martes, 29 de enero de 2008

LOS MEJORES PORQUE SÍ, por Jesús Doggy





Hay días, como hoy, en los que lo más fácil es desesperarse, abjurar de todo y de todos, dejarse llevar por el nihilismo y repartir sopas con honda. Repartir sopas con honda, además de una metáfora preciosa, es algo que, aparentemente a todo el mundo se le da muy bien, aunque bien mirado, son pocos los que dominan la suerte. La de dar sopas con honda, se entiende.

Todo esto lo digo porque el Atleti -sí, sí, el Atleti, ese Atleti mío, ese Atleti nuestro- jugó ayer un partido en Mallorca de los que en mi barrio llamamos mangui. Un partido mangui, de esos de empatar a cero y tirar p’alante, que, válgame el cielo, salió pésimamente. Pésimamente mal para el Atleti, porque perdió uno a cero en el Ono Estadi (que es una cosa infame, quede dicho, que un campo de fútbol se llame El Ono Estadi, es una cosa lamentable que debería invitarnos a una reflexión sumamente desagradable y no sólo en lo lingüístico), así que el Atleti se volvió a la península con las orejas gachas y, esperemos, con muchas ganas de que llegue el miércoles.

El Atleti hizo un partido mangui en el Ono Estadi y sumó su sexta derrota en los veintiún partidos que llevamos de campeonato. Esa es la verdad inamovible e incuestionable, aunque el fútbol sea un pretexto para que todo el mundo cuestione hasta lo inamovible. Y con razón, claro está. Por eso, decía, hay días, como hoy, en los que lo más fácil es desesperarse y repartir sopas con honda. O pretenderlo. Lo más fácil es decir que no hay equipo, que el entrenador es un incapaz y un sinvergüenza deportivo, que la defensa hace aguas, que hay jugadores que se ríen del escudo, que no hay dirección deportiva ni talento para fichar y, en definitiva, acabar señalando hacia los presuntos delincuentes del palco. Lo más fácil es decir esto ya me lo sé, a mi no hay quién me la dé y otro año a la basura. Lee uno hoy la prensa celebrando por anticipado el triunfo liguero del otro equipo de la capital y le dan a uno los siete males. Pero lee uno hoy los foros presuntamente atléticos y, directamente, es que se mea la perra.

Porque, repito, el Atleti hizo ayer un partido mangui en Mallorca. Y perdimos. Y jugamos andando. Y Reyes, no contento con haber visto su quinta amarilla poco antes por protestar neciamente, forzó una expulsión que llevaba un rato pidiendo a gritos. Y volvieron a fallar Pablo, Eller y Pernía en un jugada puntual que, a la postre, fue decisiva. Y se escondió Motta tanto como bregó Eller. Y Forlán volvió a deambular sin tino. Y Luis García se hizo sus posturitas una vez más, del mismo modo que el Kun atemorizó a un isla entera con su sola presencia o que Valera volvió a cumplir. Y Mista luchó para espantar su pésimo estado de forma y acabó lesionado. ¿Y qué?

Hay días, como hoy, en los que lo más fácil es despotricar y no dejar títere con cabeza. Desesperarse y repartir sopas con honda. Es lo más fácil y, tal vez, sea lo suyo, pero yo no lo creo, sinceramente. Yo soy del Atleti y estoy orgulloso de serlo. Hoy también. Y precisamente hoy, yo no le voy a hacer el caldo gordo a los que, en su fuero interno, están deseando que este año vuelva a ser un calvario de decepciones semanales. Yo no voy a llorar y a gritar a los cuatro vientos que esto es un sinvivir y que este año tampoco. No. Yo no soy de esos, aunque a usted, sí, a usted, yo le parezca un perfecto imbécil.

Hay días, como hoy, en los que uno aprieta los dientes y encaja las chanzas. Con la cabeza alta y sabiendo que esto es muy largo. Hay días, como hoy, en los que a uno no le da la gana –pero ni por asomo, ¿eh?- ser un derrotista, ni un nihilista, ni un amarillista, ni un ventajista, ni, muchísimo menos, un maldito madridista. Aunque sea lo más fácil.

Uno, que es un imbécil, va un día como hoy y se acuerda de Francisco Narváez, “Kiko”, el autor de los dos goles del Atleti que más presentes tiene uno en su memoria. Uno, deseado, que le metió al Albacete en el Calderón una tarde famosa que acabó anocheciendo en la Plaza de Neptuno y otro, maravilloso, que le metió al Celta una tarde soleada e intrascendente en el estadio Santiago Bernabéu. Y uno, entre el fárrago chirriante de espantosas desesperaciones que ha nublado este lunes, se encuentra hoy, precisamente hoy, con Francisco Narváez, “Kiko”, defendiendo a Pablo en las páginas de un diario y se reafirma en todo lo dicho. Y se reafirma en que hay días, como hoy, en los que lo único que importa es ser del Atleti.

Por eso mismo, éste que lo es gracias a la paciencia y a la generosidad de nuestro querido Carlos Fuentes, les desea, en su ausencia, buenas noches y espera verles a todos ustedes, y a Raúl García, en el estadio Vicente Calderón el próximo miércoles.

Forza Atleti!!

jueves, 24 de enero de 2008

Viven

Pudo el Atleti llevarse lo que los medios llaman un correctivo severo, y sólo se llevó un gol. ¿Suerte? ¿Inoperancia rival? ¿Talento para defenderse panza arriba? Un poco de todo, cree uno.


Si alguien dejó de ver el partido del Atleti hacia el minuto treinta, al preguntar luego por el resultado se hubiera esperado un hundimiento total, los restos de un naufragio, el color naranja de los barcos de salvamento marítimo remontando a plena máquina el Manzanares. Si esta misma persona hubiera visto un rato del segundo tiempo, digamos del minuto quince al treinta, y fuera conocedor de la idiosincrasia del equipo, esperaría una historia triste de equipos ahogados cerca de la orilla tras mucho pelear por no encajar más goles, un nuevo capítulo de esa historia de casis y uys y porpocos a la que nos tiene acostumbrado el equipo. Pero cualquiera de estos dos espectadores se sorprenderían al ver el final del cuento: un Atleti vivo, malherido pero vivo, mal peinado pero vivo, escuálido pero vivo. No ahogado, vivo, nadando con dificultad camino de la orilla. Nadando, eso sí, sin estilo, sin una brazada poderosa ni un elegante mono de neopreno de última generación. Nadando a perrito, con manguitos con dibujos del Tío Gilito contando los montones de dinero de los traspasos, dando patadas de rana como esas señoras que hacen largos en la piscina intentando no mojarse el pelo de peluquería. Pero vivo.

Tres, fueron tres, las claves del partido, tres fueron (tres). La primera, Motta. La segunda, el Valencia. La tercera, que fue la única buena, la disciplina.

Se esperaba mucho de Motta y se sabía de las carencias y riesgos que el juego de Motta conlleva. Tras el partido del Madrid, en el que Motta jugó bien, se habló mucho de la dureza de Motta. Así que, teniendo en cuenta que Raúl García cumplió con su sino de romperse algún día tras tantísimos kilómetros recorridos tapando agujeros de los compañeros, mucha de la responsabilidad del centro del campo del Atleti pasaban por Motta. Ayer salió Motta con Cléber pero las miradas no estaban en Cléber. La rodilla de Motta, la falta de continuidad de Motta, la reputación de Motta, la dureza de Motta, hasta los gorros de lana de Motta. Todas estas cosas de Motta las hemos venido oyendo estos días y a todos nos preocupaban.

Así que salió el Atleti con Motta y al rato Motta discutió con un señor y un poco más tarde le dio una patada innecesaria a otro y se fue Motta por donde había llegado. Y sancionado para la vuelta, ahí es nada. A Motta le debieron advertir, ojo con el árbitro que a este equipo se le pita todo, ojo con pelearte con la gente que está feísimo y te tienen manía, ojo con ir provocando que te echan a la mínima, que esto no es el Barça y la directiva luego no protesta al colegio de árbitros porque no saben donde encontrar el teléfono ni la dirección. Ojo, Motta, le dijeron. Y le echaron, y al echarle le dijeron veeees, Moooootta, ¿ves?. Pero Motta fue expulsado y el Atleti se queda con Cléber y Jurado como medio centros para la vuelta, con Cléber y Jurado para parar al medio campo del Valencia, construir juego y mantener un resultado si llega el caso. Ya veremos cómo se da, y esperemos que se dé bien, pero Motta ha dejado un interrogante que ríanse Vds de las grandes preguntas de la humanidad. Ay Motta, mira que te lo habíamos dicho, Motta.

Con Motta ya duchándose marcó el Valencia. En el gol, una vez más, Pablo de protagonista. Un balón al área, un despeje de Pablo justo donde no hay que despejar, Silva que es Silva y un buen gol de tirazo raso junto al poste. Pablo lleva una semana así como para olvidarse pronto de ella, y hasta hay quien opina que el lunes anduvo de visita por la Bolsa de Madrid y así se pusieron las cosas. Pablo, todo hay que decirlo, estuvo ayer algo más sólido tras el gol, sin caer en la fase de brazos caídos en la que cayó el domingo. No obstante cada vez queda más claro que para ser central del Atleti hace falta más carácter, que el Atleti es equipo para tener un central bragado y éste no es más que meano.

Con un gol por delante y el Atleti enchiquecido tenía el Valencia un horizonte despejado que luego no aprovechó. Entraron sus jugadores al juego de intentar más expulsiones, sobre todo Marchena, un lince para estas cosas. Se fue Marchena al suelo tras un supuesto manotazo de Perea que no vimos bien, o al menos no todo lo bien que el comentarista del peiperviú, que vio las mismas tomas que el resto pero afirmaba haber visto con detalle la fechoría, daba datos sobre la potencia del sopapo, sobre el punto exacto del pómulo en el que impactó la mano y sobre el metacarpio usado por el de Turbo. Caía Marchena fulminado a ver si había suerte y el Atleti se quedaba con nueve, pero no. Volvía entonces Marchena con un trote alegre de potro cartujano, y todos tan contentos. Baraja, hasta la lesión, mandaba a diestro y siniestro y Vicente y Villa, muy lejos del gran delantero que vimos los últimos años, lo intentaban sin éxito para ellos, lo que viene a ser nuestro éxito, paradojas del fútbol, oiga.

El Valencia, cree uno, tiene equipo para jugar mejor, para estar mejor, para fiarse más de sí mismo. Tiene un problema gordo: Koeman, y lo de gordo va por la magnitud del problema, que son Vds más malos que un dolor. Koeman le tiene manía a Zigic, y de eso nos alegramos bastante. Koeman sacó a Miguel, aparentemente casi tan fuera de forma como el propio Koeman y con un estilo sorprendente en lo relativo a la ropa interior, y eso no nos vino mal. Sacó tarde a Joaquín y eso también nos favoreció. El Valencia jugó mal, jugó setenta y pico minutos contra un equipo con uno menos y no ganó más que por un gol. Si el Atleti hace esto hoy me iban a oír a mi, faltaría más, menudo soy yo montando un lío.

¿Y el Atleti? Pues el Atleti aguantaba el chaparrón. Aguantaba con Cléber sólo en el medio centro, ayudado por un Maxi desfondado, con Luis García en su peor versión, con un Mista intrascendente. Salió Reyes y no hizo ni poco ni ná, como de costumbre, y salió Miguel de las Cuevas y uno se pregunta por qué no sale más o antes al menos. Delante jugó Agüero más solo que la una, y a Agüero le sustituyó en el segundo tiempo Forlán con la misión de intentar cazar alguna, solito entre los centrales del Valencia que le recibieron como a una visita de esas que al rato se va sin molestar. Hombre Forlán, cómo estás, pues bien, aquí, a ver si pillo alguna. Pues no creo, la verdad, pero vamos, qué te cuentas, hombre. Pues mira, que me ha gustado bastante el disco de los Sadies, y también el último de Nick Lowe. ¿De Nick Lowe, el Nick Lowe de siempre? Pues sí, el mismo, un discazo, oiga … espere que a ver si me pasan el balón, ah no, que es Reyes, perdone ¿de qué hablábamos?

Detrás, mientras tanto Perea jugaba en línea con sus prestaciones de este año, esto es, regular tirando a mal, y por el lado izquierdo jugaba Pernía también en línea con lo suyo, esto es, en algún lugar entre lo cómico y lo que no tiene ninguna gracia en el fondo. Pernía es una invitación al rival para que entre por su lado, una especie de cañada real de extremos derecha. Pernía lo intenta y no lo consigue, y aún así, qué quieren que les diga, Pernía es un tipo al que uno le ha cogido cariño y ve con ternura sus fallos y sus carreras y sus rechaces fallidos y sonríe cuando desde la grada le dicen Mariaanoooo, que es como se le llama por donde se sienta uno. Ay, Pernía.

¿Y alguien jugó bien en el Atleti, entonces? Pues sí, creo yo. Cléber. ¿Cléber? Sí, Cléber jugó bien para lo que es Cléber, que no es mucho pero el tipo mantuvo su sitio en medio del oleaje. Cléber no es el medio centro que yo quisiera para el equipo pero ayer no fue el desastre que algunos querrían ver. Y Falcón jugó bien, y demostró carácter, y decisión, y despejó bien con el pié y demostró ganas de ser el portero del Atleti. Y también jugó bien Valera, sí, sí, Valera, ese tipo sin suerte que se lesiona o falla estrepitosamente a veces mostró confianza y poderío físico y lo hizo bien y esperemos que coja la seguridad necesaria para seguir mejorando.

Jugó pues el Atleti con diez y lo hizo con concentración y disciplina, que no es poco para los tiempos que corren. El partido fue feo y el Valencia jugó mal pero el Atleti no se descompuso en exceso. Renunció a jugar y eso se notó en que no se daban dos pases seguidos sin perder el balón. No es algo que deba extrañar visto que el Atleti estaba con uno menos, pero aún así se echa de menos gente en la plantilla que sepan guardar un balón, entender los tiempos, evitar los regalos al rival en los compases del partido en los que un fallo es letal. Decir a estas alturas que la plantilla es corta y está mal confeccionada es una redundancia del tamaño del Calderón, así que no insistiremos en eso. El Atleti sufrió y con él sufrimos todos los que somos el Atleti, y la cosa no acabó tan mal como podría haber acabado, y eso lo achaca uno a un cierto espíritu de lucha que hace poco tiempo no teníamos, a un grado de concentración que necesitaremos ahora que el equipo se ha quedado en cuadro para los próximos partidos. Quizás se deba al carácter de algunos jugadores, aunque muchos de esos ayer no estaban. Quizás sea el resultado de haber ganado o empatado partidos sin hacer demasiadas cosas lo que ha empapado de fe al equipo. Quizás sea la famosa capacidad de motivación de Aguirre. Quizás, quizás, quizás.

El miércoles, la vuelta. Con el equipo en cuadro entre lesiones, sanciones y demás problemas. Un tropiezo y fuera de la Copa, esa competición preciosa. Con suplentes en todas las líneas salvo la delantera, con algunos de los titulares muy cansados, con un resultado adverso. Pero vivos, vivos como nadie hubiera pensado al final del primer tiempo. Cojeando, sin duchar, agotados y doloridos. Pero en casa, con la grada a favor, con las ganas intactas y Agüero y Forlán. Viva la Copa (del Rey).

lunes, 21 de enero de 2008

Que no, que no lo consigo

Miren que he visto veces este partido, miren que no es la primera vez que paso por lo de ayer, ni que pienso que va a pasar justo lo contrario de lo que ocurre. No es la primera vez, no, ni mucho menos, no sé cuántas veces he vivido este partido ya y no lo consigo, no: no me acostumbro.


No lo consigo, miren, no me acostumbro. Aunque sé que llega el día, no me acostumbro a la idea de que el partido sea contra el Real Madrid, no consigo ver con naturalidad el hecho de que el Madrid juegue en casa del Atleti. Sigo viendo raro cómo salen los jugadores del Madrid por la boca del vestuario del Calderón, me sigue chocando su presencia en el césped. Cuando salen ya estoy raro, porque no consigo acostumbrarme al extraño ambiente de los alrededores del Calderón, ambiente de día para recordar mechado de miedo de día para olvidar. No. Me es extraño aunque sepa que va a venir, me es difícil de gestionar el conjunto de sensaciones contradictorias que se me vienen a la cabeza. No lo consigo, no me acostumbro.

No me acostumbro al ambiente pre-bélico de algunas zonas de los alrededores del estadio antes del partido de marras, ni me acostumbro a la sensación de que en cualquier momento sale un montón de gente corriendo a meterse en un bar para que no le peguen una pedrada. No lo consigo. Tampoco me consigo acostumbrar a la forma en que las fuerzas del orden gestionan este tipo de situaciones, ni a la forma en que se dirigen a la gente. A mí sin ir más lejos. Sí, a mí, a mí que, por si no lo saben, tengo aspecto de que lo más grave que he hecho en mi vida ha sido llegar tarde a un certamen de colombofilia, pero que recibo el mismo trato que recibe un sospechoso de tener algo que ver en el asesinato de Kennedy. No puedo, no lo consigo, no me acostumbro.

No me acostumbro tampoco a que este sea el partido en el que siempre pase algo, en el que haya un gol tempranero o un penalti rápido o un gol anulado o una expulsión sorprendente. No lo consigo. Me gustaría pensar en un partido normal contra el Real Madrid pero por más que lo pienso no lo recuerdo con nitidez al menos últimamente. Siempre pasa algo raro, siempre hay que ir a remolque, siempre se desvanecen las ganas de que el Atleti haga lo que creo que puede hacer. Pero no, no es un partido cómodo y no sabemos por qué, pero no lo es nunca. Nunca es un partido tranquilo, nunca es un partido normal. Y no lo consigo, no me acostumbro, qué quieren que les diga.

No me acostumbro a que el Madrid puntúe siempre en el Calderón a pesar de hacer partidos mediocres, no consigo hacerme a la idea de que meterán todas las ocasiones que tengan y que éstas serán siempre raras o regaladas o poco habituales. No puedo, no lo consigo, fíjense qué cosas. No puedo acostumbrarme a ver cómo perdemos puntos contra un equipo que no suele jugar bien ni merecer los amplios marcadores que viene sacando estos últimos años. Miro las estadísticas y no me las explico, vivo los días previos al partido convencido de que esta vez sí se hará justicia, y luego topo súbitamente con la realidad. Y no puedo. No me acostumbro.

No consigo a acostumbrarme a la suerte que tiene el Madrid. La suerte del Madrid es algo indiscutible para todos aquellos que no somos seguidores de ese equipo y algo por supuesto negado por todos aquellos que lo son y ahí está la gracia, oiga, que si no de qué íbamos a hablar en los bares, digo yo. Pero ahí está la suerte, los palos, los momentos en los que marcan, las pocas ocasiones que aprovechan con precisión, las numerosas ocasiones rivales que no acaban en gol. No me acostumbro, oiga, no lo consigo. Me descoloca también Iker Casillas, un portero asombroso, la mayor fuente de puntos de su equipo durante muchas temporadas. Me asombra también su carácter, un tipo majo, nunca faltando al respeto de nadie, un tipo sencillo con un comportamiento que contrasta con muchos de sus compañeros de plantilla, pasados y presentes. Me cae bien Casillas y no me acostumbro, oiga.

No me acostumbro a ver con la camiseta del Atleti a algunos jugadores que se empequeñecen en estos partidos. No entiendo cómo todavía hay jugadores del Atleti que no entienden lo que hay en juego, no sé bien qué hacen durante la semana previa. No consigo entender ciertos comportamientos, ciertas decisiones y ciertas actitudes. En general me asombra que un jugador de fútbol profesional se permita fallos de concentración, pero cuando ocurre en este partido me resulta totalmente inexplicable. Me cuesta entender cómo en el Club se sigue dudando sobre la necesidad de fichar jugadores para reforzar ciertos puestos esenciales, no consigo hacerme a la idea de que en la dirección técnica del equipo haya vida inteligente, no comprendo cómo alguien que se dedica profesionalmente a confeccionar plantillas tome algunas de las decisiones que se han tomado para fichar a los jugadores que tiene el Atleti. No me acostumbro, no lo consigo, no puedo.

No me acostumbro a ver a la defensa del Atleti, ayer horrorosa salvo en el caso de Antonio López, que sigue más entonado. No me acostumbro a los fallos estrepitosos de Perea, a la falta de carácter de Pablo y a la forma de sacar el balón jugado de Eller. No entiendo que Pablo intente hacer una filigrana cuando menos falta hace, ni que nadie salte a por los balones que vienen de un corner, no entiendo que el equipo vea una y otra vez sin hacer nada como cada jugada a balón parado es una invitación al remate rival, un probable regalo a los delanteros visitantes, un susto supino. No consigo hacerme a la idea de que en la defensa del Atleti no hay ni un solo jugador merecedor de los galones que en su momento llevó Arteche. No lo entiendo, no me cabe en la cabeza, no me acostumbro.

No me acostumbro tampoco a ver jugar a Agüero, fíjense lo que les digo. Miren que le he visto hacer cosas asombrosas, fíjense que uno se espera ya cualquier cosa de él pero, aún así, el tipo sigue sorprendiéndome. Por la calidad, por la entrega, por los recursos, por el repertorio, por la potencia, por la imaginación. No me acostumbro tampoco a los arbitrajes que sufre, a los arbitrajes que vemos en el Calderón en general y a los que a él le atañen en particular. No consigo entender por qué los árbitros paran continuamente el juego, por qué se sacan tarjetas con criterios tan dispares, por qué se le pita absolutamente todo en contra de Agüero. No lo entiendo, no lo consigo, no me acostumbro, oiga.

No me acostumbro a ver cómo el Atleti de los últimos tiempos se permite tirar la toalla ante el Madrid, no entiendo cómo el equipo puede hacer la segunda parte de ayer, no sé por qué no hay nadie en ese vestuario, en el Club, que haga entender a los jugadores lo que está en juego, lo que el partido significa para la grada. No me acostumbro a ver que el espíritu de antes, la prolongación del partido que durante la semana se empieza a jugar en bares, oficinas y talleres, se esfuma en cuanto las cosas no son fáciles. No me cabe en la cabeza por qué los jugadores no comprenden lo que se espera de ellos o, mejor dicho, sí, sí que lo entiendo, y digo esto cuando hago memoria y veo que en la plantilla no hay más que un canterano y ningún madrileño y prácticamente nadie que lleve en el club más que un par de telediarios. No entiendo cómo se permite esto, no lo entiendo, no me acostumbro.

A todo esto no consigo acostumbrarme, y miren que lo intento. Y nada. No lo consigo. Tampoco consigo acostumbrarme a que los cajeros automáticos, tras darme dinero, me digan “Muchas gracias, Sra Fuentes”, pero esto es otra historia. Pero en fin, que nada, que no. Que no lo consigo. Qué rabia más grande.

jueves, 17 de enero de 2008

Bueno, bueno

Bueno, bueno, pues ya llega el partido que tanto nos hace hablar cada año. Ayer el Atleti pasó la eliminatoria de Copa sin brillo pero sin heridos, así que ahora hay que mirar hacia delante. De ambas cosas hablaremos.


Ayer ganó el Atleti y la prensa ha dicho que pasó apuros y que hubo polémica y que el equipo jugo mal. Dice la prensa que se pasó casi de milagro, que los suplentes del Valladolid sacaron los colores a los titulares del Atleti y que hubo un penalti clamoroso que el árbitro debió pitar, cambiando así el resultado final. Uno, que es tonto e influenciable y muy aficionado a investigar el por qué de los nombres de las calles (aunque esto último no tenga nada que ver) se encuentra desconcertado y sorprendido porque esta vez, a pesar de que uno suele ser más pesimista y más negativo que la prensa en general, no lo es. Uno piensa que el Atleti hizo el partido que debió hacer y que si pasó apuros fue por falta de acierto puntual y no por un mal partido en general. Solvencia lo llaman cuando es otro el equipo que hace el mismo partido; cuando es el Atleti, las palabras son más feas.

Sorprendido por cierto se quedó uno también al ver el equipo que sacó Aguirre de principio en Valladolid: experimentos, los justos. Sólo laterales e interiores eran nuevos. Toma. La plana mayor, el equipo casi titular para intentar sacar adelante una eliminatoria de Copa en Valladolid. Una declaración de principios de doble lectura: por un lado se puede pensar que la Copa es importante para el equipo y se va a pelear por ella, algo que le alegra tanto al que suscribe como le alegraría saber por qué se llama así la calle Puñoenrostro. Por otro lado, la conclusión puede ser que Aguirre no se fía mucho de sus suplentes. Uno, que es bobo, prefiere pensar lo primero.

La impresión que le quedó al que suscribe es que el equipo quería ganar, y ganar pronto. No pudo ser, hubo un par de ocasiones en el primer tiempo (una tras un buen pase de Reyes, ayer más en la línea que debería) y hasta el principio del segundo tiempo no se marcó. Eso sí, hasta entonces la sensación que el equipo transmitió, al menos al que suscribe, es que el partido no se iba a perder. La delantera titular ahí estaba, bulliciosa como acostumbra, y la cara de agotamiento de los centrales pucelanos a los veinte minutos de partido indicaban que por allí, en la parte baja del equipo rival, no veían las cosas con la facilidad que las veía la prensa de hoy. Tras ellos, Luis García (mejor en líneas generales, quizás en algunas ocasiones excesivamente barroco pero de nuevo aportando al equipo) y Reyes, algo mejor como ya hemos dicho. Y en el centro del campo, Raúl García como siempre. Como siempre no, mejor. ¿Que jugó mejor? No. ¿Que lo hizo mejor? No. Que estuvo mejor, más cómodo, más repanchingado, menos expuesto. La razón es clara: Motta.

Salió por fin Motta y, como las otras pocas veces en las que jugó con la camiseta del Atleti, dejó claro que puede y debe ser un tipo importante. Pensábamos que los jugadores no sabrían jugar con este recién llegado y resultó que muchos de los balones pasaron por él, señal de que en los entrenamientos ya deja las cosas claras. Pensábamos algunos que estaría falto de ritmo y confianza y resulta que pidió el balón en momentos complicados y manejó el tempo del partido, a ratos con la precisión de un Casiotone. Cuando el Atleti atacaba lo hacía lanzado por Motta o Raúl García, más suelto y con menos kilómetros que recorrer que cuando juega con Cléber, claro; cuando el Valladolid contraatacaba, chocaba con Motta, siempre barriendo el juego en su zona, siempre en el sitio en el que debía estar. Si Motta resiste y la rodilla de Motta resiste con él, el medio campo será otra cosa. Raúl García, quien se ha ganado los galones en los pocos partidos que lleva a fuerza de hacer kilómetros y sacar la cara, se verá tan beneficiado como el propio equipo dado que podrá dedicar algo más de tiempo y energía a crear juego, algo que también sabe hacer. Buena noticia, miren Vds.

A todo esto, Agüero metió un gol. Ya había regateado a unos cuantos en el área del Valladolid en el primer tiempo, con un caño incluido, en una de esas jugadas que tanto nos gustan a los del Atleti pero que tan poco gustan a los árbitros, últimamente empeñados en hacerle la vida más complicada al Kun. Piii, falta, oiga. ¿De quién? Del chiquitajo ese. ¿Por qué? Pues por menosprecio al rival, ¿o es que no sabe Vd que está feísimo hacerle un caño a ese señor tan serio que es padre de familia y además anda con un lío de herencia que le tiene sin sueño al hombre, que sus hermanos no se hablan?. Hala, tire pues que le saco la amarilla y me quedo tan pancho, que soy Iturralde y disfruto viendo los pilotos rojos de las cámaras que me enfocan, me crezco con la polémica y gano mucho con el tiempo en pantalla. En fin. El caso es que el Kun recibió un balón de tacón de Luis García y se encargó del resto. Dio un toque, dio otro con el exterior del pie orientando el balón hacia el lado contrario que marcaba el resto de su cuerpo y se plantó con ventaja delante del portero rival, al que batió con la misma facilidad que Iturralde afea a uno pasar por ahí sin dar los buenos días. Gol, hay que ver qué fácil hace todo este chico, hay que ver lo sencillo que parece meter un gol de bandera, hay que ver el mal rato que pasan los defensas cada vez que se acerca este chaval con hechuras de novillo. Otro gol de Agüero, otro golazo, otra perlita. Qué alegría más grande.

El Atleti se conformaba (que es lo que debía hacer), el Valladolid tenía que hacer todo y no había tanto tiempo. Motta dejaba claro que por ahí no se pasaba con facilidad, Raúl García disfrutaba con la nueva pareja de baile y Forlán no paraba. Forlán lleva tres partidos sin marcar y ha fallado unas cuantas ocasiones de las que él no falla. Las tiene pero no van dentro. A veces porque toca el balón Alberto, como en el partido de ida. Otras porque se resbala, como la última de ayer. Pero otras, piensa uno, porque no puede más. Llega forzado, cansado, sin fuelle ni aire para pensar tranquilo qué hacer ante el portero, lanzado como para chutar pero quizás sin ese punto de más que le permite asesinar con la calma del que hace un puzzle en una tarde lluviosa. Forlán lleva tres partidos sin marcar y cuatro buenas ocasiones falladas y la prensa dice que “sigue negado”. La prensa, bien mirado, tiene muchísima gracia y si no nos irritaran tanto algunas de las cosas que dicen sería para mondarse y quedaríamos todos para leerla sin apasionamiento y reírnos una barbaridad.

En esto el Valladolid, que es un buen equipo que juega bien y que tiene un entrenador con pinta de saber muy bien lo que hace, hizo lo que debía. Echarse hacia delante, buscar un gol, intentar remontar en casa. Marcó Llorente tras varios rebotes que terminaron en cesión cómica de Pernía, ayer especialmente desesperante. El Valladolid, como debe ser, se fue a por el partido y Motta dijo aquí estoy yo. Pablo y Perea también, y Falcón, entonado y dejando buenas sensaciones de portero para el futuro. Uno también vio bien a Valera, solvente por su lado con la ayuda de los poco operantes delanteros suplentes del Valladolid. Uno, que a veces es escéptico y negativo y hasta catastrofista en lo que al Atleti se refiere, no temió por el marcador en ningún momento y asistió con calma, la calma que transmitía el equipo, al final del partido. Entonces pasó lo del penalti, uno de esos penaltis que en directo queda claro que no son por la forma altamente previsible en que el delantero se deja caer y que, tras ver la repetición, deja más dudas aunque no muchas. Final, el Atleti pasa a cuartos haciendo lo que debía, que es lo que pensaríamos de cualquier equipo que no fuera el Atleti y que hubiera hecho el mismo partido con el mismo resultado.

Así las cosas, el domingo se juega otro round del partido de siempre. Sería importante que llegase Motta, sería importantísimo ganar de una vez. El partido de ayer, cuajado de titulares, puede haber sido una temeridad por añadir cansancio a un grupo que empieza a acusar el llevar desde julio en danza, en especial Agüero y Forlán, que no tuvieron vacaciones. Pero también puede haber sido un buen ensayo general, un partido para jugar todos juntos con la obligación de ganar. Contra el rival del domingo no hay cansancio que valga, que si alguno no puede con las botas habrá cincuenta mil tipos dando voces detrás para que no note los calambres. Aguirre lo sabe y parece que ha insuflado casta en un equipo que últimamente bajaba los brazos ante cualquier contratiempo. A uno, que ya saben que no es la alegría de la huerta, le da en la nariz que el partido de este año no va a ser como el de otros. A ver.

lunes, 14 de enero de 2008

El Atleti visto desde fuera (en concreto, desde Pontevedra)

Se acabó la primera vuelta con el Atleti tercero, que no es poco. Lejos de disputar el título por ahora y en vista de los continuos pinchazos de algunos rivales directos, el aficionado debería estar contento por el puesto conseguido hasta el momento. Y lo está, cree uno. Si tiene motivos para considerarlo duradero o no, es otro cantar.

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En Madrid y me consta que también en otros sitios, sobre todo en otoño pero también en otras épocas del año siempre que no haga demasiado frío o calor, hacia las seis de la tarde salen a merendar las señoras. Salen en grupos de cuatro o cinco, engalanadas, con trajes de chaqueta y broches y la mar de bien de peinadas. Huelen a perfume y llevan joyas y unos bolsos muy pequeños, se juntan en las esquinas de las calles del centro, se dan besos y se van a tomar té o chocolate a la cafetería de toda la vida.

Allí se sientan en una mesa y piden churros o picatostes y beben café dando sorbos con cuidado para no despintarse los labios y charlan y charlan. El camarero, que las conoce, sabe lo que quieren pero aún así les pregunta y también les piropea y les dice lo guapas que están y lo jóvenes y ellas dicen que no hijo, que ya no están para estas cosas y él les dice que de eso nada, que están todas estupendas y que son la alegría de la cafetería y ellas dicen que no pero en el fondo les encanta pensar que sí o que al menos se lo digan. Entre tés y cafés y chocolates y rosquillas hablan de lo guapos que son sus hijos, de lo brujas que son sus nueras, del tipazo que tienen sus nietas y lo listísimos que son sus nietos. De lo mal que lo hace Zapatero, de lo bien que lo hace Gallardón, de lo frescas que son las jovencitas, de lo malo que son los móviles para los chavales jóvenes, del respeto perdido por culpa de la nueva ley de educación y de lo fea que está la ciudad con tanta firmilla grafitera. Hablan entonces de lo mal que lo hace Gallardón y de lo mal que lo hace, de nuevo, Zapatero. Hablan de sus múltiples dolores, de amigas con dolencias aún peores, de cirugía y post operatorios, de enfermedades y médicos. Hablan de sus difuntos maridos como si aún estuvieran esperando en casa, con reverencia y cariño. Hablan del tiempo y del cambio climático y de la subida del euríbor.

Algunas, más mayores que el resto, llevan reflejos morados en el pelo blanco y andan a pasitos cortos. Estas últimas son mis favoritas.
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Si a un señor normal, pongamos de Pontevedra, le preguntáramos hoy cómo se imaginaría al aficionado atlético, probablemente contestaría que como un tipo contento. No sé si feliz, pero sí contento, diría con acento de Pontevedra. Posiblemente orgulloso del puesto que el equipo ocupa, quizás no el puesto soñado pero sí un puesto digno viendo lo que ha venido pasando estos últimos años. Quizás no el puesto ideal pero sí un puesto defendible, un puesto que permite llegar al lugar de trabajo con ganas de hablar de fútbol, un puesto que invita a defender con vehemencia la calidad de los jugadores. Un puesto que, al contrario de lo que tantas veces ha ocurrido, anima a mirar la clasificación de primera división sin miedo a que el estómago se le encoja a uno viendo como el nombre del Club de sus amores aparece sepultado bajo nombres de clubs otrora poco amenazantes. Piensa uno que el señor de Pontevedra, que llevaría un abrigo loden y una elegante bufanda de lana inglesa, se imaginaría cómo a día de hoy los aficionados del Atleti que ayer estuvieron en el campo entrarían contentos en la oficina, saludarían a los compañeros y piropearían a las compañeras (y al revés en el caso de las aficionadas, que no se me enfaden … o ni al revés siquiera, que no se me enfade nadie, faltaría más, oiga), tomarían aspirina por culpa del frío de ayer, invitarían a café y harían chistes sobre el partido del próximo domingo. Esto pensaría probablemente un señor de Pontevedra, y lo haría con la claridad de ideas y la lógica aplastante que en Pontevedra se estila.

Pongamos que a este señor de Pontevedra, que ya se ha sentado en su café de toda la vida y está tomando un cortado y empieza a estar un poco harto de estas preguntas que le hace un tipo con gafas al que no conoce, se le dice que no es necesariamente así, que no es oro todo lo que reluce, que no se crea que la gente está tan confiada. Entonces posiblemente preguntaría interesado que cómo es eso o más bien preguntaría únicamente “¿Cómo?”, haciendo énfasis en la primera “o”, que es como se pregunta según los cánones ortodoxos pontevedreses. Al señor de Pontevedra, que lleva un reloj precioso que le regaló su mujer cuando eran novios, se le explicaría que el equipo está bien clasificado, sí, pero que muchos de los puntos, incluidos los tres de ayer, no se consiguieron con la suficiencia que el puesto en la clasificación indica. Se le diría que el equipo vive del acierto de unos cuantos buenos jugadores que empiezan a estar cargados de partidos, pero que no parece que haya repuestos de garantía en ciertos puestos claves que inviten a pensar al aficionado que se puede mantener el ritmo marcado hasta ahora. Se le diría también que el equipo parece cansado, que en las segundas partes acusa el esfuerzo y que tiene por delante unas semanas muy intensas en las que no cabe el relax. También se le diría a este señor, que se ha pedido otro café y a quien le empieza a interesar el tema aunque lo suyo es más la pesca con mosca pero que de fútbol sabe un rato, que contra el Atleti han jugado bien bastantes equipos, más de los que deberían, posiblemente porque el Atleti no encuentra un patrón fiable de juego, una guía.

El señor de Pontevedra, mientras remueve su café, diría que bueno, que el equipo está arriba, que eso es lo que importa, ¿no?. Diría también que qué nos creemos, que si nos pensamos que sólo jugando bien siempre y en toda ocasión se llega a conseguir metas. Nos recordaría que para ganar algo importante hay que jugar bien pero también tener suerte y saber sufrir y ganar partidos que no habría que ganar pero que la suerte o la pegada o el miedo del rival convierten en puntos para quien no los merece de manera aplastante. Nos diría que de líder indiscutido de la liga va un equipo que juega casi siempre mal y que casi siempre gana, y nos diría también que si queremos algo para acompañar al café que nos acaban de servir. El señor de Pontevedra, que naturalmente no es del Atleti ni ve todos los partidos del Atleti ni escudriña todo lo que le ocurre al Atleti como hacemos otros, vería normal que un equipo vaya bien clasificado a pesar de no hacer partidos perfectos por norma porque eso ocurre todos los años en todas las ligas de todos los países del mundo.

Cuando uno, que ya saben cómo es, escuchase esto pasaría a comentar el partido de ayer. Le hablaría de la buena primera media hora del Atleti, de las paradas de Hildebrand y del fallo que supuso el único gol del partido, un gol que supuso un alivio y una alegría y algo de pena por el portero: si hubiera entrado el tirazo previo del Kun, o la falta de Antonio López u otra de las ocasiones claras que tuvo el Atleti a uno no le hubiera dado lástima, pero en el fondo uno, que ha jugado a esto bastante, no le gusta ganar por el fallo de nadie. Pero es lo que hay, oiga, y una cosa es el fair play y la vocación de sportsman que tiene uno desde chiquitito y otra muy distinta es no querer ganar los partidos. Le hablaría del buen partido de Forlán (que pasará a la historia por haber mandado un balón a la M-30) y de Agüero y de Raúl García, una vez más, una vez más los tres, como siempre. Le hablaría de Maxi, algo más bajo de lo deseable, y de la ascendente línea de Simao, mucho más activo e incisivo en los últimos tiempos. También le hablaría de Abbiati y de sus paradas de mérito, sobre todo una a Zigic en el segundo tiempo, y de la mejoría de Antonio López, de la que nos alegramos especialmente. Y del mejor tono general de la defensa, y en general de la cara más positiva del Atleti, la del primer tiempo. Y cuando hubiéramos hablado del primer tiempo el señor de Pontevedra, que a estas alturas se ha quedado en camisa y chaqueta de lana gris, me diría que de qué se queja Vd, hombre, si lo que me cuenta tiene buena pinta, no sé yo qué más quieren, si encima van terceros. Todo esto lo diría el señor de Pontevedra mientras lee de reojo el periódico de la mesa del vecino, que por su acento es de fuera, quizás del Bierzo.

Pero hete ahí que uno, sibilino, esperaba esta respuesta del señor de Pontevedra y había planteado su discurso previendo exactamente esta reacción, poniendo por delante los argumentos positivos y dejando para el final los negativos con el objeto de buscar un clímax dramático a la altura del segundo café y/o del vasito de agua correspondiente. Pero hete ahí también que el señor de Pontevedra se ha encontrado a un conocido, un primo de su mujer me dice, y se levanta en pleno inicio del contra-discurso y le deja a uno con la palabra en la boca y cara de tonto. Perdóneme Vd, ya estoy de vuelta, es un primo de mi mujer que hace tiempo que no veía y que es de la parte de Lalín, siga, hombre, ya lo siento. Bien. Le contaría entonces que el Atleti, en el segundo tiempo, no fue ni la sombra de lo que fue en el primero, que bastó con que a Koeman se le refrescara la memoria futbolística y metiera a un medio centro con bastante buena pinta, Banega, y a un delantero centro de proporciones monumentales, para meter al Atleti atrás. Eso, o que el Atleti solito se echó atrás, que es algo que hace mucho cuando va por delante, y uno no sabe si son instrucciones del banquillo o falta de fe de los jugadores, pero el caso es que se mete atrás, demasiado atrás durante demasiado tiempo y juega durante cincuenta minutos como si quedaran cinco, lo que redunda en un estrés excesivo en los jugadores y un riesgo cardiaco elevado en la grada. Le contraría también que ayer sin ir más lejos el Atleti se encerró atrás sin excesiva contundencia y que cedió ocasiones claras para el Valencia, que Eller y Antonio López-y-el-palo (uno cree que más bien el palo) sacaron dos balones que iban dentro y que Abbiati desvió un tirazo de Zigic que si entra nos hiela la sangre. También le diría que se echaron a perder ataques y contraataques claros por culpa de la imprecisión en la salida del balón, que durante el segundo tiempo no se tiró a puerta y que los jugadores le echaron casta, sí, pero sin orden, lo que equivale a desgaste innecesario, precipitación y apuros finales.

De todo esto hablaría uno y todo ello le parecería mal, que no grave, al señor de Pontevedra, quien ya ha visto cosas similares en sus años de distinguido futbolero y en el fondo le trae al pairo el Atleti. Algo sin embargo sí le haría cambiar el semblante, mirar airado al interlocutor, levantar un dedo acusador y pronosticar el fin de la civilización occidental: esto ocurriría cuando uno llegase, en su descripción de los hechos, al análisis del partido realizado por Reyes. Salió Reyes y dio un ejemplo: ejemplo de con qué mentalidad no hay que salir al campo, ejemplo de cómo irritar a una grada y cómo dejar vendidos a los compañeros de equipo, ejemplo de qué tipo de jugador no debe jugar en un equipo como el Atleti, ejemplo de tipo millonario a quien no le importa ni lo más mínimo nada que no sea su coche. Esto, diría el señor de Pontevedra, es del todo intolerable y no entiendo cómo se puede permitir que juegue un tipo con esa actitud. O mucho cambia, diría el señor de Pontevedra, o este tipo no debería jugar nunca por delante de otros compañeros mucho más comprometidos, hombre ya, póngale Vd, Manolo, otro café con gotas a este señor, que es del Atleti.

Y, la verdad, no sé por qué les cuento todo esto porque yo, a los que conozco bien, lo que se dice bien, es a los de La Coruña.

viernes, 11 de enero de 2008

De montañas y copas (del Rey)

Ayer, que hacía mal tiempo y el partido era a una hora rara y el campo estaba medio vacío, uno tuvo sensaciones que no le eran nuevas. Y no del todo buenas. Con lo que a uno le gustaría que el Atleti ganara la Copa…

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Se ha muerto Sir Edmund Hillary y esto es algo que a todos debería afectar. No porque fuera un familiar cercano o un ídolo de la infancia o un vecino de patio. Sí por ser un buen tipo, un gran tipo, algo que debería bastar porque de esos no salen muchos, miren Vds. Hillary pasará a la historia por ser el primer hombre que coronó el Everest, aunque algunos pensamos que fue el segundo, y esta idea debería ser obligatoria entre los aficionados colchoneros. Sir Edmund Hillary, que era neozelandés y era sir, era un aventurero a la antigua usanza, ex militar, explorador, con una vida llena de triunfos y fracasos y desgracias y momentos de gloria, una vida de protagonista de libro de Conrad o de Kipling o de Jack London. Hillary dedicó mucho tiempo a ayudar a los nepalíes sin dar muestras públicas de piedad y generosidad ni hacer de ello una herramienta de auto-bombo, sino por gusto, por respeto a ese pueblo sonriente que ayuda a todo el que pasa cerca, por principios. De Hillary dicen quienes le conocieron que fue un gran tipo y sobre todo un tipo muy educado, que es algo que apreciamos los señores con gafas. Hillary saludaba a todo el mundo presentándose con ceremonia y una gran sonrisa aunque todo el mundo supiera quién era; deseaba suerte a alpinistas rivales que iban a desafiar sus propios logros y a los turistas que aparecían por el Himalaya nepalí. Todos merecían el saludo amable de Sir Edmund Hillary, el hombre que según sus conocidos carecía de ego, a pesar de valer la mayoría muchísimo menos que él. Qué tío.

Hillary se murió ayer y hoy se producirá el encuentro más esperado de la historia del alpinismo, la conversación que a muchos nos gustaría escuchar, en encuentro de dos grandes unidos por una montaña. Hillary saludará educadamente a Mallory, que habrá ido a recibirle a las puertas del Edén. Con flema británica se saludarán cortésmente, hablarán del tiempo, hablarán de qué clubs celestiales están más animados en domingo, hablarán de su mutua admiración y respeto. Con sorna harán chistes privados sobre quién llegó el primero y sobre quién no. Hillary, que es un tipo educado, dejará claro que fuera quien fuese el primero, el verdadero mérito es de Mallory, que subió 30 años antes con breeches, chaqueta de tweed y prismáticos en funda de cuero y murió en el intento tras depositar la foto de su esposa en la cima. Mallory dirá que de ninguna de las maneras, que lo de Hillary sí que es meritorio, que sólo un gran hombre dedica su fama a ayudar a los pueblos que lo necesitan. Posiblemente queden juntos para ver el domingo al Atleti. Desde la grada les saludaremos con admiración.
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Ayer jugaba el Atleti a una hora rara, cuando la gente sale de los trabajos, cuando más tráfico hay. La grada, claro, estaba vacía.

- Oiga, Vds, los del palco …y ¿por qué no ponen el partido a una hora a la que la gente pueda ir y animar al equipo?
- Pues es por la tele, oiga
- ¿Y por qué no les dicen a los de la tele que nanay?
- Pues mire, la verdad que porque nos da igual que la gente venga y anime y disfrute y el equipo esté arropado. Lo que nos importa de verdad es vender entradas y como ya las tenemos vendidas de antemano gracias a una domiciliación bancaria y una carta amenazante, si no vienen nos trae al pairo. Así que déjese Vd de zarandajas de horarios, que vienen los canapés.
- Anda, mire.

Bueno, eso, que el campo estaba medio vacío y a pesar de la hora y del tiempo, no había tanto lío para llegar a ese estadio tan bonito, el Estadio Tan Mal Comunicado que le llaman ahora. Aún así algunos entramos cinco minutos tarde, lo suficiente para perdernos las dos primeras ocasiones. Entrar en un campo vacío tras escuchar varios “uys” le deja a uno algo desubicado. Fuera de sitio queda uno también cuando se entera de quien ha fallado una ocasión clara ha sido Forlán, que lo de Mista es más normal. Más descolocado aún queda el aficionado cuando ve que el brazalete de capitán lo lleva Valera, ayer el más veterano. También le extraña a uno que salga Raúl García otra vez, ¿no iba a jugar Jurado? No, se ha lesionado en el calentamiento, pues vaya, hoy quería yo verle jugar, y esto lo digo en serio, no me miren así.

Jugaba el Atleti y atacaba y lo hacía más o menos bien, no para tirar cohetes pero sí para ir ganando con holgura. Pudo marcar Forlán de nuevo, pero la punta del dedo del eterno portero Alberto y un poste se lo impidieron. Pudo marcar Reyes pero no lo hizo, pudo hacerlo Luis García pero ayer no estaba fino. Más que fino estuvo mal. Luis García eligió durante todo el partido la opción más complicada, la menos natural. Intentó controles imposibles, imaginó pases rococós, se propuso rizar rizos ya rizados, intentó meter goles de Sèvres él solito. Viendo que le salía nada, en vez de optar por jugar fácil con los compañeros decidió dedicarse con mayor ahínco al arte del tirabuzón y el bucle y si de la grada le tiran un peine deja a Eller como Shirley Temple. Su partido fue malo, se equivocó y debería pensar en ello. Aún así, haciendo un partido malo, fue un titán comparado con Reyes. Reyes, con quien tanto nos metemos por displicente y ausente y vago, consigue sorprendernos todavía. Ya sabemos que no le apetece jugar, ya sabemos que hoy, que es siempre, no tiene ganas de ná y aún así es verle y enfadarse uno. Cada día se supera en desidia y falta de concentración para desesperación de esa grada que, a principios de temporada, le dedicó alguna ovación sorprendente. Reyes tiene un currículum envidiable que, viendo cómo anda por el campo, uno achaca al azar: observando su grado de compromiso y su falta de energía no le cabe a nadie en la cabeza que haya lucido y luzca ciertas camisetas.

El negativo de Reyes es Forlán. Ayer debió marcar dos goles, y decimos debió porque son esos goles que Forlán no falla. Y aún así, destacó sobre el resto de los atacantes, empequeñecidos a su lado. Forlán pelea, coloca al resto, les anima, les afea la apatía. Cuando sale sólo al ataque nadie le sigue y aún así continúa, pelea e intenta marcar. Cuando es un compañero el que sale al contraataque Forlán le sigue, siempre en su apoyo aunque luego no le pasen el balón. Se enseña, siempre da una alternativa a quien está en apuros, se ofrece, pelea. Ayer recordó a cierto rubio que hasta hace poco jugaba en nuestro equipo y que ahora triunfa en las frías tierras del norte, bajando a por el balón, despejando en área propia, intentando lo imposible sin desmayo. Ayer no marcó cuando debería haberlo hecho pero Forlán, por lo que respecta al que suscribe, casi puede hacer lo que le dé la gana mientras siga en esta línea.

Así las cosas, el primer tiempo debería haber acabado con ventaja para el Atleti y no lo hizo, qué cosas. Hasta cinco ocasiones claras tuvo. Mista, que a ratos estuvo bien, tuvo una. Y Reyes y Luis García y Forlán, ya lo hemos dicho. El Atleti podía ganar sin jugar demasiado pero gracias a su facilidad de este año para crear ocasiones de gol. Pero acabó el primer tiempo y, por arte de magia, en el segundo salió al campo el Atleti del año pasado. La misma espesura, la misma oscuridad, la misma falta de ideas. Patadones hacia los delanteros, Agüero como último recurso, el convencimiento en la grada de que iba a ser casi imposible marcar, sensaciones familiares para los que íbamos al campo los últimos años. En la defensa jugaba ya Perea, recibido con estruendo, aunque el que más confianza transmitió toda la noche fue Eller y esto quiere decir muchas cosas a la vez. Falcón paraba y enseñaba la patita reclamando más presencia, Pernía alternaba cruces de mérito con intervenciones cómicas y Valera demostraba que sigue perdido. El Atleti se atascaba, el balón no circulaba, el Valladolid estaba cómodo. El Atleti salió el segundo tiempo pensando que como había tenido tantas ocasiones sólo era cuestión de tiempo el que cayera un golito. El Valladolid debió llevarse una bronca y salió a jugar un poco al fútbol, algo en lo que no había caído en toda la primera parte. El Valladolid se estiraba con pereza y al casi al final salió Sisi y molestó una barbaridad a la defensa, desquició a Valera y casi marca en el último minuto. Lo que nos hubiera faltado.

En el medio campo Raúl García, una vez más, se multiplicaba. Ahora su pareja de baile es Cléber, que ha llegado al equipo cuando mejor estaba Maniche. Cléber es un jugador desconcertante que transmite a ratos la idea de que es mejor de lo que pensamos y a ratos confirma que no. A ratos parece aprovechable y tácticamente correcto, a ratos parece que no. A ratos es Very Cléber y otros ratos sólo Cleberete. Ayer, tras la lesión de Zé Castro (que se produjo él mismo al hacer el penalti más asombroso de la historia, por cierto no pitado) se puso Cléber de central y a uno le hizo pensar si podría jugar con Pablo de pareja, pero uno no sabe si esta reflexión es fruto de la lógica o del hecho de que los andares clebéricos son parecidos a los de Donato. Ahora se va Maniche, o eso parece, que Cerezo ha dicho que él no sabe nada. Ya se sabe que lo que dice la directiva del Atleti no tiene por qué tener nada en común con la realidad, y de hecho cuentan que en alguna rueda de prensa, al anunciar Cerezo una noticia de interés, se ha oído desde el fondo de la sala:

- ¡Chanante!

El caso es que parece que se va Maniche y se queda Cléber como medio centro titular, que no sabe uno si Jurado está para esas cosas. Raúl García juega todos los partidos y lo hace con una intensidad suicida, lo que puede ser un problema algún día. No hay medio centro de repuesto, no parece que pueda Cléber aportar todo lo necesario si algún día falta Raúl. Ahora vienen Valencia, la vuelta de la Copa, el Madrid y, si se pasa la eliminatoria de Copa, posiblemente el Valencia de nuevo. Mucha tela, muchas carreras para un centro del campo limitado y con muchos partidos a las espaldas. La respuesta, claro está, es Motta, pero su estado de salud es una incógnita. El Doctor Villalón, el señor que más hijos tiene de España, está muy pendiente de su rodilla y parece que evoluciona perfectamente y que en dos semanas estará como un chaval, listo para cuantos partidos hagan falta. Pero ya saben Vds lo que se oye al fondo de la sala cada vez que el Dr Villalón dice que un jugador estará listo en poco tiempo:

- ¡Chanante!

lunes, 7 de enero de 2008

Una buena alicatada, por Jesús Doggy

¿Quieren Vds aprender terminología castiza?¿quieren leer a un aguirrista convencido? ¿quieren algo, que voy a la barra? Pasen y siéntense, que hoy vuelve a escribir Doggy, ese líbero de corte elegante y contundente que se ocupa de las crónicas cuando el Fuentes, servidor de Vds, falla. Agradecido y emocionado, como Lina Morgan, en sus manos les dejo. Disfruten.


No sé en el de ustedes, pero en mi barrio, de toda la vida, “alicate” ha sido un término de intensa polisemia. O sea, que no sólo designaba a la tradicional herramienta que agarra, sujeta, aprieta o arranca, también servía, por ejemplo, para señalar que un menda era más listo que los ratones coloraos, que sabía lo que se hacía y que te la liaba a la mínima. Y no sólo por aquella leyenda urbana de “pinchazo o pellizco” de cuando los tiempos de “Miedo a salir de noche”. Pero vamos al fútbol, porque, en cuanto al fútbol, en mi barrio, llamábamos “alicate” al que se las sabía todas y “alicatada” a la acción de ser un “alicate”.

Digo todo esto porque ayer, al filo de las siete de la tarde, cuando salía de la sala de prensa, al bueno de Miguel Angel Lotina se le oyó musitar “menuda alicatada”. Yo, la verdad, no encuentro un calificativo mejor para explicar la que le preparó ayer al bueno de Miguel Angel Lotina el guerrero Javier Aguirre que, para quién todavía no se haya enterado, es nuestro auténtico “alicate”. Porque ayer el Atleti visitaba al vicecolista, un Deportivo que no ganaba en casa desde primeros de septiembre, el típico equipo de esos de los que se dice, con razón, que “no le meten un gol al arco iris”. Así que Aguirre, que rara vez da puntadas sin hilo, dejó al absurdamente odiado Cléber Santana en el banquillo (porque lo quiere fresco para el jueves copero, que ese sí va a ser un partido complicado) y puso de titular a su ojito derecho: José Manuel Jurado. Yo, fíjense, no tengo especial predilección por Juradito, pero le respeto por el mero hecho de que Aguirre cree en él. Aguirrista que es uno. El pobre Miguel Angel Lotina, que había preparado una medular con Sergio y Juan Rodríguez rectificó sobre la marcha y a las 16:53 cambió precipitadamente su once para dar entrada a un correcaminos canadiense llamado De Guzmán para que persiguiera a Juradito por doquier.

Pero, abreviando, vamos a la alicatada. Aguirre jugó con el Depor como el que se pone a desmembrar las barbies de su hermana en una tarde aburrida: tranquilamente. ¿Qué no sabes jugar el balón? Tómalo un ratito. ¿Qué tienes unos centrales bisoños e inexpertos? Pues venga el Kun y Forlán a intercambiar posiciones. ¿Qué estás con el agua al cuello? Pues nosotros a tener el balón sin hacer peligro sólo para que se crispe tu público. ¿Qué me presionas muy arriba? Pues patadón p’adelante que estos no juegan ni a las canicas. En fin, el partido tuvo muy poquita historia y algunos detalles a resaltar. Por ejemplo, que Antonio López y Maxi vuelven por sus fueros. O que Simao ya se ha hecho con el puesto en la izquierda. O que Raúl García es el mejor centrocampista que tenemos desde el Doblete y debería ser un fijo del inepto que dirige nuestra Selección nacional de fútbol. O que Pablo vuelve a ser un valladar. O que Abbiatti es mejor portero que Leo Franco de aquí a Lima pasando por Guayaquil y Quito. ¿Quieren que les hable del Kun y de Forlán? Bueno, venga, va...

Llegado el minuto 39, el Atleti había contemporizado mucho y bien, llevando cierta inquietud a las gradas con un par de chutazos de Maxi y poco más. Pero llegó el minuto 39 y Simao -que se había estado riendo de Barragán en tres idiomas hasta que éste, fuera de sí, le cazó de mala manera- encaró un clásico dos contra uno en banda izquierda, se la dejó franca a Antonio López que centró templado, raso y con intención. Agüero, que, por supuesto, se había llevado a Coloccini al primer palo para aclararle espacios a Forlán, fue a por el balón y cuando estaba a punto de controlarlo resonó en Riazor un bramido con marcado acento uruguayo: “¡¡¡¡Dejáaaaaala!!! ¡¡¡¡¡Dejáaaaaaaala!!!!!”. Así que el Kun dio un saltito, abrió las piernas y el balón llegó mansamente hasta la bota izquierda de Forlán que fusiló a su compatriota Gustavo Adolfo Munúa para hacer el cero a uno. En puridad, el partido acabó ahí, no obstante el reglamento exigía que se jugara una segunda parte. Y, lógicamente, se jugó.

Bueno, jugarla, lo que se dice jugarla, sólo la jugó el Atleti, el Depor por allí andaba. A los siete minutos, un mexicano zurdo y fino, Guardado, ponía un balón a la olla, Abbiatti salía con valentía pero mal, despejando defectuosamente un balón que pegó en la chepa de Fabiano Eller y le quedó franco para marcar a un tal Lafita (que no es Rafita en chino, sino Angel Lafita, un maño muy fino) que tiró a gol. Pero hete aquí, que allí, sí, allí, en plena línea de gol, estaba ese titán de Raúl García, para sacarla. Pero, ojo, no acaba ahí la cosa. El balón rebota dos o tres veces más en la chepa de Fabiano Eller y acaba en la cabeza de Coloccini (uno que una vez pareció bueno, incluso muy bueno) que remata mansamente a las manos, esta vez firmes, de Abbiatti. Otro, con ese cero a uno, hubiera contemporizado y perdido un par de minutos, pero Abbiatti no. Abbiatti, con esa planta de portero de discoteca que tiene, divisó a lo lejos a un tal Sergio Agüero, se abrió paso a codazos por el área y se la puso perfecta a nuestro Kun con un zapatazo terrible. Por allí andaba un defensa del Depor que se la comió, todo hay que decirlo. El resto está ya en las videotecas, pero si quieren se lo cuento. El Kun agarró la pelota, miró a la portería, miró a los tres defensas que se le acercaban temerosos, hizo una cosa muy rara con la cadera que rompió al unísono las tres caderas de los defensores del Depor, se adentró en el pico izquierdo del área y remató suavito al palo largo del portero. Chicharrazo. ¿Se acuerdan del primer gol de Fernando “La Máquina” Torres en la Premier? Sí, ese, el que le metió al Chelsea. Pues parecido, pero más bonito todavía. Como bailando una cumbia. La cumbia de mamá. ¿Viste?

En fin, que el pobre Miguel Angel Lotina, natural de Meñaka, Vizcaya, que es un pueblo muy bucólico, muy verde y en el que se come una berza estupenda, no sabía ya el pobre donde meterse, sabedor de que en todas las radios se estaba repitiendo el adagio futbolero ese de “del posible empate a uno al cero a dos”. Lo cual era absolutamente cierto.

Poco después, yo creo que de pura chulería de portero de discoteca, Abbiatti volvió a hacer el jueguecito de las manos pringosas de natilla, le dejó otra vez el balón en los pies al tal Lafita y, no contento con ello, lo tumbó en el área. El árbitro, lógicamente, no pitó la pena máxima. No tenía su tarde, el tal Lafita. Si pitó, poco después, un corner a favor del Atlético. Aguirre le tiene dicho a Juradito que se ponga frente a la frontal del área en los saques de esquina; de hecho, todas las semanas le hace practicar tiros a puerta desde ahí. Lo que nunca había ensayado Juradito era el cabezazo desde la frontal. Pues, para que vean, le salió por toda la escuadra. El cero a tres era ya, definitivamente, inapelable. Por eso, y porque al Kun le dolía un poco un glúteo, producto del trastazo que se dio contra el banderín del corner celebrando su chicharrazo con Forlán, Aguirre quitó a Agüero y dio entrada a Cleber. Poco después, hacía descansar a Juradito y a Simao, para que tuvieran minutos dos jugadores que, por mucho que digan los indocumentados habituales –con o sin blog- tienen mucho más nombre que fútbol: Reyes y Luis García.

Corría ya el minuto 27 de la segunda parte y, de ahí al final, los aficionados del Atleti sólo temimos a Riki, que sustituyó al tal Lafita, no porque Riki nos fuera a meter algún gol, que eso sería como creer en milagros, sino por miedo a que se cayera encima de Perea o de Pablo y nos los desgraciara, porque el bulto sospechoso ese, que Angel Torres le endosó a Lendoiro por una morterada, debe pesar lo que dos Ronaldos y medio. Poco más o menos. Por si las moscas, Abbiatti hizo un par de paradones, Raúl García volvió a dar un curso en la medular y Maxi pegó cuatro voces. Total: tres puntos más a la buchaca y a esperar las dos finales ligueras consecutivas en el Calderón que nos esperan: Valencia y Real Madrid.

Y a todo esto, el Maestro de vacaciones. Los hay que viven como los curas.

martes, 1 de enero de 2008

Recopilando (que es gerundio) - y II

Capítulo 3: De cómo y a qué juega el Atleti 2007 – 2008 (hasta la fecha)

Sé que este capítulo les interesa. Sé que quieren saber a qué juega el equipo, cómo se le puede catalogar, en qué categoría cabe. Lo sé. Yo también querría saberlo. ¿A qué juega el equipo? Ni idea.


¿Es el Atleti un equipo sólido que defiende y ataca en bloque? Pues no, la verdad. ¿Juega replegado y sale rápido tras robar el balón como consecuencia de un pressing infernal? Estooo …. no, creo que no. ¿Juega cerrado y al patadón para que sus delanteros hagan un roto? Hombre, no, tampoco. ¿Hace un fútbol preciosista de toque y control? No, eso no, si acaso a ratos cuando se juntan tres o cuatro de los buenos. ¿Hace un fútbol rocoso de presión y dientes afilados? Pues tampoco, no, vamos, no siempre. ¿Demuestra tener una serie de movimientos memorizados y mecanizados, como algunos equipos grandes? Pues mire, qué quiere Vd que yo le diga, pues no. ¿Hace un poco de todo lo anterior, casi según se tercie, según pinte el equipo contrario? ¡Sí! ¡Eso! Bueno, no sé, depende, hay partidos en los que se ha jugado así, otros no, a veces se ha salido a por todas, otras veces se han echado los jugadores atrás a la mínima. Yo no sé a qué juega el Atleti, aunque eso tampoco quiere decir nada.

Que el Atleti no tiene un estilo definido de juego parece algo claro. Quizás cambie según los partidos, quizás improvise. Tiene una tendencia preocupante a echarse atrás cuando tiene una mínima ventaja en el marcador que le hace jugar encerrado durante muchos minutos (y eso que parece que últimamente lo hace menos). Esto ha permitido que contra el Atleti hayan jugado bien varios equipos con más facilidad de la que se presupone a un equipo con aspiraciones. Lo hizo bien el Barça, contra quien se jugó bien mientras se jugó al ataque; luego cambió la mentalidad, el Barça acabó sesteando y si llega a acelerar nos hace un roto. En casa jugaron bien el Sevilla, y el Villarreal y el Valladolid, y también el Getafe. Con once, jugó bien el Espanyol y nos metió en nuestro campo, sin muchas ideas para sacar el balón. Todos estos equipos marcaron varios goles al Atleti, que sólo ha conseguido encajar pocos goles contra equipos de poca pegada.

La delantera del Atleti sí funciona y gracias a eso el equipo consigue meter goles suficientes para contrarrestar el acierto de los rivales. En cuanto hay buenos delanteros enfrente, el Atleti sabe que le van a marcar y fía por tanto toda su apuesta a su potencial ofensivo. Hacerle un gol al Atleti no parece complicado, y en varios partidos se ha llevado goles con relativa facilidad. No es el Atleti un equipo al que haya que dominar y doblegar durante muchos minutos para crearle una ocasión; éstas llegan así, de repente, en un balón tonto sobre el que los defensas no consiguen ponerse de acuerdo, dale tú, no tú, no, casi tú, mira a mi me da igual, dale tú si eso, de esto no vamos a hacer un problema, el doy yo y ya está. Gol. Vaya. Si el balón viene de un corner o una falta, ni les cuento ya.

La plantilla del Atleti, que no es mala pero es rara, provoca estas cosas. Coexisten jugadores de talento con otros que no lo tienen. Hay multiusos comprometidos, tipos de carácter, tímidos sin remedio y jugadores que carecen del don de hacerse entender por sus compañeros. Hay una fuerza de la naturaleza en un momento excelente, como Agüero. Hay tres tipos que serían titulares en muchísimos equipos: Raúl García, Forlán y Maxi. Hay también tipos con talento y la capacidad de demostrarlo como Simao. Entre estos tienden a sacar las castañas del fuego y éste parece ser a veces el estilo de juego del Atleti: darle el balón a los buenos para que formen un lío. Pero junto a estos juegan tipos inestables, trémulos y despistados, tipos con tendencia a tomar las peores decisiones en los peores momentos, defensas que despejan flojito hacia el pie del delantero rival, interiores sólo pendientes de devolver la patada que hace un rato recibió o de enmendar sus propios errores con una tarjeta amarilla en mal momento. Una plantilla demasiado dispar como para optar por un modelo claro, al menos en el poco tiempo que llevan juntos. Esa también puede ser una medida que el Club desprecia desde hace años: mantener a los jugadores, reforzar los puestos que parecen clave, retener a los buenos y dar de baja a los que no lo son tanto siempre y cuando sea para traer a alguien mejor; en definitiva, seguir una política deportiva lógica.

Capítulo 4: De entusiastas, escépticos y pesimistas. De todos, oiga (y también Vd, sí).

De todo hay, sí, de todo. El Atleti de hoy da lugar a muchas opiniones, muchas.

Los optimistas, casi entusiastas últimamente, lo ven casi todo bien y uno no sabe si es por su naturaleza positiva o porque llevaban años hartos del esperpento y en cuanto han visto un poco de lo que sería natural en otros tiempos lo ven todo de color de rosa. Los optimistas se aferran a la capacidad goleadora del equipo, al talento del Kun y el criterio y capacidad de trabajo de Forlán, a la solidez de Maniche y Raúl García y al talento de los interiores. Separan el grano de la paja y sólo se quedan con las jugadas de mérito, los goles espectaculares y las rachas de goleadas y victorias, que no es poco. Cuando piensan en las últimas tardes en el Calderón piensan en el placentero momento de salir del estadio tras una victoria, escuchando los gritos por los pasillos. De su memoria borran los errores defensivos y la frecuente sensación de despiste general, y tiran de estadística sólo para hablar de uno de los equipos más goleadores de Europa, de una pareja de delanteros de leyenda, de goles de falta que hace años que no veíamos, del Golden Boy. Los optimistas, cree uno, tienen algunos motivos para serlo.

Los hay también pesimistas. Estos ven una primera vuelta aceptable que nos deja quintos, que no es lejos de donde estábamos hace un año por estas fechas. Recuerdan que durante los últimos años también se ha pasado la mayor parte de la temporada en puestos de UEFA y casi Champions para luego, en ese tramo final de liga tan negativo últimamente, quedar para la Intertoto. Los pesimistas aceptan que el equipo es mejor que el año pasado, pero advierten de la cortedad de la plantilla, con pocos efectivos en puestos claves (delantera, medios centros, centrales) que tendrán que jugar muchísimos partidos en el año. Se lamentan de que las plazas de extranjeros las ocupen la pareja artística Eller-Cléber, de que no haya un centrocampista pensador y lanzador, de que los defensas no hablen el mismo idioma entre ellos. Algunos les acusan de no ser capaces de disfrutar del momento por culpa de esa tristeza que les invade al ver cómo está gestionado el Club en los últimos tiempos, y en esto no les falta razón a unos y a otros. De su memoria borran los grandes goles y las jugadas trenzadas que hace años que no veíamos, y tiran de estadística sólo para hablar de derrotas contra los cuatro primeros, de los pocos goles marcados fuera del Calderón y de la cantidad de minutos que llevan Forlán, el Kun o Raúl García. Los pesimistas, cree uno, tienen algunos motivos para serlo.

En algún punto intermedio estamos los escépticos. Tomistas (pero del apóstol), preferimos esperar a los acontecimientos porque vemos elementos que invitan al optimismo y otros que invitan a lo contrario. Miramos de reojo a los otros equipos y vemos que algunos de los que se presumían rivales a batir, como Valencia y Sevilla, han perdido muchos puntos; otros, como Espanyol y Villarreal, parece que dan muestras de no ser infalibles. Madrid y Barça nos parecen lejos de nuestras posibilidades. Vemos cómo nuestros mejores jugadores empiezan a acusar la cantidad de partidos jugados y eso nos preocupa, pero confiamos en que la juventud de unos y la profesionalidad en los entrenamientos de otros puedan compensar la paliza física. Vemos que la clasificación de este año no es muy diferente a la de otros por estas fechas y eso nos rebaja el optimismo, pero sabemos que lo que se ha conseguido se ha hecho de forma más brillante y esto nos rebaja el pesimismo. No borramos nada de nuestra memoria e intentamos dar a las cosas su justa medida para llegar a conclusiones racionales, no marcadas por la euforia o por la urticaria que nos produce el palco. No tiramos de estadística más que para sacar conclusiones, y en ningún caso para reforzar deseos. Los escépticos, creo yo, tenemos algunos motivos sólidos para serlo.

- Ya estamos. Total, que no se moja Vd.

- Pues mire, dos cosas: la primera, que si busca Vd alguien que le diga cuál debe ser su opinión, mejor vaya a la calle del Prado y pregunte por la sede de la Iglesia de la Cienciología. Y segunda, que sí que me mojo: yo creo que el Atleti acaba tercero o cuarto, que uno es escéptico pero ve algo de luz al final del túnel. Hala.

Feliz 2008 a todos. Y Forza Atleti.