Jugó el Atleti un partido con una actitud de otra época ante un rival que por primera vez en mucho tiempo jugó mal y a la alegría general le cayó una mancha de petróleo en forma de chiste presidencial.
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Llegó Irlanda a Francia con ganas de decir aquí estoy yo y voy de verde, sí, qué pasa y se volvió a Dublín peinadita a raya y sin saber muy bien si había jugado contra Francia o contra Francia y otro equipo más, así, arrejuntados. Pasaron los franceses por encima de los irlandeses durante todo el partido y en todas las fases, al principio y al final, en la línea y en la delantera y hasta en el autobús que les llevaba al estadio por entre las calles parisinas. Únicamente pudieron los de verde darle la vuelta al asunto muy al final de la primera parte, cuando estuvieron a cinco metros de la línea de ensayo francesa durante varios minutos, pero Francia defendió con rabia y calma a la vez e Irlanda no pudo saltar el muro azul desde el que vociferaba Harinordoquy. Francia se llevó el partido con merecimiento y autoridad, y desde entonces se entona en los pubs de la fervorosa y católica Irlanda la siguiente coplilla:
Los galos aparecieron
Y nos molieron a palos
Que Dios ayuda a los malos
Cuando son más que los buenos
Tras su exhibición Francia se perfila como favorita, vistas las estrecheces de los ingleses en Roma y que el partido contra los de la rosa se jugará en París. Irlanda, además, visita Londres y la imagen dada contra los franceses alimentará la confianza rival. Sólo los galeses, desde Cardiff, parecen capacitados para quitarle alguna pluma al gallo. Y con los galeses, ya lo saben Vds, uno recomienda no andarse con tonterías.
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Llegó la afición al campo en tropel y abrigada como si fuera a robar vacas, consciente tras años de resfriados de lunes y narices heladas de domingo por la noche de que el relente del Calderón, cuando se pone, no entiende de plumíferos ni goretexes ni nada por el estilo. Llenó la afición los bares y bebía tercios de cerveza con manoplas, apartándose la bufanda de la boca para que no se le llenaran los labios de pelusas, dejando al contacto con el aire el mínimo posible de piel. Bebía la afición a sorbitos y entre la masa colchonera se veía alguna bufanda del Barça, algún gorro del Barça y hasta algún papá con bufanda rojiblanca llevando de la mano a un niño vestido de Iniesta. El Atleti - Barça es para el que suscribe uno de los partidos más bonitos del año y no sólo porque el resultado muchas veces nos favorezca ni porque el Barça suela traer jugadores de esos que merecerían ser ovacionados en todos los campos de España nada más que por aparecer y por habernos alegrado el verano con la Eurocopa, sino porque entre la gente del Atleti se ve a gente del rival con toda naturalidad, sin que nada ocurra, sin que haya malos modos ni faltas de respeto. Que llegue un equipazo como el Barça y que uno pueda charlar de fútbol con los aficionados rivales sin miedo a que le mencionen a la madre es algo que debería ser normal pero por desgracia es cada vez más excepcional. Que se guarde un minuto de silencio por un madridista de pro sin que uno pase bochornos también. Ayer, al menos, fue lo que pasó; toda una buena noticia.
Entró la afición al campo y primero que le llamó la atención fue la fugaz presencia de Indy. Indy tiene como fea costumbre abochornar a la afición con su rictus idiotizado y su torpe saludar a niños y ancianos cuando menos falta hace, pero en ciertos partidos ni aparece, como Jurado. Ayer, día de frío en el que aquél que habita en Indy sería el único que estaría cómodo bajo capas y capas de peluche prácticamente no se le vio. Son muchas las teorías que baraja la hinchada sobre las ausencias de Indy. Hay quien dice que modera sus apariciones por voluntad propia y para no encasillarse en su papel, por tener Indy vocación artística y reclamar una oportunidad como galán en obras de teatro clásico. Hay también quien dice que Indy es en realidad un activo sindicalista, líder del Sindicato de Mascotas, que presiona con su ausencia para conseguir un convenio digno que libre a sus miembros, entre otras cosas, de arrastrar colas y llevar disfraces de manga larga en verano. Hay quien apunta que Indy no aparece en citas de relumbrón, sobre todo cuando con el equipo contrario viajan jugadores serios y competentes a los que la presencia en el campo de una mofeta emplumada puede molestar y de hecho ya ha habido quejas. Pero hay entre todas una teoría que cobra adeptos y convence a aquellos que reflexionan sobre la misma. La teoría abunda sobre la coincidencia entre las ausencias de Indy del terreno de juego y la presencia de Gonzalo Miró en el palco desde el inicio del encuentro. Los partidarios de esta escuela de pensamiento, cada vez más numerosos, lanzan al aire una serie de preguntas que aquí reproducimos para que cada cual saque su conclusión. ¿Ha visto alguien a Gonzalo Miró e Indy coincidiendo en el mismo acto o estancia? ¿Por qué Indy no aparece en partidos de Champions, en los que los canapés son más copiosos y delicados? ¿A qué se dedica profesionalmente Gonzalo Miró, qué fuente de ingresos le permite llevar una vida llena de viajes trasatlánticos en compañía de estrellas de la canción ligera? En este blog no tenemos una postura firme al respecto, ya lo avisamos; allá cada cual, eso sí, con sus reflexiones.
Se acomodó como pudo la afición entre abonados de siempre y visitantes ocasionales y aquellos a los que le tocaron varios señores gordos alrededor se alegraban en lo más hondo de su enfriado ser. El aficionado gordo es poco apreciado como vecino de localidad en los días en que aprieta la calor y en los vuelos transoceánicos en categoría turista, pero en los días de mal tiempo protege del viento, eleva la temperatura ambiente y actúa de aislante térmico. Cuando acaba el partido y el aficionado gordo se despide amablemente de los vecinos de localidad y se va a casa a cenar sopa y acelgas, queda el aficionado hasta entonces protegido de los elementos como huérfano, desvalido, abandonado a su suerte al frío de la noche, sin muro en el que apoyarse ni cobijo bajo el que refugiarse de las inclemencias. Si el aficionado gordo no es uno sino que son tres o cuatro y se sitúan en torno a un enclenque afortunado, se produce un efecto similar al que consiguen los pingüinos macho cuando protegen con sus cuerpos a las crías de los temporales árticos. A los aficionados sobrados de kilos, parapeto de niños y garantes de la comodidad de la afición aterida, va auto-dedicada esta crónica.
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Salió el Atleti al campo y vio al Barça vestido de amarillo con poco aspecto de Barça, anda, mira, si es el Barça, mirá cómo van vestidos. Salió al Barça al campo y vio al Atleti vestido de Atleti pero vio algo raro. Vio que entre los jugadores del Atleti abundaban las melenas y los bigotes, que es algo que ya no se lleva, y vio también que los pantalones azules eran más cortos de lo acostumbrado y que la camiseta rojiblanca, la de siempre, no era de modernísimo tejido técnico sino de algodón con el cuello redondo, sin publicidad y sólo con el escudo. Miró entonces el Barça el detalle final de la indumentaria y entendió todo: las medias que llevaba el Atleti eran de tejido rojo grueso y tenían la vuelta blanca. El Barça entendió entonces que del vestuario había salido el Atleti de siempre y no el sucedáneo que le sustituye con demasiada frecuencia en partidos que no quedarán en el recuerdo. Porque ayer salió el Atleti que mordía en el centro del campo, que defendía con contundencia y agresividad y que llegaba al área rival en tres toques de tres jugadores de calidad, destrozando planteamientos tácticos, superioridades teóricas y cuentos de la lechera. Entendió el Barça lo que pasaba, tragó saliva Guardiola dentro de su abriguito y un músculo de Keita, viendo lo que se veía venir, decidió tirarse en marcha y no jugar el partido.
Salió el Barça con una defensa hecha de retales de la que todo el mundo hablaba mientras que el aficionado rojiblanco pensaba, qué cosas, en cuántos de esos retales le vendrían bien al equipo. Las defensas estaban en el punto de mira de los aficionados, en un caso por las circunstancias y en otro por el añito que llevan. En el Barça Puyol hizo de nuevo un partido asombroso, siempre rápido y siempre colocando a Jeffren, interior con vocación de extremo y recién estrenado en el primer equipo, que jugó bien en su debut a pesar de que, según las fases, le tocaba lidiar con Agüero, Simão o el Reyes de anoche, ahí es nada. El Atleti atacó por su banda y aprovechó menos de lo que uno esperaba su tarjeta; sí aprovechó el Atleti cuando la defensa rival se acercaba al centro del campo y en dos o tres contras subió del césped a las gradas el familiar aroma del contraataque.
Por su parte, la defensa del Atleti hizo lo que no se esperaba: un partidazo. Falló De Gea en el primer balón que tuvo, pero lejos de aterrorizarse y dudar siguió jugando con esa tranquilidad y ese don de transmitir calma al equipo que tiene el chaval. De Gea para sin complicarse, hace fácil paradas difíciles y no sólo transmite tranquilidad al equipo sino que siembra entre la delantera rival la duda y la ansiedad, frustra a los delanteros desbaratando sin aparente esfuerzo tiros de mérito.
Estuvo a la altura de la situación Antonio López y Ujfalusi jugó serio y se sumó al ataque con intención y peligro. Jugó Perea uno de sus mejores partidos de los últimos tiempos a pesar de tener que pelearse con Ibrahimovic, empresa parecida a intentar mover a empujones una marquesina del autobús. Siempre atento al corte y agresivo sin hacer locuras, se impuso en casi todos los duelos individuales y quitó las ganas a la delantera rival de andarse con tontunas. Mejor aún, si cabe, estuvo Domínguez. Domínguez se ha hecho el capo de la defensa y tira la línea y da voces y lo único que hace, en realidad, es algo tan simple como hacer bien su trabajo. Domínguez está siempre atento y concentrado, está en el partido y no piensa en nada que no sea su enorme responsabilidad. Mete el cuerpo y es fiable de cabeza, persigue a su par en el centro del campo si es necesario y si se tercia entra con todo para tapar con su cuerpo un remate. Ayer, quizás por tener enfrente a Puyol y mirarse en ese espejo, volvió a hacer que la gente se preguntara alegre cómo es posible que un chaval de la cantera se haya hecho tan imprescindible en tan pocos partidos.
Pero ayer la verdadera noticia estuvo en el centro del campo. Llamó la atención que el centro del campo del Barça no funcionara. Por primera vez en mucho tiempo ayer se vio al Barça jugando mal, incómodo, infiel a sí mismo. También por primera vez en mucho tiempo se vio a Xavi fallar una, dos y hasta tres veces, una de ellas con resultado de gol en contra. Falló Xavi y la noticia corrió como la pólvora. Pararon las rotativas de varios diarios del hemisferio sur, se interrumpieron boletines de noticias en todo el mundo, bajaron las bolsas y en la estación espacial se suspendieron los paseos por fuera de la nave y el bingo con bola volante. Falló Xavi y la gente decía no puede ser, ha fallado Xavi, esto cómo es, que diga algo el Presidente del Gobierno, que diga algo Obama, que diga algo el Papa, que diga algo Christopher Walken. Falló Xavi y además se fue antes de tiempo y lesionado, algo que no gusta que le pase a uno de los mejores jugadores que uno ha visto en un terreno de juego.
Por el lado contrario, que no es el contrario sino el nuestro, también saltó la noticia. La noticia no fue que Simão jugara bien y marcase un golazo de falta, que eso ya ha pasado demasiadas veces como para que ahora nos sorprendamos. Simão trabajó y trabajó y, aún así, pareció el más entero del Atleti al final del segundo tiempo y alguno echó de menos que jugara más balones al final, para matar el partido. Tampoco fue noticia el partidazo de Assunção, porque tampoco es el primero. Assunção cubrió muchísimo campo y recuperó balones, en especial en el primer tiempo, asfixiando la zona donde piensa el Barcelona. Rompió a veces la línea con aires de segundo centro irlandés y aportó las dosis necesarias de agresividad y despliegue físico que el partido requería. Sólo un rato tras el segundo gol retrasó más su posición, lo que hizo al Atleti perder parte del control y la iniciativa, pero firmó un partido asombroso una vez más. Le ayudó, y esto cada vez viene siendo menos noticia, Tiago, San Tiago para el ingenioso portadista del Forza Atleti, rápido como el rayo cuando se trata de hacer arriesgados juegos de palabras. Tiago aporta pausa y presencia al centro del campo, manda a los compañeros, abre los brazos pidiendo ayuda y movimientos sincrónicos, cubre donde Assunção no llega y aprieta cuando Assunção cubre. Tiago se ha hecho con el puesto y la parcela y Raúl García puede o bien verle como un competidor o bien como un espejo en el que mirarse; esperemos que pase lo segundo y tengamos tres buenos jugadores para dos puestos claves.
La noticia tampoco estuvo en el trote cansino de Forlán, en apariencia desfondado, ni en la pelea y el talento de Agüero, increíble a la hora de guardar el balón, peligrosísimo en todo el partido salvo cuando, qué cosas, se quedó solo ante Valdés y falló un pase fácil. Tampoco en la fugaz aparición de Jurado, incapaz una vez más de desplegar su teórico fútbol de luz y de colo-o-O-or, de luz y de colo-o-O-or. La noticia, qué cosas, estuvo en el partido de Reyes. Reyes hizo un primer tiempo excelente, el mejor desde que llegó al Calderón, con una jugada para el recuerdo que acabó en gol de Forlán y varios cambios de juego y recuperaciones de balones que ayudaron a que fuera el Atleti y no el rival el que mandase en el partido. Reyes hizo un buen partido y se fue ovacionado, y con esta actuación ve reducida a setenta y siete el número de buenos partidos que le quedan por hacer para empatar en el casillero con la afición colchonera en Trofeo de la Paciencia y recuperar así el 100% del respeto. Esperemos ver más veces al Reyes de ayer, esperemos no ver más al Reyes de tantas veces.
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El Atleti jugó bien y ganó al Barça, líder invicto hasta ayer. Hasta ahí nada que no debiera ser normal: un equipo que pierde en casa de un equipo fuerte. La prensa, eso sí, dará rápidamente la vuelta al tema y ahora lo único que importa es lo bien que le viene lo ocurrido al otro equipo grande de la capital, ya saben Vds cómo funciona esto. Antes del cualquier partido contra el Barça la prensa ya se ocupa de alimentar el debate sobre qué prefiere del equipo la afición colchonera, si hacer lo que debe y ganar o bien perder vergonzosamente a cambio de hacer la puñeta a los irritantes vecinos del norte. El mismo debate imbécil contribuyó a que, hace unos años, un jugador histórico, tras encajar un 0-6 en casa y escuchar que hubo a quien no le dolió, se hartase de escuchar tonterías y decidiera irse a un sitio donde la histeria colectiva fuera mejor gestionada.
Hasta ahora el aficionado cabal pensaba que ésta no era sino una triquiñuela más de esos periodistas falderos que hacen lo posible por vender unos pocos periódicos más y así ganarse una palmadita en el hombro de su jefe. Pensaba que era cosa de esos personajes con aspecto de haber sufrido mucho en los recreos del colegio y de haber visto cómo le quitaban muchas meriendas en el instituto que, aprovechando la notoriedad que dan los medios, se vengaban de su suerte e intentaban recuperar la autoestima perdida en las clases de gimnasia haciendo chistecitos a costa de un equipo maltratado con su propia complicidad. Pensaba uno que era únicamente cosa de aficionados del otro equipo grande de la capital, y no de todos, no. No de aficionados de esos de loden y bigotito y abono de número bajo que sufren y se alegran por su equipo y que, aunque vivan en el más profundo de los errores, al menos merecen el mínimo de respeto necesario para no mirar a otro lado cuando lanzan la conversación. No. Uno pensaba que era cosa de los otros, de los mayoritarios, de aficionados de esos que ni siguen al equipo ni entienden de qué va esto pero que se creen con derecho a hacer chuflas porque lo han visto en la tele, que piensan que por ser del equipo del que hablan a todas horas en todas las televisiones uno es parte de una tribu superior, pobres bobos, los peores de todos.
Pero resulta que no. Resulta que ayer, ante las cámaras de la televisión, ante toda España y parte del resto del universo conocido, el propio presidente (con minúsculas) del Club se atrevió a hacer un chiste similar, un chiste de los que uno atribuye no ya al que no tiene ni idea de lo que es el Atleti, sino incluso de lo que es el otro equipo grande de la capital y el fútbol mismo. Una vez más, empujado por el afán de ser gracioso que le llevó a posar con una camiseta del rival más odiado, el propio presidente de un club centenario fue el que avergonzó a los suyos. Una vez más, y ya van demasiadas, nos preguntamos qué hemos hecho nosotros para merecer esto, por qué nosotros y no otros, por qué nadie cercano le dice al menos que guarde para su esfera privada los comentarios que a todos nos abochornan cuando se hacen en público. Demasiadas veces ya, demasiadas.
202 comentarios:
«El más antiguo ‹Más antiguo 201 – 202 de 202_1 Asenjo
17 Ujfalusi
18 Domínguez
21 Perea
_3 A López
_5 Tiago
12 Assunção
20 Simão
_9 Jurado
19 Reyes
_7 Forlán
Suplentes 61 Nacho 2 Valera 8 R García 10 Agüero 14 Salvio 16 Juanito 58 Ibrahima
Palmolive.
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