domingo, 30 de diciembre de 2007

Recopilando (que es gerundio) - I

Se acaba el año y aunque no se acabe aún la primera vuelta, no es mal momento para echarle un ojo a cómo va el Atleti. En realidad nunca es mal momento para ver cómo va el Atleti y de hecho en esto ocupamos gran parte del tiempo libre, pero esta es otra historia (preocupante, eso sí).


Acaba el año, ya lo saben Vds, y se nota en todas partes. Se nota sobre todo en la televisión, que pone resúmenes deportivos con imágenes de gente cayéndose en moto o metiéndose goles en propia meta o rompiendo tableros de canastas. Todo esto gusta mucho a los que hacen recopilatorios deportivos anuales aunque al público nos harte ya tanto porrazo y tanta caída y tantísimo añico de tablero. Así que nosotros haremos un recopilatorio diferente, que para eso somos tontos y tenemos ínfulas, y si no fíjense en que, así de repente, ahora escribo en plural mayestático. Qué cosas.

El resumen que los más valientes van a empezar a leer no es resumen ni es nada, sino las impresiones del que suscribe sobre el último Atleti, ese que empezó más o menos en julio de 2007. El primer Atleti de la era post-estadio propio en barrio fetén, el primer Atleti de la era post-Torres, el primer Atleti en años que nos ha hecho alegrarnos un poco a pesar de las dos bofetadas anteriores. Vds, como de costumbre, podrán estar o no de acuerdo y a mi me parecerá bien todo lo que piensen porque no podría yo echarle nada en cara a alguien capaz de leerse estos ladrillos que escribo y encima de conservar energía suficiente para opinar en vez de irse directamente a tomar un ibuprofeno.

Comenzaba el último Atleti a andar en el verano, si bien no lo hacía en forma de ente completo sino de Proyecto, que es, como ya comentamos en su momento, esa larva de equipo que reemplaza al equipo de verdad durante los meses de verano. El Proyecto, ya lo dijimos, no iba a contar con Torres, el símbolo del equipo y la afición durante los últimos años. La directiva vendió a Torres cuando la temporada había acabado y la paciencia de Torres también, y a muchos les pareció bien y a algunos nos pareció fatal por aquello de que el Atleti, aún en estado proyectario o proyectil, debería ser un equipo que no vendiera a los buenos jugadores, menos aún si eran de la casa, y aún menos si eran capitanes del equipo, identificados con el club y con la afición. Pero esta directiva tiene estas cosas que no tiene ni la del Chelsea, que a pesar de ser recién llegada entendió desde el primer momento que Terry no es alguien a se pueda deba vender así con facilidad (pueden poner muchos otros nombres en el lugar del Chelsea y Terry, anímense, oigan, y hacemos un concurso). Ahora a Torres le va bien y yo en particular me alegro muchísimo, aunque me da rabia que se haya tenido que ir lejos para dejar de oír tantísimas criticas.

Una vez escupida la molesta flema del caso Torres que desde hace tantas semanas me atormenta, pasemos al resto. ¿A lo del estadio? No, que de eso ya hemos hablado largo y tendido (sobre todo largo) y ya saben Vds lo que pienso. ¿Entonces a qué pasamos? Pues a lo demás, oiga, a lo del equipo, a lo de cómo juega, a lo de a qué juega, a lo de quién juega y por qué. A esas cosas, hombre, ¿a qué íbamos a pasar, si no? A veces tienen Vds unas cosas que uno no sabe cómo tomarse. Como les veo espesos, sobre todo a ese del fondo que va de azul purísima, se lo voy a dividir en capítulos.

Capítulo I: de cómo comprar ocho jugadores tras prometer que no se iba a comprar más que uno o dos y que no salga mal del todo

Dijo el Director General del Club que llegaban los tiempos de la estabilidad, la lógica, la prudencia y la paciencia. Dijo que se quedaba el 90% de la plantilla, que se habían acabado los días en los que se compraban nueve jugadores nuevos cada año, que esto no puede ser, hombre, ya. Y a fe que no mentía, el tío: el Atleti no fichó nueve jugadores pero fichó ocho, ahí es nada. Abbiati, Simao, Reyes, Forlán, Luis García, Raúl García, Motta y Cléber, a ver, cuenten, listos. Claro que mientras el Director General decía estas cosas, los que ya le hemos oído hablar unas cuantas veces teníamos claro que luego haría lo que le apeteciera, que es como funciona el Club.

El Atleti había fichado tantos jugadores como cualquier otro año, los intermediarios habían cerrado tantos contratos como cualquier otro año, los rotulistas de camisetas habían maldecido tantas veces como cualquier otro año. Pero algo había cambiado. Este año se había fichado unos cuantos jugadores de calidad, algunos de mucha calidad como Forlán o Raúl García, varios con muy buena pinta como Simao o Motta (si es que llega a jugar), alguno con garantías por haber pasado por aquí (Luis García) y alguno con un historial como para habérselo pensado mucho, como Reyes (y sí que está confirmando las sospechas, sí). Cléber y Abbiati eran una incógnita y a juzgar por los últimos partidos, pueden haber sido un acierto limitado (sobre todo el portero).

Ocho jugadores, algunos contrastados y otros desconocidos, algunos primeros espadas y algunos descartes. El Atleti se había gastado una barbaridad de millones, menos de la anunciada gracias al pico que se había obtenido por la venta de Torres, que no se sabe a ciencia cierta cuánto fue: el club dijo una cifra, el Liverpool dijo otra y ahora, cada vez que Torres mete un gol, suena el dulce ruido de la caja registradora en la orilla del Manzanares. Un misterio. Pero en fin, a lo que íbamos, que el Atleti hizo algunos de los fichajes más caros de su historia para confeccionar una plantilla con la que asaltar el reto de volver a ser quien fue, de ilusionar a la afición y de volver a disfrutar del dulce sabor de los títulos a pesar de todo lo que ha llovido. ¿Es esa la plantilla necesaria? Veremos.

Capítulo 2: De cómo invertir un dineral en hacer una plantilla rara (no mala, rara)

La plantilla, ya lo dijimos también y por ahora parece que se confirma, es rarilla. O rarita. Mucho por delante, poco por detrás, como algunas cupletistas. La delantera titular, Forlán y Agüero, no tiene nada que envidiar a la de casi cualquier equipo grande. En las bandas hay gente con calidad, aunque alguno tenga poco seso (y otro parezca cada vez más centrado y más valioso: Simao, claro). Hay además dos jugadores comodín, uno más completo que otro, uno más potente que otro, uno más llamado a ser un buen capitán que otro, un más argentino y otro más de Badalona. En general, y salvo los patinazos de Reyes, una buena parte delantera del equipo. Es verdad que no hay un delantero reserva de garantías, pero tanto Maxi como Luis García pueden ser buenos acompañantes de Forlán o el Kun. Echaremos de menos un delantero cuando alguno de los titulares caiga rendido tras tantísimos partidos desde julio, eso sí.

El medio campo es otro cantar. En concreto, el medio del medio. Hay un jugador joven, de garantías, que está demostrando el por qué se merece los galones y que debería ser jugador para el Atleti durante años. Tiene la nariz grande y es navarro, para los que no hayan caído. Hay también un jugador que tiene muy buena pinta, pero que sólo aparece cuando hay una conjunción astral determinada; cuando lo hace, eso sí, da una sensación estupenda. Es brasileño y muy alto, a ver si así. Hay otro brasileño que es una incógnita que se va despejando, parece no aportar mucho pero quizás no reste tampoco. Ocupa plaza de extranjero y eso es un problema, porque para eso hay que valer mucho. Menor atención merecen Miguel de las Cuevas, que no ha vuelto a jugar y del que se espera mucho (sobre todo que no se le haya pasado el arroz) y Jurado, que ha jugado poco y del que se espera un milagro, porque no parece que vaya a ser una sombra de quien decía que podía ser.

- Falta uno, oiga
- Yaaaaaaaa.

Falta uno, sí. Maniche. Falta Maniche. Maniche ya estaba el año pasado y no convenció. Alternaba una racha buena y una racha floja mucho más larga. Este año es distinto, o, al menos, lo era. Este año hay Eurocopa y alguno pensaba que Maniche iba a echar el resto para llegar en buenas condiciones. Y puede que tuviera razón. Maniche empezó a recordar a sus mejores tiempos, se entendía bien con Raúl García y mejoraba a su lado (casualidad o no, eso se lo dejo a Vds). Aportaba cambios de juego y apoyo táctico. Aportaba buenos tiros desde fuera del área, esos tiros que exhibía por ahí cuando le veíamos por la tele. Maniche empezaba a convencer a propios y extraños, quizás no de que iba a convertirse en un jugador histórico pero sí de que era un buen elemento. Y entonces Maniche, al parecer, se borró. Dijo que no jugaba un partido, se enfadó con el entrenador, tuvo un intercambio de impresiones algo duro y se le aplicó la doctrina Albelda. Si se va a la calle, que aún no es claro, será un problema serio: ausente y sin garantías de presencia Motta, incapaz Cléber de aportar todo lo que se debe esperar de un tipo en su puesto en un gran equipo, y frágil Jurado cual medio centro de Lladró, el equipo se queda con un solo medio de garantías para todas las competiciones. Poco parece.

De la defensa y la portería poco hay que decir, porque no se habla de otra cosa. Pernía, Perea, Eller y Zé Castro no parecen estar a la altura, sea por calidad, técnica, personalidad o todo a la vez. Pernía va a más, Eller ha estado presente durante la racha en la que el equipo ha encajado menos goles, Perea sigue rápido. Sí a todo, sí, pero, qué quieren que les diga. Sólo Pablo, si es que vuelve a ser el que fue (y va camino de ello) puede estar a la altura de lo que un equipo necesita para estar peleando con los grandes. Y a Antonio López no le meto en el análiis porque el hombre, por los problemas que todos conocemos, ha estado más ausente que otra cosa. De toda la defensa no destaca ningún jugador por su personalidad, sino casi por lo contrario. Tampoco por sus dotes a la hora de sacar el balón jugado, o de imponerse al rival, o de lucir galones. Si a esto añadimos la tibieza de los porteros a balón parado a pesar de su altura, la defensa es una línea débil que no ha sido reforzada suficientemente. El talón de Aquiles del equipo, el flanco más débil, la parte fina del roscón por la que se intuye que aparece la sorpresa. Ay Dios mío, la defensa.

(continuará)

lunes, 24 de diciembre de 2007

De las cosas que se ven venir y de las ganas de evitarlo

Ayer, ya lo saben Vds, el Atleti perdió en casa un partido importante y hoy, ya lo saben Vds, el Atleti no está en Champions. El Atleti ha perdido cuatro partidos contra los cuatro que van por delante y eso da bastante que pensar.


Volvía el Atleti a jugar a las cinco y en Madrid hacía un día de esos tan suyos de invierno. Hacía buen tiempo, el sol lucía, el Atleti jugaba a una hora estupenda y si ganaba se metía de lleno en el lío de arriba. Aquellos, pobres, que sigan estos artículos ya habrán oído más de una vez eso de que cuando el Atleti tiene todo a tiro para redondear un fin de semana estupendo para sus seguidores puede uno estar seguro de que lo echará a perder. Y sí, ayer perdió un partido importante que le hubiera acercado al segundo puesto, que es el puesto en el que el Atleti ha acabado la liga en más ocasiones. No pasa nada, hay tiempo por delante y todo eso pero, qué quieren que les diga, a uno le hubiera gustado pasar las navidades en un puesto más honroso que el quinto. Pero vamos, no es para tanto.

Ir a fútbol en días como ayer es un placer, y así lo fue ayer también. Como es navidad y esas cosas hay mucha gente que vuelve a Madrid y entonces uno tiene la ocasión de ver a amigos a los que no veía hace tiempo. Cuando en este estado de espíritu tan positivo uno entra en el estadio y le dan el Forza Atleti, es imposible no hacer gran cantidad de chascarrillos y chistes de esos que uno no haría en una situación en la que uno se jugara su reputación de tipo con chispa. La portada de ayer (foto de Cléber sobre el titular “Very Cléber”) y un encarte sobre disfunciones eréctiles son toda una provocación para los amigos que vienen de tomarse un pacharán, así que a nadie extrañaba ver en la grada un gran ambiente en el que aficionados con pelucas navideñas se mondaban imaginando que titular hubiera elegido el ingenioso portadista del Forza Atleti si el Club llega a fichar a Kaká o Elano. En fin.

El caso es que empezó el partido y el Atleti se hizo chiquitito y le dio la iniciativa al Espanyol. El Espanyol es un buen equipo que cuenta con jugadores que van desde aseados a muy buenos, y así es más fácil jugar bien. El Atleti, por contra y obra de la dirección técnica, cuenta con un plantel en el que el espectro cualitativo va desde estrella a nivel mundial a petardo de feria ambulante, lo que complica las cosas. El Atleti lleva un tiempo encomendado a lo bueno que tiene delante a pesar de lo limitadito que tiene detrás, y en partidos como el de ayer se nota. El Espanyol metió al Atleti en su campo cuando eran once contra once presionando con autoridad y jugando bien, y esto es mérito del Espanyol; pero también es algo preocupante en tanto uno recuerda al menos cinco equipos que han jugado con igual iniciativa y suficiencia en el Calderón en lo que va de año. El Atleti pierde fuelle en casa y eso es innegable, y si ha perdido ya contra tercero y cuarto, conviene recordar que hay que recibir a primero y segundo en dentro de no mucho.

El partido, decíamos, pintaba en azul y blanco durante el tiempo en que fueron once contra once y no pasó lo mismo después de que el árbitro expulsara a Agüero. Agüero se expulsó un poco él solo y el árbitro le ayudó. Que Agüero, estrella máxima del Atleti y la liga, haya sido expulsado dos veces seguidas en casa dice mucho sobre él y sobre el Atleti. Sobre él dice que aún no ha asumido su condición de objeto de agresión tolerada, que comete algunos errores y que no consigue moderar su sangre caliente cuando le están zurrando. Sobre el Atleti dice que al Atleti es fácil arbitrarle en casa, porque uno no se imagina a las estrellas de los equipos grandes expulsados día sí y día también en casa: las directivas, la prensa y hasta la curia vaticana se encargarían de que así no fuera. Pero la directiva del Atleti no está para esas cosas que lo suyo es hacer perras, lo suyo es publicar las cartas pro directiva en el Forza Atleti y anunciar clubes de carretera en los vídeo marcadores y remedios contra la impotencia en la revista oficial para así, de paso, promocionar “Desde que amanece, apetece”, que es otra fuente de ingresos.

El caso es que Agüero se fue a la ducha, confirmando lo que ya todos sabíamos: que en la liga española uno puede darle una sarta de patadas a la estrella del Atleti, que como mucho le sacan a uno una amarilla y si hay suerte el Atleti se queda con diez. El árbitro, horroroso, también pudo pitar un penalti por mano (rara) de Raúl García y pudo haber dado un gol al Espanyol que anuló por fuera de juego (raro) de Corominas, que marcó tras una dejada de cabeza de Eller de la que la gente no habla por que habla del gol anulado, que si el gol vale a Eller le tiran al río. Así que el árbitro, que pudo ser determinante, resultó ser malo para todos y aún así no pasará nada, como de costumbre. El público respondió a la expulsión presionando en cada jugada, empujando al equipo arriba y buscando otra amarilla en alguno de los sancionados del Espanyol y aquí el público demostró ser más avispado que los jugadores del Atleti, que renunciaron a forzar otra amarilla rival.

Y a todo esto, y haciendo una de esas cosas extraordinarias que el Atleti hacía cuando éramos pequeños, el Atleti marcó un gol con uno menos. Simao para ser más exactos, que metió otro golazo de falta de esos que echábamos de menos en el Manzanares. Simao Sabrosa, un tipo liviano con idénticas iniciales en nombre y apellido, nombre de super-héroe de paisano como Peter Parker o Matt Murdock, parece ser el único portugués con futuro en el equipo tras las actuaciones de los otros super héroes lusos, el tímido elfo Zé Castro y Maniche, el Vengador Tóxico. Maniche, cuando mejor estaba y más falta hacía al equipo, cuando parecía que se entendía bien con Raúl García y cuando todos dábamos por confirmada su trayectoria ascendente, parece que se va del equipo. Indisciplina, poca profesionalidad, vida nocturna ajetreada y algún desplante en el vestuario parecen haber motivado lo que se antoja un problema gordo (y no es con doble intención). Ya andaba justa la plantilla de jugadores de garantías en ese puesto: Motta no se sabe si volverá a jugar con continuidad, Raúl García acabará pagando el esfuerzo titánico de cada partido y Very Cléber, que ayer jugó algo más confiado y con más solidez, no parece que sea el jugador que el Atleti necesite para dar consistencia y jerarquía en la parcela clave del campo. Más le vale a la errática dirección técnica del equipo fichar a alguien para ese puesto o la segunda vuelta puede ser una tortura. Veremos.

Jugó el Atleti con diez y lo hizo mejor, con más raza y convicción que otras veces. Lo intentaba el Espanyol, sobre todo con Riera, a quien Perea dio excesivo espacio todo el partido, pero ná. El Atleti se metía atrás, quizás demasiado atrás, quizás demasiado pronto. Cuando uno se mete atrás intenta garantizar que en el área chica nadie será humanamente capaz de rematar, pero hasta en esto el Atleti es distinto: con todos dentro del área, Tamudo metió un gol regalado, el enésimo gol regalado a balón parado. Hasta entonces Abbiati había hecho paradas de mérito y alguna más haría, pero el Espanyol empataba gracias a un balón en el área chica que daba saltitos, feliz, entre montones de defensas rojiblancos que no sabían qué hacer con él. No es nuevo. Tampoco era nueva la expulsión de Pernía, que tenía una amarilla y por allí cerca a Tamudo, ese tipo del que no hay que fiarse nunca. Pernía a la calle, es fácil arbitrar en el Calderón, el Atleti con nueve con empate a uno y treinta y cinco minutos por delante, ahí es ná.

Se mascaba la tragedia ahora que Iván de la Peña estaba en el campo y el Atleti con dos menos. De la Peña pedía el balón y nadie le encimaba, así que el peligro era constante. El Atleti había optado por replegarse, quizás en exceso, quizás no. Sólo un tipo parecía creer en la posibilidad de un milagro. Forlán, sólo y agotado, reclamaba fe. Muchas veces pidió el balón, varias veces abroncó a sus compañeros por no jugarla con él, hasta dos veces pudo marcar. Forlán, una vez más, dio clases de clase, casta y profesionalidad. Si mete ese gol de cabeza, si gana Forlán el partido, se cae el estadio y cierra la clínica de disfunciones eréctiles.

Pero el Espanyol atacaba y atacaba y el Atleti esperaba atrás, quizás demasiado atrás. Se fue Maxi y entró Jurado, el Hombre de la Posición Natural, y si hay un partido en el que Jurado no debe salir es el de ayer pero Aguirre tiene estas cosas. El Espanyol lo intentaba sin éxito y a cinco minutos del final el Atleti seguía vivo en contra de lo que muchos hubiéramos pensado y uno veía con orgullo la resistencia épica de los nueve que quedaban en el campo. Si uno hubiera sido aficionado del Espanyol se tiraría de los pelos y criticaría con dureza a ese equipo que no conseguía meter un gol a un rival con dos menos. Aguantaba el Atleti y parecía que nos podríamos llevar la alegría menor de un empate pero al final, justo a la orilla, cerca ya de la salvación, cuando casi se tocaba el chiringuito, el Atleti se ahogó. Tuvo que emplearse el Espanyol, tuvo De la Peña que hacer un pase de los suyos para conseguirlo, porque si no el Atleti se hubiera llevado el puntito y pasaría la nochebuena en Champions, pero no. El Atleti perdió, el Espanyol ganó y a uno, como a muchos, le escoció sobremanera la forma en que todo esto ocurrió.

Y escoció a pesar de lo anunciado porque el Atleti no perdió por encajar un gol en inferioridad contra un buen equipo. Tampoco perdió por no echarle la casta que tantas veces hemos reclamado. Perdió por tonto, perdió por no templar ánimos y por tentar a la suerte de un árbitro malo. Perdió por encajar una vez más un gol tonto a balón parado. Perdió quizás por tener una plantilla descompensada y por tener jugadores ya al borde del agotamiento. Y todo esto da una rabia especial, porque al Atleti ayer le vimos apretar los dientes como hacía tiempo que no le veíamos, le vimos desafiar a la lógica, negándose a aceptar lo que todos pronosticaba, que es lo que hace años hizo que el Atleti sea el Atleti. Y esto, dentro de lo malo, es una buena noticia. Feliz Navidad.

lunes, 17 de diciembre de 2007

De las distintas maneras de ver las botellas

El Atleti debió ganar en Huelva pero no lo hizo. Tuvo ocasiones para hacerlo pero no lo hizo. Como resultado pudo perder el tercer puesto de la clasificación pero no lo hizo. Cada uno, claro, tendrá una forma de ver las cosas.

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El Atleti jugó en Huelva pero no lo hizo Antonio López, quien se volvió a Madrid nada más llegar por el fallecimiento de su hermana. Antonio López y su familia lo estarán pasando mal mientras nosotros leemos estas líneas y nos gustaría que supieran que cuentan con nuestro apoyo y nuestro cariño, y si esto sirviera aunque sólo fuera un poquito para aliviarles el momento nos daríamos con un canto en los dientes.

Antonio López llevaba ausente una temporada y todos nos preguntábamos qué le pasaba, porque los del Atleti (y también los de Alicante y los del Osasuna y muchos niños en algún lugar de Nicaragua) queremos que a Antonio López le vaya lo mejor posible. Antonio López es el único canterano que queda en este Club de Madrid en el que no juega nadie de Madrid, y eso le hace aún más especial a ojos de la afición. Antonio López en forma es un jugadorazo que nos hace sentirnos orgullosos. Pero Antonio López pasando un mal rato es uno de los nuestros pasando un mal rato, lo que nos hace sentirnos inútiles por no poder echarle un cable. Pocas cosas se le ocurren a uno peor que lo que le ha pasado a Antonio López, y por tanto pocas cosas que decir se le ocurren a uno más que ánimo y que aquí estamos, por si eso ayuda.

La afición del Atleti, esa con la que el que suscribe se mete por ñoña y por poco protestona y por ser de ola fácil, recibirá pronto a Antonio López como se merece, porque en eso es una afición que quita el hipo. Cuando vuelva Antonio López a jugar al Calderón, que será pronto y bien, se llevará una ovación de esas que a uno le hace sentirse orgulloso de compartir grada con gente con la que discute por todo. Una ovación como la que se llevó Donato cuando pasó por un trámite similar, jugando un partido justo antes de volar hacia Brasil. Una ovación de esas que sólo da el Calderón y que se oye en todos los rincones de Madrid y parte del universo conocido. Vds ya saben de qué estoy hablando, ¿a que sí?
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Los que sigan estos artículos tan largos y tan pedantes esperarán hoy una crónica demoledora que cargue contra un equipo que debió ganar un partido importante que pudo ganar en más de una ocasión, pero que acabó empatando. Esperarán las opiniones de un señor enfadadísimo, crítico con la planificación deportiva, con la dirección financiera del Club y con el fichaje de Eller y con el fichaje de Cléber y con el fichaje de Eller, sí, de nuevo, porque el fichaje de Eller enfada el doble. El doble, sí, qué pasa.

Se recostarán en su butaca prestos a leer a ese tipo pesimista y escéptico decir por enésima vez que Reyes es un caso sin solución, que Pernía es un peligro público, que Pablo está mejor pero que debería aportar aún más y hasta que Abbiati tiene cara de carcelero medieval de esos que llevan un hacha grandísima de dos hojas. También buscarán, claro, un tirón de orejas a Aguirre por quitar al Kun, por renunciar a ganar, por conformarse con metas menores y por haber transmitido esa mentalidad chiquitaja, esa moral de colibrí a sus jugadores. El lector se incorporará un poco cada vez que vea que tiene por delante otro párrafo larguísimo, compacto y plúmbeo como un pudding de esos que comen los ingleses en navidad que si se le caen a uno en un pie se lo sepultan, párrafos de esos que hay que subir con piolet y dos litros de agua. Y en ese párrafo áspero e interminable de Tierra de Campos se esperará la descripción de un equipo que son dos, los de delante y los de detrás, el primero formado por jugadores de calidad, imaginación, trabajo y toque, el segundo formado por retales que demuestran que este año se decidió no tocar de defensa y ahora se ven las carencias, como en esas casas que se reforman habitación por habitación en las que coexisten una cocina de diseño con un baño alicatado con azulejos que parecen sacados de una película de Saza. Se esperarán la crónica de alguien que lamentará las ocasiones falladas por Agüero y por Reyes, sobre todo la segunda del primero a pesar de ser más irritante la única del segundo, fíjense Vds qué jueguecito de palabras les tenía preparado justo aquí, en este recoveco del párrafo, cuando ya no se lo esperaban. Ahora que ya han vuelto atrás para ver qué coño había querido decir y ya les ha quedado claro que al que suscribe le irritó especialmente que Agüero fallara un gol por intentar una vaselinita de nuevo en mal momento y aún más le irritó que Reyes fallara un gol por ser Reyes y ya está, sigo.

Esperarán, decía, leer la opinión siempre negruzca de quien no valora el movimiento de balón de Maxi en el penalti que no le pitaron, sino su torpeza o su inoportunidad o hasta su indecencia al dejarse caer ante un portero. Esperarán una crítica feroz a Cléber Santana y calificativos burlones sobre su escasa aportación y su falta de carácter. Esperarán también que se disculpe a Simao pero que se le advierta de que seguimos con lupa sus movimientos y que esperamos más de él. Buscarán el momento del texto, que ya ha llegado por cierto, en el que se hable de Forlán para ver si este tipo cenizo que escribe ladrillos repletos de esdrújulas coincide al menos con la opinión del que se sienta en la silla delante del ordenador porque no es posible que ponga mal a Forlán, que ayer, como tantas veces ya, hizo un partidazo en el que, como tantas veces ya, es complicado encontrarle un fallo. Y esperará un nuevo tirón de orejas a Aguirre, al que quitó al Kun cuando quedaba buena parte del partido, al que invitó al Recre a adelantar las líneas los quince, veinte metros que el Kun te obliga a recular para evitar su arrancada explosiva, al que pudo formar un lío si Abbiati no hace una buena parada cuando quedaba poco tiempo. Esperará, en fin, un nuevo artículo enfadadísimo con tono de Agustín González haciendo de cura gruñón, otro más, una nueva dosis de acidez y crítica vitriólica, otra más.

Y no.

No, fíjense qué cosas. No es que a uno le gustara especialmente el Atleti. No es que no se desespere ya con las cesiones de pecho de Pernía, o con las tontunas de Reyes, o con las vaselinas de Agüero, o con los penaltis forzados, o con los arbitrajes malos o con los gritos excesivos e injustos, viendo lo que les pasa a otros, de las aficiones rivales. No. No es que uno crea que Cléber es la solución a todos nuestros males, o que Eller sea el central que necesitamos, o que Simao es el mejor en su puesto de toda la historia del fútbol, del balón prisionero y del balontiro, que creo que es lo mismo pero no recuerdo bien. No. No es eso.

Es otra cosa que no sé explicar bien, a ver si alguno llega y me saca de este mar de dudas. Es una sensación rara. Empezó a gestarse al tener la impresión de que el Atleti nunca iba a perder en Huelva, que es algo que otros años no tenía. Luego creció durante el partido, cuando tuve la sensación de que el Recre no iba a marcar bajo ningún concepto, que es algo que tampoco tenía hace tiempo. Acabó con la sensación de que, a pesar de que el empate era un mal resultado visto lo visto y visto el calendario y vista la clasificación, el puntito era un mal menor, un pequeño tropiezo asumible en una carrera de fondo en la que muchos de los equipos con los que estamos llamados a medirnos para meternos en Champions (Villarreal, Sevilla, Espanyol, hasta Valencia si me apuran, que estos no han dicho la última palabra) ya han cometido errores similares. En medio de esa sensación rara vi a un portero mejor del que indica el halo de portero cómico que le precedía, a un Pablo que vuelve por sus fueros aunque eche balones fuera que habría que jugar de otra manera, a un Cléber aseadito que cumplió hasta bien, aunque haciendo bueno a Maniche, quién me lo iba a decir. Vi también a un Maxi en su línea, esto es, incansable, listo, generoso e importantísimo, y a un Forlán casi perfecto, un tipo sin fallos, un tipo que es raro que haga algo sin criterio. Y a un Agüero algo ansioso pero intimidador como pocos jugadores en el mundo. Y hasta a los cambios les ví lógica, sí, hasta a los cambios, aunque al final salió al contrario de lo que mi desconocida razón indicaba. Y aunque me dio rabia que le gol de Forlán no fuera o que no entraran las de Agüero o la de Reyes o el tiro de Luís García, sí, a pesar de todo eso y no sé muy bien por qué, cuando el partido acabó no estaba uno con ese cabreo mítico de los domingos por la tarde.

Y créanme, esto me preocupa. He preguntado a mi médico de cabecera si es posible que, a estas alturas de la vida, haya perdido el escepticismo y hasta me haya hecho sereno y casi optimista. Y me ha dicho que eso no es posible en una personalidad como la mía, tan compleja para un tipo tan tonto. Así que sigo investigando pero algo me dice que, en el fondo, las cosas van cambiando un poco y volvemos a ver los colores del Atleti de siempre bajo la capa de roña de estos últimos años. A ver si es verdad.

lunes, 10 de diciembre de 2007

El prodigioso caso del equipo comediante

Hacer una crónica del partido del Atleti de ayer sin emplear las palabras absurdo, desquiciado o delirante es una tarea tan complicada que ni si quiera el que suscribe se ha podido resistir a ello. Qué cosas.

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Como es imposible relatar lo ocurrido ayer en el Calderón en clave de crónica deportiva, como es del todo inalcanzable para un mero plumilla aficionado describir con la precisión y riqueza de lenguaje que merecen los acontecimientos presenciados ayer a la vera del río Manzanares, y como sería un ejercicio inútil a la par que agotador intentar que los que no estuvieron presentes entendieran cómo se sentían aquellos que poblaban las gradas del estadio del Atleti, les propongo una alternativa, un ejercicio plástico de reconstrucción psicológico-deportiva con metodología de receta casera. A ver cómo les sale.

Intenten imaginar la expresión de la cara de alguien que acaba de presenciar un prodigio. Hablo de un prodigio como el lanzamiento de un cohete tripulado por uno mismo o el descubrimiento súbito de un diplodocus vivo y con el don de la palabra rimada. Háganse una imagen mental de alguien que acaba de ver algo que nunca pudo imaginar, algo que nunca se hubiera esperado, algo excepcional, infrecuente y asombroso. ¿Lo tienen? Bien. Ahora añadan a este primer elemento una expresión en cierta medida opuesta: la expresión de quien vuelve enfadado por no haber visto lo que esperaba, de alguien defraudado, contrariado y desconfiado. Alguien que se las prometía muy felices pero no ha visto lo que creía que iba a ver; alguien que da por bueno parte de lo visto pero que ve, con la ceja arqueada, un futuro incierto si las cosas siguen como ayer se vieron. Se trata de combinar ambas expresiones en el mismo rostro. No es sencillo, no, nadie dijo que lo fuera. Si lo han conseguido, añadan un nuevo elemento: cierta lástima por la injusticia presenciada, cierto respeto por haber visto a alguien recibir algo que no merecía, el regusto metálico de haber contemplado una tropelía del destino. ¿Lo consiguen? Bueno, pues no se duerman que hay más cosas: añadan una pizca de sensación de alivio, un átomo de indignación anti-arbitral, un poco de curiosidad y un leve vaivén de cabeza de incredulidad. Bravo, no es fácil pero veo que van por buen camino, bueno, casi todos salvo ese del fondo que ya se ha ido a tomar café, vuelva, oiga. A ver: otra vuelta, otro rizado rizo más: añadan la nerviosa risilla floja del que acaba de librarse de una multa monumental porque al guardia le ha picado una avispa al sacar el boli, del que acaba de ver cómo se destroza ante él un piano de cola que cae de un séptimo piso y se da cuenta que, de haber salido de casa una microcentésima de segundo antes, estaría ahora debajo del amasijo de tablas y teclas y cuerdas y partituras (nota: para esta risilla nerviosa vale como referencia la de Peter, el marido de Padre de Familia). Cuando consigan visualizar todas estas sensaciones y meterlas dentro del reducido espacio de un rostro humano, añadan a este último un gorro de lana y una bufanda subida hasta la nariz. Entonces quizás puedan hacerse una idea de la cara de la hinchada rojiblanca al salir ayer del Calderón.
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Que el Atleti ganara el partido de ayer pertenece al mundo de lo sobrenatural o de la carambola máxima, a gusto del lector. El que haya optado por lo primero desde ahora no deberá buscar los resúmenes de los partidos en Estudio Estadio o similar sino en Quinto Milenio. El que haya optado por la segunda pensará que si el Atleti está tercero tras lo de ayer (después de ir segundo mucho rato) no hay por qué excluir la idea de que el Atleti gane todas las competiciones en las que juega. El Atleti ganó un partido absurdo que mereció ganar el Getafe y lo hizo de forma asombrosa, recibiendo y provocando tarjetas, viendo como el rival jugaba mejor pero fallaba ocasiones clamorosas, asistiendo a la expulsión de su jugador más determinante (recién galardonado) y de su jugador menos listo (pero el menos listo en años, oiga).

Mientras los equipos jugaron once contra once, el Getafe fue mejor. Y a ratos, bastante mejor. Aún así, el Atleti marcó a los veinte minutos gracias a una buena jugada de Simao, que se entona poco a poco. Marcó naturalmente Forlán, un tipo a quien es complicado verle un partido malo. Pero el que jugaba no era el Atleti sino el Getafe, que desplegó un fútbol fino y de toque a ratos en especial gracias a Granero, enorme todo el partido aprovechando la desorientación existencial de Antonio López en un lado que no es el suyo. Pero es que también funcionaba Licht, y además con Granero hacía pareja Casquero, así como diciendo que ambos juntos tienen nombre de bufete de abogados, y también De la Red, aunque éste tenga nombres de tenista y a veces modos de portero de discoteca.

Al buen fútbol del Getafe contribuía de manera notable la descontrolada defensa rojiblanca, ayer con compuesta por una combinación nueva y poco fiable, visto lo visto. Sin patrón en el centro de la misma por culpa de la ausencia de Pablo fue Raúl García, el leatherman navarro, quien se ocupó de dar solidez a la última línea. Poca confianza debía tener en sus compañeros de retaguardia cuando se dedicó todo el partido a dar pelotazos hacia arriba buscando algún delantero a la carrera, él, más dado y más dotado para otro fútbol menos rústico. Así que empleado Raúl García en labores más defensivas, perdió consistencia el Atleti en la franja en la que hay que lanzar a los atacantes, y eso lo aprovechó el Getafe para atacar con cierta comodidad, más de la que debería, y llegar a los dominios del atípico portero atlético de ayer, Abbiati.

Es Abbiati un tipo peculiar que transmite desconcierto y seguridad según el momento. Su planta ya invita a fijarse en él: casi dos metros, calvo, vestido de negro riguroso y con cuello alto (descripción que podría ser perfectamente la de Mortadelo, por cierto). Abbiati sale con autoridad por alto y despeja con el pie sin autoridad ninguna. Generoso, Abbiati sacó dos goles cantados con intervenciones felinas que callaron a sus detractores e hizo varios despejes temerarios que callaron a sus defensores, dejando el debate de la grada en un interesante punto muerto. En el segundo tiempo Abbiati rizó el rizo invirtiendo la máquina del tiempo: desde el centro de la portería del fondo norte, desde el mismo lugar en el que ocurrió el hecho en su momento, Abbiati despejó un balón con la intención de enviarlo al campo contrario y consiguió, por arte de magia, que el balón saliera a corner por el mismo lugar preciso en el que el balón partió cuando ocurrió el hecho. Años después, Abbiati había deshecho el gol de Vieri. Un prodigio, esta vez inverso, otro más, qué nochecita.

Visto que la noche iba de prodigios, no seríamos justos si no habláramos del Kun. Ayer, entre otras cosas, hizo una jugada por la banda derecha en la que regateó a tantos jugadores rivales como salieron a su paso. Si De la Red no le para de mala manera parecía poder seguir regateando gente dos o tres horas, y no ya a los rivales sino al público, a los policías y a los camilleros (esto último no tiene mérito: cualquier día un herido se levanta y se lleva en brazos a la cuadrilla de camilleros del Calderón para así llegar antes a la clínica). Pero el Kun no puede con todo, y además de sobreponerse a las patadas que le lanzan a discreción, debe luchar contra la fama que le dio ese gol con la mano al Recre y esa jugada contra el Villarreal. Si el Kun jugase en otro equipo y se señalase el número al marcar tras hacer esas pillerías tan feas tendría fama de listo y de vivo y de astuto, pero como no es así tiene fama de tramposo y de mala persona y hasta de no acabarse la cena pero reclamar el postre. Y esto puede ser justo o injusto, pero Agüero debe aprender a vivir con ello y no tentar demasiado a la suerte. Ayer, es cierto, el árbitro prodigioso que pitó en el Calderón primero señaló un penalti y luego se desdijo para amonestar al Kun ante la presión del equipo rival en un alarde de personalidad dúctil. Luego volvió a amonestar al Kun tras una jugada que sí pareció penalti en el campo, en la que Agüero anduvo poco listo intentando tocar el balón con la mano. Ante un árbitro desquiciado y erigido en protagonista tarjetero no es buena idea rememorar episodios turbios, y por más que pudo ser injusto y por más que echáramos de menos una presión sobre el árbitro similar a la que hicieron los jugadores del Getafe, el caso es que el Atleti perdió a su tipo más en forma y en parte fue por su propia culpa, a pesar de poderse haber llevado dos penaltis. Que tome nota.

La última mención especial en este partido escrito, dirigido e interpretado por Buster Keaton es, naturalmente, para Reyes. Reyes volvió a aparecer en su versión más popular, la de tipo malcriado e inmaduro que no entiende nada de nada de lo que va este deporte. Poco tardó en ser expulsado, para algunos con rigor excesivo, lo que no hace que deje de ser imperdonable. Reyes echó a perder la ventaja que tenía el Atleti en ese momento, con el portero rival recién expulsado gracias a una maniobra inteligentísima de Maxi. Pero no, Reyes, enfadado por no haberle metido un gol a Contra, gritó a los cuatro vientos que estaba rabioso y que alguno se iba a enterar, salió corriendo detrás de un señor y le pegó una patada. A la caseta.

- ¿Por la entrada?
- Creo que más bien por burro
- Ah, mire

La paciencia de la grada del Calderón es tan legendaria como excesiva, pero aún así uno no comprende como aún se aplaude a Reyes de salida; hasta ahora no ha hecho mucho bien y sí bastante daño al equipo en situaciones puntuales. Ayer hubo división de opiniones y o bien Reyes opta por pensar de vez en cuando o los pitos se generalizarán pronto.

Tras siete minutos de descuento, tras un rato de fútbol-7 con un portero con guantes prestados (como en el colegio) al que nadie tiró un balón, tras dos ocasiones a puerta vacía falladas por el Getafe, tras muchísimas tarjetas de todos los colores, el árbitro pitó el final. La grada gritó, aplaudió, se pellizcó, se enfadó, se abrazó de júbilo y se llenó de dudas. Y todo eso, en un único segundo, oiga. Todo, sí, todo. ¿Un prodigio? Un prodigio, sí, un prodigio. Un prodigio fue que el Atleti ganara el partido y aún mayor que el Getafe lo perdiera. Un prodigio fueron algunas intervenciones de Abbiati y de Granero y de Agüero, pero esto último no es noticia. Un prodigio fue también que el Atleti fuera segundo en la clasificación durante muchos minutos. Prodigios de estos ocurren unas cuantas veces por temporada, y normalmente en beneficio de aquellos que acaban haciendo cosas importantes, así que por ahora agradecemos el prodigio y esperamos resultados. Ah, y un prodigio, una vez más, fue la portada de la revista “Forza Atleti”. Pero de esto ya hablaremos otro día.

martes, 4 de diciembre de 2007

Otro Betis, otro fútbol (debería ser posible)

Se preguntarán Vds qué hace un atlético reconocido como el que suscribe hablando del Betis. Pues bien, lo hace por dos motivos: primero porque el Atleti jugó el domingo contra el Betis, equipo por el que siempre ha tenido simpatía (últimamente menos, como todos); segundo, porque la afición del Betis se encuentra inmersa en una batalla similar a la que se ha venido librando estos últimos años en otros equipos, entre otros el mío. Vamos, que esto es un artículo sobre fútbol de hoy en general, no sólo sobre un equipo.

El Betis va mal desde hace años, y desde hace años es propiedad de un señor curioso, Don Manuel Lopera. Lopera llegó al Betis con aire de mesías; y esto, fíjense Vds, nos suena a los del Atleti. Al principio nos parecía un tipo curioso, especial, distinto, gracioso. Decía cosas que uno no sabía si achacar a un genio fuera de lo común, a una excentricidad excesiva o a un desarreglo psicológico. Lopera era un tipo extraño con voz aflautada y verbo chocante que rezaba en la basílica de la plaza de San Lorenzo antes de hacer un fichaje, que parecía disponer de una fortuna ilimitada con la que sacar del pozo al club de sus amores y que disponía de un talento infrecuente y asombroso: peinarse con tupé a pesar de tener sólo tres pelos.

A Lopera todos, también los béticos, le reímos las gracias en su debut. Al principio comentábamos con asombro esa historia suya de un aficionado bético que iba al fútbol con las cenizas de su difunto padre metidas en un bote de melocotón en durse. Encontrábamos un filón en ese despacho con azulejos que parece una heladería. Nos mandábamos por mail el link a la página de Youtube en la que aparecía el vídeo ese del teatrillo en el que se representaba la salvación del Betis gracias a Lopera: la directiva bética removía Roma con Santiago para conseguir dinero sin éxito, hasta que llegaba Don Manué y ordenaba hacer una transferencia por un dineral y, para ello, mandaba al personal de la sucursal bancaria que se quedaran hasta que hiciera falta. En ese vídeo asombroso el director de la sucursal, al que Lopera hablaba con tono de general en jefe, se llamaba Gutiérrez. Gutiérrez, pensaría Lopera, es nombre de fiel empleado peinado con raya e incapaz de sumarse a una rebelión, nombre de señor algo gris con la foto de su mujer en la mesa del despacho y rebeca de lana con tres botones. Lopera ordenaba a Gutiérrez no moverse de la silla y gracias a Lopera y a la parálisis temporal de Gutiérrez, el Betis se salvaba.

Lopera se mostró ante los suyos como un salvador, hablaba de amor por el club y de esfuerzo sobrehumano para hacer felices a sus compañeros de grada; pero algunos no se fiaban y vieron cosas raras y pusieron en cuarentena todos esos discursos triunfalistas y casi religiosos. Y eso a pesar de que el Betis obtuvo algunos de los mejores resultados de su historia, ganó una Copa del Rey y se metió en Champions. Estos éxitos sirvieron para que Lopera beatificara su propia forma de llevar el club, para que se creciera y despreciara toda voz discordante. Y todo esto, fíjense qué cosas, también nos suena a los del Atleti que vivimos el Doblete, éxito y problema en uno, qué cosas.

Pero Lopera, tras un inicio simpático y hasta algo exitoso, perdió la chispa. Eso, o que la gente le empezó a calar, empezó a verse el plumero de un propietario de club que hacía y deshacía con el patrimonio de muchos como si fuera el cortijo propio. A ver, Vd, listo, que esto lo he pagado yo, esto es mío. Mío, así lo dice el registro, Gutiérrez, venga Vd con el libro del registro, mire, listo, aquí lo pone, deje el libro ahí, Gutiérrez, y quítele el polvo y péinese, Gutiérrez, hombre. Lopera anunció cosas de difícil cumplimiento. Lopera le puso su nombre al campo y prometió un estadio monumental que aún no se ha hecho. Lopera tuvo problemas con la justicia y con la oposición del club, con el otro club de su ciudad y con casi todo el que pasaba por su lado. Todo esto, oiga, nos sigue sonando.

Lopera empezó a hacerse antipático y cansino y pesao y todo ello empezó a coincidir con el mal momento del equipo y, casi peor, con una era triunfal ni más ni menos que para los rivales, para los enemigos, para el Sevilla. Lopera perdió glamour, se quedó muy delgado y se le puso cara de cuadro de Valdés Leal. Su nombre ya no nos recordaba más al de una plaza de París (apóstrofe mediante), sino al de un pueblo de Jaén cercano a Porcuna; la proximidad de estos dos sitios con estos nombres ha dado pie a muchos chascarrillos que no reproducimos por pudor. Pero el caso es que Lopera perdió el carisma a pesar de hacerse bustos para el palco del estadio y ya no le aguantaba ni Gutiérrez. Lopera, poco a poco, dejó a la vista su verdadera personalidad y los aficionados empezaron a temerse que quizás sería demasiado tarde para dar marcha atrás y evitar el barranco hacia el que Lopera llevaba al club. Y esto, oiga, también nos suena a los del Atleti.

La afición del Betis, que durante varias temporadas se tomó a chufla a Lopera y le llamó Don Manué y hacía rimas y vídeos y tenía una fuente interminable de inspiración para chistes y canciones, se hartó. Empezó a protestar en el campo, empezó a dejar claro que estaban hartos de que las cosas no fueran como debieran, de que el Club fuera dirigido como si fuera un cortijo, de que se silenciara a los disidentes, de que sólo participaran en la gestión gutiérreces de turno que comulgaran con ruedas de molino. El público que acudía al estadio gritaba Lopera vete ya, otro Betis es posible, fuera del palco. Animaba al equipo pero gritaba contra el palco, a pesar de que por ello los Gutiérrez les acusaran de anti-béticos; sin embargo, precisamente por béticos gritaban contra el palco, precisamente por béticos animaban al equipo, qué cosas tiene Vd, Gutiérrez. Lopera, sensible a las críticas que se suceden en el estadio desde hace tiempo, ha dicho ahora que cuando el Betis esté salvado se irá. También nos suenan estas promesas, también, aunque no nos suenan tanto estas protestas masivas, que los Gutiérrez del Atleti se emplearon a fondo para que la grada diera por bueno ese mensaje de fatalismo atlético, de Pupas sin remedio, de la derrota y la medianía rebozada de épica, de pueblo elegido para ir de cabeza al abismo, los lemmings de la capital.

La prensa, al contrario que en otros casos, se ha hecho eco de las protestas y las propuestas y ha hecho apuestas apoyando en cierto modo a los opositores. Lo mismo ocurrió con Piterman y en algún otro caso (no así en el caso del Atleti, en el que la oposición no ha gozado de apoyo por parte de los medios). Este trato dispar llama la atención por tratarse de casos similares: inversores que se hacen con la mayoría de acciones de un club con el único objetivo de favorecer sus intereses, incluso pasando por encima del bien de los socios, de los aficionados, de los que hicieron del club lo que es. Sobre el tratamiento que los medios han dado a unos y otros habría mucho que hablar, pero eso en otro artículo, que este es sobre el Betis, oiga.

Que los aficionados estén descontentos con la gestión de una directiva no es algo nuevo, que pañoladas las ha habido desde los tiempos de maricastaña. Que al fútbol hayan llegado ciertos personajes a hacer dinero y contacto tampoco, no nos vamos a engañar. Pero los grados a los que está llegando la mercantilización del fútbol, que antepone los intereses comerciales de clubes (y sus propietarios, que ya no son clubes sino simples sociedades anónimas, como las empresas de cosméticos o las tabaqueras) a cualquier interés del socio, es un fenómeno más reciente. Los partidos se juegan a la hora que las televisiones dicen, sin importar si conviene o no a los espectadores (ante la escasez de partidos a las 17.00 cada vez es más raro ver niños en el Calderón). Los jugadores se compran y venden rápidamente, las cláusulas de rescisión indican claramente si hay o no intención de traspasar al jugador independientemente de que sea necesario para el proyecto deportivo, o un jugador contrastado, o el ídolo de la grada y estandarte de la afición. Cada vez es más complicado que jugadores emblemáticos permanezcan durante un buen número de años en los equipos que les vieron nacer o con los que se sienten identificados, cada vez es más común que los clubes tengan empleados dedicados a encontrar perlas en canteras ajenas para comprar y revender.

El fútbol y sus clubes resisten cada vez con más dificultad las comparaciones con deportes en los que aún queda el espíritu de los inicios, los valores que los impulsaron. Los clubes ya no son asociaciones de ciudadanos que ocupan sus ratos libres en medirse con otros en disputas amistosas, son enormes fábricas de contactos e intereses y cheques y milongas. A este paso algún día, como está pasando en el Betis y en el Atleti y hasta en el Manchester United los seguidores, los que inventaron la historia, los nietos de los que fundaron el club con una vocación totalmente distinta a sus misiones de hoy, se hartarán del todo. Y tomarán una decisión y fundarán otros clubes y saldrán del circo dando un portazo y a ver entonces qué hacen los Loperas, los Gutiérrez y los que sigan haciendo balances contables mientras se les escapan los clientes. Y estos últimos, por terminar tan sevillanos como empezamos el artículo, por tirar de Valdés Leal una vez más, se tendrán que aplicar el cuento de aquello de sic transit gloria mundi. Mientras tanto, el resto estaremos en un parque viendo jugar a nuestro club a la hora que mejor nos venga a todos.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Mejores sensaciones fuera de casa

El Atleti tenía que ganar en casa de un equipo en puestos de descenso para meterse en Champions. Y lo hizo, oiga, y esto no debería ser noticia pero lo es, que el Atleti acostumbra a olvidarse de hacer los deberes cuando el premio es un notable. Y es noticia de las buenas, al menos para nosotros, que no para el pobre Betis.

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A uno, que como saben es tonto, siempre le han hecho mucha gracia los nombres castellanizados. Me refiero a llamar Tomás Moro a Thomas Moore o Nicolás Maquiavelo a Niccholò Machiavelli, cosas que antes se hacían más que ahora. Si a uno le extranjerizan el nombre cuando va por ahí de viaje le sienta como un tiro y rápidamente puntualiza cuál es el que le puso la madre que le parió; fíjense por ejemplo cómo se pone Carod Rovira, normal. Pero estas cosas ocurren, fíjense. Los andaluces son buenos castellanizando a su manera, y así las aficiones de Sevilla y Betis bautizaron respectivamente a Dassaev como “Rafaé” y a Faruk Hadzibegic como “Pepe”: ante la complicación de los nombres foráneos, nada como tirar por la calle de en medio.

Los hispanoamericanos, que tienen una tradición imponente en esto de castellanizar palabras gracias a la labor y guía de Chespirito, castellanizan hasta sus propios nombres. Esnáider se llama Esnáider y a uno se le ocurren varias variantes ortográficas para el nombre original. Esta práctica, aunque extendida, no es del gusto de todos: el que suscribe escribió una vez “Jámilton” (que dentro de poco veremos como nombre de pila si no existe ya) y le contestó un lector muy enfadado tachándole de racista (¿?). En muchos países hispanoamericanos no quieren renunciar ni a llamarse como les da la gana ni a escribir sin pasar fatigas intentando recordar si la hache intercalada va delante o detrás de la ese y la jota. Yo no sé si esto me parece bien o mal pero a veces me hace mucha gracia. Fíjense qué tontería.

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Ayer ganó el Atleti y, entre otras cosas, cesaron a Cúper. Cúper, que debe descender de alguien que alguna vez se llamó Cooper, como el Mini deportivo o el grupo sucesor de los Flechazos, paga los platos rotos en un equipo que tiene mala pinta. El Betis no parece tener jugadores ni tranquilidad ni suerte suficiente como para eludir un destino complicado a medio plazo. Por cierto, eso de que un equipo vaya mal y cesen al entrenador nos suena por aquí. Poco importa lo que haya detrás, poco importa el hecho de que hayan pasado entrenadores de prestigio por el Betis y que la cosa no se enderece. El entrenador es un buen chivo expiatorio cuyo sacrificio contribuye a disimular problemas más profundos, a dar carnaza a parte de la afición. También nos suena esto. Aunque, en esto, la afición del Betis no es como la del Atleti, y por ello le dedicaremos un artículo entero bien pronto.

El caso es que, Betis aparte, el Atleti está en Champions y aunque no fue el rodillo futbolístico que debiera y por más que el sufrido aficionado rojiblanco pasara ayer algún mal rato según se acercaba el final del partido, el caso es que estamos en un buen puesto y con un buen calendario para las próximas jornadas, al menos en teoría. Hasta ayer sólo se habían metido cinco goles fuera de casa, pero se ganó con suficiencia. Las cosas pintan bien, el aficionado debería sentirse optimista y los centrales y porteros rivales deberían encomendarse a algún santo milagroso antes de jugar contra un equipo que cuenta con grandes jugadores delante y, a juzgar por lo visto en Sevilla, con la posibilidad de tener más consistencia detrás.

- (voz en off) Caramba, le noto a Vd optimista, oiga
- Bah, no crea que tanto. Bueno, un poco, sí, un poco.

Que el partido de ayer no pasará a la historia como uno de los grandes partidos de la liga es algo fuera de toda duda. El Atleti se conformó con hacer lo que debía a ratos, también a sestear como es demasiado frecuente. El Betis no parece pasar por un momento que le permita asustar demasiado a los rivales y eso lo aprovechó el Atleti para pensar en otra cosa, mariposa y a encomendarse a los buenos jugadores. La diferencia con otros años, en estas mismas circunstancias, es que ahora hay más jugadores buenos y esto hace que estos partidos, que para los equipos en forma se llaman de trámite, se saquen adelante con más dignidad que antes. Y es que sin poder hablar maravillas del equipo ayer se recibieron varias noticias, buenas y malas: Leo Franco parece haber vuelto por sus fueros, pero se lesionó al ratito; Pablo también parece haber recordado que en un momento dado fue un central inexpugnable y solidísimo, y parece el único jugador del centro de la defensa que no opta a convertirse en candidato al premio Petardo 2007. Que Antonio López no tuviera su día jugando en una banda que no es la suya no debe ser una sorpresa, aunque sí lo es su baja forma y su propensión a hacer faltas en momentos poco oportunos; Maxi, no obstante, es un buen socio cuando uno no está en su mejor época. Pernía estuvo a más nivel que otras veces (algo que tampoco es complicado) y Eller hizo, sencillamente, de Eller. Qué más decir.

En el medio campo también hubo noticias, no crean. Maniche y Raúl García siguen a buen nivel, y encima el segundo se permitió demostrar en la jugada final que a gol le pega con las dos piernas. Cuando entró Motta, que contribuyó a serenar el juego y dar consistencia al equipo, el Atleti jugó con varios centrocampistas de nivel, algo que no ocurría desde que Indy tenía el traje limpio. Dos partidos y veinte balones han servido para que Motta, al menos de momento, de apariencia de calidad y colocación, de recursos y contundencia. Su aportación puede ser muy importante en partidos complicados en los que haya que pelear en el centro del campo metro a metro, eso sí, siempre que no se lesione, que no se despiste, que no se enfade o que no le dé por no entrenar. Muchos interrogantes y una persona, Aguirre, para despejarlos.

Mención especial merece Reyes. Reyes, que no es santo de la devoción de uno, tiene una actitud en el campo que resulta cuanto menos sorprendente: lo mismo ve pasar a un rival trotando por delante sin sacar las manos de los bolsillos que se pone a perseguir con frenesí a uno que pasa por ahí, dejando claro a todo el que lo vea que va a acabar haciendo una falta fea. Ayer estuvo bajo presión todo el partido por eso de su pasado sevillista, y alternaba roces con los rivales con fases de brazos caídos. “Jugaría entonces mal, ¿no?”, se preguntarán Vds. Pues no. O sí, qué se yo. Reyes tiene la virtud de hacer cosas memorables en el momento en el que suscribe empieza a criticarle en público. Ayer tiró al larguero nada más empezar, pero luego se durmió; también se desquició, se peleó con veintipico béticos, y cuando parecía que le iban a echar o a cambiar o a no hacer nada más, se sacó un pase de cuarenta metros a Forlán (que por cierto bajó y paró el balón con maestría) que le hacen a uno preguntarse por qué no hace más cosas de esas. Más tarde sacó una falta buscando a Maxi en el segundo palo, un calco de la que protagonizaron ambos en el tercer gol contra el Valladolid hace unos días. Reyes hace cosas extraordinarias y cosas imperdonables en el espacio de cinco minutos y uno no sabe bien qué pensar de este jugador, salvo que sigue sin ser santo de su devoción.

De los de delante poco podemos decir que no se haya dicho veinte veces: Agüero es casi imparable a pesar de las patadas, y Forlán hizo de nuevo un gran partido. Forlán marcó a pase del Kun, quien le lanzó entre dos centrales con calidad para que controlara con el pecho y la metiera por donde debía: un golazo que recuerda a otros que marca cierto jugador, también rubio, aunque esta vez con pecas. Tuvo una buena ocasión también a pase de Reyes de campo a campo y en todo momento dio la impresión de haber superado del todo la lesión. Buena noticia.

¿Y el Betis? Pues el Betis poco, la verdad. Como hemos dicho antes, el Betis parece sumido en una época complicada sin ver la solución a corto plazo. La afición parece excesivamente susceptible ante cualquier lance de juego, cerca de la desesperación. Una vez más, nos suena. Ayer la afición bética tiró del equipo cuando hacía falta su apoyo. Los jugadores respondieron tirándose hacia delante a pecho descubierto en varias ocasiones, y si llegan a tener más puntería o si Leo Franco no está inspirado en un par de remates sucesivos, otro gallo cantaría. La afición apoyó al equipo con la misma dedicación que se vuelve contra el palco al final del partido. Sabe cuándo hay que animar y cuándo hay que protestar, y si ayer el Betis hubiera sacado algo positivo la afición no hubiera renunciado por ello a su derecho a poner las peras al cuarto a Lopera. Aunque sea excesivamente vehemente en algunos casos, aunque a veces se exceda en algún sentido, el comportamiento de ayer de la afición del Betis es un buen ejemplo. Ánimo.

La noche de los valientes, por Jesús Doggy

El pasado jueves jugó el Atleti contra el Aberdeen y uno, que es un flojucho, se perdió el partido por culpa de la gripe. Para llenar el hueco acudió a la predisposición y buen hacer de un comentarista asiduo del blog, que se brindó amablemente para hacer una crónica. Pero la gripe, como la sequía y la caries, es pertinaz y hasta el día de hoy no he podido subir el documento (y eso que Doggy casi se lleva algún botellazo durante el previo al partido en su afán por hacer una crónica fetén). Mis disculpas y agradecimiento al autor, mis disculpas a la audiencia.


Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que “valiente” es el “que vale”, el “fuerte y robusto en su línea” o el “esforzado, animoso y de valor”. Dice, asimismo, el grueso tomo, volumen h-z, de la Real Academia que cierta palabra excesivamente dura para este blog tan tiquis miquis describe una “mala pasada, acción malintencionada e indigna contra otro”. Viene todo ello a cuento para hablar del partido de anoche, que el Atleti ganó dos a cero, sin apenas despeinarse, a los voluntariosos estibadores del Aberdeen. Porque anoche en el Vicente Calderón, había bastantes valientes con ganas de fiesta y de fútbol, aunque antes, en los aledaños del estadio, el tradicional grupo de impresentables volvió a poner en entredicho lo que significar animar y defender con orgullo el valor de este escudo. Y a todo esto, nuestro simpar anfitrión, el señor Fuentes, metido en la cama medio delirando entre vapores de Paracetamol.

El caso es que anoche había que ser un valiente para acercarse al Vicente Calderón un día entre semana, con la pelona que caía y con la perspectiva de ver al Atleti, con Cleber y Fabiano de titulares, ante un equipo que va octavo en la todopoderosa Liga Escocesa que, mayormente, se juega para que peleen por el Título los dos eternos rivales de Glasgow. Pero, en fin, eso es el pan nuestro de cada día y no nos vamos a quejar ahora. Su seguro servidor, de hecho, llegó al estadio prontito, muy prontito. A las siete y cuarto ya estaba en la puerta del Resines esperando a la muchachada. El ambiente magnífico: multitud de escoceses, muchos de ellos desafiando la corriente gélida de Marqués de Vadillo con su kilt y todo. Cuando digo escoceses me refiero a escoceses ebrios, simplemente por ahorrarme una palabra. Los escoceses daban un colorido maravilloso, con sus cánticos pseudoparroquiales y sus bufandas del Atleti. Porque muchos iban con bufandas del Atleti aprovechando que compartimos los colores rojiblancos. Pasaban los minutos e iban llegando los habituales, abrumados desde lejos por el inopinado fragor de los cánticos y con cara de estupor, ya de cerca, al ver que la cantarina masa rojiblanca era escocesa. Aquello, poco a poco, fue convirtiéndose en un castizo crisol de culturas: beeeeeeer amigou, big beeeeer, estos escoceses beben como cosacos, picture, ¡¡picture!!, take me a picture my frieeeeend, aberdeeen, aberdeeen, aberdeeen, hijos de puuuuuta, reaaaaaal madriiiiiiid... Fue especialmente simpático ver como cuatro esforzados atléticos lograban que una masa informe de escoceses cantaran al unísono y con relativa buena dicción el clásico Guti, Guti, Guti, maricoooooon, maricoooooooon, maricoooooooo oooooooo ooooooon.

Y ya que hablamos de Guti, hablemos de temas desagradables. Que vale que los ánimos estaban caldeados, que lo estaban; que vale que entre la masa de escoceses ebrios había una docenita de patosos lanzando minis al aire; que vale lo que ustedes quieran, pero una cosa está clara: ayer, en el Vicente Calderón, había dos hinchadas confraternizando en bastante buena armonía, ahora cantaban unos, después cantaban los otros. Sin mayores problemas que algún malentendido alcohólico resuelto con rapidez y sin violencia. Hasta que empezó la vergüenza. Ustedes, personas bien informadas, habrán leído a estas alturas relatos absurdos sobre peleas, reyertas y enfrentamientos, incluso habrán visto el video de un minuto y 44 segundos que nos ofrecen on line casi todos los periódicos. Pero su seguro servidor estaba allí en medio, incluso sale en el video de marras. Y allí no hubo más que el ataque fuera de sitio de dos docenas de encapuchados que dicen ser del Atleti.

La cosa ocurrió del siguiente modo: en medio del animoso intercambio de cánticos aparece un tipo encapuchado que aprovecha la ocasión para sacar pecho ante sus colegas encendiendo una bengala. La gente grita y lo celebra, pero, acto seguido, de la esquina del Parador surgen no más de diez encapuchados más que lanzan bengalas ardiendo y una lluvia de botellas contra los escoceses que bailan. A traición y por la espalda, ojo, como los valientes. Los escoceses, lógicamente, responden con insultos, vuelcan un contenedor de vidrio para tener proyectiles de defensa y, en vista de que los esbirros antidisturbios no hacen nada, se lanzan a la carrera contra los autores. Entonces carga la policía, curiosamente contra los pobres escoceses. Resultado: 17 heridos, en su mayoría escoceses ebrios con golpes en la cabeza.

Dentro del estadio, pues un poco lo que se esperaba: muy buen ambiente, con varios miles de seguidores escoceses cantando la traviata que contagiaron al resto del estadio. No deja de ser admirable, más allá de los cuatro provocadores de turno, ver como un equipo que difícilmente aguantaría la categoría en la Segunda B española mueva tal cantidad de seguidores a un país extranjero y entre semana. Admirable y envidiable. Y no deja de ser patética la falta de previsión de nuestra directiva y de las autoridades competentes, que juntaron a ambas hinchadas y pudieron organizar un auténtico caos que, por fortuna, no se produjo.

En cuanto a lo puramente futbolístico, que es a lo que, en definitiva, vamos, el partido nos dejó unas cuantas enseñanzas. La primera, no por obvia menos resaltable, que Patapalo Pernía, Fabiano Ricitos y el Inefable Cleber, son los tres peores jugadores de la plantilla, de lejos. Y, sin embargo, pese a la presencia de los tres en el once inicial, el Atleti salió con las ideas claras: Aguirre sabía que su equipo era muy superior y no se anduvo con zarandajas. El Atleti, como decían las crónicas antiguas, salió en tromba y en un ratito pudo ya haber goleado al modestísimo Aberdeen. Luis García, que, visto lo visto anoche, carece de argumentos para desbancar al Gorrilla Reyes, controló mal un balón y se perdió el uno a cero. Patapalo chutó desde lejos al poste. Y el Kun, curioso, estuvo poco vivo en boca de gol y le sacaron el balón cuando ya se cantaba el tanto en la grada. Con Thiago Motta mandando en la medular, estaba claro que era cuestión de tiempo, porque el Aberdeen había apostado por la estrategia de Maguregui –ya saben, una aguerrida línea de cinco, otra esforzaba línea de cuatro y un turista arriba a ver si pesca- y no pasaba del medio del campo. El respetable se divertía viendo como Abbiati regateaba en su propia área al pescador escocés o como Motta se gustaba en la medular, hasta que, al filo del descanso, el propio Motta arrancó con potencia, sorteó a dos estibadores del Aberdeen y se la puso al Kun. El Kun miró de reojo, vio que venía lanzado un escocés, tocó levemente el balón y se dejó arrollar dentro del área. Forlán transformó con frialdad la pena máxima y a otra cosa.

Así que Aguirre dejó al Kun en la caseta, porque Sergio ya se había llevado un par de tarascadas y no era cosa de exponerle innecesariamente. Salió Simao, que estuvo activo y bullanguero. El pequeño portugués, además, marcó de falta, lo cual es noticia, aunque tuviera la fortuna de que su disparo, tras pegar en el poste, se topara con el culo del portero escocés y se metiera dentro, porque no lo hacíamos, si no me equivoco, desde que Antonio López marcó en Mendizorroza hace casi dos años. Que ya ha llovido, aunque no tanto como debiera. Por cierto que Antonio cumplió de lateral derecho, más allá de las lógicas incomodidades derivadas de que tiene la pierna derecha sólo para apoyarse. Pero apoyarse se apoya bien. Como Aguirre, que ipso-facto retiró del campo a Maxi y a Forlán para que se calentaran un poco Maniche y Mista. El murciano, todo hay que decirlo, hizo una buena maniobra en la frontal, aunque su disparo salió alto, mientras los disciplinados escoceses se estiraron un poco, ante el desinterés de los nuestros, y Abbiatti pudo hacerse una estirada de cara a la galería e imponer su envergadura en los balones aéreos. En todo caso, sin ninguna duda, la mejor conclusión del partido es que Aguirre tiene un nuevo problema visto el juego sobrio y la visión del fútbol de Motta: hay tres titulares solventes para dos puestos en el eje del equipo. Alegrémonos.

En fin, que salvo catástrofe estamos ya clasificados para la fase final de la UEFA. Conviene saber que pasan los tres primeros, pero no es lo mismo: el primero del grupo se cruzará con el tercero de otro grupo, el segundo del grupo se cruzará con un rebotado de la Champions, puede que el Valencia, y el tercero de grupo contra otro primero de grupo. Todo lo cual nos obliga a quedar primeros de grupos para evitar feas eventualidades. No tan feas, eso sí, como que una docena de cobardes que nunca han visto de cerca una hinchada rival estropeen la fiesta del fútbol. Aunque sea una fiesta etílica.

POSTDATA TELEGRÁFICA

Casi sin tiempo de recuperarse vuelve la Liga. Y tal vez para disgusto de escépticos, vuelve ese Atleti hambriento que demuestra desde el primer minuto su superioridad en el Ruiz de Lopera, jugando con la ansiedad del Betis (como nos suena eso, ¿eh?). Reyes, muy motivado, estrella una falta en el larguero y va a todas, crispando a los locales. Me como mis palabras ante el partidazo de Patapalo Pernía. Pero partidazo. Pablo un valladar, lástima que lo perdamos para el domingo que viene, espero que Uche o Braulio no nos hagan acordarnos de él. Antonio cumple en el lateral derecho, supliendo sus carencias de zurdo cerrado con excesiva violencia, pero aguantando el tipo. Maxi y Maniche se fajan con criterio: es lo que pide el partido, mientras Raúl ejerce de Mariscal. Al Kun le fríen a patadas: responde con un pase milimétrico entre los centrales del Betis que resuelve Forlán con un remate tan mordido como inapelable. Es el cero a uno. Deberíamos haber cerrado ya el partido, pero no. El Betis, por coraje, por vergüenza torera, se viene arriba. Me vuelvo a comer mis palabras, esta vez ante los reflejos de Leo Franco, que se rompe él solito sacando de puerta después de haber desbaratado la única ocasión de gol de los verdiblancos. Aguirre reacciona rápido ante el castigo que recibe en Kun. Sale Motta y cumple con creces: criterio en el repliegue y en la salida. Simao desborda con suficiencia por una banda que es la suya sin serlo. El partido es nuestro, pese a los nervios intolerables por lo corto del resultado. Vuelven los fantasmas, pero, ya en el último momento, Raúl García, en un alarde de fortaleza, se planta en la frontal y remata dos veces: con la derecha se la saca el defensa, con la izquierda la ajusta milimétricamente al palo. Cero a dos y para casa. Hasta nunca, Cúper.