domingo, 15 de marzo de 2015

Reflexiones sobre la rachita (de marras)

Llegó Irlanda a Cardiff y jugó, de largo, su peor partido del 6 Naciones, dejando a los aficionados vestidos de verde con cara de bobo y sin más remedio que pedir otra pinta de Guinness, qué se le va a hacer, oiga.

Llegaba a Irlanda a Cardiff imbatida y tras mostrar el juego más sólido de todos los aspirantes: agresiva en delantera, con Sexton de almirante, con dos centros fantásticos y al menos un ala de nivel, Bowe. Irlanda partía como favorita, y eso que contra Francia los galeses habían dado muestras, una vez más, de que lo suyo es ir subiendo de nivel según avanza el torneo y que el partido de Cardiff podría parecerse más a la primera mitad contra Inglaterra del partido inaugural que a la segunda parte de ese mismo partido, donde los galeses se cayeron con todo el equipo.

Pero Irlanda, que soñaba con ganar y tener opciones de firmar el tercer Grand Slam de su centenaria historia, ahí es nada, salió como salió el Atleti en Valencia en aquel partido anómalo en el que encajó 3 goles en diez minutos. Doce cero perdía Irlanda a los 14 minutos, doce cero ni más ni menos, tras conceder golpes y golpes en campo propio, mala cosa cuando el que patea es Halfpenny. Al despiste inicial, del que el equipo se fue recuperando poco a poco como el Atleti en Valencia, se juntó el extraño y pobre partido de Sexton, poseído por el espíritu de Siqueira. Sexton, guía del equipo en Dublín contra Inglaterra y Francia, falló patadas fáciles y erró tiros a palos, placó bien pero forzado por no estar necesariamente en su sitio y llegó a desconectarse totalmente del partido en un momento en el que ni llegó a ver el balón que le pasaba un compañero, pendiente como estaba de preguntar la receta de Irish Stew a su primer centro. Más de uno por Limerick lamentó la extraña lesión de Ansaldi en ese momento.

Aunque Irlanda se fue 6 abajo en el descanso, una diferencia más que asequible, los irlandeses no parecían ver claras las cosas que tan claras se ven desde los pubs tras tres o cuatro pintas. Mucho más cómodos jugando por dentro que por fuera, no siempre eligieron la vía más lógica para hacer daño a los galeses ni Murray imprimió el ritmo de delantera que el partido parecía necesitar. Perdieron touches, cometieron errores en pases y melés y aún así protagonizaron, junto a la increíble defensa galesa, 5 minutos de rugby inolvidable con 32 fases en 22 galés en las que ni unos ni otros cometían errores, seguidos de otras 10 o 12 fases de continuidad asombrosa que terminaron, oh cruel destino, en golpe de castigo, sólido contraataque galés, nuevas fases en 22 esta vez verde y un ensayo de Scott Williams que no transformó Halfpenny. Preciosos momentos de rugby llenos de emoción, casta y ganas por parte de 30 titanes de rojo y verde, magnífico momento del 6 Naciones 2015.
                                                
La furiosa reacción irlandesa, mal terminada con un avant normalmente fiable Cian Healy, dio lugar a un posterior ensayo de castigo cuando el maul verde parecía entrar con facilidad en zona de ensayo. Con cuatro puntos de ventaja Halfpenny volvió a transformar y dejar en 7 la diferencia, dando paso a 5 últimos minutos de torbellino desesperado irlandés en busca de un empate salvador, un sin bin de Jonathan Davies y el final de un partido que Irlanda pudo ganar pero perdió por sus propios errores y por el buen juego de los galeses, listos al aprovechar la empanada inicial irlandesa, a remolque pero solventes a la hora de despejar la  marea verde. Como resultado, Irlanda se fue con la sensación de haber perdido un partido ganable y el amargo sabor del Grand Slam ya imposible. Gales se fue eufórico por estar con tres victorias y una posible cuarta cuando la cosa pintaba fea tras la derrota contra Inglaterra,  y aunque queda lejos de poder ganar el torneo por diferencia de puntos, su último partido se presume un paseo ante los italianos.

Con Inglaterra ganando la Calcutta Cup a una Escocia estupenda en el primer tiempo y forzada a entregar las llaves del castillo en el segundo - ante la facilidad con la que los ingleses, sobre todo ese ramillete de excelentes jugadores con tono de piel algo más oscuro de lo que es norma en Exeter que tanto vigor y brillo están dando al equipo, terminaron por llevarse por delante a la defensa escocesa – el torneo queda abierto, pero quizás no tanto. Irlanda debe ganar en Edimburgo por 4 puntos más de la diferencia por la que Inglaterra gane a Francia. Sobre el papel, Irlanda es clara favorita ante Escocia, que intentará evitar la cuchara de madera con todas sus fuerzas en casa, algo no necesariamente fácil. Inglaterra recibe a los franceses en un partido que desafía a la lógica, en la que los franceses no deberían claudicar pronto tras el horroroso torneo realizado. Una paliza de Irlanda en Edimburgo, algo pensable, pondría una presión inmensa sobre los ingleses, primeros de la clasificación ahora para rabia del resto de equipos, obligados entonces a ganar también de paliza a un equipo, el francés, de los que pican desde el suelo cuando parecen batidos.

Dos candidatos, dos partidazos el sábado que viene, mucho que jugarse en el torneo más bonito del mundo. Disfrutemos. 
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El Atleti empató en Barcelona en un estadio que ahora se llama El Estadio Pogüeréit y cerró con ese empate una racha la mar de mala, la peor que recordamos desde el Advenimiento del Cholo: tres empates en liga, una derrota en Champions.

La racha, ya conocida como “la rachita”, se puede ver, como casi todo, desde dos puntos de vista. Para el que suscribe, el Atleti perdió merecidamente en Alemania, en un partido en el que el rival fue físicamente más fuerte y tuvo más ambición que los nuestros, algo desarbolados por el vendaval. Aún así, el Atleti trajo un resultado malo pero no tan malo, remontable sin duda, incómodo por supuesto, decepcionante si uno mira el resultado de las últimas visitas europeas del Atleti salvo al Pireo, molesto como esos seguidores de Twitter que le dicen a uno lo que debe hacer sin haberse siquiera presentado y, además, con faltas de ortografía.

Días después el Atleti empató en Sevilla un partido jugado de forma reservona pero inteligente: salir a tumba abierta ante el Sevilla en su casa, estadio en el que no pierde desde hace meses, podría haber sido garantía de derrota y de haber elevado varios grados la inclinación de la cuesta arriba que tenía por delante el equipo. El Atleti jugó de manera feota pero sensata y si Griezmann está un poco más atento, habría podido hasta llevarse un partido que Torres abrió a base de carreras desde su supuesto declive físico. Un empate ante el Sevilla, protagonista además de una muy buena temporada, no debería ser un problema mayúsculo ni motivo para saltar por el ciber-viaducto, deporte favorito de muchos puristas y visionarios con querencia a respetar a los rivales menos de lo que la lógica y la cortesía recomiendan.

La semana de después, ante el Valencia en casa, el Atleti jugó un muy buen primer tiempo y un discreto segundo tiempo en el que el desgaste físico terminó por hacerse más que evidente. Ahí parece que el Atleti anda más limitado que el año pasado, en el que el valle de la preparación no fue ni tan prolongado ni tan hondo como en éste. Con un buen Valencia cerrado atrás durante buena parte del partido, el Atleti consiguió dominar el juego y controlar el riesgo, ponerse por delante en el marcador y transmitir la sensación de que el equipo se llevaría un partido táctico y áspero de los que no gustan a los comentaristas de televisión pero que algunos, como el que suscribe, apreciamos mucho. Los cambios de Koke, quizás por precaución y/o agotamiento y de Torres, el responsable de que el Valencia estuviera 10 metros más atrás de donde podía hacer daño, descosieron el equipo y la presencia de Mario, blandito, y Mandukic, dimitido y enfadado con el mundo, dieron alas (cortas) al Valencia, que se echó un paso hacia delante en el tramo final del partido. Aún así, si Tiago mete un balón que terminó sorprendentemente en el larguero, ya no habría hecho falta invocar al espíritu de Courtois en ese balón que Moyá, que hace méritos para que la afición le coja manía en muchas de las escasas intervenciones a las que los rivales le obligan, dejó botar en el larguero y terminar en la cabeza de un rival, que ya es mala puntería, oiga.

Contra el Espanyol (partido visto por el que suscribe a trozos y en diferido, todo hay que decirlo), el Atleti jugó bien y lo hizo, además, con 10 jugadores por culpa de la imperdonable expulsión de Miranda, absurdo en su feísima entrada en medio campo, justamente expulsado en mal momento en una acción que implica echar muchas papeletas para que le toque ser suplente de Giménez de ahora en adelante. A pesar de ser menos, a pesar de tener un solo punta, el Atleti llevó la iniciativa, marcó un gol que parecía legal pero terminó anulado y pudo marcar alguno más si no es por el buen partido del portero rival, a quien el que suscribe desea igual acierto en el resto de partidos contra rivales directos, a ver si hay suerte, majo.

El resumen de la rachita de marras, por tanto, sería lo que los científicos y metafísicos llaman “negativo pero no tanto”, “malo pero poco” o incluso “pues mal, sí, oiga, pero tampoco se tiren Vds al río”: 3 puntos de 9 en liga, en efecto, pero con resultados explicables, sin debacles ni motivos para tirar la toalla, y una derrota por la mínima en Alemania, sí, ante un buen equipo al que sólo cupo felicitar y dar la mano, citándole para la vuelta.

¿Es esta la opinión dominante? Pues ni idea, oiga. Uno, a estas alturas, ya no sabe lo que la gente opina. Quizás nunca lo supo, también es verdad, pero en estos tiempos es todo cada vez más confuso. Si uno hojea los medios, por ejemplo, se da cuenta de que por arte de birlibirloque al Atleti vuelven a llamarle “el Campeón”, el sobrenombre que no leíamos desde Mayo del año pasado. Eso sí, la denominación lleva trampa: “el Campeón no pasa del empate”, “el Campeón pincha en nosedónde”, “el Campéon pierde las llaves del trastero y se queda sin estufa catalítica”. La prensa, que es simpatiquísima, recuerda ahora quién es el campeón;  qué cosas tiene la prensa, oiga.

Peor se pone la cosa si uno mira a las redes sociales, ágora moderna en la que expertos en todo tipo de materias discuten con vehemencia y faltas sintácticas sobre las grandes preguntas de la Humanidad. En lo que se refiere al Atleti, elemento favorito en muchas conversaciones de enjundia, convergen en discusiones profundísimas de las de a-140-caracteres-el-argumento varias familias de expertos. Por un lado, opinan los Atléticos Catastrofistas de los Últimos Días, secta que anuncia, basándose en señales bíblicas y lectura de órganos de animales sacrificados, el final del Cholismo y la vuelta a los oscuros tiempos de Novo y Musampa, deidades del Averno que acechan en los umbrales para arrastrar al Atleti a la sima de lo huesos. Cercanos pero no mezclados están los Profetas Rojiblancos del Final de la Alegría, vulgarmente conocidos como Oráculos de los Cojones, que comienzan sus frases con la expresión “esto ya lo venía diciendo yo”, cómodo recurso indemostrable del que prefiere que su opinión prevalezca a ser feliz, jodiendo de paso el domingo a quien tenga la mala suerte de leerles. Alineados con estos últimos, y coincidentes en el solemne recordatorio al pueblo de que esto ya lo venían ellos diciendo desde hace tiempo, participan con vehemencia los miembros de la Liga Juvenil Anticholista, jóvenes duchos en hablar de tiempos que no vivieron con un realismo que insinúa bien el consumo de sustancias adormideras, bien la idiocia más profunda.

Entre la maraña de mensajes que envían estas sociedades secretas se cuelan, además, miembros de aficiones rivales que creen chinchar con sus mensajitos a la paciente parroquia rojiblanca, inocente en ocasiones hasta el extremo de ponerse a debatir con la patulea sobre cosas que no les atañen. Entre estos irritantes visitantes no faltan miembros de la Cofradía del Minuto 93, pesadísimos extremistas que encuentran la solución a todos sus males en un guarismo que suma 12. Tampoco faltan socios numerarios de la Plataforma para la Denuncia del Equipo Violento y el Gol a Balón Parado, jóvenes asociales y con déficit de atención que encuentran en Pedrerol al Mesías que les saca de sus momentos de duda solitaria. También se agregan los Defensores del Xogo Bonito, azote de entrenadores tácticos y plantillas limitadas, que abandonan momentáneamente sus ritos de adoración a la bota de fútbol de color chillón y las cejas depiladas para criticar con fiereza la alineación de cuatro centrocampistas. Por último, las fuerzas referidas cuentan con el valiosísimo apoyo del más numeroso de los colectivos rivales, el azote de la clase media, el brazo armado de la élite deportiva, la fuerza de choque de la más alta casta de aficionados: la Asociación de Aficionados Jajajá, Entente Cordiale que agrupa a príncipes del conocimiento y preclaros analistas de la realidad que comparten la costumbre de apostillar sus opiniones infantiles con la partícula “jajaja” al final de las frases para acentuar su desprecio a las capas más bajas de los opinantes, frases por cierto normalmente construidas de forma torpe e irritante y cuajadas de puntos suspensivos y emoticonos, ese invento diabólico que tanto gusta utilizar a los que imparten doctrina por las redes trazando con autoridad la línea entre lo bueno y lo malo por medio de dibujitos de gitanas y caras sonrientes.
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Entre tal despliegue de sapiencia y futurología, el Atleti juega el martes el partido de vuelta de Champions, un partido que se antoja clave para el futuro inmediato y a medio plazo del equipo. El que suscribe tiene la duda de si el estadio será la legendaria caldera ruidosa que intimida a los visitantes o el frío y desconocido Calderón del día del Valencia, en el que se diría que la mayor parte de la afición contaba con la victoria por decreto, sin pensar que su aliento iba a ser necesario para conseguirla ante un rival bien potente. En el caso de que el estadio sea un clamor, no tenemos duda de que el equipo se verá fortalecido; si la grada sigue fría, arrogante y pusilánime, los primeros perjudicados seremos nosotros.

El que suscribe, naturalmente, confía y mucho en poder pasar el corte. De no ser así, además, está seguro de el equipo planteará batalla hasta el último momento, compitiendo como el Cholo ha enseñado desde su llegada. Si la afición está más pendiente de tener razón que de pasar la eliminatoria, no haremos un favor al equipo.

Digan lo que digan oráculos, críticos y amargos en general, el martes estaremos, como siempre, en la grada. Y acudiremos seguros de que, como siempre, el equipo, nuestro equipo, los muchachos que tan orgullosos nos hacen sentir, darán la cara.

No fallemos.

martes, 3 de marzo de 2015

Maneras de ver las cosas

Pasada la mitad del Torneo, algunas cosas nos van quedando (aún más) claras.

Nos va quedando claro que Escocia, que ha intentado hacer un rugby más alegre y audaz que en ediciones pasadas, no tiene ni la suerte ni la experiencia necesaria para llegar más arriba en el Torneo. No tiene suerte ni para evitar una derrota cruel en casa fruto de un ensayo raro tras un rebote que no era sino un fallo de uno de los más falladores del Torneo, Haimona, ni tuvo suerte para evitar esos diez minutos agónicos en su propia 22, evitando primero que los italianos entraran por riñones aplicados a la melé gracias a un golpe, pero regalando el balón al sacar ese mismo golpe, con lesión del pateador incluida. Tampoco tuvo suerte, ni oficio, ni quizás fuerzas para parar el maul italiano en la otra punta de la zona de ensayo, con un hombre menos por una amarilla en muy mal momento. Escocia, acostumbrada a pasarlo mal últimamente, no merece estas curas de humildad a menos que sea por el sacrilegio de vestir de rojo (se ve que lo de vestirse de España se ha puesto de moda) en el mismísimo Murrayfield.

De Italia hemos aprendido que de Italia no hay que fiarse: fuertes en melé y cómodos en este rugby que nos está regalando tantos mauls, con más oficio del demostrado contra los ingleses y con un punto de fortuna, demostró que aprende y aprende y que, comandado por un Parisse gigante, aprovecha las situaciones que le vienen de cara con maneras de equipo experto, por más que tenga algunos jugadores lejos del nivel que requieren los rivales. Italia se tomó muy en serio un partido contra un equipo en el que vieron fisuras que sólo Laidlaw y Ross Ford, concentrados y con cara seria durante Flower of Scotland, parecieron haber detectado entre los locales, por lo demás relajados durante los himnos.

De Francia parece claro que no tienen casi nada claro. Ni chicha ni limoné, los franceses no son ni un equipo fuerte ni un equipo astuto, no son ni rápidos ni toscos, ni talentosos ni aguerridos. En manos de Gales, irregular y, como el año pasado, en línea algo ascendente según avanza el Torneo, no parecieron tener demasiada personalidad ni demasiadas ganas, si bien es verdad que más acierto en los tiros a palos habrían cambiado mucho la historia. Pero Gales, lejos aún del potencial que esperábamos de esa línea descomunal y esa tercera línea feroz, ganó bien ganado en París tras haber dado muestras de desconcierto en partidos previos, quizás por echar de menos el pantalón blanco que nunca debió abandonar.

De Inglaterra hemos aprendido que, si quieren disputar el Mundial en casa, tienen trabajo por delante y plegarias pendientes para que San Jorge les ayude a vencer a los dragones que en breve subirán desde el Sur. Si bien parecían los claros favoritos (al menos tan favoritos como los chicos de verde) tras los dos primeros partidos, el choque contra el tractor irlandés les ha dejado mal parados. Asustados por la fiereza de los irlandeses, los ingleses no encontraron su sitio ni tirando de los jugadores que más están brillando este año: ni los kilos de Vunipola, ni el incansable trabajo de Robshaw ni los metros ganados por Burrell bastaron para hacer dudar al enorme equipo verde que, si nada se tuerce, debería pensar en hacer, por fin, un buen papel en el Mundial.  

Porque, pasados los dos partidos más duros en casa y pendientes claro está de la visita a Cardiff, lo que parece más claro a un día es que los irlandeses están un punto por encima del resto. Contra los ingleses mostraron un ritmo machacón y demoledor, un juego sin fisuras que mezcla una delantera furiosa en el ritmo pero contenida en los momentos más tensos, dos centros incansables en placaje y la ruptura que están haciendo que la afición respire aliviada al ver soluciones para el vacío que la ausencia de O’Driscoll y Darcy amenazaba, unos alas dinámicos y un zaguero con cara de pocos amigos que se suma a la línea tanto a la hora de atacar como de placar sin dudar un único segundo. Si a este entramado se une el efectivo juego de Murray y, sobre todo, el despliegue descomunal de Sexton, el resultado es un equipo muy difícil de batir, un tractor capaz de subir cuestas empinadas sin bajar el ritmo y, a la vez, capaz de trazar las líneas del viñedo con precisión quirúrgica. Sexton, además, parece haber dado definitivamente el paso adelante, quitándose ese aire de despiste, frialdad o blandura que tuvo en su momento, mirándose más en el espejo de Wilkinson, ese furibundo placador de punto de mira de sniper al que cada vez se parece más el bueno de Jonathan.

Irlanda tiene pinta de saber bien a lo que juega, a conocer sus armas y las de sus rivales, a fiarse de su propio método y posibilidades. Irlanda parece confiar en sí misma y no tener prisa durante los partidos para mostrar de qué es capaz y cómo contrarrestar lo que los rivales proponen. Irlanda, con este equipo que mezcla la rabia incansable de Best o O’Mahoney con la experiencia y poderío de O’Connell, el buen hacer del barcelonés Jordi Murphy (en un día en el que le tocaba la complicada misión de sustituir a Heaslip), la omnipresencia de dos centros con una misión histórica y las dotes de almirante de Sexton (nos sorprende por cierto que nadie haya hecho aún el chiste con “sextante”), tiene pinta de dar muchas alegrías a los que solemos vestir de verde en febrero y marzo.

En Cardiff sabremos más; mientras tanto, sigamos soñando con tréboles.
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Llegaba el Atleti a Sevilla tras el duro partido de Alemania y con la sensación de que el equipo ahora no manda en los partidos con la autoridad de hace unas semanas. El partido de Vigo y el de Leverkusen sembraron dudas en los aficionados y por supuesto entre cierta parte de la prensa, presta a encontrar problemones donde sólo hay problemillas y excitada ante la posibilidad de cantar la caída del equipo del Cholo, esa que vienen anunciando desde hace meses y meses entre publirreportajes de jugadores de equipos rivales y promociones de edredones con escudo oficial.

Las dudas, lógicas, que han dejado los últimos partidos han tenido el curioso efecto de enfadar también a los seguidores del Atleti quienes, más que preocupados, se muestran furiosos por que el equipo no soluciona los partidos fuera de casa a los diez minutos. Tras el partido de Vigo se leyeron en redes sociales amargas críticas al planteamiento táctico, que el propio entrenador había reconocido en rueda de prensa; tras el partido de Alemania se anunció poco menos que el fin de la prosperidad y la paz y, ya al conocerse la alineación del partido del Sevilla, hubo quien se echó las manos a la cabeza y acusó al Cholo de excesivamente conservador, cobarde y mal peinado. Así son las cosas, oiga, que aquí no se perdona una ocasión de hacer saber a todo el planeta Tierra desde el teclado que uno también sabe mucho de táctica, así como de vino, literatura, anatomía, videojuegos, bricolaje, alta política, enfermedades comunes del jilguero, maneras de recorrer el Sudeste Asiático sin contraer enfermedades gástricas ni malgastar el dinero en lavanderías, cubicaje de motores diésel, bares con buena ensaladilla rusa, nombres rusos de mujer, formas de cocinar la patata nueva sin que pierda sus propiedades, organizar eventos multitudinarios con tino y estilo, limpiar el rape asegurándose material suficiente para hacer un suquet  y atarse los zapatos en público sin perder la compostura. Luego, claro está, en la vida real, sin Google, con cara y gafas, las cosas son muy distintas.
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Salió el Atleti al Pizjuán con hechuras de equipo más defensivo de lo habitual, con un solo punta en el campo y dos en el banquillo, muchos centrocampistas por todas partes y menos pellizco de lo deseable, y en ese planteamiento hubo quien vio síntomas de empequeñecimiento del equipo y de las ambiciones del entrenador. Hubo quien se echó las manos a la cabeza y quien rabió por dentro al entender que desde el propio banquillo se habían traicionado sus propias ansias de victoria por rodillo y sin jugar, victoria desde el minuto uno, victoria por camiseteo, por ósmosis, por ciencia infusa. Victoria de las de otros, vaya.

Hubo también, qué cosas, quien vio en todo esto un planteamiento sensato. El Atleti visitaba el Pizjuán, campo complicadísimo en el que el propietario, buen equipo que viene de hacer una primera vuelta fantástica, no pierde desde hace meses. Visitaba el Pizjuán además en un momento complejo, con varios jugadores importantes fuera de punto o lesionados, otros apercibidos y muchos cansados, quizás en pleno valle de su preparación física. Y el Atleti visitaba el Pizjuán en vísperas de un “rally” de tres, cuatro partidos complicados en los que el equipo se jugaría el tercer puesto en la liga y continuar en Champions; quizás perder por arriesgar demasiado conllevaría contentar a la parroquia de inicio a costa del riesgo de convertir el de ya por sí empinado futuro inmediato en un puerto de categoría especial sin avituallamiento. A aquellos que vemos que el Atleti no gana con la facilidad con la que lo hacen otros y no contemplamos la inclusión del aplastamiento sistemático deportivo como una de las bellas artes no nos pareció insensato el planteamiento de Simeone: maneras de ver las cosas, maneras de vivir.

Contra un equipo correoso y fuerte en el centro del campo, de esos que al Atleti no le gustan por ser el reverso de su moneda, el Atleti jugó un partido serio pero no bonito. Demasiado metido atrás y demasiado lejos de la posibilidad de lanzar un contrataque sólo con Griezmann como velocista, el Atleti tuvo poco peso en ataque y mucha solidez en defensa. Con Koke lesionado, Arda y Griezmann eran los únicos jugadores de pellizco disponibles y ambos estuvieron bastante mal; sólo la salida de Torres, potentísimo y peligroso en este teórico momento de declive físico del que tanto hablan los que no le han visto jugar más que en Eurocopas y Mundiales, permitió al equipo salir de la trinchera. De haber marcado Griezmann tras un pase de Torres o el propio Torres tras irse por fuerza de dos rivales, el partido habría sido un prodigio táctico: primera mitad de contención, desesperación y desgaste rival desde trincheras, segunda parte con protagonismo para la caballería ligera y los francotiradores. No fue así y el Atleti sacó un buen empate en un campo dificilísimo contra un rival solvente y serio, un empate que en cualquier encuesta a principio de liga se habría tomado como un buen resultado.

Ante el Atleti se empiezan a ver las curvas más duras de la subida de las próximas semanas. Haber perdido en Sevilla nos haría ver la empresa como casi imposible, el empate nos hace pensar que no vamos mal de piernas y que por ahora la gestión de fuerzas, en momento complicado, es adecuada. El domingo hay un partido importantísimo, el miércoles otro aún casi más, otro difícil luego en Barcelona. Esperando que vuelvan las energías a las piernas, solo queda ver cada curva como se ha visto siempre, pedalada a pedalada, curva a curva, partido a partido.