Parte del mérito estuvo en el partido de Koke, generoso y omnipresente a ratos, entonado y protagonista a la hora de suplir en lo posible a Diego, reclamando más minutos. Un Atleti con más Koke sería bueno para el Atleti y para Koke; eso sí, viendo que el equipo funciona, el desafío es saber dónde ponerle.

Y cuando toca hablar de delanteros, conviene precisar que marcó el Atleti en el minuto 40 tras una jugada a balón parado, que ya gusta escribirlo, en la que Godín remató un balón suelto tras un remate en tromba de Falcao. Falcao no marcó esta vez pero trabajó, hizo algún pase de lujo y falló un gol que pareció fácil y que él mismo se fabricó regateando rivales. Falcao y Adrián, que también falló un gol claro, contribuyeron también al entramado defensivo parando rivales en la salida del balón y buscándose el uno al otro en el centro del campo, cuando el Atleti salía tras un robo. En un país en el que se confunde fútbol con goles conviene recordar que también los delanteros hacen partidos meritorios cuando no marcan tres goles, oiga.

El partido fue más cómodo durante el primer tiempo para el Atleti, si es que se puede hablar de comodidad ante un equipo peleón como Osasuna. Courtois no tuvo mucho trabajo y el Atleti, si bien parecía tener problemas para marcar, no sufría detrás en exceso. El segundo tiempo no fue igual, pero pudo haber sido muy distinto si el Atleti marca las dos ocasiones clarísimas que tuvieron Adrián y Falcao, que habrían cerrado el partido. Sin embargo, el tema cambió tras los fallos y el Atleti, o quizás su entrenador, tuvo claro que jugaría los últimos minutos a evitar goles rivales. Osasuna apretaba sin tino y el Atleti bombeaba agua fuera de la cubierta con una solvencia poco común este año. El equipo local, y sobre todo Raúl García, achuchaban al Atleti hacia su área y hasta el aficionado más simeonista visualizó partidos recientes en los que el rival terminaba por marcar un gol y llevarse un empate de esos que, siendo justos, saben a derrota infame.

Simeone movió el banquillo, metiendo a Perea y Salvio por Juanfran y Koke. En un momento en el que el equipo buscaba claramente no encajar un gol, lo lógico parecía quitar a uno de los dos puntas y meter un centrocampista más incluso cambiando un lateral, pero Simeone reforzó una banda con velocidad y dejó a los dos delanteros en el campo junto con Salvio. Salió bien. Más adelante saldría también Domínguez para sustituir a Turan, acalambrado y atendido por el fisioterapeuta en medio del campo, como si fuera un partido de rugby. Eso sí, incluso poblando el área propia de defensas, el protagonista del tramo final del partido fue Courtois, enorme en varios balones bajos rematados desde cerca en los que demostró colocación, reflejos y condiciones de portero de esos que dan muchos puntos al final del año.

El Atleti jugó en el Sadar a lo que juega el Osasuna: intensidad, pelea, recuperaciones rápidas, poco espacio para el rival, despliegue físico, agresividad. Esta afirmación, que resulta ya del todo asombrosa cuando se piensa dos veces (visto el timorato Atleti de hace unas semanas), triplica su valor cuando se añade que, además, ganó el Atleti. El Atleti ganó un partido de los que no venía ganando en años, y además gracias a un gol de esos de los que el Atleti suele encajar en este tipo de partidos cuando quedan tres minutos. Quizás sea la racha, quizás sea la suerte, pero el Atleti de Simeone ha ganado algunos partidos de formas que al Atleti no se le dan bien: goleó en San Sebastián sin hacer demasiado, ganó en Pamplona en un partido ramplón en el que terminó aculado en tablas.

Y es que Simeone, por ahora, parece haber construido un equipo. Sin tener los mimbres ideales para hacer un grupo aguerrido, Simeone parece haber convencido a sus jugadores de la importancia del compromiso, la solidaridad y el sudor; la piña de los jugadores al final del partido así lo demuestra, al igual que las tres o cuatro entradas en tackle al final del primer tiempo para evitar ir al vestuario empatado tras marcar un gol en el minuto 40. Algo más ha ocurrido en el equipo: en un partido relativamente controlado como el de ayer, los fallos propios ante el gol y el empuje rival no le descompusieron en exceso y el equipo supo, esta vez sí, competir. Competir en el sentido más bilardista del término, quizás en el más rácano, puede que en el menos bonito, pero en un sentido digno. Durante años hemos criticado al equipo por timorato, por falta de ganas y falta de seso para gestionar situaciones difíciles. No fue el caso del Atleti de ayer, consciente de que, a falta de más argumentos, tenía que hundirse en el barro y aguantar con los dientes apretados un rato en aras de un fin más alto. La sensación que transmitía el equipo y el entrenador al final del partido fue que, para Simeone, la victoria de ayer fue mil veces más alegre e importante que la de San Sebastián, a pesar de los agobios y los problemas o precisamente por eso. El Atleti de ayer aprendió que con agresividad, solidaridad y aguante se ganan partidos que antes se perdían en campos en los que rara vez se gana; quizás por eso el Atleti sea más equipo hoy que ayer por la tarde.

El domingo, el Atleti juega contra el Valencia y, otra vez más, el partido se antoja importantísimo para ver la verdadera medida del Atleti que brota de las cenizas que dejó Manzano. Es lo que tiene haber hecho una primera vuelta mala, que ahora todo es importante porque casi no hay tiempo hi oportunidades. Los últimos puntos ganados y los muchos puntos perdidos por rivales directos han producido una situación tan positiva en caso de ganar los próximos partidos que le hacen a uno pensar en la birria de competición en que se ha convertido la liga española. Aún así, y siendo como es la nuestra, habrá que intentar hacerlo lo mejor posible. El fin de semana, más capítulos de esta historia que parece haber tenido un giro de guión que no esperábamos.

domingo, 22 de enero de 2012

Atleti de Simeone, Capítulo 3 (o “Progresa Adecuadamente”)

El Atleti salió en Anoeta con sus mejores jugadores, controló un partido en el que no jugó de maravilla pero desde luego jugó, y terminó metiendo cuatro goles, algunos para recordar.


Llegaba el Atleti a San Sebastián, y eso a uno siempre le hace pensar en unas cuantas cosas. La primera, en que uno nunca ha ido al fútbol en San Sebastián, lo que le da mucha rabia. Uno tiene la sensación de que, tras esos sucesos horribles que aún se recuerdan en el Calderón para vergüenza de todos, ir a San Sebastián a ver al Atleti conlleva el riesgo de acabar con la madre mentada. Probablemente no sea así y sobre todo en días de tamborrada, dirán los donostiarras, venga Vd conmigo y verá como no sólo no le dicen nada sino que le invito yo a vino y gin tonic y se vuelve Vd a casa tan contento; esto es, por cierto, lo que le dice uno a sus amigos donostiarras respecto al Calderón, por más que se pase luego el partido mirando de reojo que no haya cerca un exaltado pasado de anís que meta la pata, que de todo hay.

Uno, por cosas de la edad, pasó su infancia y primera adolescencia sintiendo una gran simpatía por la Real Sociedad, sin duda por aquello de que el equipo le había amargado la vida al otro equipo grande de la capital gracias a aquel gol de Zamora en el Molinón que celebró medio Madrid como si fuera propio. La Real de entonces tenía jugadores rocosos y finos, tenía a López Ufarte, Zamora, Arconada, Satrústegui y Perico Alonso, y uno se acuerda muy bien de esa alineación poblada de bigotes y pantalones cortitos que marcaba goles de córner en Atocha y no perdía casi nunca. Se acuerda del fichaje de Peio Uralde y de aquella final de Zaragoza en la que el fondo de la Real cantó en la previa del partido un gol de la selección sub-21 de Yugoslavia, creo recordar, algo que no acertaban a explicar bien los seguidores donostiarras con los que se hablaba en los bares tras el partido. Recuerda el fichaje de López Ufarte y ese Atleti de Menotti y Alemao que metió un 0-4 en sábado lluvioso, y aquél penalti fallado en un partido contra el odioso vecino del norte en el partido de vuelta. Y también recuerda cómo se fue envenenando la relación con la Real aún más que con otros equipos, los gritos, los insultos y la contaminación definitiva del fútbol como uno lo entiende.

El resultado es que, por unas cosas y otras, por ignorancia propia y exaltación ajena, uno no ha ido nunca al fútbol a Anoeta, ni siquiera el rugby. Así que, casi para llevar la contraria y también por puro egoísmo, para comprobar las cosas en primera persona y no opinar de lo que no ha vivido, por pasar el fin de semana comiendo anchoas a la sartén y pantxineta, uno hace un voto público: ir en breve, fechas mediante, a ver al Atleti en San Sebastián.
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Llegaba el Atleti a Anoeta y se jugaba más de lo que parecía. Simeone se jugaba el convencer a los más escépticos y a los más reticentes, se jugaba la imagen de entrenador conservador o audaz y miles de preguntas sobre si prefiere atacar quince veces y marcar un gol o meter quince goles en un único ataque. Algunos pensamos que quizás Simeone optaría por un equipo más defensivo fuera de casa, por quitar a algunos de los jugadores más creativos y optar por la guerrilla y la emboscada en vez de la iniciativa lejos del Calderón. En Málaga mostró un equipo de espera y destrucción, de menos fútbol y más músculo militar, de más raza y agresividad y menos reflexión. En Madrid, contra el Villarreal, el equipo cambió sin perder la presión arriba y los apoyos, pero buscando la jugada y no la carrera cuando se recuperaba el balón. Contra la Real, tercer partido y segunda salida, se esperaba aclarar si Simeone busca la alternancia entre dos modelos o bien apuesta definitivamente por uno.

El equipo que salió en San Sebastián despejo dudas, y el partido que hizo las escondió casi definitivamente. Sin hacer un partido brillante, el Atleti ganó cómodamente y goleó a la Real, sembrando otras dudas entre la afición: ¿por qué no han jugado con esta intensidad los jugadores hasta ahora? ¿Es solamente un tema de motivación y trabajo psicológico del cuerpo técnico o es que los jugadores tienen la cara de cemento armado? ¿Fue Manzano incapaz de hacer entender a jugadores profesionales que parte de esta profesión consiste en correr? ¿Han cobrado los jugadores gracias al traspaso de Reyes y por eso ahora están ahora dispuestos a sudar y llegar a la ducha con motivos para usar el jabón? Sea por lo que sea, el equipo ha cambiado y lo ha hecho para bien. Es frecuente ver presión más allá del centro del campo, ayudas a los compañeros, repliegues al galope buscando la posición perdida. Sea por lo que sea, el Atleti de Simeone parece un equipo, algo que sólo pareció el Atleti de Manzano en los primeros partidos de la temporada.

Salió el Atleti al campo y lo hizo con Arda, Diego, Adrián y Falcao, los cuatro jugadores llamados a crear el fútbol de ataque y las ocasiones. Entre esta grata noticia y el comentario sobre los mediocentros, es inevitable volver a preguntarse por qué el Atleti lleva pantalones rojos casi en cada desplazamiento. La teoría dice que es para evitar confusiones entre los rivales que llevan alguna prenda azul y la práctica, que si los árbitros son capaces de confundir a la Real de ayer, con pantalón blanco, y a un Atleti rojiblanco y con pantalón azul, el problema excede el daltonismo y entra directamente en la esfera de la idiocia.

Ausente Tiago, que por ahora parecía el elegido por Simeone para jugar por delante de la defensa, jugaron Gabi y Mario. Gabi, de nuevo impreciso en algunos pases, volvió a ocupar todo el territorio que se le encomendó, estuvo bien colocado y sostuvo a la parte más creativa del medio campo a empujones y carreras. Mario, por fin peinado de manera aceptable, no aportó tanto. Frío como es, su perfil parece menos adecuado para el fútbol agresivo de Simeone que Assunçao. Previsible como es, quedó en evidencia cuando salió Koke y, en diez minutos, dejó detalles suficientes como para reclamar su titularidad en cuanto haya ocasión. Eso sí, la misión de Gabi y Mario fue hecha más fácil gracias al esfuerzo de Diego y Arda, jugadores de pellizco y floritura que están dejando claro que si toca trabajar, hacer apoyos, cubrir al compañero que perdió el sitio y hacer kilómetros, ahí están los primeros. Fruto del compromiso de estos y del deseo del resto de estar a la altura, quedó patente una de las asignaturas pendientes de este Atleti renovado: las tarjetas amarillas, demasiado numerosas sobre todo entre los centrocampistas. El resultado posible es la pérdida de jugadores por cumplir ciclo con excesiva frecuencia, lo que facilitará las rotaciones y pruebas de jugadores en puestos de compañeros, pero privará al equipo de jugadores claves en mal momento.

Simeone, en tres semanas, parece haber visto lo que Manzano nunca entendió: que el equipo, por tener una mitad atacante con talento imprescindible para hacer goles, necesitaba un refuerzo atrás. Simeone ha empezado a construir el equipo de atrás hacia delante con indudable criterio de ojeador de toros bravos, dotando de una base suficiente a la desmesurada cúpula atacante y evitar así la derrota por desequilibrio y cómica caída. Desde la llegada de Simeone, al Atleti no le hacen goles y el sistema defensivo empieza en Falcao, que presiona y corre y empieza a poner en problemas al rival desde su primer toque, facilitando la vida del resto. Godín, cada vez más centrado tras un final de época Manzano digno de Benny Hill, defiende más arriba y cuando sale tras su par, siempre hay una cobertura de un compañero. Miranda aguanta el sitio, aunque nos pese por lo que esto supone a la hora de ver a Domínguez progresar en su carrera y Filipe Luis Filipe, incapaz de ser agresivo y peleón, al menos ve en sus compañeros de línea un ejemplo.

Juanfran va en párrafo aparte, por merecérselo. Juanfran, que llegó al Atleti por una millonada, debutó contra el otro equipo grande de la capital para luego desaparecer nosecuantos partidos, hasta ahora sólo había dado lugar a dudas primero, enfado después y chascarrillos en último lugar. Con Simeone, Juanfran parece cambiado, más seguro, más peleón, más metido en los partidos. Juanfran sube, baja, lo intenta y, si pierde el balón, vuelve sobre sus pasos e intenta recuperarlo, lucha y recupera su sitio. Si gestiona bien su oportunidad, tendrá la ocasión de hacerse con un puesto que en principio no era para él pero que ahora se presenta como una solución muy útil para el equipo; si gestiona bien su cabellera, nos privará de un montón de chistes fáciles.

Y para el final, los de delante. Adrián y Falcao parecen haber respondido juntos a todas las preguntas que se hacían sobre el ataque del Atleti. Adrián parece, por fin, incuestionable. Adrián es listo, solidario y joven, costó poco dinero y apunta un futuro brillante; con todas estas cosas, casi duda uno de que le haya fichado el Atleti de Madrid. Sus movimientos, diagonales, cambios de lado y ayudas hacen la vida más fácil al triunfador de la noche, Falcao.

Falcao, el de los 40 millones y la cara de desesperación durante buena parte de partidos, lleva cinco goles en dos partidos, catorce en liga. Ayer marcó un penalti con tranquilidad, un golazo de fuera de serie y un tercero de remate en el área a pase de Koke, además de hacer una pared memorable con Juanfran para que este hiciera el pase del segundo gol. Falcao, con o sin goles, ha mostrado una actitud estupenda para un delantero que podría haber estado mohíno por no recibir balones en condiciones, peleando en cada partido como si de él y sólo él dependiera el ataque del Atleti, lo que en realidad es cierto en parte. El que suscribe se alegra especialmente de que a Falcao, al que ha visto de vez en cuando desbordado por la responsabilidad y la frustración de no responder como le habría gustado a las expectativas depositadas en él, le empiecen a salir las cosas y recoja frutos de tantos kilómetros recorridos, tantos remates suicidas y tantos saltos entre centrales que le sacan dos cabezas.

El Atleti de Simeone progresa adecuadamente y ya saca varios cuerpos al triste Atleti de Manzano que cayó en Copa de manera vergonzante. Es más, el fútbol que Simeone propone no parece el cerrojazo de Racing sino más bien el fútbol aguerrido pero valiente de Estudiantes, una mezcla entre compromiso y calidad, esfuerzo y creatividad, posesión y recuperación rápida. En eso se nota que Simeone es de los nuestros, que nos conoce. Ojalá, oiga, ojalá funcione.

lunes, 16 de enero de 2012

Sobre cosas que cambian y otras que no

Tres eran tres las cosas había que ver ayer en el Calderón, tres eran tres, unas psché y otras, mejor.


Lo primero que había que ver en el Calderón era la vuelta de Molina, el Tipo Distinto. También había que ver la vuelta de Simeone, pero a Simeone le veremos más y ya habrá tiempo de hablar de él, de diseccionar sus logros y fracasos y hasta de comentar cuando salgan de la grada los primeros gritos de Cholo, vete ya. Total, que por estas cosas y por otras filias personales, lo de Molina es lo primero.

Molina volvió al Calderón y lo hizo la mar de elegante y con pelazo rizado. Molina se abrazó al Cholo, también de elegante terno oscuro, y se puso en el banquillo, y escuchó gritos de reconocimiento y cariño que, al que suscribe, le gustaron mucho aunque se le quedaron cortos. Si de uno hubiera dependido, a Molina se le habría recibido en los medios, con ovación cerrada y grupo de majorettes vestidas de portero con camiseta amarilla y negra, tupé y sienes afeitadas. A falta de eso, al menos uno espera es ver a Molina muchas más veces en el Calderón, al frente de equipos grandes y triunfando como técnico. La vuelta de Molina es una alegría para todos los que vivimos el Doblete de cerca, para todos los que durante un par de temporadas nos vimos obligados a ceder en nuestra fobia al amarillo y para todos los admiradores de porteros que debutan en la selección nacional subiendo la banda izquierda.

Grande Molina, gracias por todo.
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La segunda cosa que había que ver en el Calderón era, por supuesto, la vuelta del Cholo. El Cholo se estrenó contra el Málaga y el rácano partido del Atleti dejó cierta sensación de decepción, bocas torcidas con labios apretados, vaivenes de cabeza y pschés, no-sés no-sés y noquedaná,oigas. La vuelta del Cholo al Calderón se esperaba con el ansia de recibir bien a uno de los nuestros y también con la ceja levantada que denota algo de desconfianza tras el arranque del 2012, una dicotomía más en la bipolar existencia del aficionado atlético.


La prensa anunció un lleno monumental para recibir a Simeone que finalmente no tuvo lugar. El campo cada vez se llena menos y cada vez hay más huecos libres en zonas en las que antes había apreturas, pero desde los medios toca contar que está la grada de bote en bote, que la cholomanía ha hecho reventar las expectativas más optimistas del club y que se han vendido albornoces oficiales y abonos de segunda ronda como churros, oiga. Los que vamos al campo todos los días sabemos que las cosas no son así, y de hecho en la grada de lateral sólo se vio ayer, como novedad, un ala-pivot con capacidad y empaque para jugar de 4 o de 5 que impedía a los de detrás ver los contraataques y al que alguno, con gusto, habría mandado subir un par de filas para no tener así que levantarse cada dos por tres. Eso sí, al llegar el intermedio y levantarse el gachó, aquellos que tenían previsto protestar se lo pensaron dos veces y prefirieron encenderse un cigarrito y hablar mal de la alcaldesa.

El Atleti del Cholo jugó contra un Villarreal en escandalosas horas bajas, vaya eso por delante. Sin Senna, sin Cazorla, sin Rossi el potentísimo Villarreal de otros años parece muy lejos del equipo que ayer jugó en el Calderón en mañana dominguera fría cual noche invernal. Molina tendrá mucho que hacer para levantar un equipo que parece huérfano de referencias arribas, espeso en el medio y muy fallón atrás.

Criticado pues el rival de forma sibilina, y por aquello de no ponerse demasiado estupendo ni tirar cohetes con el juego de los nuestros, al que suscribe le gustó el Atleti que vio ayer, tanto de inicio como durante el partido. Frente a la roma alineación de Málaga, el Atleti de ayer pareció más lógico y ofensivo. Frente al recurso de la patada y la guerrilla de Málaga, el Atleti de ayer presionó fuerte y arriba, asfixió al rival, recuperó el balón con rapidez e hizo buenas jugadas. Frente a la sensación de más de lo mismo de la semana pasada, el Atleti mañanero y nublado de ayer pareció diferente al triste equipo de Manzano.

Salió el Atleti al césped seco y pardo de ayer en el Calderón y trajo buenas noticias. La primera, el buen partido de Tiago, cómodo en su posición de cinco y al nivel de algunos de sus primeros partidos en el Calderón, cuando pareció que podría cambiar el devenir del equipo él solo. Otra, la contribución de Adrián al juego de ataque, a pesar de una primera parte muy fallona e imprecisa; Adrián no se vino abajo a pesar de haber fallado pases fáciles y acabó haciendo filigranas en el penalti y también buenas jugadas de delantero listo y honrado, apareciendo por aquí y por allá, tirando diagonales como acostumbra. Sobresaliendo por entrega en un equipo que pareció físicamente mucho más entero que hace un mes, Falcao peleó como siempre, es decir, sin descanso y sin cuartel, y metió dos goles, uno de ellos tras penalti que no era. Falló también algún gol posible pero ayudó al equipo defendiendo el primero, tapando la salida de los centrales y facilitando la llegada de todos los compañeros a la presión. La blandura del Villarreal ayudó también lo suyo.

Gabi hizo el partido más raro. Siempre cerca de Tiago y detrás de Diego cuando el equipo atacaba, estuvo bien colocado, peleón y bien en la anticipación. Eso sí, recuperado el balón, Gabi falló balones fáciles, dio pases al contrario, pifió en malos momentos y recordó a Bejbl y su famoso síndrome, esto es, recuperar mucho para perder casi todo lo recuperado. Por colocación y ganas vimos bien a Gabi, pero los errores hacían pensar si en un partido como el de ayer, mucho más cómodo de lo pensado, no habría tenido sentido meter más tiempo a Koke. Ya veremos.

Turan lo hizo bien aunque a ratos anduvo menos brillante otras veces y Diego se gustó, y mucho. Diego metió un gol tras control estupendo a pase estupendo de Filipe Luis Filipe e hizo regates, caños, controles que evidencian su enorme facilidad para controlar balones que a otros suponen un quebradero de cabeza. Simeone, que parece conocer a los jugadores y a la grada como si fuera uno de ambos (que, bien pensado, es lo que es), quitó a Diego para que se llevara una ovación y éste la recibió tan contento. Quizás contagiados por el buen hacer general, Filipe Luis Filipe estuvo más activo y Juanfran, que se pegó una carrera a falta de cinco minutos como si faltaran ochenta, más entonado. Hasta Godín, tan descentrado y fallón a finales de 2011, pareció más tranquilo y cómodo que nunca.

En definitiva, el Atleti dejó una buena impresión en el debut de Simeone en casa. Aquellos que esperaban un equipo de amarre y patadón comprobaron con alegría que no parece ser el caso, al menos en lo visto por ahora. Los que quedamos orejigachos con la alineación de Málaga, vimos alineación que nos gustó y un equipo que supo jugar con cuatro jugadores ofensivos, el desafío al que siempre se han enfrentado los últimos entrenadores del Atleti actual y su racimo de medios centros tibios. Los que pensamos que sería muy difícil jugar con Tiago sosteniendo el centro del campo, dos laterales poco rocosos, Arda, Diego, Adrián y Falcao quedamos contentos con el partido de ayer y con la solución apuntada: presión arriba, compromiso, apoyos constantes, disciplina en los repliegues y en la colocación. Veremos si Simeone mantiene el dibujo en casa y sale más conservador fuera, veremos si en partidos más comprometidos se caerá alguno de los atacantes en favor de un peón de brega. Lo iremos viendo, pero por ahora, tras el jarro de agua fría de Málaga del que sólo se salvó la intensidad del segundo tiempo, el partido de casa ha sido una sorpresa agradable y un motivo para cierta esperanza.

Lo último que había que ver era la reacción de la grada, la intensidad de la protesta, la disposición de la afición para afear a la directiva la catastrófica manera de gestionar el club. La afición volvía al campo tras las derrotas contra Betis y Albacete y tenía la ocasión de tirar de las orejas al palco. Días antes, Twitter hervía con llamadas a la bronca y la reivindicación. El resultado fue escaso. Algunos cánticos durante el segundo tiempo, bastantes bufandas verde y oro y varias pancartas críticas - visibles como la del grupo de turcos que sigue a Arda o que las banderas colombianas que aparecen cuando marca Radamel - no llegan a sumar lo suficiente para hablar de protesta general ni mucho menos. Lo ocurrido en Zaragoza deja en evidencia a una afición que parece saber lo que pasa pero no quiere hacer nada para evitarlo por pensar que por mucho que se enfaden, nada cambiará. El efecto Simeone, ese recurso sentimental con el que tan bien juega el palco, también contribuyó al silencio de la crítica.

Por tanto, la situación es cuanto menos curiosa. En Internet hay un clamor general en contra de la directiva y el convencimiento claro de que hay que pedir cambios por mucho que las acciones estén a nombre de dos señores (con las reservas que todos sabemos). No hay foro ni comentario a noticia de medio grande o pequeño en el que no sean mayoría los comentarios en este sentido, y si uno se deja llevar por la euforia, no es difícil imaginar una manifestación masiva dirigiéndose en tropel hacia el estadio en día de partido. En el campo, sin embargo, la situación es bien diferente. El Calderón va poco a poco mutando en estadio silencioso en el que ningún grito sale de una zona que no sea el fondo sur. Ni para vitorear a Molina surgieron gritos espontáneos. Las peñas no se pronuncian y parece más interesadas en mantener una buena relación con la directiva que en el futuro del club, el hastío parece haber calado en la grada, que ya ni anima ni protesta ni ná de ná. Es cierto que cada vez va menos gente al campo, es cierto que muchos de los más críticos se han ido a casa hartos del timo anual. Su sitio, al contrario que antes, no ha sido cubierto por jóvenes aficionados de temperamento fogoso e incontenible querencia a la animación, sino que ha quedado vacío, esperando la llegada de la primavera para que germinen las semillas que se van acumulando bajo el plástico de los asientos. El Calderón, tan bullanguero y ruidoso antes, es ahora un campo tranquilo y mustio hasta ganando tres cero.

La falta de criterio de la afición, que lo mismo vitorea a Reyes que desea su muerte unos días después a pesar de que el final de la historia estaba escrito ya desde el principio, ha deshecho grupos y desunido compañeros veteranos. Las diferencias en opinión y el hartazgo han sustituido a la personalidad de la antigua grada, que vociferaba al unísono siempre en favor del interés del equipo y el Club, por más que luego, internamente, discutiera sobre si Landáburu era un maestro o un pecho frío.

El silencio de la grada y la diferencia entre lo que se lee en los ordenadores y lo que luego pasa en el campo puede tener muchas explicaciones, pero tiene una consecuencia clara. Las explicaciones varían: desde que la gente está harta hasta para quejarse y sólo quiere pasarlo bien en el fútbol e irse al bar, hasta que, en el fondo, los críticos son quinientos. Desde que la diferencia está en que al campo van cuarenta y cinco mil como mucho mientras que del Atleti hay millón y pico de seguidores, por lo que es imposible que el criterio sea parecido entre ambos grupos, hasta que la gente tiene claro que no se puede hacer nada. Sea por lo que sea, la conclusión es clara: en el campo hay poca protesta, mucha menos de la que debería haber. A pesar de que todo el mundo coincide en que el Atleti no está donde debería, a pesar de que todo el mundo tiene claro que mientras se siga gestionando el club como ahora no iremos a ningún lado, el espectador neutral que acuda al Calderón no encontrará un estadio en pie de guerra, ni si quiera una protesta civilizada y profunda; como mucho, una querencia inusual a buscar guerras con equipos que antes ni nos iban ni nos venían. Los medios acusan a la afición de estar dormida, pero aunque reprochan la inactividad, no hacen nada para despertarla. La inacción general hace fácil ridiculizar las protestas a las que se suman miles por teclado y sólo decenas en persona. La ridiculización de las protestas hace que los más activos se harten y terminen por dejarlo. El círculo vicioso se cierra con el silencio de los medios, que no tienen protesta que contar: cuando se pide que se haga caso a la Causa, se responde que no tiene el suficiente calado como para convertirse en noticia, y no les falta razón.

Queda, eso sí, intentar disfrutar con el equipo. Veremos si la ligera mejoría de ayer, el mínimo exigible como bien dijo algún ilustre en twitter, es pasajera o lo suficientemente estable como para resucitar el optimismo. Ojalá sea así, seguiremos teniendo fe aunque esta película la hemos visto ya demasiadas veces.

domingo, 8 de enero de 2012

De Reyes, Simeone y Twitter

Jugaba el Atleti en Málaga y lo hacía con novedades: la llegada de Simeone y el traspaso de Reyes, eventos ambos de calado entre la hinchada. Y, mientras tanto, en Twitter la gente se hacía oír.

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Tras unos cuantos años en el Atleti (que ya es algo como para hacer un artículo) se fue Reyes al Sevilla. Con Reyes se ha completado el desmantelamiento total del equipo que ganó la Europa League y la Supercopa en tiempo record, si bien es cierto que el equipo del Doblete previo, el bueno, tampoco duró mucho. Pocos jugadores quedan hoy en el Atleti de ese equipo que parecía funcionar y que sólo requería unos retoques que la directiva y Quique ni supieron ni quisieron darle. Los que quedan, además, no son los mejores, como suele ocurrir en este club que hace años era equipo.

Reyes llegó al Atleti tras pasar por el otro equipo grande de la capital y darle una liga a éste con un par de goles. Previamente, dicen los que saben de esto, Reyes lo tuvo hecho con el Atleti pero prefirió irse al mencionado equipejo y pagó de su bolsillo para liberarse del compromiso que había cerrado. La afición no le recibió con los brazos abiertos por ese motivo y por su pasado, y hasta en su presentación hubo quien le puso como un trapo. La vida de Reyes en el Atleti empezó pues en cuesta arriba, y él mismo se ocupó de echar piedras en su propia mochila: Reyes no corría, no jugaba bien, no cumplía con sus obligaciones tácticas, perdía balones por querer regatear cuando la lógica sugería pasar. La grada la tomó con él, con razón, y el respondía durante los calentamientos con gestitos despectivos y su famosa sonrisa marca registrada, esa sonrisa blanca que luce Reyes cuando cualquiera en su situación escondería los dientes, la Sonrisa Reyes.

Reyes, apodado Casito Perdido de Utrera desde estas mismas líneas, pareció no tener solución, se fue al Benfica y la grada descansó. Eso sí, tras un año en Portugal volvió a Madrid y ahí se rencontró con Quique Flores, el entrenador que llevaría al Atleti a ganar dos títulos internacionales para, poco después, destrozar el equipo gracias a sus decisiones disparatadas. Pero por alguna conjunción cósmica, la grada fue cambiando su percepción sobre Reyes a raíz de su vuelta, qué cosas pasan en este equipo, oiga. Quizás espoleada por la prensa y su hipnótica repetición del mantra "Reyes es el jugador con más calidad de la plantilla" y también ayudada por algún buen partido y algún detalle esporádico de calidad, la afición fue cambiando curiosamente de opinión. El odio y los desprecios mutuos fueron mutando en devoción cofrade y a Reyes se le empezó a jalear en los calentamientos. La afición aplaudía a Reyes cuando se acercaba a tirar un córner y, cuando empezaba de suplente, se coreaba su nombre para pedir su salida al campo. El porqué de este rápido cambio radical es algo que ni los sociólogos más audaces han conseguido explicar, y miren que le han echado horas.

En esta salsa se movió Reyes con alegría y salero. Reyes, jugador tribunero que gusta de escuchar el run run cuando le llega la bola, sabía de la necesidad de la grada de ver regatitos aunque fueran inútiles. Cuando recibía el balón, lo conducía en horizontal treinta y cinco metros esquivando rivales e ignorando a un compañero desmarcado y la grada se volvía loca. Reyes caía al final de la carrera, tropezando con su propia falta de ideas, y la gente pedía falta, tarjeta y el peso de Reyes en miel de romero, gentileza de la Peña Atlética La Alcarria. Si el árbitro no pitaba falta, el público se enfadaba una barbaridad y Reyes, sentado en el suelo, abría los brazos y abría los labios y sacaba la Sonrisa Reyes, esa sonrisa que imitan los tertulianos cuando se quedan sin argumentos y se ven forzados a sugerir, sonriendo, que el contendiente que le está pegando una paliza dialéctica no es más que un bobo que no entiende nada aunque parezca exactamente lo contrario. La gente, qué cosas, reaccionaba a la Sonrisa Reyes con los automatismos del perro de Paulov y rápidamente protestaba al árbitro, hacía grandes aspavientos y pedía selección para Reyes con esa ceguera mestallista con la que las aficiones, también la nuestra, piden cosas absurdas con gran convencimiento y gran tesón. Algunos, cuentan, experimentaban una mutación repentina nada más visualizar la Sonrisa Reyes y, cambiando las pupilas por espirales móviles, repetían "el jugador con más calidad de la plantilla ... el jugador con más calidad de la plantilla". Preguntados luego por el porqué de ese entusiasmo, los más vehementes en la petición de internacionalidad no conseguían a recordar tal comportamiento y, en caso de que se les presentaran pruebas irrefutables de su devoción monárquica, no acertaban a dar argumentos de peso para su fervor, repitiendo lugares comunes y afirmaciones no demostradas usadas con entusiasmo por la prensa más benévola con el Cluz.

Ahora Reyes se ha ido tras llevarse mal con Manzano, sobre cuya madre dejó claro no tener un buen concepto. Con la salida de Forlán, Agüero y De Gea este verano Reyes recibió el número 10 para la espalda y club y prensa sugirieron que Reyes y no otro sería el buque insignia del enésimo proyecto. Reyes pareció entonces prometérselas muy felices y la Sonrisa Reyes lucía más que el sol, hasta que empezó a nublarse. La llegada de Falcao, presentado como un astro durante el descanso de un partido en uno de los movimientos más cómicos del aparato de propaganda del club, y el fichaje de Diego y Arda, jugadores de calidad y pellizco que disputaban el monopolio del arte a Reyes, le sumieron en un enfurruñe que tampoco era nuevo. Reyes empezó a no correr, y a no querer, a buscar en cada acción la complicidad de la grada como desafío al técnico. Convencido de la blandura de Manzano, Reyes tensó la cuerda y la cosa salió le mal. Reyes cogió la gripe más larga de la historia vírica y, aún con el entrenador en las últimas, empezó a verse claro el final de la etapa Reyes en el Atleti.

Y finalmente se fue al Sevilla y se besó el escudo (que es lo normal, siendo su equipo de siempre a pesar de aquella foto con camiseta del Betis y platos de mortadela con aceitunas) y, como ya hiciera para irse al otro equipo grande de la capital, prefirió perder dinero a seguir en el Atleti. El movimiento, como tantas veces en el Atleti, se hizo aprovechando el parón en la competición y el culebrón duró varios días. Y al final, y miren que era complicada la cosa, se acabó vendiendo mal a Reyes. Reyes pudo venderse antes por más dinero y a un equipo turco, pero se malvendió por cuatro perras, a mitad de temporada, sin sustituto y además a un rival llamado a pelear con el Atleti alguna de las metas mediocres a las que el equipo puede aspirar. La directiva es así, oiga, a ver si esperan algo diferente a estas alturas.

Reyes se ha ido al Sevilla y, sabiendo cómo son estas cosas, nos meterá un gol en mal momento y nos amargará una tarde con una Sonrisa Reyes que nos resultará burlona en esta ocasión. El hueco deportivo que deja Reyes en el equipo es, a juicio del que suscribe, poco profundo pero inoportuno. La proporción de buenos partidos jugados por Reyes no le convierten en un jugador a recordar, y la cantidad de problemas y frustraciones que ha creado, aparte de las tirrias personales, compensa en lo negativo lo poco bueno que ha traído. Incluso así, Reyes está posiblemente mal vendido, por demasiado poco dinero, en mal momento y a mal rival. Y, más grave aún, lo peor del caso Reyes es que quizás ilustre a la perfección la desorientación de la afición. La cara que ahora pondrán los que hacían reverencias a Reyes, usando el mismo gesto que se hacía con Pantic, no la merece un jugador así. Pero así es la afición del Atleti que con mimo ha modelado la directiva: maleable, manejable, cortoplacista, sin memoria, con criterio limitado y excesivamente permeable a lo que la prensa más interesada dice. Reyes, jugador con influencia limitadísima en los éxitos del equipo y responsable de actuaciones merecedoras de defenestración (en su sentido más literal) ha conseguido sacar los colores, una vez más, a la directiva más torpe del fútbol español y a una afición entera que busca referentes con el ansia de un huérfano. Qué cosas nos pasan, oiga.

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Quizás para compensar, la Directiva aprovechó el mismo parón para echar a Manzano y traer a Simeone, ex jugador con pedigrí de amor a los colores y temperamento de esos que gustan en el Calderón. La salida de Manzano, eso sí, volvió a ser cómica: a Manzano se le despidió con tres partidos de antelación. A la calle, oiga, pero dentro de tres semanas, hasta entonces disimule Vd. Manzano aceptó la fórmula soñada por los novios enamorados de otras: te dejo, pero no ahora que ando sin plan, sino después del verano, en cuanto vuelva de Erasmus mi Matilde de mi vida. Bueno, vale, dijo Manzano, acepto el plazo y además te eximo de la obligación de comer con mis padres todos los domingos (aunque pagarás tú las cenas hasta entonces, chato).

Llegó Simeone y con él llegó la duda de qué intentará hacer con el Atleti o, más bien, qué podrá hacer con la actual plantilla del Atleti. Simeone es un tipo respetado y casi adorado por la grada del Calderón, que le ve como la glándula que producía la testosterona del equipazo del Doblete; esa adoración y esa fe en su compromiso es, claro está, muy útil para los inquilinos del palco, que ya conocían el campo de fuerza protector que genera Simeone hace tiempo. Por tanto, la duda legítima de muchos es si Simeone viene como entrenador o como parapeto. Si es la segunda, ya sabemos qué pasará: la grada tendrá paciencia una temporada y estará del lado de su ídolo hasta que no pueda más, mientras la directiva gana tiempo para seguir vendiendo buenos jugadores con prisas y a malos rivales y comprando desconocidos a precio de oro.

Pero, ¿y si se espera de Simeone que sea un entrenador y no simplemente un alineador que siga las consignas del palco y los agentes de cabecera? ¿Cómo jugará Simeone? ¿Al ataque, al contraataque, a controlar los partidos, a golear, a no perder? Bien, algo se vio ayer, alguna conclusión podría sacarse tras el partido de Málaga.

La primera conclusión es que es demasiado pronto para sacar conclusiones. Sólo un par de semanas, sólo un partido, el desconocimiento lógico de las características de los jugadores, son suficientes razones para esperar. Lo único que parece claro del partido de Málaga es que Simeone ha pedido más agresividad a los jugadores, que presionen a los medios rivales, que achuchen. Ayer se vio un equipo más agresivo, sí, más faltón de hecho, más peleón. Podría ser una nota positiva, aunque el número de tarjetas amarillas que recibió el equipo hace pensar un poco.

La alineación que sacó Simeone deja también algunas dudas gordas como pomelos: la titularidad de Tiago como 5, la soledad de Falcao, las suplencia de Arda y Adrián, las bandas titulares (Perea + Juanfran, Filipe Luis Filipe + Salvio). Habrá que ver cómo evoluciona el dibujo y la idea de juego, pero en el equipo de ayer no se advirtió demasiado cambio respecto a partidos anteriores si no es por la sorprendente ausencia de Arda y Adrián, quizás los dos jugadores que más estaban aportando al equipo, y la presencia de Tiago, cada vez menos frecuente en los equipos de Manzano.

Ayer los más pesimistas vieron un equipo que salió a no perder y a dar patadas, una continuación de lo visto anteriormente y pocos cambios respecto al triste Atleti del principio de temporada. Es más, vieron, y con razón, a un Falcao demasiado solo y demasiado lejos de la zona en la que es mucho más que un jugador torpón, el área rival. Vieron unas bandas incapaces de llevar el balón arriba con criterio y a dos jugadores que se antojan claves en el banquillo. Vieron a un cada vez más desfigurado Diego y a un único jugador rival, Toulalan, bastándose para parar al centro del campo.

Pero, claro, también están (o estamos, por obligación), los optimistas. Los optimistas vieron un equipo más intenso y comprometido, sobre todo en el segundo tiempo. Un equipo que robaba balones y que metió a un equipo con buenos jugadores en su campo, recuperando el balón al poco de perderlo, algo impensable hace unas semanas.

Incluso para los más optimistas esto es poco. La intensidad es lo mínimo exigible, correr es lo mínimo que se puede pedir a un equipo de fútbol profesional. Pero a algún clavo hay que agarrarse, por pequeño que sea.

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Y, a todo esto, qué decir de la afición. Durante las fiestas la directiva ha maquinado con ese estilo tan suyo de aprovechar los tiempos muertos para hacer y deshacer y no dar explicaciones. Las derrotas contra el Albacete y el Betis hicieron hervir la sangre de la grada, pero los polvorones calmaron la ira y los mantecados, la memoria. O al menos eso pensó la directiva, cuyo plumero es cada vez más y más visible hasta para aquellos que hasta hace más bien poco creían eso de que ellos ponen la pasta y pierden dinero con el juguete. El caso es que la afición, con los medios de los que dispone, volvió a movilizarse, esta vez en Twitter. Durante tres días seguidos, Twitter se bloqueó gracias a la insistente protesta de la afición del Atleti, que pareció ser mucho más crítica de lo que a algunos les gustaría. Naturalmente, poco han dicho los medios sobre esto y los que han dicho algo han tendido a asociar la protesta a la salida de Reyes y no al motivo real de la misma, es decir, la nausea general que provoca la forma en que se gestiona el club.

Los medios, ya se sabe, culpan a la afición de no hacer nada y en esa supuesta inactividad se amparan para justificar artículos laudatorios sobre una gestión podrida. Eso sí, cuando se protesta, los medios o bien hacen burla sobre el limitado de las protestas o bien guardan silencio sepulcral. Y si la protesta es en el campo, se llama a la gente a no protestar, a apoyar, a callar hasta que suene el himno con volumen atronador. Es lo que hay.

Si en Twitter se convierte en tendencia en toda España la admiración hacia el peinado engominado de algún astro de un equipo taquillero, Twitter es el termómetro del sentir popular. Pero si eso mismo se consigue dando palos virtuales al palco del Atleti, es una anécdota. Así son las cosas y ya lo sabemos, no deberíamos esperar milagros y sí ser listos a la hora de evaluar lo conseguido. Y cualquier evaluación deja una cosa clara y meridiana: ya queda menos.