Tras la derrota contra el Barcelona el pasado sábado, hubo al parecer un clamor (o eso cuentan que ocurrió en ese mundo paralelo e irreal que son ciertas redes sociales) denunciando la aparente mezquindad del planteamiento del Atleti, la racanería del entrenador a la hora de alinear jugadores de pellizco, el despilfarro que supone haber fichado y fichado jugadores de toque y finta para luego entregar el balón al rival. Un clamor de denuncia, en definitiva, contra la súbita conversión del Atleti que ganó la Liga hace bien poco en equipo pequeño con aspiraciones lejos de lo que la afición demanda.
Es sabido del gusto reciente de medios y aficionados más
jóvenes por el fútbol de filigrana fútil y bota de colorines, pariente chico y
mediático de ese deporte que muchos hemos practicado en el que cabían prodigios
técnicos y honradas bestias pardas, zurdas de seda y cuellos de boxeador,
fieras corrupias y espadachines de salón, colibrís y osos pardos. Según el
gusto modelado en los últimos años, a ciertos aficionados el contraataque les
parece cosa de equipo pequeño y el motor físico es cosa de quieroynopuedos,
siendo únicamente aceptable el juego de posesión y triangulación infinita, de
tacón y regatito, de celebración ensayada, escudo besado en la presentación y
cejita recortada para el anuncio de after-shave. La arrancada física, piensan
algunos, es cosa de equipos bastos; lo mismo ocurre con la presión fiera, con
la cabeza fría para esperar y provocar errores y la cabeza caliente para salir
a tumba abierta una vez el rival ha perdido los papeles, con la cabeza marcada
de cal de tanto despejar balones laterales.
A raíz del partido del Barcelona, parece que muchos
aficionados pusieron el grito en el cielo por no ver un Atleti triangulante y
dominador frente al Campeón de Liga, Copa y Copa de Europa: Fulano no vale,
Zutano no vale, Perengano está acabado, Simeone es un cobarde. La afición del
Calderón, maravillosa para muchas cosas pero desesperante para otras, ha sido
lenta para apreciar lo que hacían ciertos jugadores e injusta con muchos
futbolistas limitados pero honrados, ha abucheado a tipos admirables y ha
aplaudido a rabiar a comadrejas. Ahora una parte parece que reclama del equipo
un juego lleno de dorados, balaustradas y figuras de Lladró que cierta prensa y
ciertos audaces opinadores con ganas de llamar la atención exigen para acabar
de una vez por todas con el juego de presión solidaria, robo de balón y ataque
fulgurante que llevó al equipo a ganarlo casi todo en pocos años.
Así, de buenas a primeras, algunos opinan que el Atleti no
funciona, que el equipo está mal hecho, que el entrenador ha tocado techo, que
las cosas se hacen rematadamente mal para lo que se merece esta afición de
repentino morro fino que muchas veces no distingue un jugador de fútbol de un
striper, una figurita de plomo o un krausista con espinilleras.
Qué cosas pasan, oiga, qué cosas pasan.
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Salió el Atleti al campo en Estambul mirando a las gradas
llenas de gente y en ese preciso momento al menos dos mil periodistas y treinta
mil aspirantes escribieron en un folio en blanco algo sobre el Infierno Turco.
El Infierno Turco es a estas alturas un pariente más al que los equipos visitan
una o dos veces al año por su onomástica. A ver señores, péinense bien que esta
tarde vamos a ver al Infierno Turco. ¿Al Infierno Turco? ¿Otra vez? Si hijo, ya
sabes que de vez en cuando hay que ir a ver al Infierno Turco a ver qué tal
está, a comprobar que come bien, a regarle un poco las plantas a las que no
llega. El Infierno Turco tiene mala fama pero recibe muy bien a los visitantes vestido
con chilaba blanca y tarbush, les da té y pastas y, con las gafas apoyadas en
la punta de la nariz y mirando por encima de los cristales, pregunta por los
niños y por la salud de uno. ¡Hola majos! ¿Todo bien? Qué bien que vengáis a
verme, sentaos, sentaos, coged una pasta, ¿queréis té o café? Si tenéis calor
abro una ventana o pongo el ventilador, vosotros diréis.
El Infierno Turco, eso sí, es algo cansino con tanta visita
pero le gusta mucho a los periodistas porque así luego puede hacer juegos de
palabras diciendo que el Infierno Turco se convirtió en el Paraíso, del
Infierno Turco al Cielo, Fulano se inmola en el Infierno Turco, Zutano enfría
el Infierno Turco, el Infierno Turco se convierte en la Calle Infierno, la de
los cacharritos. Hay que ver con el Infierno Turco, a ver si les dejan en paz
con tanto adjetivo infernal y tanto juego de palabras de segunda y tercera mano.
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Salió el Atleti al campo ves-tidó-deá-zul, con su camisita y
su canesú, y con una alineación diferente a la del sábado que, eso sí, mostraba
un dibujo parecido: mismos centrales, mismo lateral derecho, Siqueira por
Filipe Luis (al parecer con molestias); en el centro Tiago y Saúl, que salió por
Gabi; Koke en un lado, Griezmann al otro (cambiando), Vietto y Jackson Martínez.
En principio, una importante novedad: tres puntas, aunque uno de ellos,
Griezmann, más bien salió pegado a una banda por detrás de los puntas, a la
altura de Koke. Eso sí, Griezmann cambió de banda, filtró pases, buscó rematar
de segunda línea y meterse en el área chica y terminó jugando más o menos donde
le apeteció en cada momento. Mucho más cómodo que contra el Barcelona, el
equipo entero y Griezmann en particular hicieron un estupendo primer tiempo,
mostrando mucha superioridad sobre el Galatasaray, equipo bastante menos fiero
de lo que los juglares del Infierno Turco habían glosado. Tras el partido del sábado, producía especial
interés ver cómo iban a jugar los dos jugadores más desafortunados frente al Barça,
Koke y Griezmann.
Para tranquilidad de todos, Koke jugó bien. Quizás corriendo
de más de lo que debe todavía en algunas fases, Koke recuperó balones, levantó
la cabeza, jugó bien en corto y metió un fantástico pase largo en el segundo
gol que Godín, imperial durante todo el partido, centró con autoridad a
Griezmann. Tras su decepcionante partido contra el Barça, Koke volvió a
transmitir confianza y poderío, y mantiene por tanto en la hinchada la
esperanza de que este año sea el líder silencioso, batallador y técnico que el
equipo necesita para gestionar los partidos grandes. Por ahora no salió bien el
del Barcelona, pero salió mejor el de ayer, como el de Sevilla.
Griezmann, por su parte, volvió a dejar claro que lo suyo
con los goles es una historia a caballo entre el amor y la precisión
quirúrgica. Mucho más libre y cómodo que en el partido contra el Barça,
Griezmann empezó detrás de los delanteros en la banda derecha y más tarde se
pasó a la izquierda; jugó entre líneas, jugó con los medios, jugó con los
delanteros y metió un gol magnífico a pase de un estupendo Juanfran, un gol de
calidad y finura, un gol difícil resuelto con maestría y precisión de snipper de
los Marines, un gol al primer toque, de lejos, junto al palo, imparable, un
golazo. Volvió a marcar desde muy cerca de la línea tras gran pase y gran
cabezazo de Godín, y con eso y un bizcocho (turco) cerró el partido y santas
pascuas, oiga. Cuando Griezmann está cómodo e implicado, aunque sólo sea un
tiempo (ayer se tomó el segundo sabático), el Atleti marca más, marca en
momentos importantes, marca la diferencia. Si llega a andar más fresco y da a
Torres un balón que le quedaba en bandeja para marcar en vez de tirar al
portero, su partido habría sido aún más redondo.
Despejadas las dudas sobre dos de los más desafortunados
contra el Barça, y despejada también sobre Óliver Torres, que salió un rato y
regó el césped de perlas, conviene centrar la duda sobre los que no jugaron el
sábado. Siqueira jugó en su línea de desatino y disparate mezclado con buenas
carreras y muestras de una técnica que, bien usada, le convertirían en un jugador
notable. Saúl, en el doble pivote como ya se le vio en pretemporada, estuvo sólido
y solvente, con menos brillo del que puede dar pero anunciando muchos minutos
este año. Vietto, mejor que en otras ocasiones, dejó entrever síntomas de
mejoría: pareció entenderse bien con Griezmann y Koke, se quitó en parte el
empanamiento que le vimos en Cádiz y se apuntó a la lista de candidatos a
alternativa de ataque.
Párrafo aparte merece Jackson Martínez. Titular al fin, algo
que parecía lógico tras el palizón que se pegó Torres el sábado, Jackson emitió
llamativas señales de despiste y falta de ritmo. Lento, pesadote, trotando y
casi nunca corriendo, Jackson pareció no haber entendido aún qué se espera de
él. Torpón y algo desbordado, ni desempeñó esas tareas de primer defensa que
Simeone exige a sus delanteros centro (y que también hace Torres) ni apareció en
ataque. A la postre Jackson no jugó ni de delantero rematador ni de delantero
presionador ni de delantero portor de las estrellas del triple mortal que
frecuentan el medio campo del Atleti estos días. Cuesta pensar que un tipo con
ese físico no sea un tormento para las defensas, o que alguien que ha marcado
tantos goles en Champions anduviera ayer por el campo con ese aire de qué hago
yo aquí; de haber sacado un mapa de la espinillera, algún amable estambuleño le
habría preguntado si buscaba algún sitio en especial o le habría recomendado
una óptica. A Jackson parece faltarle aún mucho para ser el jugador que al
parecer es; no obstante, ni Griezmann ni Falcao ni algún otro fueron capaces de
hacerse con el manual de instrucciones del puesto nada más llegar y luego
fíjense Vds la que liaron.
El Atleti ganó con autoridad un partido importante, sobre
todo por venir de perder en casa por la mínima - y por culpa de unos cuantos
detalles - ante el equipo campeón de casi todo. La imagen que el Atleti dejó
ayer en Istambul (not Constantinople) fue de equipazo solidísimo, lo que
confirma el hecho de que fuera tratado por el equipo local como tal; resulta
curioso por tanto que tras sólo unas pocas jornadas de liga la mismísima
afición que llena la grada vestida de pielroja se plantee si el carácter del
equipo de Simeone ha dejado de ser competidor para convertirse en mendicante. Lo
dicho, nosotros, a lo nuestro.
5 comentarios:
Ahora vendrá el Señor Mundo a decirnos que, el partido se ganó porque no nos empataron rápido. Menuda eminencia.
Buenas y santas tardes, Maestro. Yo, gracias a las últimas tecnologías a nivel usuario, vi el partido en un canal portugués cuyo narrador entonaba loores a Tiago cada minuto y medio. Qué tío, Tiago, qué milagro de motivación hizo ahí el Cholo, San Cholo.
Lo peor del partido lo mucho que nos remata cualquiera y no transformar en gol la prodigiosa contra que llevó el Torete y dejó franca para finalizar con un pase precioso, como de Iniesta de fantasía. Lo que es.
Muy importantes las rotaciones, ayer cuatro titulares, ante lo que se nos viene en sólo catorce días: Eibar, Getafe en el Templo, Villarreal, Benfica en el Calderón y la visita del FSW team. Hay que poner velas por Tiago, incluso poner a Saúl ahí contra el Getafe, corremos el riesgo de que se nos rompa antes de navidades nuestro regista.
PD: ¡¡Ay, Stein, ay!!
La razón por la que se ha estado llenando de elogios y loores al Galatasaray y le han dado todo tipo de bombo y platillos al supuesto infierno turco es, única y exclusivamente, que el equipo vomitivo les ganó de milagro hace un mes en el trofeo que a veces juegan en honor de un señor de Almansa. Así está la cosa esa de la prensa.
Buenas,
Vaya-partido-de Japón.
Un cordial saludo,
Maqrol
Nota.- nosotros, a lo nuestro.
... Y seguimos a lo nuestro.
Por cierto, recordando el Frente Omeggy, que no hay que perder las buenas e históricas costumbres ... Me maravilla que el Cholo haya hecho tanto caso a Mr. Mondo: que ponga a Saúl contra el Getafe. Dicho y hecho. Toma castaña.
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