Mira que lo sabíamos. Mira que estaba claro, que los intuíamos, que nos lo habían dicho. Mira que se veía venir, que era lógico, que quizás fuera hasta bueno para él. Mira que estábamos preparados, y resignados, y hasta convencidos, si me apuran. Mira que no nos pilló de sorpresa, mira que era algo que veníamos hablando. Mira que la prensa especuló con ello verano tras verano, mira que nos habían dicho veces que fuentes solventes confirmaban el interés de los mejores clubs de Europa. Mira que lo dijeron en los informativos, mira que lo juraron y perjuraron los periodistas más afamados, aunque luego no sucediera y sus palabras quedaran sin respuesta, sin castigo, sin consecuencias. Mira que la grada lo barruntaba, mira que él mismo tenía cara de que las cosas no podían seguir así, de que no podía aguantar más. Mira que nos lo advirtieron, mira que se decía en los mentideros de la villa y corte, mira que no lo habían desmentido desde hace tiempo. Mira, en fin, que estaba clarísimo. Pues ni así.
Ayer vimos a Torres con la camiseta del Liverpool y se nos quedó cara de haber visto a nuestra ex–novia de la mano de otro, nos entró ese escalofrío hondo y sordo que te deja helado. Lo sabíamos, lo teníamos claro y hasta nos parecía lo mejor para él, pero nada. La imagen de Torres en otro estadio, con otra camiseta, hablando de un futuro lejos del Atleti tuvo en el que suscribe más impacto del que esperaba. Y eso que uno, escéptico, cínico y casi marmóreo estos últimos tiempos lo tenía asumido. Uno pensaba que era bueno para el chaval, que no se le podía exigir más aguante y más respeto por los suyos. Que tendría que elegir y habría elegido lo correcto. Que si el que suscribe fuera su amigo o su hermano le habría aconsejado lo mismo. Pero nada. Ni así.
Se ha ido Torres y muchos, más de los que se lo esperaban, nos hemos quedado con cara de tontos. Yo, el primero. Tristes, más de lo que uno hubiera esperado por la simple marcha de un simple futbolista. Vacíos, más de lo que uno se hubiera esperado por la simple pérdida de un simple símbolo de un simple pasatiempo. La sensación no es que se haya ido un gran jugador de fútbol, sino que se ha ido lo último que nos quedaba. Se ha ido Torres y al verle vestido de otros se nos ha quedado cara de ver cómo se cae al río la única medalla de oro que ganamos en los juegos escolares. La cara que se te queda al ver cómo se va por el desagüe el décimo premiado. La cara que se te queda cuando te explota en la cara la bota de vino. Cara de tonto, de tonto triste, de tonto que no entiende por qué le pasan a él las cosas.
Se ha ido Torres y no nos explicamos cómo han podido dejarle marchar, pero todos sabemos por qué lo han hecho. Torres, el símbolo de un club, en eslabón que ligaba a una afición en horas bajas a un pasado brillante, se ha marchado y en el club van y dicen que si quiere volver tiene las puertas abiertas. Algunos, los que no nos explicamos que los que tengan las puertas abiertas sean los directivos, lo llevamos mal. Llevamos mal ver a Cerezo leyendo torpemente los folios que le ha escrito el responsable de prensa, diciendo obviedades que sonrojarían a un becario. Llevamos mal que el supuestamente máximo responsable del Club y máximo accionista se vaya de vacaciones cuando ocurre algo así, por más que nos hayamos acostumbrado a verle escurrir el bulto. Llevamos mal que vendan a Torres y que lo hagan un par de días después de cobrar los abonos, así, como para evitar represalias económicas de la afición, que al fin y al cabo si la afición les interesa por algo es por el parné que les pueda reportar. Llevamos mal que nos cuenten que van a hacer por fin un equipo campeón, como si no fuera lo que merecemos, como si no fuera lo que nos corresponde, a lo que deberíamos estar habituados. Llevamos mal que directiva y prensa elaboren discursos de club pequeño que vende a sus estrellas para que así puedan evolucionar, reproduciendo las palabras de equipos que antes nos vendían sus jugadores consagrados y ahora nos miran por encima del hombro. Llevamos mal que se despida al jugador que más ha representado en los últimos años de la historia del club de esta manera, por lo bajini, a primera hora de la mañana, en una rueda de prensa restringida. Llevamos mal que aquél que se supone nos representa en público, para nuestro sonrojo, insista en dar a Torres una camiseta del equipo del que le han echado a fuerza de hacer mal las cosas, incomodando al chaval en el día que se tiene que presentar con otro equipo, a las pocas horas. Llevamos mal que no dejen a la gente decir lo que piensa, que oculten cobardemente a la afición sus propios actos. Llevamos mal que vendan a Torres para hacer caja y afrontar las deudas que nos inundan por causa de su nefasta gestión y que nos cuenten que la decisión fue suya y sólo suya.
El problema es que no es lo único que llevamos mal. Porque, en otras circunstancias, la marcha de un jugador emblemático hubiera sido traumática, y triste, y problemática, e incluso vergonzosa. Pero en esta situación es aún peor. Torres, el último símbolo de la grandeza del equipo, se va en el momento más bajo de la historia del club. Se va cuando ya no somos ni la sombra de lo que fuimos, y cuando aspiramos a ser un tercio de la mitad de un cuarto de lo que deberíamos. Se va cuando la gente está más desanimada que nunca, harta de años de timos y disgustos y bochornos. Se va cuando la imagen del club está en sus mínimos históricos, caricaturizada por torrentes y richardnúñezes y cerezos y gilmarines. Se va cuando delante de nosotros aparece una estepa desierta y cuando, al mirar atrás, vemos veinte años de sonrojo y pérdida de identidad. Se va Torres y con él se va la ilusión de ver a uno de los nuestros defendiendo lo nuestro. Se va Torres y nos dejan un equipo de mercenarios que no tienen ni idea de lo que este club es, fue y debería ser, sin referencias para forofos, niños y coleccionistas de cromos. Se marcha Torres y el jugador que más temporadas seguidas lleva en la plantilla debe ser Luccin, lo que dice mucho de en qué situación nos quedamos.
Y a todo esto, ¿y Torres? Pues, qué quieren que les diga, yo le entiendo estupendamente. Cansado de jugar en un equipo de patanes, de soportar la carga histórica de un colectivo que no sólo no se ha mostrado dispuesto a compartirla sino que le ha usado de parapeto, Torres ha hecho lo que debía hacer. Harto de tirar de un carro lleno de tipos mirando cómo sudaba, harto de reclamar medidas a una directiva más entretenida en eludir sus obligaciones con acreedores, hacienda y justicia que en hacer un proyecto deportivo, Torres se ha ido a otro sitio. Hastiado de ver cómo la prensa le atizaba sin motivo y como una parte de la afición reclamaba su cabeza cada vez que el portero de turno despejaba mal de puños, se acentuaba la sequía o subía el Euribor, Torres ha preferido buscar fortuna en un club con un proyecto deportivo a largo plazo no basado exclusivamente en comisiones y traspasos sino en estabilidad, títulos y seriedad. Lo normal. De sobra ha demostrado su fidelidad a los colores, a la memoria y a la afición pero, aún así, hay quien aprovecha y lanza aún un dardito al que se ha ido más tarde de lo que a él le hubiera gustado, qué cosas pasan.
Ante su nueva etapa, sólo nos queda desearle suerte y darle las gracias. Suerte en lo que le espera, gracias por todo lo que nos ha dado. Por hacernos felices muchas veces, por hacernos pensar que no todo estaba perdido a pesar de los pesares. Por correr con las ganas que le pondríamos nosotros, por decir una y otra vez que él es del Atleti antes que nada. Por celebrar los goles besándose el escudo y haciendo el arquero, por hacer siempre declaraciones tan cabales y tan racionales, por callar bocas sin faltar al respeto a nadie. Por no rechazar la desproporcionada responsabilidad de mantener viva la llama de la esperanza en una afición vapuleada. Por mantener la ilusión de los niños que son del Atleti en estos días complicados, por ahorrarnos tantas y tantas explicaciones sobre por qué se es de un equipo que no da más que motivos para bajarse en marcha de su tren. Por dejarnos claro con su expresión que él siente lo mismo que nosotros cuando nos meten un ignominioso 0-6 mientras el presidente del club se monda de risa en el palco. Por meter esos golazos, por hacer esas arrancadas dejando sentadas a las defensas, por marcar de todos los colores y formas posibles a todos los equipos posibles, por enseñarse siempre, también para tirar penaltis bajo la mirada de miles de ojos deseosos de que los fallara. Por decir que el día más feliz de su vida deportiva fue cuando, tras fallar un penalti, un estadio entero coreó su nombre, resumiendo así lo que era este equipo y esta grada.
Por lo que a mi respecta, nada me alegraría más que el triunfo de Torres. Hasta ahora Torres se ha encargado él solito de despejar dudas, así que es lo que espero ahora. Iremos a Liverpool a verle, eso está claro, y quizás volvamos de allí con la lagrimita que provoca el ver de nuevo lo que fuimos y lo que parece que no volveremos a ser en un tiempo. Y es que por culpa de este chaval con pecas ahora también seguiremos al Liverpool, nos alegraremos con sus victorias y criticaremos a los árbitros de la Premier. Lo que nos faltaba ya.
3 comentarios:
Yo también siento un gran vacío. Casi no puedo añadir nada a todo lo que has comentado. Se nos ha ido el único patrimonio deportivo del club que nos quedaba. Hasta ayer Torres era el único jugador que mis hijas pequeñas conocían e intentaban imitar. Chutaban como Torres, cabeceaban como Torres. ¿Les dará tiempo a aprenderse el nombre de Forlán o el de Maxi?. Lo dudo. Torres es un caso rarísimo de amor por unos colores, de lucha, de fuerza, de madurez...Un gran chaval y un magnifico jugador. Dejar marchar a alguien así es imperdonable porque estos tipos no surgen todos los días, ni todas las décadas. Cuando los de enfrente se metían con nosotros siempre podíamos decir que nosotros teníamos al mejor, al más rápido, al más caro, al más joven y al más guapo y con eso salíamos airosos. Como no hagamos una gran temporada, este año va a ser muy malito.
Suerte y gracias Torres.
fíjese lo que le digo: hasta haciendo una buena temporada será un mal año. Se ha ido algo más que un jugador de fútbol
Acabo de llegar de vacaciones, no había leido casi nada, fuera de la prensa oficial.
Gracias por decir magníficamente lo que yo siento, pero no sabría escribir.
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