Llegó
Irlanda a Cardiff y jugó, de largo, su peor partido del 6 Naciones, dejando a
los aficionados vestidos de verde con cara de bobo y sin más remedio que pedir
otra pinta de Guinness, qué se le va a hacer, oiga.
Llegaba a
Irlanda a Cardiff imbatida y tras mostrar el juego más sólido de todos los
aspirantes: agresiva en delantera, con Sexton de almirante, con dos centros
fantásticos y al menos un ala de nivel, Bowe. Irlanda partía como favorita, y
eso que contra Francia los galeses habían dado muestras, una vez más, de que lo
suyo es ir subiendo de nivel según avanza el torneo y que el partido de Cardiff
podría parecerse más a la primera mitad contra Inglaterra del partido inaugural
que a la segunda parte de ese mismo partido, donde los galeses se cayeron con
todo el equipo.
Pero
Irlanda, que soñaba con ganar y tener opciones de firmar el tercer Grand Slam
de su centenaria historia, ahí es nada, salió como salió el Atleti en Valencia
en aquel partido anómalo en el que encajó 3 goles en diez minutos. Doce cero
perdía Irlanda a los 14 minutos, doce cero ni más ni menos, tras conceder
golpes y golpes en campo propio, mala cosa cuando el que patea es Halfpenny. Al
despiste inicial, del que el equipo se fue recuperando poco a poco como el
Atleti en Valencia, se juntó el extraño y pobre partido de Sexton, poseído por
el espíritu de Siqueira. Sexton, guía del equipo en Dublín contra Inglaterra y
Francia, falló patadas fáciles y erró tiros a palos, placó bien pero forzado
por no estar necesariamente en su sitio y llegó a desconectarse totalmente del
partido en un momento en el que ni llegó a ver el balón que le pasaba un
compañero, pendiente como estaba de preguntar la receta de Irish Stew a su
primer centro. Más de uno por Limerick lamentó la extraña lesión de Ansaldi en
ese momento.
Aunque
Irlanda se fue 6 abajo en el descanso, una diferencia más que asequible, los
irlandeses no parecían ver claras las cosas que tan claras se ven desde los
pubs tras tres o cuatro pintas. Mucho más cómodos jugando por dentro que por
fuera, no siempre eligieron la vía más lógica para hacer daño a los galeses ni
Murray imprimió el ritmo de delantera que el partido parecía necesitar.
Perdieron touches, cometieron errores en pases y melés y aún así
protagonizaron, junto a la increíble defensa galesa, 5 minutos de rugby
inolvidable con 32 fases en 22 galés en las que ni unos ni otros cometían
errores, seguidos de otras 10 o 12 fases de continuidad asombrosa que
terminaron, oh cruel destino, en golpe de castigo, sólido contraataque galés,
nuevas fases en 22 esta vez verde y un ensayo de Scott Williams que no
transformó Halfpenny. Preciosos momentos de rugby llenos de emoción, casta y
ganas por parte de 30 titanes de rojo y verde, magnífico momento del 6 Naciones
2015.
La
furiosa reacción irlandesa, mal terminada con un avant normalmente fiable Cian
Healy, dio lugar a un posterior ensayo de castigo cuando el maul verde parecía
entrar con facilidad en zona de ensayo. Con cuatro puntos de ventaja Halfpenny
volvió a transformar y dejar en 7 la diferencia, dando paso a 5 últimos minutos
de torbellino desesperado irlandés en busca de un empate salvador, un sin bin
de Jonathan Davies y el final de un partido que Irlanda pudo ganar pero perdió
por sus propios errores y por el buen juego de los galeses, listos al
aprovechar la empanada inicial irlandesa, a remolque pero solventes a la hora
de despejar la marea verde. Como
resultado, Irlanda se fue con la sensación de haber perdido un partido ganable
y el amargo sabor del Grand Slam ya imposible. Gales se fue eufórico por estar
con tres victorias y una posible cuarta cuando la cosa pintaba fea tras la
derrota contra Inglaterra, y aunque
queda lejos de poder ganar el torneo por diferencia de puntos, su último
partido se presume un paseo ante los italianos.
Con
Inglaterra ganando la Calcutta Cup
a una Escocia estupenda en el primer tiempo y forzada a entregar las llaves del
castillo en el segundo - ante la facilidad con la que los ingleses, sobre todo
ese ramillete de excelentes jugadores con tono de piel algo más oscuro de lo
que es norma en Exeter que tanto vigor y brillo están dando al equipo,
terminaron por llevarse por delante a la defensa escocesa – el torneo queda
abierto, pero quizás no tanto. Irlanda debe ganar en Edimburgo por 4 puntos más
de la diferencia por la que Inglaterra gane a Francia. Sobre el papel, Irlanda
es clara favorita ante Escocia, que intentará evitar la cuchara de madera con
todas sus fuerzas en casa, algo no necesariamente fácil. Inglaterra recibe a
los franceses en un partido que desafía a la lógica, en la que los franceses no
deberían claudicar pronto tras el horroroso torneo realizado. Una paliza de
Irlanda en Edimburgo, algo pensable, pondría una presión inmensa sobre los
ingleses, primeros de la clasificación ahora para rabia del resto de equipos,
obligados entonces a ganar también de paliza a un equipo, el francés, de los
que pican desde el suelo cuando parecen batidos.
Dos
candidatos, dos partidazos el sábado que viene, mucho que jugarse en el torneo
más bonito del mundo. Disfrutemos.
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El Atleti
empató en Barcelona en un estadio que ahora se llama El Estadio Pogüeréit y
cerró con ese empate una racha la mar de mala, la peor que recordamos desde el
Advenimiento del Cholo: tres empates en liga, una derrota en Champions.
La racha,
ya conocida como “la rachita”, se puede ver, como casi todo, desde dos puntos
de vista. Para el que suscribe, el Atleti perdió merecidamente en Alemania, en
un partido en el que el rival fue físicamente más fuerte y tuvo más ambición
que los nuestros, algo desarbolados por el vendaval. Aún así, el Atleti trajo
un resultado malo pero no tan malo, remontable sin duda, incómodo por supuesto,
decepcionante si uno mira el resultado de las últimas visitas europeas del
Atleti salvo al Pireo, molesto como esos seguidores de Twitter que le dicen a
uno lo que debe hacer sin haberse siquiera presentado y, además, con faltas de
ortografía.
Días
después el Atleti empató en Sevilla un partido jugado de forma reservona pero
inteligente: salir a tumba abierta ante el Sevilla en su casa, estadio en el
que no pierde desde hace meses, podría haber sido garantía de derrota y de
haber elevado varios grados la inclinación de la cuesta arriba que tenía por
delante el equipo. El Atleti jugó de manera feota pero sensata y si Griezmann
está un poco más atento, habría podido hasta llevarse un partido que Torres
abrió a base de carreras desde su supuesto declive físico. Un empate ante el
Sevilla, protagonista además de una muy buena temporada, no debería ser un problema
mayúsculo ni motivo para saltar por el ciber-viaducto, deporte favorito de
muchos puristas y visionarios con querencia a respetar a los rivales menos de
lo que la lógica y la cortesía recomiendan.
La semana
de después, ante el Valencia en casa, el Atleti jugó un muy buen primer tiempo
y un discreto segundo tiempo en el que el desgaste físico terminó por hacerse
más que evidente. Ahí parece que el Atleti anda más limitado que el año pasado,
en el que el valle de la preparación no fue ni tan prolongado ni tan hondo como
en éste. Con un buen Valencia cerrado atrás durante buena parte del partido, el
Atleti consiguió dominar el juego y controlar el riesgo, ponerse por delante en
el marcador y transmitir la sensación de que el equipo se llevaría un partido
táctico y áspero de los que no gustan a los comentaristas de televisión pero
que algunos, como el que suscribe, apreciamos mucho. Los cambios de Koke,
quizás por precaución y/o agotamiento y de Torres, el responsable de que el
Valencia estuviera 10 metros
más atrás de donde podía hacer daño, descosieron el equipo y la presencia de
Mario, blandito, y Mandukic, dimitido y enfadado con el mundo, dieron alas
(cortas) al Valencia, que se echó un paso hacia delante en el tramo final del
partido. Aún así, si Tiago mete un balón que terminó sorprendentemente en el
larguero, ya no habría hecho falta invocar al espíritu de Courtois en ese balón
que Moyá, que hace méritos para que la afición le coja manía en muchas de las
escasas intervenciones a las que los rivales le obligan, dejó botar en el
larguero y terminar en la cabeza de un rival, que ya es mala puntería, oiga.
Contra el
Espanyol (partido visto por el que suscribe a trozos y en diferido, todo hay
que decirlo), el Atleti jugó bien y lo hizo, además, con 10 jugadores por culpa
de la imperdonable expulsión de Miranda, absurdo en su feísima entrada en medio
campo, justamente expulsado en mal momento en una acción que implica echar
muchas papeletas para que le toque ser suplente de Giménez de ahora en adelante.
A pesar de ser menos, a pesar de tener un solo punta, el Atleti llevó la
iniciativa, marcó un gol que parecía legal pero terminó anulado y pudo marcar
alguno más si no es por el buen partido del portero rival, a quien el que
suscribe desea igual acierto en el resto de partidos contra rivales directos, a
ver si hay suerte, majo.
El
resumen de la rachita de marras, por tanto, sería lo que los científicos y
metafísicos llaman “negativo pero no
tanto”, “malo pero poco” o
incluso “pues mal, sí, oiga, pero tampoco
se tiren Vds al río”: 3 puntos de 9 en liga, en efecto, pero con resultados
explicables, sin debacles ni motivos para tirar la toalla, y una derrota por la
mínima en Alemania, sí, ante un buen equipo al que sólo cupo felicitar y dar la
mano, citándole para la vuelta.
¿Es esta
la opinión dominante? Pues ni idea, oiga. Uno, a estas alturas, ya no sabe lo
que la gente opina. Quizás nunca lo supo, también es verdad, pero en estos
tiempos es todo cada vez más confuso. Si uno hojea los medios, por ejemplo, se
da cuenta de que por arte de birlibirloque al Atleti vuelven a llamarle “el Campeón”, el sobrenombre que no
leíamos desde Mayo del año pasado. Eso sí, la denominación lleva trampa: “el Campeón no pasa del empate”, “el Campeón
pincha en nosedónde”, “el Campéon
pierde las llaves del trastero y se queda sin estufa catalítica”. La
prensa, que es simpatiquísima, recuerda ahora quién es el campeón; qué cosas tiene la prensa, oiga.
Peor se
pone la cosa si uno mira a las redes sociales, ágora moderna en la que expertos
en todo tipo de materias discuten con vehemencia y faltas sintácticas sobre las
grandes preguntas de la Humanidad. En
lo que se refiere al Atleti, elemento favorito en muchas conversaciones de
enjundia, convergen en discusiones profundísimas de las de a-140-caracteres-el-argumento varias familias de expertos. Por un
lado, opinan los Atléticos Catastrofistas
de los Últimos Días, secta que anuncia, basándose en señales bíblicas y
lectura de órganos de animales sacrificados, el final del Cholismo y la vuelta
a los oscuros tiempos de Novo y Musampa, deidades del Averno que acechan en los
umbrales para arrastrar al Atleti a la sima de lo huesos. Cercanos pero no
mezclados están los Profetas Rojiblancos del
Final de la Alegría ,
vulgarmente conocidos como Oráculos de
los Cojones, que comienzan sus frases con la expresión “esto ya lo venía diciendo yo”, cómodo
recurso indemostrable del que prefiere que su opinión prevalezca a ser feliz,
jodiendo de paso el domingo a quien tenga la mala suerte de leerles. Alineados
con estos últimos, y coincidentes en el solemne recordatorio al pueblo de que
esto ya lo venían ellos diciendo desde hace tiempo, participan con vehemencia
los miembros de la Liga Juvenil Anticholista, jóvenes duchos en hablar
de tiempos que no vivieron con un realismo que insinúa bien el consumo de
sustancias adormideras, bien la idiocia más profunda.
Entre la
maraña de mensajes que envían estas sociedades secretas se cuelan, además,
miembros de aficiones rivales que creen chinchar con sus mensajitos a la
paciente parroquia rojiblanca, inocente en ocasiones hasta el extremo de
ponerse a debatir con la patulea sobre cosas que no les atañen. Entre estos
irritantes visitantes no faltan miembros de la Cofradía del Minuto 93, pesadísimos extremistas
que encuentran la solución a todos sus males en un guarismo que suma 12.
Tampoco faltan socios numerarios de la Plataforma para la Denuncia del Equipo Violento y el Gol a Balón
Parado, jóvenes asociales y con déficit de atención que encuentran en
Pedrerol al Mesías que les saca de sus momentos de duda solitaria. También se
agregan los Defensores del Xogo Bonito,
azote de entrenadores tácticos y plantillas limitadas, que abandonan
momentáneamente sus ritos de adoración a la bota de fútbol de color chillón y las
cejas depiladas para criticar con fiereza la alineación de cuatro
centrocampistas. Por último, las fuerzas referidas cuentan con el valiosísimo
apoyo del más numeroso de los colectivos rivales, el azote de la clase media,
el brazo armado de la élite deportiva, la fuerza de choque de la más alta casta
de aficionados: la Asociación de Aficionados Jajajá, Entente Cordiale
que agrupa a príncipes del conocimiento y preclaros analistas de la realidad
que comparten la costumbre de apostillar sus opiniones infantiles con la
partícula “jajaja” al final de las frases para acentuar su desprecio a las
capas más bajas de los opinantes, frases por cierto normalmente construidas de
forma torpe e irritante y cuajadas de puntos suspensivos y emoticonos, ese
invento diabólico que tanto gusta utilizar a los que imparten doctrina por las
redes trazando con autoridad la línea entre lo bueno y lo malo por medio de
dibujitos de gitanas y caras sonrientes.
____
Entre tal
despliegue de sapiencia y futurología, el Atleti juega el martes el partido de
vuelta de Champions, un partido que se antoja clave para el futuro inmediato y
a medio plazo del equipo. El que suscribe tiene la duda de si el estadio será
la legendaria caldera ruidosa que intimida a los visitantes o el frío y desconocido
Calderón del día del Valencia, en el que se diría que la mayor parte de la
afición contaba con la victoria por decreto, sin pensar que su aliento iba a
ser necesario para conseguirla ante un rival bien potente. En el caso de que el
estadio sea un clamor, no tenemos duda de que el equipo se verá fortalecido; si
la grada sigue fría, arrogante y pusilánime, los primeros perjudicados seremos
nosotros.
El que
suscribe, naturalmente, confía y mucho en poder pasar el corte. De no ser así,
además, está seguro de el equipo planteará batalla hasta el último momento,
compitiendo como el Cholo ha enseñado desde su llegada. Si la afición está más
pendiente de tener razón que de pasar la eliminatoria, no haremos un favor al
equipo.
Digan lo
que digan oráculos, críticos y amargos en general, el martes estaremos, como
siempre, en la grada. Y acudiremos seguros de que, como siempre, el equipo,
nuestro equipo, los muchachos que tan orgullosos nos hacen sentir, darán la
cara.
No
fallemos.