America's Cup - Llevo una temporada aficionado a desayunar más o menos temprano los domingos. Me levanto antes que el resto (tampoco muy pronto, no crean), compro el periódico y me voy a una terraza a desayunar café con porras.
Lo que se ha hecho toda, la vida, vaya, pero yo me he dado cuenta hace poco de lo que me gusta esta costumbre tan tonta y tan fácil. A mí me pasan estas cosas con frecuencia: de repente descubro algo que el resto de la humanidad había descubierto hace cientos de años. Y no mejoro, oiga.
Ayer desayuné en una terraza estupenda en la calle Pintor Rosales (a la que un amigo mío llama Píntorrosales, así, todo junto y con acento en la pín, sin que hayamos averiguado nunca por qué). Una terraza de las de toda la vida, de las de silla de metal pintada una y mil veces y mil veces desconchadas, de las que dejan ver los colores de las diferentes capas. Una terraza en la que hay leche merengada, y pinchos de tortilla, y tintos de verano y café con leche. Hay todo eso y lo más importante: camareros con camisa blanca y pajarita negra, camareros mayores, con una majestad y un porte que le hacen a uno tratarles de usted y cumplir a rajatabla sus sugerencias. Camareros sacados de las películas de Toni Leblanc, de los que tienen historias que contar y muy pocas ganas de hacerlo, de los que entre ellos se hablan con un tono mitad cariñoso, cuarto de hartura y cuarto de retintín. De esos que saben que en un momento dado de tu existencia (cuando tienes mucha sed, o mucha prisa, o mucho hambre) un camarero es la persona más importante de tu vida, y no sólo lo saben sino que se aprovechan de ello, ignorándote, andando a un ritmo que ralentizan en proporción inversa a la expresión de desesperación de tu cara. Camareros fetén, vaya.
Mientras desayunaba, solo en la terraza, uno no pudo evitar escuchar lo que los camareros, miembros de la aristocracia hostelera castiza, comentaban. Esta fea costumbre se llama comprar en los círculos de lenguaje más preciso y popular. Como el periódico aburre (ya saben, lo de siempre, lo mal que juega la selección, las peleas entre pp y psoe, los escándalos inmobiliarios ...) uno no puede resistirse a 'comprar' cuando hay un grupo de camareros tan insignes charlando al lado de uno, o cuando hay señoritas de buen ver. Tampoco mejoro de esto, no crean.
Hablaban los camareros admirables, y la iniciativa la llevaba un tal Cristóbal, a quien desde ahora, en atención a su venerable porte y autoridad moral llamaremos El Señor Cristóbal. Hablaba El Señor Cristóbal y el resto seguía la pauta todos a una, lo que daba que pensar si El Señor Cristóbal era el más antiguo, el más sabio o simplemente el dueño.
- Qué, ¿visteis lo de ayer?
- Pues sí, lo previsto, un tostón.
- Si es que ya os lo dije yo, se veía venir, no tenía interés ninguno, estaba clarísimo.
- Tenías razón, Cristóbal, si lo se ni lo veo.
Como uno es futbolero y del Atleti y le interesa saber qué piensa este colectivo tan importante de la ausencia de Torres en la selección, ante este principio tan prometedor y ante la segura crítica hacia la calidad, entrega y hasta decencia de nuestros muchachos (ahora llamados los de la Roja, como si fueran los hijos de alguna heroína republicana) uno redobló sus esfuerzos 'compradores'.
- Si es que es lo que hay, hay demasiada diferencia.
- ¿Tú crees?
- Lo que yo te diga. Esta gente lleva diez años juntos, han venido con la misión de no fallarle a su país, para ellos es algo mucho más importante de lo que os podáis imaginar.
- Eso sí ...
- Además son mucho mejores en las empopadas, si en las ceñidas no les marcas muy de cerca no tienes nada que hacer, en cuando sacan el spi son mortales.
- ¿Tanta diferencia hay?
- ¡Pero si no hay más que verlo! Mira las pre-salidas mismas (léase mih-mass)... igualito que las nuestras... estos neocelandeses saben bien lo que hacen, no como nosotros... debería aprender el Jablonsky ese (léase Jablojh-ki) ...
Los compañeros del Señor Cristóbal no podían estar más de acuerdo. Tanto, que la conversación ahí terminó: cada uno fue a sus quehaceres. Uno de pelo blanco y acento andaluz fregó la barra con la energía del que lija el casco del Desafío Español; otro averiguaba la dirección de la que venía el viento para aprovechar al máximo su energía en su próximo viaje bandeja en mano; uno más corpulento bajaba un toldo con maneras de grinder de brazos de acero.
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Y es que somos un país de expertos. Todos tenemos una opinión formadísima de todo, aunque no tengamos ni idea de lo que va. El ejemplo más claro es la Fórmula 1, algo que ha hecho tanto daño en este país de fanfarrones al volante:
- Ayer hice Madrid Jaén en dos horas y media.
- ¡Anda! Pero si yo lo hago normalmente en dos horas...
- Bueno, es que yo iba a dos paradas...
2 comentarios:
Que orgullo ser el primero en abrir los comentarios para darte la Bienvuelta d. carlos.
Un saludo
Yo a Jaén voy mucho.
A Jaén hay que ir en tren. En el regional express. Tres horas y tres cuartos.
Leyendo. Tan ricamente.
Y al pasar por El Viso del Marqués, se levanta la vista, porqué es una zona muy bonita.
Luego Mengibar-Artichuela, que a mi no se porqué siempre me hace gracia y enseguida llegamos.
A continuación, cerveza en el Gorrión, con su tapita de atún.
Después cerveza en el Hortelano, con media ración de patatas ali-oli.
Y después ya lo que salga.
Que suele salir.
Sobre todo en el Pósito.
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