lunes, 24 de febrero de 2014

Algunas reflexiones tras el batacazo (o "Tiritas, Betadine y Fe")



1. El Partido 

Salió al Osasuna al campo y ganó el partido y no hay más que hablar, oiga. Metió un primer gol como resultado de un fallo clamoroso de la defensa del Atleti y un remate excelente de Cejudo. Marcó un segundo gol tras un fallo más común y un remate fantástico de Armenteros. Marcó un tercer gol tras una buena jugada desde la banda izquierda y un remate cómodo entre los centrales del Atleti. Y todo ello en el primer tiempo, ahí es nada, tres goles como tres soles en unas cuantas llegadas al área, tres goles al Atleti, ese equipo que, en condiciones normales, rara vez permite tirar a puerta.

Con 2-0 el Atleti intentó marcar un gol que le metiera en el partido y no lo consiguió, porfiando sin tino hasta terminar recibiendo la puntilla justo al final del primer tiempo. En el segundo tiempo el Atleti dominó pero más casi por inercia que por otra cosa y ni así consiguió marcar un gol que maquillara la estadística ni un segundo gol que amenazara el resultado. El Osasuna jugó mejor, el Atleti jugó fatal y perdió merecidamente y con estruendo. Se puede perder y lo de ganar siempre no es un requisito necesario para mantener el respeto hacia un equipo formidable, pero en Pamplona el equipo no fue el Atleti del Cholo sino el insulso, desesperante y frustrante Atleti gris del gris Manzano, a quien Dios mantenga lejos del Calderón muchos años.

2. El equipo

Simeone alineó un equipo raro que hizo levantar las cejas de todos los aficionados antes del pitido inicial. Simeone pareció hacer una excepción al partido-a-partido y sacó del 11 a jugadores apercibidos de amarilla, dando descanso a otros que se antojan claves el próximo fin de semana. Irreconocible en el dibujo, en los jugadores escogidos y en la intensidad y personalidad a la hora de enfrentar el choque, el equipo sorprendió a casi todos en la pizarra, hizo desconfiar a muchos en el campo hacia el minuto diez, desesperó a todos hacia el minuto 35 y terminó por irritar a los que no lo estaban ya cuando al final del primer tiempo se enterró definitivamente toda esperanza, tras un rato en el que sí recordó al equipo que venimos viendo últimamente.

En el equipo, raro, faltaban muchos titulares de peso. Salir sin Arda, Koke, Miranda o Raúl puede ser comprensible si se quitan uno, dos de ellos; quitar a los cuatro es, hoy por hoy, complicado de justificar aunque sencillo de denunciar a toro pasado. Y, aún teniendo claro lo corto de la plantilla, en el equipo titular había muchos jugadores de calidad que deberían haber presentado más batalla al Osasuna por vergüenza torera, por saber lo que estaba en juego y por egoísmo, al jugarse subir en el ranking de jugadores a utilizar por el Míster.

La defensa era prácticamente la titular, exceptuando a Aldecoa en el lugar de Miranda. Una sustitución así podría haber sido entendible si el resto del armazón del equipo se hubiera mantenido tal y como lo hemos visto el resto del año; con tantos cambios, un eslabón débil por línea era demasiado arriesgado. Pero por delante de la defensa jugaron Mario, Gabi, Diego y Adrián, con dos puntas, Villa y Costa, a ratos en 4-1-4-1, a ratos en 4-4-2. Sobre el papel, un equipo muy ofensivo con dos jugadores de contención y destrucción y cuatro atacantes, algo raro en Simeone y más parecido al 4-2-4 de los tiempos de Aguirre en los que el equipo, con atacantes formidables (Maxi, Simao, Agüero, Forlán), tendía a partirse en dos a la primera de cambio. El equipo de Aguirre basaba su juego en la capacidad de los de arriba para meter más goles de los que encajaba la defensa y en ocasiones recibió correctivos llamativos; quizás como homenaje a Aguirre, el Cholo sacó en Pamplona un equipo con riesgo de romperse en dos, esto es, justamente lo contrario del principio básico del gran Atleti de los últimos tiempos.

Y aun así, el extraño equipo que alineó Simeone debería haber presentado más batalla. En la media salía Marío Suárez, internacional por España (para sorpresa de muchos, sobre todo el que suscribe); Gabi, capitán del Atleti y firmante de magníficos partidos; Diego Ribas o Rivas - que a esta hora no se sabe si es con b o con v porque de ambas formas uno lo ve escrito - fino pelotero con peinado estilo “Retorno a Brideshead” y exquisita conducción de balón; Adrián, recordado por una excelente temporada cada vez más lejana; David Villa, intuitivo goleador en los últimos años de su carrera a quien no puede haberse olvidado de sopetón todo el fútbol que ha visto y jugado y Diego Costa, quizás el delantero más en forma en lo que va de temporada y goleador temible donde los haya. Esto es, momentos de forma aparte, filias y fobias personales aparte, el equipo tenía jugadores como para haberlo hecho muchísimo mejor, como para haber levantado el resultado tras el 1-0 y hasta el 2-0, como para haber impuesto galones y ambición y haber rascado un empate que habría servido de más de lo que a primera vista parece.

No fue así. Despistado e inocente, el equipo no dio una. Cometió fallos en defensa y no consiguió atacar con claridad. Perdió en los choques y perdió en los regates. Dejó huecos entre líneas que hicieron cómoda la vida del Osasuna y en especial de su portero, a quien faltó sacar un termo y una novela de Estefanía para echar la tarde. El Atleti sacó un equipo llamado a tener más el balón y atacar de forma incisiva pero lo que le salió fue un equipo blandito y sin espíritu, un equipo con vocecita y cara de señor de pueblo perdido en el metro de Londres como el que sacaba Manzano, un equipo bien peinado pero incapaz de cambiar una rueda pinchada y hacer lo que de él se espera. El Atleti, duro y correoso todo el año, fue inocente y facilón en un estadio en el que hay que ser exactamente lo contrario. Un equipo, en fin, blandengue como aquél hombre al que despreciaba el Fary.

3. Los jugadores (algunos, no todos, oiga)

En defensa salió Aldecoa y uno pudo pensar bueno, vale, es posible, viendo el buen nivel de Godín en los últimos partidos y lo que ha venido haciendo Aldecoa cuando ha salido puede ser una buena cosa dar descanso a Miranda, incluso si Filipe Luis, recién vuelto (y antes de tiempo) de una lesión complicada necesitará más apoyos. Pero bueno, sí, bien, nos puede valer. Pero Aldecoa no estuvo bien, y tuvo algunos fallos de colocación que confirmaron que Miranda y Godín, Godín y Miranda no son negociables en partidos serios. Si añadimos la reciente vuelta de Filipe Luis y el partido regularcete de Juanfran, Aldecoa mostró más costuras de las deseables en circunstancias adversas, más en todo caso que las mostradas hasta el momento.

Por delante de la defensa, en un puesto clave, salió Mario. Como es habitual en Mario salvo en algún partido grande, Mario estuvo frío y fallón, desconectado de sus labores en momentos importantes, sin la concentración ni el oficio que se exige en ese puesto en partidos en los que hay cosas en juego. Mario es en todo caso un jugador extraño: a ratos defiende lejos del rival al que debe encimar, otras veces se pasa de vueltas. Pierde balones sencillos dejando el equipo en inferioridad, y luego hace buenos pases en profundidad que permiten lucirse a los delanteros. Más sorprendente aún es su capacidad para, siendo un jugador blando que no impone ni encima, llevarse tarjetas por faltas fuera de momento y sitio que obviamente no responden a su fogosidad y compromiso físico con la causa, sino más bien a un misterio insondable, a un plan sorprendente que sólo él conoce o, más probablemente, a una preocupante falta de luces. Su cambio al medio tiempo, junto con la ausencia de otro especialista en su puesto de cara al partido del próximo domingo, plantea un problema de difícil solución.

Diego Rivas o Ribas firmó su cuarta derrota en cuatro partidos como titular, y aunque esto no sea más que una anécdota no deja de tener su aquél. Diego, recibido con honores de ejército de liberación en su vuelta al Calderón, no acaba de engranar en el entramado físico y el estilo de robar y salir del Atleti de Simeone. Diego, caracoleador y horizontal, siempre fino a la hora de conducir el balón con estilo y la manita plegada hacia atrás, no parece diseñado para un equipo en el que la posesión no importa tanto como la intensidad, en el que aporta más el que roba y da rápido un balón que el que toca y toca y gira y busca un pase para los cromos, en el que vale más ser aguerrido y mal peinado que fino y con la raya a un lado. Diego, buen jugador, puede o bien adaptarse al juego del equipo como ya hiciera allá por la Europa League ganada al Athletic o bien convertirse en recurso, alternativa, revulsivo o como quiera llamarse al tipo de jugador que sale desde el banquillo o como titular en partidos muy concretos para cambiar una dinámica de juego, abrochar un marcador, buscar las cosquillas a un equipo cerrado o abrir con sutileza la cremallera trasera de un rival vestido de mujer fatal.

Adrián parece, tras la enésima oportunidad desaprovechada, definitivamente perdido para la causa. Ni en defensa ni en ataque, ni en una banda ni en otra, ni pasando ni construyendo ni driblando ni tirando recuerda Adrián al Adrián imprevisible y genial de hace unas temporadas, el Adrián que firmaba goles imposibles y pases al hueco donde nadie esperaba. Adrian, triste y dubitativo, lleno de miedos y de inseguridad, resulta especialmente desesperante en las fases del juego en las que el partido reclama rabia y dientes apretados, fases a las que Adrián responde con pérdidas fáciles en malos momentos y cara de estar despistado, desorientado en tierra ignota. Su continuidad en la plantilla y su presencia en partidos de aquí a final de liga resultaría difícil de justificar.

Si al pobre rendimiento de los mencionados se añade el raro partido de Juanfran, mechado de fallos, la enésima ausencia de Villa (cuya suplencia en favor de Raúl García resulta a día de hoy indiscutible)  y el errático partido de Gabi y Costa, no es de extrañar el mar de dudas en el que se encuentra el aficionado rojiblanco, tristón y agotado hoy tras una noche de pesadilla en la que se le aparecieron, entre risas de Vicent Price, Musampa, Maniche, Novo, Richard Núñez y Manzano con gorra de tractorista.

4. La intensidad, el tono y el timbre

La clave de todo, dejando de lado la extraña alineación de Simeone y el mal partido de casi todos los jugadores, parece la falta de intensidad. La intensidad, santo, seña y bandera de este Atleti cholero, incómodo y dominante que parece dormido en el último mes, es más fácil de obtener cuando no se agolpan en el campo jugadores de naturaleza poco combativa, como ocurrió ayer. La intensidad, que hace desmoronarse equipos rivales y obtener victorias casi por inercia, es complicada cuando se incluye un tipo por línea – a veces dos – sin el nivel ni la costumbre de competir cada balón como si no hubiera otro, de jugar el primer minuto de cada partido como si fuera el último partido de una final. Aldecoa, Mario, Diego, Adrián, Villa son jugadores que no tienen ese gen rocoso, esa furia interior que hace avasallar rivales cuando las cosas se ponen feas y estar concentrado al 100% durante todo el partido. Sí lo tienen de manera natural Godín, Cebolla, Raúl, Gabi o Costa, y Simeone ha conseguido inocularlo en Koke, Arda, Filipe o Juanfran. Algunos se han quedado a media pista en esto de la intensidad y, siendo necesarios para dar descanso al resto, su presencia en el equipo debe dosificarse por alineación, limitarse a uno o dos elementos. Esta sencilla ecuación nos lleva a uno de los problemas del equipo: lo cortito de la plantilla.

Con una plantilla corta, basada en un claro equipo titular con uno o dos jugadores de garantías para entrar y salir del mismo, es complicado mantener el tono a estas alturas de campeonato. Simeone lo sabía y, visto lo visto, aportó dos soluciones: reforzar el equipo con jugadores de teórico talento para guardar el balón y poder aportar al equipo sin demasiado desgaste físico, como Sosa y Diego, y adaptar la identidad del equipo durante los meses del valle físico, con menos presión arriba, menos toques a rebato y más control en la salida de los balones. Ni una ni otra solución parecen haber funcionado y, hasta el momento, sólo cuando el equipo juega como ha sabido jugar la primera vuelta, esto es, presionando arriba, con apoyos constantes para recuperar balones y buscando más la salida en pocos toques que la posesión, ha funcionado.

Ese y no otro parece ser el timbre característico del equipo, su personalidad, su reconocible estilo ganador. Cuando el equipo ha jugado a otra cosa – bien forzado por el rival, bien por la alineación, bien por bajón físico -  se ha resentido. La conclusión, obvia a principios de temporada, parece confirmarse a estas alturas: con el equipo titular jugando a lo que sabe, es muy difícil que el equipo pierda; con sólo un equipo titular jugando todas las competiciones con un ritmo físico tan alto, es muy difícil mantener el tipo; con una plantilla corta, es muy difícil dar relevo a los compañeros que se van fundiendo. La conclusión lleva a una reflexión que va más allá del partido a partido: con este bloque y este estilo, con unos pocos refuerzos en forma jugadores de clase media-alta, sin figuras, el equipo mantendría intensidad, tono y timbre durante muchos más partidos, probablemente hasta el tramo final de temporada. ¿Se habrá dado cuenta alguien por la zona del palco?
Entre tanto, y por si alguien dudara, a pesar de los derrapes seguiremos confiando. 

domingo, 16 de febrero de 2014

Los sábados milagro (o cómo sacar conclusiones irrefutables en cinco minutos)


En sábado lluvioso, que es una lata, y a las tres y media, que es muy pronto para ir al fútbol - pero aún así es mucho mejor que a las diez de la noche -, se fue la hinchada al Calderón a ver si era verdad todo eso que le habían contado, es decir, si era cierto que el Atleti estaba en fase terminal, si era hora de preparar el entierro de su equipo tras la eliminación de Copa en semifinales y un mal partido (con cosas raras) en Almería, esa defunción que anunciaban con media sonrisilla tertulianos y medios de comunicación afines al statu quo, esto es, todos.


Tras los últimos resultados, la prensa casi unánimemente dio por difunto al Atleti. “Se acabó”, vino a decir alegre la prensa, exultante y casi aliviada por ver cómo el Atleti perdía contra el equipo de los pocos, pobres diablos que aún siguen comprando periódicos deportivos para leer en él lo que quieren leer, independientemente de que tenga algo que ver con la verdad. “Ya os lo dijimos”, vino a decir la prensa con la alegría del que comprueba que al niño vecino se le rompió por fin el juguete que le trajeron los Reyes, ese juguete que él quería para sí y que, al no tenerlo, al menos esperaba ver roto más tarde que pronto. “Pobres ilusos”, venía a decir la prensa sin reparar en que gracias a que algunos equipos plantan cara con sangre y sudor a dos empresas multinacionales superprotegidas su oficio puede tener más sentido y la competición en que este oficio se basa, más interés. “Al fin y al cabo es lo normal”, decían los medios poniendo cara de papá consolando a su hijo tras haber metido éste los dedos en el enchufe a pesar de las advertencias, con cara de “mejor que lo aprendas tú solo, así no te volverá a ocurrir”.  “A ver si al final lo que dicen estos es verdad”, terminó por preguntarse parte de la afición colchonera, ante la insistencia de la prensa patria y especialmente madrileña y su estilo voceras de gordo en mercedes que no respeta los pasos de cebra. “Pues quizás tengan razón”, dudaron algunos a pesar de las cifras y los números y la realidad.

Algunos dudaban por la presión de lo que se decía en periódicos, radios y televisiones, aunque ya no dudaban tanto tras pensar eso de “un momento, el Atleti es líder en liga con 57 puntos, ninguno de ellos regalado y sí alguno escamoteado”. Algunos dudaban aunque sabían desde hacía meses que en enero – febrero el equipo experimentaría un bache debido a lo corto de la plantilla y a la utilización intensiva de un grupo reducido de jugadores dedicados a un fútbol de altas revoluciones y mucho desgaste. Quizás la duda era menor cuando se recordaba que ese equipo prodigioso que en casa gana casi por inercia y que fuera pelea como no recordábamos era el que había realizado un mes de enero asombroso a pesar de la sucesión de partidos complicadísimos en liga y copa. También se encogía la duda cuando se caía en la cuenta de que  durante los partidos del bache el Atleti no ha tenido a Courtois, Filipe Luis o Tiago, tipos absolutamente esenciales en el equipo cuya ausencia, además de hacer entrar suplentes menos competitivos, provocó cambios en el dibujo que casi nos sabíamos de memoria y la pérdida de puntos en liga por un fallo del portero, algo casi olvidado. La duda era quizás más débil cuando se analizaba lo ocurrido en la semifinal de Copa que se perdió dolorosa y escandalosamente por cinco goles a cero, si bien dos de ellos fueron en propia meta en el partido de ida y dos de ellos de penalti en diez minutos en el partido de vuelta, algo raro que no justifica la mala imagen dada ni alivia la realidad de haber sido eliminados de forma justa y clara pero sí relativiza el dramatismo del momento. Y todo ello a pesar del entusiasmo periodístico por ensalzar la imbatibilidad de un portero prohijado que reclama polvos de talco, por anunciar como soñada una final de Copa que habrán soñado ellos pero no el resto, por mostrar su alivio ante la repetición cansina de ese partido que se juega todos los años cuatro veces o cinco veces y al que la profesión, antaño admirable, plural y digna, apuesta ahora todos sus ahorrillos para vender dos semanas de periódicos y que no le regañen los accionistas.

“¡El Atlético ha vuelto!”, eso sí, titula hoy la prensa anunciando el milagro que sólo ellos, que inventaron la defunción por su cuenta sin que opinara ningún forense, han detectado. Para leer la buena nueva, eso sí, hay que bajar y bajar en la página web de los diarios deportivos, que sepultan la resurrección formidable bajo noticias y noticias sobre las opiniones de los jugadores del tercer equipo de Madrid sobre el mar y los peces, video-piezas sobre los cinco taconazos hechos en un entrenamiento (verídico) por un mediocre jugador internacional que es un monumento a la torpeza y mezquindad, y sesudas reflexiones sobre la infinita proyección mundial de un jugador joven llamado a romper todos los récords habidos y por haber (con el que ya son al menos tres cracks mundiales con infinita proyección mundial llamados a romper todos los récords habidos y por haber detectados por la sagaz prensa deportiva desde el principio de la temporada, de los que se ha dejado de hablar poco después en los dos primeros casos). “El Atlético ha vuelto”, dicen los que en el fondo se alegran de que no sea así (porque cuando el Atleti no va tan bien el periódico vende más y su jefe está más contento), los que defienden a capa y espada la indefendible gestión del palco, los que callan ante realidades y sentencias judiciales que deberían ser denunciadas y aireadas para sonrojo de muchos. “El Atleti sigue ahí”, dicen, tras haber contribuido a crear el bulo de que el Atleti es un equipo violento y sucio que estira y estira el reglamento para llegar ilegítimamente a conseguir metas que sólo están reservadas a los equipos que rigen las ventas de periódicos, cuyas artimañas y ventajas arbitrales quedan sepultadas entre un conformismo lleno lugares comunes, estadísticas irrelevantes, conclusiones infantiles y ese artefacto falso que nadie ha visto pero del que todo el mundo habla, como el Yeti, al que llaman “los valores”. “El Atlético ha vuelto tras una interminable y árida racha negativa de una semana”, tienen el valor de escribir y firmar, redefiniendo el milenario concepto “racha” entre fotos de los galardonados con el Goya en la última edición que fueron invitados al Calderón y a los que se regaló una camiseta con su nombre; uno, por cierto, daría mucho por ver qué pone en la camiseta de Biafra y si hubo algún intercambio de frases entre él y Cerezo.

Y el problema, a estas alturas, no es que la prensa interesada mate y resucite equipos según le convenga, no es que se ningunee al Atleti o a cualquier otro equipo poniéndole continuamente a la sombra de los clubes productores de edredones licenciados y demás merchandising por cupones, no es que se eleve a noticia una idiotez y se silencien cosas importantes. El problema no es que los medios arrimen el ascua a su sardina continuamente, que reflexionen sobre todo lo que ocurre y deja de ocurrir con un infantilismo sonrojante, que traten a unos y otros con distintos raseros. Todo eso lo sabemos hace tiempo y responde a una realidad comercial que, guste o no, es la que hay. El problema verdadero es que hay aún quien se cree estas cosas, quien se preocupa no por lo visto con sus propios ojos sino por lo que le cuentan que debe ver, quien acorta los plazos para sacar conclusiones al ritmo que le marcan los medios, quien cree lo que no quiere creer sólo porque se lo dice alguien sin ninguna credibilidad.

Simeone lo dijo hace poco en una entrevista en la televisión, mirando a cámara: “No hagan caso de lo que oyen por ahí”. Tomemos nota.
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Salió el Atleti al campo recién comido y con cara de decir esta es la hora de la siesta y no de jugar al fútbol, oiga, y se encontró con un equipo vestido de morado y negro con detalles naranjas fosforescentes, mezcla cromática sin duda inspirada por la escena de una adusta cofradía de nazarenos vallisoletanos cambiando una rueda en plena autopista camino de la estación de penitencia. Para atenuar la chocante elección de colores para dorsales y letras que ha hecho el audaz diseñador de la segunda equipación del Valladolid, el Atleti casi en pleno salió con botas naranjas. Desde estas humildes líneas llevamos años defendiendo la vuelta a la sobria bota negra, despreciando colorines y fosforescencias, anhelando la vuelta de la fina bota Patrick de dos rayas, de la contundente bota Cejudo de ancha raya única y refuerzo en el talón, y de la bota Adidas Kaiser, sin concesiones a la galería. La lucha, aunque larga y dura, continua y continuará aunque en la tropa se notan signos de agotamiento, como por ejemplo el haberse acostumbrado al enjambre de pies naranjas que últimamente pululan por el césped de Calderón, haciendo llamativo el ver una bota de otro color.

- Botas negras llevaba Diego Costa hasta que ha conseguido patrocinador
- Cierto. ¡Maldita sea!

La grada, medio vacía e impermeabilizada, esperaba el partido con algo de intriga, en parte ansiosa por ver cómo el equipo desmentía las sospechas que la prensa había vertido sobre él, en parte esperando ver de nuevo al equipo correoso y físico, duro al defender y talentoso a la hora de robar y salir que se vio no hace tanto tiempo en casa, el día de la Real Sociedad. El día de la Real Sociedad, que es un buen equipo en un buen momento, el Atleti metió cuatro goles y se puso líder para, inmediatamente después, verse visto envuelto en una espiral catastrofista alimentada desde varios sitios. Lo que para cualquier otro club habría sido un derrape dentro de una temporada magnífica se presentó como el inevitable principio del fin, el ocaso de un equipo limitado que sólo podría competir al límite durante unos meses para después hincar la rodilla ante los poderosos. El partido del Valladolid llegaba en un momento importante, el momento de demostrar si el Atleti podría seguir compitiendo o definitivamente dejaba el camino libre a los que se creen dueños exclusivos del cortijo.

La grada deseaba encarrilar pronto el partido, llegar tranquilos al descanso, no pasar fatigas ni sufrir en el famoso último cuarto de hora del Calderón. La afición deseaba mientras tomaba café cortado en los bares antes de entrar al estadio que el Atleti marcase rápido, que no diera opción durante el primer rato de partido, que el Valladolid tuviera claro desde el principio que ahí no se iba a rascar nada. Y el Atleti, como siempre este año, respondió. A los cuatro minutos marcó Raúl García un buen gol de disparo fuerte y ajustado en una jugada ensayada; poco después  Raúl García metía un pase en profundidad y Diego Costa marcaba un buen gol, levantando el balón por encima del portero.

Mejor aún, el Atleti daba varias sensaciones aparentemente aparcadas en algunos partidos del último periodo. Desde el primer momento se vio al equipo muy vivo físicamente, presionando más arriba, más lejos del área rival que durante los partidos de enero, ansioso por robar y resolver pero sin caer en precipitaciones. La presencia de Mario, frío y desesperante a veces, permitió a Koke y Gabi estar más cómodos, dejando claro lo esencial de un medio centro más anclado por delante de la defensa para permitir la salida de Gabi a presionar rápido y robar balones, en lo que es un jugador totalmente escandaloso. Raúl, valioso cerca de la puerta rival y también generoso a la hora de echar una mano en el centro del campo permite acelerar los robos y alimentar a Diego Costa con los balones que tanto le gustan. Aldecoa cumple cada vez más cómodo, Insua deja dudas y Godín, enorme en el partido de ayer, se siente cómodo llevando el peso de los galones en defensa cuando no está Miranda, y se atreve a salir jugando, llegar al remate en contraataques y a marcar de cabeza; ayer metió el tercero y nos alegró especialmente, visto su partido.

Analistas y periodistas cortoplacistas quizás tengan la tentación de sacar conclusiones definitivas tras el partido de ayer. Al fin y al cabo, si han matado y resucitado al equipo en semana y media, bien pueden llegar a verdades de vigencia milenaria tras los últimos noventa minutos. Algunas conclusiones sí pueden sacarse. La primera, que el Valladolid no es un equipo fuerte; tiene algún jugador aseado e interesante como Álvaro Rubio y juegan sin dar ni una sola patada, algo de agradecer y a valorar. Sin embargo, no parece que con esa apuesta vaya a ser capaz de andar cómodo en muchos campos. La segunda conclusión provisional es que los jugadores andan mejor físicamente. A pesar de la carga enorme de partidos, ayer se vio mucho más vivo al equipo, rápido, entero y mordiendo arriba sin mayor problema, probablemente con la ayuda inestimable del amable rival y de la excelente planificación física del Profe Ortega. Otra conclusión: la presencia de un cinco, sea Mario o Tiago, permite al resto de la media y sobre todo a Koke aportar más en ataque y en defensa. Con Tiago lesionado, Mario y su querencia a la frialdad y el despiste y Guilavogui cedido por no convencer, parece claro que es un puesto a vigilar y reforzar. Y una última conclusión a modo de pregunta: ¿juega el equipo mejor con Diego o sin Diego? Diego, que es un jugador excelente, parece llamado a jugar como segunda punta, bien en vez de Villa o de Raúl, o quizás dentro del medio campo haciendo labores creativas similares a las que hace Arda cuando éste no esté. Diego, sin embargo, hace un juego de posesión y toque que aún no parece engranar bien con el resto del equipo, acostumbrado a ceder la posesión, robar y salir. Ayer el equipo, sin Diego, se pareció más al Atleti arrollador de los primeros partidos de la temporada, aunque es complicado decir si fue así por la ausencia de Diego, por el mejor punto físico del resto o por la bondad del visitante. Veremos si en futuros partidos Diego se va encajando, veremos si apunta a titular o bien a alternativa, veremos qué decisiones se toman desde el banquillo.

El Atleti ganó cómodamente un partido sin complicaciones y dejó claro a todo el mundo que sus rasgos de identidad siguen ahí. Tras algunos partidos más metido atrás, quizás más cansado y más titubeante a pesar de los buenos resultados de enero, al Atleti se le ha querido matar; ahora se le querrá volver a matar y a resucitar dos veces por semana de aquí a unos meses. Por ahora, partido a partido es el equipo, y no la prensa interesada, quien tiene que decir en qué punto está cada cosa. El equipo podrá ganar, empatar o perder pero lo hará por lo que el equipo merezca, no por lo que decidan los portadistas deportivos.  Mientras tanto, sigan el consejo de Simeone: “no hagan caso de lo que oyen por ahí”. Parece que él tiene claro cómo seguir adelante, tan claro como el increíble control que ayer hizo, con sus zapatos de suela, durmiendo con un toquecito sutil un balón despejado en largo que acabó cerca del banquillo, levantando una ovación en la grada.

sábado, 1 de febrero de 2014

El Hombre Que Obró El Milagro

Singular, único, hosco, distinto. Calentando con pelliza, cogiendo de la pechera a estrellas internacionales, saltando con las piernas abiertas y los brazos levantados tras meter un golazo en una final de Copa de Europa. Enfadado, socarrón, dejando dudas sobre si hablaba en serio o en broma. Con gafas, rascándose la barba de tres días, con problemas para sujetar la prótesis dental al gritar “Solozábaaaal”. Diciendo verdades como puños, enfrentándose a viento y marea, rechazando un ramo de flores por ser del color equivocado, vestido a rayas rojiblancas y pantalón azul pegadito. Metiendo el primer gol del Atleti en el Calderón antes que los demás, sabiendo las cosas mucho antes que los demás.

Motivando a un jugador y levantando ampollas en Inglaterra, echando sal a esas mismas ampollas en una rueda de prensa convocada curiosamente para intentar solucionar el lío. Arriesgándolo todo al prescindir de un jugador superprotegido por pensar – y saber- que era lo mejor para el grupo, yendo contracorriente, encarando el temporal con la cara alta. Aguantando lo inaguantable, recibiendo insultos y provocaciones del público y el intolerable tratamiento de una prensa desquiciada y extremista. Desdiciéndose varias veces, siguiendo fiel a su idea, llevando finalmente a la selección a ganar su primer título de la era moderna y abriendo la puerta a un éxito que algunos se empeñan en atribuir sólo a otros. Diciendo a un delantero centro del Atleti que en esa final marcaría, llamando “Walas” al capitán rival, haciendo reír a un montón de jugadores que salían a jugar contra la historia en el momento en el que a uno le sale todo menos la risa. Abandonando discretamente del campo mientras los jugadores celebraban un éxito que era sobre todo suyo, sabiendo que no tenía ya contrato y que la obra de arte que había creado la disfrutarían otros; “capturado” finalmente por los jugadores que sí sabían la verdad y manteado con honores de héroe ante la mirada de un país feliz que meses antes le faltaba continuamente al respeto.

Dando voces desde el centro del campo, dando voces desde la banda. Metiendo goles de falta, haciendo ganar al equipo en su etapa más gloriosa. Pasando de jugador a entrenador en una noche, calentando antes del partido, regañando a los jugadores desde el banquillo, regañando al árbitro que a su vez le regañaba a él por pisar el escudo del Club de sus amores. Entrenando a equipos rivales, metiendo presión desde otro banquillo cuando el Atleti podía conseguir el Doblete, levantando equipos muertos y llevándoles donde nunca imaginaron. Volviendo a casa renunciando a objetivos mucho más agradables, cuando el equipo andaba en Segunda y se necesitaba la ayuda de alguien de la casa que pusiera de una vez por todas orden, a pesar de haber estado enfrentado abiertamente con la directiva. Charlando del Atleti con otros veteranos, dejando claro que el Atleti fue su vida, dejando claro lo que significa este equipo.

Dando una charla táctica que acaba en pizarra destrozada y un párrafo para tatuar en el pecho de cada seguidor rojiblanco.

“Ustedes son el Atlético de Madrid y hay 50.000 dentro que van a morir por ustedes. Por ellos, por la camiseta, por su orgullo, hay que salir y decir en el campo que sólo hay un campeón y va de rojo y blanco.”

Y con esto no hay nada más que decir.

Así recordamos y recordaremos siempre a Luis Aragonés
Descanse en Paz, Don Luis Aragonés, orgullo del Manzanares.


Gracias infinitas por habernos hecho tan felices.