domingo, 1 de febrero de 2015

Crónica británica desde el Bajo Deva


Si uno tuviera que elegir un equipo favorito (además del Atleti, claro está) en esta liga de gigantes millonarios, clase media enfadadísima con todo el mundo y equipos en manos de directivas que no suelen caer en que los clubes de fútbol los formó la gente y que sin la gente no tienen sentido, tendría dudas entre dos. El primero, el Rayo y sus increíbles gestos hacia la gente de su barrio y la gente que les hizo grandes desde el campo, aumentados por los gestos que la gente del barrio, y en concreto esa señora admirable, les devuelve en forma de dinero recibido pero no usado para que otros sufran un poco menos. El segundo, claro está, es el Éibar.

Que Éibar, municipio de 27.000 habitantes, tenga un equipo en Primera sin más apoyo que el de sus propios vecinos es ya para recibir a jugadores y sobre todo aficionados con honores de Jefe de Estado. Que estos aficionados llenen un campo para 5.000 personas (que es casi el 20% de la población) resulta asombroso. Que los goles se celebren al sonido de la sirena de la fábrica que durante años despertó al pueblo es sencillamente fabuloso. Que Éibar sea el pueblo de las Lambrettas y de Gárate hace que a uno le sea imposible no ser un gran admirador del Éibar.

Y a todo esto el Éibar, con un presupuesto diminuto y, eso sí, ni una sola deuda, marcha pasada la primera vuelta cerca de los puestos europeos, lejos de los puestos de descenso en los que casi todo el mundo contaba con verle a estas alturas del campeonato. Y es que el Éibar, con buena parte del bloque que jugó en Segunda B y unos cuantos refuerzos modestos pero atinados, juega bien y puntúa en sitios donde no todo el mundo lo hace, no cose a patadas a los rivales, tiene jugadores interesantes y otros, como Arruabarrena, directamente admirables.

Vivimos con normalidad en una liga de periodistas desquiciados y aficionados contentos de desquiciarse con ellos, de peleas infantiles sobre detalles absurdos, de leyendas urbanas y campañas mediáticas de limpieza o embarramiento de la reputación de quién convenga según convenga, de jugadores de Lladró que hacen bailecitos y tiran besos para luego saltar con cara de herido de muerte cuando un rival pasa a menos de un metro de sus espinilleras de Swarovski, de conjuras y ouijas, de remontadas y excusas sonrojantes si las cosas no salen como se calculó desde la sala de reuniones del comité de dirección, de bulos irresponsables y llamadas a la exaltación que terminan en el recibimiento a botellazos del autobús visitante en nombre de la historia, el honor y esas cosas tan chocantes cuando caen en manos de predicadores y acomplejados. Y en esta liga que, puesta en perspectiva, resulta ridícula, sobreactuada, sobrecomercial e infantil, el Éibar brilla con luz propia gracias a su grada chica y baja, a los balcones llenos de gente de los edificios que rodean al estadio con la bandera colgando del alféizar, a su campo embarrado y su peña escozesa con zeta.

Uno desea al Éibar lo mejor de lo mejor y no puede evitar sonreír con cierta envidia al ver a ese equipo con aire de club setentero del Norte de Inglaterra en los 70, orgullo de zona industrial de las de hierro y carbón, club modesto pero honrado que ni debe dinero ni lo necesita para nada más que para pagar sueldos y no convertir los vestuarios en spas sino, como mucho, para reparar la sirena de la fábrica Alfa, si es que alguna vez se estropea. En esta liga de estrellitas e inversores extranjeros, un club de pueblo financiado por su gente que conserva a sus jugadores como si fueran joyas y a su sirena como si fuera un Stradivarius es aire fresco, un ejemplo, un lujo, una alegría. Una auténtica maravilla.

Aunque, bien pensado, a lo mejor lo que pasa es que es el Club de Gárate; quizás eso lo explique todo.

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Conectó la televisión con Ipurúa y lo que se veía era un campo embarrado con aspecto de sembrado a medio labrar y una cuarta de agua en algunos puntos estratégicos. De inmediato,  en las redes sociales (más bien en una, la del pajarito) no se leían más que críticas: menudo patatal, ahí no se puede jugar, qué vergüenza de campo, decía la muchachada enfadadísima desde el sofá, tecleando en su tableta de nosecuantas pulgadas. Mientras tanto, sin embargo, a los aficionados que recordamos el secuestro de Quini como un evento la mar de preocupante, se nos puso una sonrisa de medio lado.

Ipurua ayer, en efecto, parecía una anomalía en esta liga de campos perfectos, verdes con drenajes casi linfáticos, césped rasurado y con depilación brasileña y con pantone homologado por la LFP y las televisiones; y sin embargo, lo que ayer había en Ipurúa no era más que un campo de fútbol de los de toda la vida, un campo de rugby en invierno, un terreno de juego como aquél de Atocha. Y la nostalgia que nos entró a algunos no venía tanto por eso, que también, sino por vernos a nosotros mismos jugando en campos embarrados – de tierra cuando jugábamos al fútbol, de un césped teórico que era peor que la tierra cuando jugábamos al rugby, como el de Cantarranas – con camisetas empapadas, botas cuarteadas, cal en la frente tras despejar de cabeza en un córner y los lagrimales llenos de barro hasta un par de horas después de la ducha.

Los menos jovencitos recordamos haber jugado mil veces en campos similares con balones Mikasa, prodigio de la industria deportiva que cuando conservaba la cubierta impermeable era de una dureza comparable a las balas de cañón que hundieron en Trafalgar al icónico navío San Juan Nepomuceno, y que cuando la perdía tenía una capacidad de absorción de agua muy superior al de la esponja natural y la bayeta Vileda juntas, dándole un peso y densidad comparable al de una Enana Marrón, capaz por tanto de lesionar gravemente unas cervicales en un despeje o de dejar la marca de la costura durante días cuando uno tenía la mala suerte de recibir un pelotazo en un muslo en día de frío. Al ver el partido de ayer uno recordaba las tardes dándole grasa de caballo a las botas y al balón que, en el caso de ser el celebérrimo “Wallaby” de rugby, lo revestía de una película viscosa y resbaladiza que hacía imposible atraparlo sin que a uno se le escurriera entre los dedos, como si fuera una trucha vivita y coleando recién salida del río, y las medias de lana gruesa, atadas con un trozo de cordón de las botas, que con el agua  se iban empapando y empapando, bajando poco a poco por la pierna hasta dejar claro que ahí ninguno jugábamos con espinilleras, hombre por Dios, con lo molestas que son y para lo poco que sirven.

Y no se crean que hablamos de los años 30, oiga, que eso era así hace bien poquito. Lo que pasa es que tanta camiseta dry-fit, tanto baloncito de playa, tanta bota de colorines de plasticucho flexible y tanto campo de césped artificial han terminado por ablandar a los futbolistas de barrio y hacerles pensar que en un césped como el de ayer, en el que se ha jugado al fútbol y al rugby durante cien años, no vale para este deporte de tiquismiquis que tanto dinero mueve hoy en día. Les llega a oír Arteche, oigan, y no tienen sitio donde esconderse.
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Salió el Atleti al campo vestido de gris hormigón aluminósico y entre la lluvia, la grada y el barro aquello parecía una escena de una película de Ken Loach; y algo así les debió decir a los jugadores el Mono Burgos, porque el Atleti salió con oficio y disciplina de minero galés, que era lo que requería el partido. Cuando tras el primer toque el balón se quedó clavado en una zona en la que parecía que podía correr, y cuando tras el segundo el balón salió disparado cuando el espectador en pantuflas esperaba que se clavase, todos supimos que el partido podría ser una trampa y de las gordas.

En el Atleti, con cambios en la alineación forzados por la sobrecarga de partidos de algunos y las amarillas acumuladas en vísperas del importante partido del próximo día 7, jugó Moyá, bien peinado y pinturero incluso bajo el chaparrón guipuzcoano, y una defensa en la que sólo Godín pertenece al grupo de los indiscutibles: Giménez quizás no juegue cuando estén Godín y Miranda, Gámez es suplente de Juanfran y Siqueira es suplente de sí mismo. De Godín y Giménez no había dudas, porque por oficio y ganas trasmiten que lo mismo les da jugar a las tres de la tarde en Agosto que bajo una nevada en Aberdeen. Ambos lo hicieron bien y se desenvolvieron con especial comodidad en las montoneras que se formaban en los córners, verdaderas aglomeraciones que daban más sensación de multitud por quedar la grada de Ipurua bien pegadita a la portería. Gámez, de quien uno podía esperar un partido serio incluso en las condiciones climáticas escocesas con las que se jugó en Éibar, hizo un buen trabajo y mostró ganas, físico y capacidad de desborde hasta el final del partido, confirmando que su fichaje no fue ninguna tontería sino  más bien un refuerzo inteligente. Siqueira, por último, hizo de Siqueira y alternó esas carreras suyas con gesto de desconocer a qué distancia está el barranco con algunos controlitos y regates de fútbol sala, la mayoría inocuos, y una de sus especialidades: la falta inoportuna en mal sitio y mal momento, un lance que empieza a conocerse como la Siqueirinha o Golpe Franco Asiqueirado. Siqueira, enloquecido a ratos  y contumaz en su locura a otros, volvió a reivindicar la titularidad pero no propia, sino la de Ansaldi. Qué tío, Siqueira.

En el centro del campo salieron Raúl, Koke, Saúl y Tiago, todos en teoría indicados para un partido de brega y choque en la marisma salvo quizás Tiago. Tiago, jugador con poco físico que gusta de bajar el balón a tierra y levantar la cabeza en corto en día de sol mediterráneo y campo seco, no parecía el más indicado para un partido en el que hay que mirar el balón con cuatro ojos para evitar que se pare en mal sitio y se vaya donde quiera, un partido teóricamente de fútbol industrial, de alto horno. El resultado de esta apuesta ya lo conocen: Tiago fue el mejor. Inteligente, buscando siempre el espacio adecuado tanto para situarse como para pasar el balón, Tiago se manejó por el pantano con maneras de aligátor. Listo, oportuno y cabal, volvió a demostrar que cuando él está el equipo gana en sensatez y control del partido, en lectura de los tiempos y espacios, en fútbol al fin y al cabo. En un año en el que estamos viendo un Godín estelar, un Juanfran brillante (salvo en los últimos partidos), un Turán cegador y un Griezmann que empieza a funcionar al nivel que de él esperamos, quizás sea Tiago quien marque más veces la diferencia desde su puesto de mando camuflado en lo alto de la colina, no tan a la vista como las estrellas, pero tan importante como ellas a la hora de elegir cómo jugar los partidos.

Junto a él jugaron Koke, que mostró más frescura que en los últimos días, y Saúl, mucho mejor en el segundo tiempo, mostrando esas cualidades suyas de todocampista perfectamente capaz de gestionar con autoridad partidos en condiciones complicadas que debería desarrollar con modestia y tesón en vez de piar de vez en cuando, tomando como ejemplo a Koke, a Gabi, a Raúl, tipos con un peso futbolístico enorme que se ganaron ellos solitos los galones, sin refunfuñar ni desesperarse. Raúl en particular hizo ayer un partido enorme, pleno de brega y contundencia, dando un pase de gol a Griezmann tras un movimiento estupendo y huyendo, esta vez sí, de esas quejas exageradas y constantes con las que mancha sus partidos últimamente. Y eso a pesar de que Irureta se mostró enfadadísimo en un choque fortuito, uno no sabe si para sacar a Raúl de sus casillas y abocarle a esas discusiones tan suyas que duran quince minutos, o como resultado de la fama de bronquista que se ha ganado el navarro últimamente por su propia actitud rabiosa. Sea por lo que sea, bien haría Raúl en tomar nota y evitar situaciones negativas por el equipo fácilmente evitables en cuanto se ponga a ello y concentrase en actuaciones como la de ayer, algo que en Newcastle le valdría para que pusieran su nombre a una calle.

Y, para terminar, Griezmann y Mandzukic. El primero metió un buen gol tras una gran jugada de Raúl, aprovechando que por su lado no había trincheras y confirmó su adaptación al equipo y al medio; el segundo metió dos goles en un campo que se presuponía favorable a sus condiciones de juego de caballería pesada, en el que curiosamente mostró más detalles de técnica depurada que en otros terrenos más secos, para desesperación e irritación del bravo Lillo, que acabó harto del croata mientras éste disfrutaba del partido británico de lluvia, barro y lucha. Griezmann y Mandzukic, uno por la parte seca y a galope pinturero y el otro en pleno barrizal con brega de boxeador irlandés,  hicieron su trabajo estupendamente y contribuyeron decisivamente a que el Atleti cerrase el partido pronto, algo clave en un campo complicado y ante un rival bravo y peleón que, a pesar de los tres goles en contra, ni se dedicó a dar patadas ni a tirar la toalla antes de tiempo.

De nuevo tras una derrota o un revés, el Atleti dio un puñetazo en la mesa (algo que curiosamente suele ocurrir en los campos del Norte) y lo hizo dando una imagen convincente de juego, plantilla y adaptación al medio. En una semana en la que van a arreciar esas acusaciones de violencia y mal juego que el Atleti se entretiene en desmentir con hechos cada dos partidos, un golpe de autoridad y solvencia como el de ayer contra el gran Éibar es valiosísimo. Imaginamos que Gárate, en el aniversario de Luis, estará de acuerdo con esta apreciación.



20 comentarios:

Gonzalo dijo...

De acuerdo en todo, D. Carlos. Aunque yo, ayer no sería tan duro con Siqueira, dándole la razón en el hecho de esas faltas absurdas que comete a veces.
El caso es que ganamos muy bien en un campo en el que otros hubiesen puesto mil excusas antes de empezarse a jugar. Viene una semana muy dura (otra), de desgaste mental, como siempre que nos enfrentamos a cualquiera de los del Establishment. Prietas las filas. Nosotros a lo nuestro. No sé qué pasará el sábado pero sí tengo muy clara una cosa. Estaré muy orgulloso de este plantel y este cuerpo técnico.
Saludos.

Libros Mondo dijo...

Partidazo con olor a linimento Sloan, Maestro. Y partidazo del Atleti. Hoy no le quito ni una coma.
Forza Atleti!
PD: el sábado a ganar, don Gonzalo!

Jose Ramón dijo...

Es tremendo.
(oigan)
Todo lo escrito, lo pensé yo ayer.
Pero es que si yo me pusiera a escribirlo, no me saldría así de bien.
Ni la cuarta parte de bien.
Envidia (sana) y admiración.
(oiga)

Libros Mondo dijo...

Mentalista!

Carlos Fuentes dijo...

Madagascaaar... Constantinoplaaa

jesusez dijo...

Admirable el Éibar y su afición inasequible al desaliento con 0-3 en el marcador. Como ya le dije, Don Carlos, incluso casi me alegré de ese gol postrero.
Y por ello, no menos admirable nuestro equipo.
Cuando juegan hombres contra hombres la cosa cambia una barbaridad.

Cristian Vieri dijo...

Pues a pesar de haber ejercido la suicida profesión de abogado defensor de Siqueira, tengo que decirle a don Carlos que, aparte de haberme reído a base de bien con la nueva marca registrada de la Siqueirinha, ha pecado incluso de indulgente, pues ha tenido el detalle de omitir que en el gol del Eibar Piovaccari le gana la espalda, precisamente, al susodicho.
No seré yo quien vierta una sola palabra de halago hacia Tiago, pero estoy de acuerdo con sus apreciaciones acerca de la importancia creciente de este jugador que va para los 34. Un misterio porque, no es que su mejoría sea táctica, es que físicamente cada vez está mejor. Quizás se nota más este año porque Gabi no es Gabi.
Espléndida su rememoranza del fútbol de otros tiempos. ¡Qué nostalgia!

Anónimo dijo...

Hola,

De las Lambrettas y de las G.A.C. (La G de G.A.C. viene de Gárate otro apellido que no viene al caso y luego compañía).

El estadio no es del Club, ni del Ayuntamiento ni nada de eso. El terreno es de una familia de Eibar que lo cedió en la época de las fábricas al equipo de fútbol del pueblo a cambio de nada.

Bueno, de nada, no. Pusieron una condición: si el Eibar subía a Primera, el club debía comprar el terreno y el estadio a esa familia de Eibar. Es lo que viene a llamarse una Clausula Van Halen: la que se pone en los contratos para ver si quien se lo tiene que leer se la lee; por otra parte, hace 100 años o así, parecía de imposible cumplimiento: ¿el Eibar en Primera?.

Como allí ven el fútbol de otra manera, ni clausula ni leches: la cosa se queda como está.

Un saludo,

Libros Mondo dijo...

Atienda, Dottore: http://www.lacapital.com.ar/ovacion/Angel-Correa-se-sumaria-a-Rosario-Central-si-Atletico-de-Madrid-quiere-20150202-0001.html

Carlos Fuentes dijo...

Correa Canalla? anda mi madre! Y muy cierto lo del linimento Sloan, incluso del Reflex de spray

en cuanto al gol, sí: Siqueira se confía, deja pasar a su marca, éste marca (redundantemente) y Siqueira cae de culo lamentando su decisión (de nuevo) y Godín le echa una bronca histórica. Un petardo

Qué intersante lo que cuenta el Sr Borcam, y hay que ver lo que sabe Vd del Eibar! es Vd de allí?

gracias!

Jose Ramón dijo...

Lo peor de Siqueira y de sus faltas contraproducentes, es que cuando las pitan, se ríe.

ISMAEL dijo...

Viva Siqueira!!!
(Guillerme, ese humorista).

PabloRL dijo...

Don Dueño, que disgusto me ha dado usted! Ya no puedo ver sus trinos. Al final me voy a tener que hacer una cuenta de Twitter de esas, para que me pueda autorizar a verlos. Si es usted tan amable...

Dr. Caligari dijo...

Que no, Don Libros, vuelve Chelito.

Libros Mondo dijo...

Y sí, lo sé boludo. Aunque sea un chelito cascadito. El link se lo puse al descubir, para mi alegría, que Correa tiene el corazón canalla.
Aguante el canalla!

Libros Mondo dijo...

Imperdible:
http://www.canalplus.es/play/video.html?xref=20150203plucanftb_7.Ves

Libros Mondo dijo...

Y otra:
http://futbol.as.com/futbol/2015/02/06/primera/1423192085_172403.html

(Por cierto, poco o nada deben pagar en AS Tv... Qué sonido, qué imagen, qué iluminación...)

Abantos dijo...

Maestro, pon por escrito lo que todos sentimos en estos momentos, si es que es posible expresarlo en palabras.
Qué gustito, carajo!!!

Abantos dijo...

Tengo 57 amigos ciervos.
Sólo uno me ha felicitado por la victoria.
El menos ciervo...

Libros Mondo dijo...

Abaaaaaaaaaaaaaaaantos!!!