viernes, 25 de mayo de 2012

De periodistas y cofrades (o Voilá l'été)

El que suscribe, como probablemente muchos otros seguidores del Atleti, volvió a ver el partido de la final de Bucarest hace unos días. En el estadio, con los nervios, los cánticos, los gritos y los abrazos uno tiene la sensación de no estarse enterando del todo de lo que pasa en el campo, de ahí que venga bien volver a verlo todo con más pausa. Y como del partido ya hemos hablado, hablaremos de otras cosas, en concreto de los comentarios de televisión. Escuchadas airadas críticas a la retransmisión de Telecinco, el que suscribe escuchó el comentario de Canal +, normalmente de más calidad que el de otras cadenas, con menos chistecitos, menos risitas, menos sensación de debate de mesa de cantina de colegio mayor. Uno espera de Canal + algo más de seriedad y de neutralidad, menos interés por ser ocurrente y chistoso, más ganas de hacer un comentario profundo o al menos ilustrado, documentado, preparado al menos. A veces ocurre, a veces no.



Así, llama mucho la atención uno de los primeros comentarios del partido. En los primeros minutos, antes del primer gol de Falcao, Mario Suárez corta un balón con autoridad y sale con el balón jugado desde cerca del área propia. El comentarista dice lo siguiente, más o menos literalmente: "balón que corta Mario Suárez ... jugador que está en un gran momento de forma". "Un gran momento de forma", dijo el tipo. Al principio del partido, no al final. De Mario Suárez, no de otro, de Mario Suárez.


Mario Suárez, que luego hizo un partidazo que nadie esperaba, venía de hacer 45 minutos buenos en los últimos diez partidos y era, para la inmensa mayoría de los aficionados que ven los partidos del Atleti con asiduidad- por no decir todos -, el jugador más flojo y que más dudas planteaba del equipo titular. Cualquier aficionado con el que se intercambiaban impresiones antes del partido, fuera en Madrid o en Bucarest, mostraba su inquietud no ya por el momento de forma de Mario Suárez, sino por sus características habituales, su frialdad, su falta de carácter, sus innumerables pases al contrario y desentendimientos en defensa. Cualquiera de estos aficionados habituales mostraría luego su estupor por el partidazo que hizo Mario en Bucarest, del todo inesperado y casi impensable para el socio que se traga todas las jornadas en rojo y en blanco.


Cualquier comentarista al que se le encomendase la responsabilidad de llevar el peso en la retransmisión de un evento así, piensa el que suscribe, habría conocido su papel con la suficiente anticipación como para ver unos cuantos partidos de ambos equipos y conocería bien a los jugadores, o al menos las dinámicas recientes. No fue así. Mario Suárez cortó un balón en el minuto tres y automáticamente pasó a estar en un gran momento de forma. No parece cuestión debatible que Mario Suárez estuviese en un buen momento de forma antes de ese partido, porque era claro y meridiano para todo el mundo que no lo estaba. Por ello, resulta difícil asumir que el comentarista, profesional dedicado al conocimiento futbolístico, hubiera visto los mismos partidos que el resto y hubiera llegado a la conclusión opuesta. Esto sería demasiado extraño y dejaría demasiadas dudas sobre la capacidad real de entender el juego de un tipo que se dedica profesionalmente a hacerlo. Así que el comentario podría explicarse por dos motivos: o bien el comentarista no había visto suficientes partidos del Atleti como para formarse una opinión válida, o bien es vecino, familiar o amigo íntimo de Mario Suárez y todo lo que hace éste, incluso si no ocurre en realidad, le parece bien. Todo es posible, oiga.


Aprovechando que el Pisuerga no pasa por Laredo, gracias a esta anécdota se puede reflexionar sobre la sensación que desde hace un tiempo ofrecen muchos periodistas deportivos, esto es: lo importante es emitir opinión, se tengan o no los elementos suficientes para formarla. Una vez emitida la opinión, ya buscaremos lo que haga falta para justificarla en caso de que sea errónea, y de no encontrar razones suficientes, haremos un chistecito y a otra cosa, mariposa. Lamentablemente eso se aplica también al periodismo que no es deportivo pero ese, como saben, no es nuestro negociado.


En el periodismo deportivo de ahora lo reciente parece convertirse en regla, lo último visto es lo que siempre pasa, de una muestra se puede hacer una ley universal. Los comentaristas elevan a la categoría de verdad irrefutable lo ocurrido en el último minuto, sin importar si lo acontecido es efectivamente lo que suele ocurrir o bien una carambola extraordinaria. Si un zurdo cerrado tira a puerta con la derecha por primera vez en su vida pero lo ve el comentarista de guardia, se convierte por arte de birlibirloque en un jugador ambidiestro con gran tiro cruzado; si un jugador no toca un balón durante cuarenta y cinco minutos y al minuto 50 comete un penalti, pero en el 51 se lleva un balón por potencia, es un gran trabajador que está haciendo un partidazo; si un lateral enano pasa por el centro del área a buscar una lentilla y le da un balón en la cabeza, es un jugador que va bien por alto a pesar de su estatura. Si un equipo se va con el marcador propio a cero tras veinte partidos encajando goles, destaca de repente en la faceta defensiva; si ese mismo equipo gana la Champions League sacrificando todo ataque para reforzar una defensa que ha sido un desastre durante toda la temporada, se convierte en un equipo con una retaguardia maravillosa aunque le tiren cuarenta veces a puerta por partido y no le hagan goles de puro milagro. Si un jugador de Utrera hace tres regates de mérito en ochenta partidos, es un referente indispensable para el equipo y tiene que ser titular; si un jugador de Sanlúcar hace un pase de tres metros cada diez partidos, es el mejor pasador del equipo aunque el cincuenta por cien de los pases los haga al contrario y además le cueste un cerro de goles a su portero; si un jugador navarro pifia un pase tras ochenta minutos buenos, está en un momento malísimo.


Ocurre lo mismo, espaciado en el tiempo, con otros elementos del juego. Si un delantero que lleva un año entero sin marcar mete dos goles en dieciseisavos de Copa, ha recuperado el olfato goleador y debe ir la selección, si es posible bajo palio y precedido de setecientos gaiteros. Si un tipo corre durante todo el partido pero no marca, ha perdido el instinto y por tanto debe ir al banquillo, ser vestido con túnica y capirote y llevar orejas de burro. Si alguien mete doce goles en una temporada, pero tres son entre semifinal y final de una competición, se convierte en candidato al Balón de Oro, a la Bota de Oro y a recibir su peso en miel, vino y queso tras ser pesado solemnemente en una gran balanza dorada; si un compañero metió dos goles menos jugando menos partidos, su temporada es un petardo. Aquí estamos a lo que estamos, oiga, y no hay más: ponga Vd más vino, que esta tarde trabajamos.


Hoy en día el fútbol se reduce a goles, las temporadas se reducen a unos pocos partidos televisados, las prestaciones de los jugadores se reducen a lo que aparece en los vídeos de youtube o a lo ocurrido hace un minuto. No se valoran temporadas enteras ni eliminatorias enteras ni partidos enteros, se ve un poquito y con eso vale para lanzarse al ruedo y emitir unas opiniones gordas como sandías. A ver, ya lo he visto tomando café, ya sé bien cómo juega ese bajito aunque no sé si es zurdo o diestro. Viendo diez segundos de vídeo de un partido, la conclusión es clara y meridiana: Fulano es el jugador de más calidad de la plantilla, Mengano ha perdido velocidad, Zutano no da una, el bueno es Perengano; esto opino yo y no se le ocurra a nadie discutirlo. Si alguien rebate, se sacan estadísticas, que son muy valiosas si se comparan con algo comparable y se toman en el contexto adecuado, pero esto es demasiado complicado y costoso como para hacer el ejercicio, mejor repetir lo que dice otro y usarlo como propio y santaspascuas, oiga.


Lo grave no es que esto lo haga la afición, que ya tiene su delito, lo grave es que lo hacen los medios, los comentaristas, los especialistas. Hay periodistas especializados que hablan maravillas de jugadores desconocidos de ligas remotas, existan o no, que es lo de menos. Hay otros que diseccionan con precisión quirúrgica las defensas de las segundas divisiones de toda la Polinesia pero que, preguntados por un jugador que todo el mundo ve, emiten opiniones tan disparatadas que hacen pensar que todo lo oído sobre los polinesios debe ser falso. Hay expertos que camuflan su discurso con una avalancha de términos incomprensibles importados de otros mundos que hacen que uno no sepa si habla de fútbol o de bricolaje: este es media punta, este es enganche, ¿este es perno o es hembrilla? Yo creo que es tirafondos, a menos que sea tubillón. Los hay incluso que convierten un balón de córner rematado en chilena en "un remate dificilísimo teniendo en cuenta el vuelo aeróbico del balón", todo un prodigio físico-pulmonar. Y hay, lo que es aún peor, comentaristas que basan su análisis técnico en si este jugador es amigo o conocido, enemigo o aliado, me da entrevistas o me da largas. Si me interesa una entrevista, hablaré bien de él para que no se enfade; lo mismo haré con su equipo, que el jefe de prensa ha vetado a dos o tres por poner en duda la valía de un fichaje. Si por el contrario rechaza hablar conmigo o le hace más caso a la competencia, el gol que metió fue de chamba, sus prestaciones no son para tanto y es carne de banquillo en cuanto se le acabe el ángel. El fútbol, lo que pasa, la realidad es secundaria, lo importante es lo que toque decir, sea o no cierto, sea o no real.


Mucha gente bien intencionada basa su opinión y su criterio en lo que dicen los otros, los especialistas. Hasta aquí bien. El problema es que los especialistas muchas veces basan su opinión en datos insuficientes, cuestiones extra deportivas o filias personales. Lejos quedaron los tiempos en los que los cronistas dejaban de lado sus carnets de socio para poder ser más objetivos en sus valoraciones; más lejos aún queda el ejemplo de Joaquín Vidal, maestro absoluto, que renunciaba a premios y tertulias para no generar vínculos de amistad con toreros o ganaderos y poder así ser imparcial del todo en sus crónicas maravillosas. Ahora todo son forofismos e intereses, prisas por decir lo que alguien quiere oír, clavos ardiendo de los que se cuelga el primero que pasa para justificar lo injustificable. El aficionado, poco confiado en lo que ven sus ojos, tiende a repetir lo que oye sin pensar en si coincide con lo que ve en el campo. ¿Cuándo, oh Baco, volverán las gradas a pensar por sí solas?





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Tras tres años sin salir por las inclemencias del tiempo atmosférico y la falta del tiempo ese que teóricamente es oro pero del que dispone todo el mundo como si fuera suyo, salieron de nuevo los pasos de la Cofradía con algunas novedades respecto a la última estación de penitencia. La ficha actualizada de la Hermandad es la siguiente:






Nombre completo (actualizado): Ilustre, Antiquísima Campeona y Reciente Tricampeona, Leal - y nunca Real - Hermandad y Archicofradía de la Limpia y Pura Raya Rojiblanca, vulgo "la Nuestra"


Nazarenos: ciento cincuenta mil, otros tantos penitentes, más simpatizantes e innumerables hermandades filiales de Madrid a Bucarest, pasando por Bruselas.


Túnicas: túnica titular roja y antifaz blanco, con cinturón azul; túnica suplente, como es costumbre, al capricho del patrocinador y proveedor textil, incluso sin combinar colores de antifaz, cinturón y túnica (en desplazamientos).


Pasos: Dos Misterios, Cristo y Dolorosa



El primer paso de Misterio, que se estrena para la ocasión, es conocido entre los fieles como "La Derrota del Pupas". Representa al Arcángel San Gabriel - al que los fieles de la cofradía llaman cariñosamente "Gabi"- ataviado con coraza de centurión y espada de general, colocando su pie sobre el cuello de una criatura monstruosa que representa al Pupas, histórico enemigo de la Cofradía, injusto sambenito y odioso tópico manido. El paso fue encargado tras la final de Hamburgo y terminado y presentado tras la de Bucarest. Como curiosidad, la imagen se asemeja a las representaciones de San Miguel, Jefe de la Milicia Celestial y General de los Ejércitos Divinos; sin embargo se trata de San Gabriel, mensajero del Altísimo con escasa formación militar. Así se encargó al imaginero dado que la Junta Rectora de la Cofradía prefirió evitar la referencia a San Miguel para evitar chistes cerveceros, tan socorridos en estos casos. El Arcángel es una figura majestuosa de un metro ochenta y seis de altura, pelo rubio, pecas y tatuajes en los antebrazos con cuatro coronas o estrellas sobre el pecho; el maligno es una criatura del averno, mitad hombre mitad mona, engendro peliteñido en jaspeado y con expresión de odontólogo mexicano. En torno a su brazo derecho se aprecia una cinta con la leyenda latina "Preferibilis ad Munich ire", "casi que me voy pa Múnich" en castellano. La tradición popular manda que los fieles, al paso de la imagen, señalen al Norte para sugerir al monstruo vencido otros lugares en los que echar raíces. De esta forma los fieles hacen chufla a costa de otras cofradías grandes de la capital que gastan millonadas en procesiones mercantiles y frías que únicamente pisan la calle para conmemorar, que no celebrar, títulos cuya consecución consideran obligada; mientras tanto, otros títulos se les resisten por el empeño de alguno de sus titulares en poner satélites en órbita en mal momento.


El segundo paso de Misterio, llamado vulgarmente "La Última Plantilla", es un clásico de la Cofradía. En su versión de 2012 sigue adoptando la representación clásica de la gran mesa similar a la de la Última Cena. Sentados a ella, de izquierda a derecha, un discípulo alto vestido de amarillo con cara de crío y pelo con leve cresta mira de reojo a sus mayores buscando el permiso para quedarse un año más en su actual casa; esta figura, que cuenta con la simpatía de los cofrades a pesar de su irregular origen, es conocida como "el Interino Flamenco". En primer término y a la izquierda de la mesa, un discípulo delgado y con media melena agotado por el esfuerzo charla con otro discípulo también delgado y con peinado sorprendente, que luce chándal-túnica de la selección española; éste es conocido por los fieles como "el Reconvertido Alicantino" y goza también de gran devoción por parte de los hermanos. Entre ambos, dos tipos altos, uno de ellos uruguayo, confieren solidez al grupo mientras que tras ellos un tercero, también con chándal-túnica internacional, espera paciente su oportunidad. En el plano posterior, un discípulo portugués algo renegrido recibe tratamiento en una camilla de fisioterapeuta mientras ojea una revista de tendencias. Entre todo este primer grupo destaca la figura negra y fibrosa de un discípulo de amplia sonrisa blanca y cara de buena persona que mira hacia otras tierras. Sobre su hombro, un angelote mulato porta una cinta con la leyenda "Gracias por todo, mucha suerte y viva Turbo".


En el centro de la mesa impone su presencia, discreta pero sólida, un discípulo salido de la propia Cofradía y vuelto triunfal a casa tras pasar unos años alejado de los suyos. A su lado, un portugués y un cofrade con un peinado estrafalario (media cabeza afeitada, la otra media a lo afro) pugnan sin excesiva vehemencia por ocupar la única silla que se les ofrece. La escena la contempla, burlón, un discípulo vestido a la manera turcomana, con un gran turbante coronando su gran cabeza, con las piernas cortas y una sonrisa de oreja a oreja. A su lado, otro discípulo de mandíbula cuadrada y finos modales deshoja una margarita con aire de estar pensando en el futuro. En segundo plano tras estos, un tipo contrahecho y cargado de hombros saca a duras penas la cabeza para ser visto entre el grupo.


Al extremo de la mesa opuesto al Interino Flamenco, un discípulo joven, de hombros huidizos y barba poblada y también con chándal-túnica de la selección, irradia la luz de aquellos cuyo futuro es prometedor y tiene grandes metas por alcanzar. Su expresión es relajada a pesar de que, a su lado, hay un Tigre, con mayúsculas, de sonrisa educada y físico portentoso que remata de cabeza un obús lanzado por un compañero; bajo una zarpa guarda una Biblia, bajo la otra un libro de récords. Sobre la mesa hay manjares de procedencia rumana y un líquido amargo se sirve en una copa parecida a la del Rey.


Frente a la mesa, en primer plano y en la parte anterior de la canastilla del paso se encuentran los clásicos personajes siniestros de la iconografía de la Cofradía. El primero, conocido vulgarmente como "El Hombre-Laca" o "El Fanático de la Limpieza", se caracteriza por la talla de su pelo, procedente de un bloque de yeso macizo. La figura pisotea un ejemplar de la Gramática de Nebrija y otro del Discurso del Método, en clara alusión a sus carencias esenciales. Éste personaje levanta gran cantidad de risotadas entre el público que asiste a la estación de penitencia, y suele ser recibido en los barrios entre abucheos y burlas y bajo lluvias de bolas de papel de plata, diccionarios de la RAE y peines de caballo. A su lado, oculto y a salvo de las miradas, se representa al segundo personaje maléfico, vulgarmente llamado "El Oblicuo" o "el Circular Conductor". Fiel a la iconografía tradicional de la Cofradía, El Oblicuo se representa con calculadora y llaves de coche en la mano diestra y con un teléfono móvil en la mano izquierda. Sobre su hombro, a modo de diablillo, un agente portugués le susurra nombres y comisiones al oído hasta fundir el pabellón auditivo del Oblicuo por el inmenso placer que le produce oír hablar de dinero. El Oblicuo mira de reojo al Tigre y éste le devuelve una mirada asesina que parece gustar al diablillo portugués del hombro.


El segundo paso tradicionalmente representaba a Nuestro Señor del Inmenso Dolor por el Prestigio Olvidado, el Palco Usurpado y el Estadio Condenado. La Junta Rectora y el Hermano Mayor decidieron empero actualizar la imagen para adecuar así a los tiempos lo representado en los pasos. Así, a partir de este año el segundo paso muestra a Nuestro Señor del Prestigio Parcialmente Recuperado a Pesar del Palco Indigno, también conocido popularmente como "Nuestro Señor de la Camiseta Milagrosa". La imagen representa al Club erguido a pesar de los pesares, con la espalda marcada por los latigazos y la gestión infame pero aún así con energía suficiente para hacer lo que pocos hacen gracias al apoyo de la Cofradía entera, a una sola voz y al mismo compás. Su expresión es de cansancio, dolor y rabia y, cuentan, en sus ojos hay un brillo de orgullo que hiela la sangre de los impuros de corazón y de los periodistas que comen de balde a cambio de poner obstáculos en el camino del Club. Por deseo popular de los cofrades, la imagen pisotea las cuentas del Club y los planos de un estadio con pista de atletismo; frente a su pie izquierdo se ubica un ramo de flores rojiblancas similar al que se ve cada quince días junto a cierto córner famoso.


El tercer paso, de palio, representa como es tradición a Nuestra Señora la Afición de la Paciencia Infinita, Bondad Excesiva e Ira Demasiado Escasa Aunque A Veces No Bien Dirigida Del Todo, Qué Cosas. El paso, de palio de estilo sevillano, sigue teniendo siete varales de plata por lado y techo de bambalina. La imagen viste manto rojiblanco con flores de madroño bordadas y luce adornos de rosas rojas y blancas En las esquinas, fieles a la tradición, cuatro angelotes la guardan: uno es rubio con pecas, otro tiene porte de galán y es ingeniero, uno es negro y lleva collar de cuentas verdes al cuello y el último tiene el pelo ensortijado, un pan debajo del brazo y cara de que por su lado del palio mejor no pasar. Como novedad, en el paso de este año se han añadido dos angelotes más. A la derecha de Nuestra Señora, en la parte superior del varal del medio, un angelote más grande que los otros, corpulento, con la nariz torcida y un gran bigote observa, protector, a la Patrona. Este angelote, llamado por los cofrades "el Capitán" o "el Cuatro", es según la tradición cofrade el encargado de velar por la seguridad tanto de la Patrona como del resto de ángeles y goza de un gran cariño y respeto entre la comunidad. Frente al Cuatro, un angelote más liviano pero en excelente forma física, con el pelo muy cortito y un mínimo tupé y un cutis muy mejorable, mira con cara de fiera al resto. Los teólogos coinciden en que éste último angelote, muy querido por los fieles, debería tener un papel protagonista en el devenir de la Cofradía en un futuro próximo.


Salió como es tradición la Cruz de Guía de La Nuestra por la puerta 7 entre el fervor y los vítores de la afición congregada ante la misma, y emprendió procesión. Harta del Ayuntamiento, este año la Cofradía hizo una visita de cortesía a la Embajada de Colombia, antes de volver a la carrera oficial, es decir, plaza de Neptuno, Atocha, glorieta de Embajadores y Pirámides antes de volver a su casa matriz. Como es también tradición , el templo echó el cierre y los últimos giros de la llave maestra los dio un tipo con canas, gafas y rebeca con coderas que, dicen los últimos que allí estuvieron, se fue inmediatamente después a un bar con vermouth de grifo.

viernes, 11 de mayo de 2012

Días que nunca olvidaremos


Hay días que nunca olvidaremos, por lo bueno y por lo malo. Hay gente a la que le ha tocado vivir días horribles con los que nos gusta más pasar los días buenos, aunque sean días de alegrías pequeñas y sin trascendencia cuando se comparan con otras cosas. Nos alegra especialmente haber contribuido un poquito al alivio pasajero, aunque fuera sólo durante unas horas y a pesar de necesitar ser tranquilizados en vez de tranquilizar. Nos maravilla y nos hace poner sonrisa de medio lado pensar que el Atleti, ese ente inclasificable que no es mineral, vegetal ni animal sino casi divino, se sume a la causa de hacer más llevaderos aniversarios dolorosos como si fuera uno más del grupo, sobreponiéndose a malas gestiones y intereses bastardos para dar una alegría a uno de los suyos tirando de camiseta y orgullo, lo único que le queda al club expoliado. Porque el Atleti, que no es sólo un club de fútbol sino un montón de gente distinta que aparece cuando hace falta, que no es un equipo sino una forma de entender lo bueno y lo malo, que es una excusa estupenda para recordarnos de vez en cuando quiénes somos y dónde estamos, al final aparece cuando debe, tiene estas cosas que le hacen a uno levantar las cejas, hacerse preguntas y ladear la cabeza entre asombrados y cómplices, admirados ante el prodigio, agradecidos por la suerte de estar dentro de este bicho asombroso e inclasificable que llamamos Club Atlético de Madrid cuando en realidad nos queremos referir a su afición y sus jugadores, así, de rojiblanco, sin contratos ni despachos .



La calle


Para empezar, una afirmación sin matices: Bucarest, o al menos el centro de Bucarest, lo que hemos conocido, es un sitio estupendo. En Bucarest lo hemos pasado de maravilla, nos han tratado estupendamente, nos hemos muerto de risa y de felicidad y encima volvemos campeones. Ni jaurías de perros agresivos ni callejones oscuros y amenazadores; más bien miles de bares, cuidadísimas iglesias ortodoxas y edificios preciosos que lo serán aún más cuando se les pase una bayetita. Bucarest tiene un centro peatonal lleno de terrazas y de gente tomando cervezas, ambiente de pueblo latino y vida nocturna de ciudad universitaria, lo perfecto para una final europea aunque pille lejos, a trasmano y no sea Budapest, donde también ha ido alguno. La verdad es que el centro peatonal es casi todo lo que uno conoce de Bucarest, pero el recuerdo que guarda es estupendo.


Ocupando el centro (casi en sentido literal), la afición del Athletic de Bilbao. Si eran mayoría el martes por la tarde y noche, el miércoles eran mayoría aplastante. La afición del Atleti pareció llegar algo más tarde y concentrarse cerca de la Fan Zone que la organización había previsto para los nuestros mientras que los llegados de Bilbao y de muchos otros sitios se quedaron en la zona más céntrica. Excelente elección, por cierto. Uno, poco dado a ir donde le dicen y como saben interesado en ver aficiones de equipos rivales desde dentro, se quedó los dos días en cierta zona de Bucarest mucho más parecida a la calle Pozas que a Transilvania. Incluso el restaurante que todo el mundo buscaba, el más antiguo de Bucarest, el Cara´cu Bere, fue tomado por la afición del Athletic y era casi imposible encontrar algún aficionado del Atleti. ¿Imposible? ¡No! En medio de la marea bilbaína ondeaba el estandarte de la Peña Scotland, resistiendo orgulloso en medio de la afición rival como los pictos a los romanos al otro lado del Muro de Adriano, atrincherados en el piso de arriba, luciendo Cruz de San Andrés. "Si queréis nuestras cervezas, venid a por ellas", parecían decir. "Aquí abajo hay bastantes, si quieren Vds unas aceitunas ya nos dicen, pues", parecía responder la afición rival. Aquello fue una oda a la competición cervezera, una batalla histórica, oiga, la Batalla del Cara'cu Bere, que en el futuro glosarán bertsolaris, gaiteros y hosteleros rumanos nostálgicos de los buenos tiempos en los que los barriles de cien litros se agotaban en diez minutos.


La afición del Athletic, que como la del Atleti mueve muchísimas familias, abuelas, niños, lesionados, lactantes y sumillers, es una afición perfecta para encontrarse en una final y en un espacio reducido. Simpática, salada, amistosa y buena guía gastronómica (con especial mención en todos los campos a los aficionados de cincuenta para arriba, más contentos y graciosos aún que el resto), la afición del Athletic es altamente recomendable para estas ocasiones; si el Athletic y el Atleti organizaran un partido anual para celebrar la relación matriz-filial en, es un poner, Logroño, sería un evento fijo en el calendario de los aficionados al vino tinto y la polifonía. Uno tiene la impresión de que había cierta desconfianza hacia la afición rival por parte de ambos bandos, a ver de qué van estos, a ver si no hay problemas, esperemos que no haya provocaciones ni que meta la pata nadie. No ocurrió nada de eso, y cuando hubo un conato mínimo, un cántico poco amistoso (sin siquiera llegar a lo levemente insultante), ni fue seguido por la mayoría ni pasó a más. Lo que sí hemos compartido con la afición del Athletic de Bilbao han sido brindis, conversaciones, historias sobre nuestros equipos y su origen común, recomendaciones sobre bares y vinos y un montón de anécdotas y chistes. Un placer, una maravilla, lo que debería ser siempre.



Pero no sólo nosotros debemos estar agradecidos a la afición del Athletic, también la villa de Bucarest les debe mucho, y no sólo a ellos, también a los nuestros. El caso es de una trascendencia importante y de él se beneficiarán muchos turistas y locales en el futuro hasta convertir Bucarest en una meca a la que peregrinar, y si no, al tiempo. Y es que el martes, con los primeros aficionados llegando a los bares, tomarse un gin tonic en Bucarest era un poema. Vasos pequeños, poco hielo, un limón grandísimo, tónica caliente.


- Pero bueno, oiga, esto qué es,

- Un gin-tonic

- ¿Un gin-tonic, dice Vd? Anda ya, que venga el encargado.

- No está el encargado

- Pues entonces que venga el Alcalde

- Ahora no puede, le están regañando en otra mesa esos señores de Bilbao.


El martes, cada gin tonic que venía a la mesa se recibía con cejas arqueadas y una catarata de instrucciones: mal, mal, oiga, maaaal, el vaso más graaaande, el limón mas chiquitiiiito, más hieeeeeelo, menos tóóónica, así, así, ¿ve Vd? Muy bien, traiga otros siete. Pero un día más tarde, sólo un día, la machacona insistencia de ambas aficiones hizo mella en el hábil sector hostelero rumano y las cosas eran muy diferentes, Bucarest era un sitio renacido, un valle próspero, el testigo de una nueva era.


- A ver, oiga, tres gin-tonics cuando Vd pueda

- ¿En vaso grande, con mucho hielo, poca tónica y limón el justo?

- Si es así, traiga seis, oiga.





La grada



Una vez cerca del campo, y por primera vez rodeado de los suyos, uno siente cierto alivio. No es por haber estado en zona rival, sino porque según va subiendo la presión y los nervios, según se acerca el inicio, uno tiende a refugiarse en los suyos, en los que sufrirán como uno cuando empiece el baile, en los que, como uno, saben que el Atleti es capaz de hacer maravillas y de echar todo por la borda con idéntica facilidad. La entrada al campo tiene esa mezcla de saber que por fin ya estamos todos juntos y, a la vez, que ya llega el momento de pasarlo mal a ratos; Vds ya saben de lo que les hablo, oigan.



Y la afición del Atleti, aquella que tanto criticamos cuando insulta al visitante, cuando dice lo que no debe o no protesta lo suficiente, la que nos gustaría que fuera aún mejor y más ejemplar, en la grada no tiene rival. No hay forma de callar un fondo del Atleti, no hay minuto del partido en el que no se esté cantando y saltando, algo muy gordo tiene que pasar para que la grada enmudezca cinco segundos. Durante noventa minutos, con la única tregua del descanso, el fondo del Atleti fue un clamor constante, una sucesión de cánticos uno tras otro, a veces solapados, a veces a compás, a veces no. Los cánticos nacen de arriba y a la izquierda, de abajo, de un lado, de otro. A veces los lanza un aguerrido funcionario palentino que tardó 40 horas en llegar a Bucarest, otras veces un seminarista escapado por unas horas con la complicidad del profesor de Teología Sistemática, otras, una señora peinada de peluquería y con pendientes de perlas que, con los papeles perdidos, grita en honor a Arda Turán a pesar de quejarse siempre del ruido que produce el kebab de su portal, con el que a partir de ahora será mucho más comprensiva. La grada actúa como un único ser, al unísono en el caos, coordinada sin que nadie se ocupe de la coordinación, todos a una aunque nunca se hayan visto. Y lo hace todo el rato, todo el tiempo, se sufra o no, se gane o no, se pierda o no. Si uno quiere ver el partido calladito y sentado, si uno quiere charlar con el vecino de negocios o diseccionar tácticas con concentración y análisis, la grada del Atleti en día grande no es su lugar en el mundo. Gracias a Dios, así son las cosas.



La afición del Athletic, bullanguera y alegre todo el día, encajó mal el primer gol de Falcao y pareció más silenciosa y tímida de lo esperado. Tampoco ayudaba la acústica del estadio, que multiplica el sonido cercano y casi ensordece el que viene del fondo opuesto, pero la sensación fue luego confirmada. Quizás demasiado confiada en un triunfo sobre el Atleti, el gol cayó como un jarro de agua fría y los fantasmas de la derrota en vísperas de otra final contra un equipo dificilísimo parecieron pesar mucho. Tras el segundo de Falcao, poco a poco el fondo del Athletic se fue quedando en silencio y sólo durante unos minutos del segundo tiempo apretó un poco San Mamés. Para cualquier aficionado a un equipo, es imposible no sentir un escalofrío al ver las caras de la afición durante el partido, así como las imágenes de los congregados en el San Mamés de verdad. Por ellos, para desearles suerte en la final de Copa del Rey, irá nuestro próximo brindis. Queden en todo caso tranquilos los del Athletic; acaba de nacer en Madrid Manu, un leoncito con 50% de sangre bética que promete tardes de gloria por la banda izquierda. Al tiempo.



El Partido



El aficionado esperaba una final reñida y llegó el Atleti, que tiene estas cosas, y jugó un partidazo. En poco tiempo se puso por delante gracias a un gol estratosférico de Falcao y, lejos de hacer estas cosas tan suyas y tirar el partido por la borda, jugó de manera inteligente y contundente. Tres cero acabó el partido, y si Falcao mete otro u otros dos tampoco habría que haberse asombrado; qué cosas tiene este equipo nuestro.



Si Falcao fue el protagonista absoluto, como se encargan de repetir los diarios de medio mundo, es de justicia decir que el protagonista total fue el equipo. Nadie jugó mal, alguno jugó su mejor partido en el Atleti, todos pelearon, nadie se escondió. Courtois estuvo firme y seguro e hizo dos intervenciones clave, Juanfran anduvo cómodo y casi siempre superior a su par y Filipe Luis Filipe, Froilán para los amigos, hizo un muy buen partido con el que se empezó a quitar motes y prejuicios. Filipe Luis, hoy por fin sí, ha acabado la temporada fuerte e involucrado, mucho mejor que en partidos pasados y eso que no ha contado con ningún partido de reposo ni suplente de garantías. Filipe Luis, al que tantas veces hemos hecho rabiar, hizo un gran partido o incluso, siendo él, un partido gran partido. Aquí queda escrito, como es de justicia, y esperemos que sea el inicio de una progresión geométrica.



Partido enorme hicieron ambos centrales, Miranda y Godín. Llorente, la gran amenaza mediática que curiosamente no generaba tanta confianza en los aficionados del Athletic con los que hablamos del tema, se quedó en blanco gracias en parte al enorme partido de ambos defensas y gracias también al planteamiento del Cholo. Ni un balón lateral recibió Llorente, anulando así su gran y casi único recurso, y todo gracias a la labor del centro del campo y los laterales, que crearon un embudo difícil de superar para el rival; cuando el balón llegaba a Llorente, normalmente desde el centro, los centrales del Atleti estuvieron contundentes y sin fallos, concentrados, enormes. Simeone ató a los finos centrocampistas rivales y dejó más libertad de movimientos para Muniaín, que corría en horizontal con ese ritmo acelerado tan suyo sin que nadie le saliera al paso con facilidad; sólo cuando estaba apurado, aparecían tres centrocampistas del Atleti para robar y salir. Para esta tarea inteligente contó el Cholo con Gabi, jugador que claramente tiene carácter suficiente para tapar sus carencias en este tipo de ocasiones, dominador de espacios, tácticamente impagable y encargado de meter al resto del equipo en el partido cuando no se tenía el balón suficiente tiempo; en un par de ocasiones lanzó carreras suicidas destinadas únicamente a recuperar balones incluso para echarlas fuera, sólo para mandar el mensaje de que con el Cholo en el banquillo y él en el campo, no se relaja ni el acomodador.



Párrafo aparte esta vez para Mario Suárez. De Mario dudaban muchos, sobre todo el que suscribe. Uno no se fiaba de su frialdad, de su blandura, de su carácter para un partido así, de sus últimos partidos. Mario salió confiado y concentrado, hizo un partido extraordinario y, quizás para no quedar como un bobo tras ese tweet tan poco afortunado de hace unos días, calló la boca a muchos, sobre todo al que suscribe, que nos tragamos nuestras palabras con una felicidad extrema y rojiblanca. Mario fue clave en la recuperación y condujo el balón con calidad en varias ocasiones, no perdió el sitio y mantuvo a raya a los rivales que se acercaban a su parcela. Mario fue la sorpresa de la final y una alegría enorme para los que más manía le tenemos, hoy calladitos y la mar de monos, oiga.



En la parte de arriba, Arda jugó cuando quiso, que para eso es Arda, e hizo la jugada que acabó con el segundo gol de Falcao, un golazo tirando rivales al suelo por el camino. Adrián estuvo más apagado que otras veces pero, aún así, produce en los rivales una valiosísima sensación de pánico que ayuda a empujar hacia su área al equipo contrario. Diego, algo despegado del juego y de sus tareas defensivas el primer tiempo, se agigantó el segundo tiempo y mantuvo el balón, condujo contraataques y terminó marcando un golazo que trajo la tranquilidad a todos los que en esos momentos, desafiando a la lógica pero fieles a la personalidad del Atleti, aún pensábamos que aquello se podía perder. Diego se adornó en demasía un poco más tarde con un alarde innecesario y Simeone le cambió para que se llevara la ovación del respetable y el grito de "Diego, quédate"; nadie en el club hace tanto como Simeone para contar con un equipo competente el año que viene, qué cosas.



Y por último, aunque poco, Falcao. Falcao hizo un partido de jugador enorme, marcando dos golazos y casi un tercero. Inteligente, hizo astillas el frágil parapeto que supone Amorebieta, toda una ventaja para los rivales y una maldición para la Vino Tinto. Mantuvo con los centrales del Athletic un duelo de los de recordar, sin quejarse nunca, sin desfallecer nunca, sin dar nunca un balón por perdido a pesar de haber marcado dos veces. Una vez más, Falcao fue un fenómeno y no sólo por sus goles sino, sobre todo, por su entrega y compromiso. Gracias.



Un dato sobre el Athletic. Desarbolado por el Atleti, que fue mejor, lo intentó en varias ocasiones y quedó claro que la bola no entraría. En el fútbol pasan estas cosas, hay días que sí y días que no, y para el Athletic ese día fue no. Los goles de Falcao y el entramado del Cholo, junto con la constatación de que suerte no tenían, hizo entrar al equipo en fase de depresión; aún así, ni una patada, ni una simulación, ni una trampa. Esto, que parece una tontería, es muy inusual, muy honorable y muy importante.


También Simeone, que en el banquillo no muestra las formas broncas que en el campo tenía a veces, dispuso un precioso pasillo para el rival que, al acercarse a por su trofeo, recibió una ovación estruendosa desde el fondo del Atleti. Otro detalle muy valioso, para que tomen nota otros.


Neptuno


Mientras algunos volvíamos al centro de Bucarest a tomar champaña (que es como se llamaba antes el champagne) con algunos seguidores del Athletic, mucha gente bajó a Neptuno. Algunos comparan la emoción de vivir una final in situ con los pelos de punta que produce ver cómo, justo al final del partido, empiezan a salir de todos los rincones de Madrid camisetas y bufandas rojiblancas que se van uniendo, en ríos, con dirección a Neptuno. Los que no vivimos eso hace tiempo sentimos muchísima envidia de ese momento precioso y por eso nos irrita especialmente que no se pudiera vivir de nuevo. La plaza entera de Neptuno, nos cuentan, estaba acordonada, una medida sin precedentes, repleta de antidisturbios acorazados. El resultado es que la gente no pudo celebrar las cosas como antes, que familias enteras tuvieron que huir a la carrera para evitar que se aporreara a niños y ancianos y que los más inclinados a responder a provocaciones encontraran la excusa perfecta.



Conocida es la fobia del que suscribe a la policía blindada y malhumorada que acude a los estadios españoles, casi tan virulenta como la que padece hacia aquellos que van a este tipo de acontecimientos a provocar altercados y arruinar la fiesta al resto. Es curioso, no obstante, que en la mayoría de situaciones en las que uno ha vivido de cerca los problemas, la policía estaba especialmente agresiva; en Bucarest, sin ir más lejos, con diez mil aficionados por cada bando y una policía igualmente acorazada pero amable y cooperadora, no pasó absolutamente nada. Alguien debería pensar seriamente en esto.



Uno no entiende esta manía de la autoridad de obstaculizar las manifestaciones espontáneas de alegría y las celebraciones naturales. Uno, además, empieza a aborrecer estas celebraciones programadas con itinerario, speaker, pasarela, horario de imposición de bufanda, partitura y desfile de autoridades militares y eclesiásticas. Que el fútbol es cada vez más negocio y menos de la gente es obvio. Que en los estadios haya más ejecutivos y agentes que aficionados propiamente dichos es vergonzoso. Que ya hasta en la calle programen cuándo y dónde uno puede uno alegrarse so pena de recibir un porrazo en el cráneo, es ya lo último.



Los medios


Los medios, entusiastas en la exaltación del Athletic y sumisos a los intereses de la directiva del Atleti durante toda la fase previa al partido, aprovecharon el pitido final para especular sobre el futuro de los jugadores del Atleti. Con actitud más propia de la facción más odiosa de la afición del otro equipo grande de la capital, la prensa no dio ni un minuto de tregua. Ni un minuto dieron a los aficionados colchoneros para alegrarse, ni un sólo minuto sin hablar de despedidas, de fichajes por otros equipos, de ofertas millonarias procedentes de rivales odiados. Aquéllos que vieron el partido por la televisión que lo retransmitía en España han hablado de arcadas ante el tratamiento, y los que hemos podido ver las reacciones posteriores, no podemos más que denunciar el trato hacia los aficionados y la institución, ya que los encargados de hacerlo no dirán nada, como siempre.



Es una falta de respeto no permitir las celebraciones en la calle, es una falta de respeto convertir en noticia de primera plana lo que es un disgusto para la parroquia a los cinco minutos de un triunfo histórico. Los medios no respetan al aficionado y sólo mueven la colita esperando el trozo de información que manda la directiva, como un perrillo amaestrado, sin importarles si lo que dicen duele o no duele. Ríen las gracias y las meteduras de pata del presidente, alimentan los rumores más dolorosos sobre fichajes y tapan los agujeros negros de la gestión y los motivos para la vergüenza. Luego se quejan de la animadversión de la masa rojiblanca, luego se sorprenden y exigen el respeto que ellos nunca tienen hacia el aficionado de a pie.




Reflexión final, entrega de trofeos y exaltación de los valores rojiblancos (Ad Maiorem Choli Gloriam)



Contra viento y marea, centímetro a centímetro, el Atleti de Madrid, esto es, entrenador, jugadores y  grada, ha ganado un nuevo título europeo. A pesar de la gestión desastrosa, de las deudas, de los cambalaches, de los entrenadores títere, de la prensa sorda y muda, de la exaltación mística del rival y de nuestras propias carencias, esa camiseta con vida propia ha vuelto a convertir un collage de cedidos, nuevos, buenos y no tan buenos en un equipo campeón. Nos venderán lo que quieran, nos contarán milongas sobre presupuestos y fichajes, nos dirán que vendrá uno mejor o igual que otro, pero los que ahí estamos siempre sabemos bien lo que pasa, quién es en el fondo el motor de los éxitos y quién es el responsable de los fracasos, quién suma y quién resta en este club con directiva enana y grada gigante.



A pesar de los pesares, la camiseta de las rayas rojiblancas y el Cholo Simeone nos han devuelto a la gloria. Enorme es el mérito del Cholo, ese entrenador que vive el Atleti como nosotros, que se alegra como nosotros y sufre tanto o más que nosotros, el tipo duro que heredó una plantilla mal hecha y mal entrenada y la ha convertido en un equipo serio con un entrenador sensato y elegante. Pasará más adelante lo que tenga que pasar, veremos en qué se convierte el Atleti, pero, por ahora, gracias Simeone, gracias Atleti por hacernos tan felices a pesar de que te lo ponen tan complicado.


Nadie nos ayudó ni nadie nos ayudará. No era fácil, como no lo es nunca lo nuestro, pero es lo que elegimos, lo que somos y lo que nos gusta ser.


Ahí queda, para quien quiera oírlo, Aúpa Atleti.

lunes, 7 de mayo de 2012

Despedida y crónica del Atleti - Málaga


En vísperas de la semana más importante del año para el Atleti, justo antes de la final de la EL, se hizo oficial la marcha del Club de Perea y Antonio López. Ambos, con un cerro de años en el Club a las espaldas, formaron parte del equipo que ganó la Europa League en Hamburgo hace dos años; de ese equipo no queda en la plantilla prácticamente nadie. En este Atleti de Madrid de hoy los jugadores vienen y van y casi nadie se entera de por qué, por qué no, por cuánto, para qué, a cambio de quién y según qué plan. Así se hacen las cosas en el Club ahora, éste es el apego que el Club tiene por su patrimonio más importante tras la afición, ésta es la forma que tiene el Club de crear identidad y fidelizar a jugadores con seguidores, éste es el Club que ha tocado vivir a Perea y Antonio López.

Ni Perea ni Antonio López tendrán, con los años, la vitola de los jugadores históricos, la que corresponde a Gárate o Griffa o Pereira o Luis Aragonés. No será por una cuestión de tiempo, que Alemao estuvo un año y todo el mundo se acuerda de él; tampoco será cuestión de calidad, que a Arteche le faltaba y es para todos una leyenda. Antonio López y Perea han sido honrados jugadores de equipo durante la época más triste del Club, casi funcionarios en la época en la que el Club pasó a ser empresa y dejó de ser el orgullo de los socios, la época en la que dos dirigentes ineptos para la gestión deportiva pero brillantes para la demolición, el engorde del bolsillo propio y el abochornamiento general dirigen los destinos del Rey de la Furia Española para desgracia de sus súbditos.

El Club, en contrapartida a sus servicios, tuvo un gesto anunciado poco antes del día del partido que casi pilló por sorpresa a los aficionados. El Club, que ya no hace partidos homenaje ni hace casi despedidas, despachó ayer la efeméride con un acto de cinco minutitos antes del partido contra el Málaga. Bajo un aguacero y con media entrada, a Perea y Antonio López se le entregaron unas camisetas conmemorativas, se puso su foto en el vídeo marcador, se les hizo posar junto a Cerezo y su traje azul de los domingos y a otra cosa, mariposa. La sensación entre la afición fue parecida a la que tienen los empleados de correos cuando se jubila un compañero de la central y el jefe de sección le entrega un cheque regalo de 200 euros del Carrefour y un pisapapeles plateado con el escudo de la provincia de Palencia. No era cuestión, piensa el que suscribe, de hacer un partido homenaje a dos jugadores que no han sido ni la mitad de importantes que otros que han salido por la puerta de atrás; ahora bien, la acostumbrada funcionarialidad bienqueda del club a la hora de hacer cosas que en otras entidades con más solera mueven al orgullo y la emoción, contribuyen a empequeñecer aún más la imagen del equipo, a fomentar la sensación de cortijo gestionado de manera improvisada, sin cuidar nada, sin respetar nada, sin gestionar sus propios activos para dotarles de valor, sin generar orgullo donde se podría, sin fomentar referentes ni figuras. Hala, majos, tomad la camiseta y este pin, pero rapidito que llueve; dentro hay jamón, comed todo lo que queráis pero no os vayáis a atragantar, je je je, hala, lo dicho, hasta otra, adiós, por cierto, ¿a qué hora empieza esto? En fin.

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Antonio López ha sido capitán del Atleti y, durante un tiempo, el único canterano de la plantilla. Antonio López es de Benidorm, Alicante, pero como si fuera del mismísimo centro de Usera a efectos de la cantera; en su momento, no hubo ningún jugador nacido en Madrid y Antonio López sirvió en ese caso para tapar todos los agujeros.

En lo futbolístico, Antonio López es un jugador algo fino y algo frío, capaz de poner buenos centros y de quedar sentado ante un dribling previsible, sin demasiado físico ni demasiado poco, con buena técnica pero sin ser un portento. Algo agarrotado en la carrera, algo soso en la toma de decisiones, sin el carácter que se le exige a un defensa del Atleti, pero con más técnica que un lateral al uso, con buen pase en ocasiones, con fallos desesperantes en otras, con alguna perla técnica para el recuerdo. De Antonio López siempre esperamos un poco más y siempre se quedó a las puertas de romper del todo, como si estuviera atado por la cintura con una goma a un buzón, como si una vez allí donde debería estar volviese unos pocos pasos para atrás. El Antonio López futbolista era algo así como un jugador de tenis que siempre se queda a media pista, lejos de la volea y lejos del passing shot, como un bailarín que hace siempre el mismo paso, suene un fox trot o un pogo. Antonio López hace honor futbolístico a su nombre, un nombre normal combinado con un apellido normal, un nombre antoniolópez, ni bien ni mal, a veces bien y a veces mal, Antonio López, el recluta Antonio López.

- António López
- Presente
- ¿Cuántos Antonios López hay en la compañía?
- Ocho, mi sargento
- Mi madre.

Antonio López hizo buenas temporadas en el Atleti, fue internacional y jugó un mundial; su presencia en la selección fue honrosa pero discreta, quizás como su carrera en general, la carrera digna de un jugador digno sin estridencias ni brillos pero con un poso de calidad y finura. En el Atleti alternó temporadas buenas en las que era titular indiscutible y apuntaba a jugador con proyección brillantísima con otras en las que no se sabía bien si jugaría o no. Antonio López tuvo poca suerte en algunas ocasiones, tuvo vértigos, tuvo problemas familiares que le alejaron de su mejor momento. El año de la Eurocopa Antonio López hizo una temporada especialmente meritoria: pasó un dificilísimo momento familiar y, cuando jugó, muchas veces lo hizo de lateral derecho, por su lado malo. No se valoró esa difícil y meritoria temporada entonces, no se cayó en el mérito que tuvo Antonio ese año. Algunos le agradecemos en particular esa temporada amarga y la profesionalidad y entereza con la que afrontó un momento tan difícil.

Desde siempre, la grada deseó que a Antonio López, uno de los nuestros, le fuera bien, que jugara mejor de lo que luego jugó, que fuera más completo como jugador y como capitán. A todos nos hubiera gustado que Antonio López fuera el gran capitán que nunca llegó a ser, el tipo con carácter artechiano que no es, el referente para los nuevos y los jóvenes que desde fuera no parece. A Antonio López siempre le tuvimos cariño pero quizás no la admiración ciega de los grandes, siempre esperamos más de alguien que parecía poder llegar a ser un referente claro pero tampoco nos defraudó tanto como para no querer que le fuera estupendamente bien. Todos esperamos siempre ese puntito más de Antonio López que Antonio López no pudo dar, aunque parece que lo intentó.

Antonio López se va y, por supuesto, le deseamos lo mejor y le agradecemos los servicios prestados. No veremos muchas camisetas con su nombre en la grada y no esperamos que finalice su carrera con un millonario contrato en Qatar, recibido por una cohorte de camellos y huríes en su aterrizaje. Sin embargo, siempre será recordado con respeto y con cariño, porque no nos hacen falta contratos millonarios y retiros dorados para saber quién fue honrado y cumplió con dignidad con las rayas rojiblancas. Gracias por todo, suerte y esperamos verte por el campo, tu casa.

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Junto a Antonio López, ayer se dijo adiós a Perea. De Luis Amaranto Perea se ha hablado mucho en este blog, sobre todo durante las jornadas más grises en las que tanto se le criticaba y hasta se ridiculizaba. Quizás por ser el chivo expiatorio de muchas de las frustraciones de la grada, quizás por su eterna disposición a hacer lo que el equipo le pedía a pesar de las críticas y las mofas, quizás por sus palabras tan sentidas hacia la afición que le sometía a tormento y el Club que no le defendía, a Perea siempre le tuvimos un cariño especial, un cariño protector, un cariño de dientes apretados por culpa de la indignación que provocaba la actitud de la masa, el cariño que se le tiene a un primo bajito, un cariño que no se le tiene a todos.

Perea, portento físico sin demasiadas condiciones para hacer diabluras con el balón, apareció por el Calderón en un Villa de Madrid con Boca Juniors y se quedó inmediatamente, cuentan que recomendado por Torres, la víctima de su marcaje. Tras una primera temporada en la que causó sensación haciendo pareja de centrales con Pablo Ibáñez, qué cosas, Perea sonó para el Barça, para el Milan, para Ministro de Transportes y para el Premio Nóbel de Carrera, Corte y Choque. Perea ganaba todos los sprints y cortaba todos los balones y era Pablo, en esa temporada en la que pareció jugador de fútbol, quien marcaba la posición y sacaba el balón jugado. Perea escuchaba y obedecía: a ver Perea, a por ese, a por ese otro, sí, tranquilo, respondía Perea, yo me ocupo, ya está hecho, oiga, guárdese Vd la lengua no sea que se la muerda.

Perea, ya en su primera temporada, dio signos inequívocos de que lo suyo era correr y cortar y no regatear o subir el balón con la cara levantada. Los entrenadores, que aunque no lo parezca sí saben a veces de esto, lo vieron y era raro el equipo que no hiciera todo lo posible para que fuera Perea y no otro el que subiera el balón. La torpeza de Perea era una ventaja para el rival, como lo fue la degradación total de Pablo, la poca calidad de los centrales que acompañaron a Perea en la defensa en los años posteriores (a los que siempre acabó adelantando Perea en las preferencias de los entrenadores) y la clásica querencia de muchos mediocentros del Atleti para mirar hacia otro lado cuando lo que toca es pedir el balón a los de detrás e iniciar la jugada. Perea, el más torpe de todos, nunca rehuyó la responsabilidad y protagonizó, en su afán de ayudar, errores sonados, pifias monumentales, pérdidas de puntos y chistes crueles.

La grada la tomó con Perea, en parte harta de sus pifias y en parte haciendo gala de esa crueldad tan poco nuestra que la afición del Atleti muestra en los últimos años. En el pasado la grada apreciaba el sobreesfuerzo de jugadores torpes y valoraba su entrega por encima de su falta de calidad, aplaudiendo sus carreras y moviendo la cabeza con gesto de padre resignado cuando cometían errores. Así, la grada apadrinó a Pizo Gómez, alegrándose de sus pocos éxitos con explosiones desproporcionadas de júbilo motivadas por el cariño que despertaba alguien que lo intentaba y lo intentaba y casi nunca le salía. La grada elevó a los altares y con razón a Arteche, un jugador limitado que era todo corazón y carácter, protagonista de fallos monumentales pero siempre querido más que el resto, en parte por su entrega y su coraje, en parte porque la grada apreciaba el esfuerzo suplementario que le suponía corregir sus deficiencias a base de compromiso y lealtad. No trataremos nunca de comparar a Perea con Arteche, ni mucho menos, pero sí resulta curioso comparar las reacciones de la grada en situaciones no opuestas.

Durante muchos partidos, la grada la tomó con Perea incluso cuando no lo hacía mal, obviando sus virtudes innegables y resaltando únicamente sus defectos, igualmente obvios. Perea respondía a las críticas en entrevistas en la prensa en las que decía que entendía a la gente, que reconocía que le costaba muchísimo sacar el balón jugado, bendiciendo en todo caso la suerte de poder jugar en el Club Atlético de Madrid. No sirvió para mucho, al menos entre parte de la grada. Cuando Perea se acercaba al balón había un murmullo de sorna, en ocasiones parecía que había quien quería que Perea fallase para explotar de ira y hacer un chiste. La suerte de Perea parecía echada para muchos, y daba igual que siguiera ganando sprints, que le quitara aquél balón a Gerrard, que salvase muchas veces los muebles gracias a su velocidad y contundencia. El punto más vergonzoso de esta tendencia se alcanzó en el estadio del otro equipo grande de la capital, cuando la afición más odiada se permitió recibir con risitas a un capitán del Atleti, risitas provocadas por nuestra propia actitud. En el pasado, una burla de ciertos jugadores odiosos del equipo de Saenz de Buruaga hacia Pizo Gómez fue asumida por la afición en pleno como una afrenta hacia todos nosotros; años después, qué cosas, era la afición del Atleti la que provocaba la situación humillante, la que ponía en bandeja de plata la cabeza del capitán para que fuera el vecino indeseable el que se riera a nuestra costa.

Pero Perea siguió a lo suyo, es decir, a estar en una forma física increíble, a correr, a chocar y a despejar balones a los que sólo él podía llegar y parte de la grada lo entendió también. Quizás como reacción a la parte más cruel de la afición, las buenas acciones de Perea recibían un aplauso entusiasta; a veces, también se coreaba con sorna su nombre. La afición del Calderón, la que rara vez clama contra los responsables del desastre, la que ha hecho reverencias a Reyes, se dividía en su opinión sobre Perea aunque, piensa uno, poco a poco fue imperando la cordura. En los últimos tiempos son más los que han ido reconociendo el valor de la honradez y la humildad de Perea, su falta de culpa por intentar hacer las cosas lo mejor posible, el mérito de no haber tenido nunca un mal gesto a pesar de habérsele faltado al respeto muchas veces. Al fin y al cabo Perea, que batió el record de partidos jugados por un extranjero que tenía el mismísimo Griffa en aquél partido contra el Levante en el que ya hablábamos de esto y ha sido capitán del Atleti por más que fuera demasiado tranquilo, demasiado educado para protestar al árbitro, demasiado amable para encararse con rivales; nos guste o no, es parte de la historia.

Perea se va y no sabemos bien dónde. Hay quien dice que a Turquía, hay quien dice que a otro equipo español. Vaya donde vaya, desde aquí nos alegraremos cuando le vaya bien y seguiremos cuando nos sea posible sus carreras, sus tackles a toda velocidad, sus cortes contundentes y también sus pifias medio cómicas, que también esas son parte de Perea y parte de su personalidad diferente y cercana. Siempre nos acordaremos de Perea con cariño y siempre, cuando hablemos de él, pensaremos en un ex - vendedor de helados igualito que Frozono, qué ironía, que nos levantó de los asientos con carreras imposibles y fallos desesperantes y que siempre, siempre, dio todo por el equipo y las rayas rojiblancas, que siempre habló bien de los nuestros, que nunca tuvo un mal gesto, que dijo aquello de que, como nos pasa a nosotros, ser del Atleti de Madrid es lo mejor que le ha pasado en la vida.

Gracias por todo, Luis Amaranto Perea, suerte en todo lo que hagas.
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El partido contra el Málaga del sábado dejó varias dudas y planteó varios interrogantes de cara a la final del miércoles y al futuro en general. La primera duda era meteorológica: ¿puede algún hombre del tiempo, incluido Mariano Medina que en paz descanse, explicar por qué ha llovido este mes de Abril y parte de Mayo todo lo llovible y lo inllovible? La intensidad de los chaparrones del último mes han tenido un efecto beneficioso para el campo y los pantanos, pero han producido un efecto colateral del todo negativo: el temporal ha anegado la cosecha anual del Calderón, ha ahogado en chubascos a las plantas que, durante esta agradable época del año, germinan, crecen, se reproducen y mueren en los asientos del estadio. Con las trombas de agua no sólo se han anegado generaciones de una importante variedad botánica, sino que se ha perjudicado notablemente a la oposición en su argumento más válido para evitar la voladura y demolición del Estadio Vicente Calderón: su calificación como Reserva de la Biosfera por la Unesco, Adena, Greenpeace y el Icona. Eso sí, el que suscribe ha encontrado una última vía: en grada de lateral se ha originado un gran charco a la altura de la fila 14, casi en el centro del campo, en el que abunda el nenúfar, el lirio de agua, el alga cianofícea y el alga verdeazulada. El socio de la zona, respetuoso y amante de la obra de Jacques Cousteau, evitó pisar el milagro acuático el día del Málaga y a estas alturas es muy posible que el ecosistema quede intacto, incluso que hayan eclosionado huevos de batracios y peces, que colonias de martines pescadores y águilas pescadoras hayan nidificado en el primer anfiteatro en busca de alimento para sus proles y que el desmán de los pirineos corretee por los vomitorios frente a la zona en que abunda el desmán del palco. Ah, la sabia naturaleza, siempre actuando en bien del hombre y en contra del traslado a la Peineta.

La segunda duda es de naturaleza animal y no vegetal y se llama Suárez. Mario Suárez, llamado a jugar como titular el miércoles en un partido clave, volvió a hacer un partido triste y malo, desconectado, al paso, haciendo faltas cuando no debía y defendiendo a cinco o seis metros del rival cuando debería estar a cinco centímetros. Mario Suárez hizo además un penalti sobre De Michelis que el árbitro no pitó y que, de haberse visto más claro, habría supuesto un problema gordo para el equipo. De hecho el equipo cambió tras la salida de Mario y la entrada de Koke; de un primer tiempo lamentable se pasó a un segundo tiempo aceptable, y eso que Koke, aún perdido por el medio del campo, necesitaría muchos partidos para buscar su lugar en el mundo. Aún así, uno se plantea si Mario debería jugar en Bucarest o si debería salir Koke. Sobre el primero, casi seguro que su partido será intrascendente; sobre el segundo, hay duda, como en el banquillo del Málaga. Patata caliente para Simeone en el último momento, nos tememos.

Más dudas: el equipo muestra una tendencia preocupante a intentar solucionar los segundos tiempos lo que complica en los primeros. No sabemos si es cosa del Cholo, que plantea así los partidos, o de la empanada de los jugadores, que se soluciona a voces en el medio tiempo, dentro del vestuario. El caso es que ceder la iniciativa tanto tiempo y renunciar a ganar desde el primer minuto puede ser un problema serio en partidos como el del miércoles. Veremos.

En cuanto al resto, algunos apuntes. Courtois volvió a estar bien, sacando dos contraataques peligrosos, uno de ellos del excelente Isco. Froilán estuvo más entonado y su final de temporada está siendo mejor que el principio, mientras que Miranda anduvo inseguro todo el partido. Diego perdió varios balones importantes y, pese a su excelente trato de balón, no fue todo lo efectivo que debería. El apunte con mejor letra, eso sí, va de nuevo para Adrián. Adrián hizo una excelente segunda parte y metió un gol importantísimo. Por si fuera poco, se fue directo al banquillo a dedicárselo a Perea y Antonio López, demostrando que, tras un año en el equipo, entiende más de qué va esto que muchos que han pasado aquí largas temporadas.

A todo esto, el miércoles es el día, señores. Partido bonito que puede convertir un año lamentable en un año para recordar. Confiemos en Adrián y Falcao para al menos marcar un gol, confiemos en Godín y Courtois para sacar los balones por alto con los que nos van a masacrar. Arda y también Diego pueden ser importantísimos, Juanfran tiene que hacer algo gordo porque su temporada lo merece. Enfrente, un equipazo con una misión en la historia. Precioso día, a disfrutarlo. 


P.S.: ayer, 6 de Mayo, bajó de categoría la Liga ACB, que pierde una pieza importante. Durante al menos un año no contará con Estudiantes, que se va una temporada de Erasmus a aprender idiomas y conocer extranjeras. Como lo pasará bien seguro y volverá pronto, nos quedamos la mar de tranquilos.