miércoles, 26 de octubre de 2005

¿Atlético de Alcorcón?

Parece que el Atleti valora la posibilidad de dejar la ciudad que le da nombre para irse a las afueras. Aunque el Club se ha apresurado a desmentirlo en una nota oficial, la forma en la que la directiva ha actuado en los años recientes indica que si el río suena puede bien ser porque agua lleve.
 

Ya nos extrañaba a los del Atleti que por arte de magia se hubiera dejado de hablar de la venta del Calderón. Algunos creían que la presión de la grada podía haber tenido su efecto. Otros, que el hecho de que al final fuera Londres quien se llevara los Juegos Olímpicos había hecho olvidarse al Ayuntamiento de la posibilidad de mandar al Atlético de Madrid a la Peineta (con lo mal que suena eso de mandar a la gente a la Peineta). Incluso hubo quien pensó que el palco había visto la luz, comprendiendo por fin que un equipo sin patrimonio, condenado a vagar a la sombra de un gigante mediático dirigido por un ser superior, era demasiado castigo para una afición entregada y fiel, demasiado fiel quizá. Otros, los malpensados y casi siempre acertados, veían claro que los refuerzos deportivos del verano no eran sino la mercromina que se aplica a una herida social, a la espera de que los tiempos fueran más propicios para volver a plantear la posibilidad de un pelotazo urbanístico, algo que muchos intuyen en el fondo de los movimientos de la directiva. Qué cosas, parece que los malpensados han vuelto a acertar, ¿Por qué será?

Bien es cierto que la información sobre la posibilidad de que el Atlético se vaya a Alcorcón proviene de un único periódico madrileño, normalmente bien informado sobre las intenciones de la directiva. También es cierto que el Club hizo público un comunicado oficial desmintiendo la noticia. Pero el problema es que no es menos cierto que cada vez que el Club desmiente una noticia de este estilo, termina por confirmarse. Uno de los múltiples problemas de la directiva rojiblanca es que no genera confianza, sino todo lo contrario. Así, mientras no se demuestre que no es así, el aficionado atlético tiene claro que el Club baraja la posibilidad de irse a Alcorcón, por más esta idea haga removerse en sus tumbas a los atléticos de siempre que ya no están, produzca estupor en los aficionados rojiblancos de toda la vida y provoque la rabia entre la parte de afición que todavía no ha caído en la trampa sesudamente parida por el departamento de marketing del Club.

Los que sí han caído en ella, esto es, los atléticos de nuevo cuño que piensan que se es del Atleti por designación divina, por una especie de predeterminación fatal hacia el sufrimiento, el desgaste constante, la pérdida de prestigio y el espíritu ganador, ven el tema de otra forma. Si hay que irse, habrá que irse...p será lo mejor, si ellos lo dicen... El marketing de la era gil-cerezista ha conseguido crear un seguidor fatalista, resignado a perder y, a partir de ahora, a la vida nómada y errante, como aquellos pueblos bíblicos sin fortuna ni forma de obtenerla, encomendados al ser supremo. Y eso que, hasta ahora, parecía que quien tenía un ser superior entre sus filas eran los del otro equipo grande de la capital...

Está fe ciega, tan cómoda para el poder porque no pide nada pero da todo a cambio, impide reparar en algunos puntos esenciales. ¿Por qué tiene que irse el Atleti del Calderón? ¿No va a quedar la zona mejor que nunca? Razón de más para no moverse, no? ¿Es acaso por la ruinosa situación económica que atraviesa? Y si es eso, ¿quién sería tan ingenuo de confiar la recuperación precisamente a quien le llevó a la ruina? ¿Confiaría acaso usted el futuro de su hijo a quien le llevó por el mal camino? Yo, personalmente, no.

Si se confirma que el Atleti baraja vender el estadio e irse fuera de Madrid, se confirmaría también que el proceso de desnaturalización del Club que ya impregna a parte de la afición entraría en su fase definitiva. El Atleti fue hasta hace bien poco un equipo ganador, de afición orgullosa y exigente, que apretaba los dientes en los momentos complicados, que no bajaba los brazos, que encajaba con dignidad los reveses con el convencimiento de que no era un ser abandonado al capricho de un destino fatal, sino que era dueño de su suerte. Una mayoría de la afición parece haberlo olvidado, y vive resignada, fiel seguidora de lo que los anuncios del Club le indican.

Perdida parte de esa esencia, no hay que olvidar que el Atleti era hasta ahora un equipo de Madrid: vendámoslo por treinta monedas, llevémoslo fuera y habremos terminado de rematarlo. ¿Vamos a mirar de brazos cruzados cómo ocurre?