Recién empezada la liga y ya llegaba el Barça al Calderón en un momento que la parroquia rojiblanca intuía como bueno. El Atleti, que había empezado en casa contra Las Palmas con aire de equipo en pretemporada, había hecho un muy buen partido en Sevilla y había ganado con la contundencia de los campeones, esto es, con más diferencia en el marcador que en el juego. El Barça, por su parte, venía con una defensa rara y tras dejar la sensación aquí y allá de que no era tan invencible como a finales de la temporada pasada, quizás no es mal momento para que venga esta gente al Calderón, quizás no es mal momento.
Con estas ideas en mente llegaba la gente al campo, a ver un partido de esos en los que el Atleti busca mandar y asustar desde el principio e incluso apabullar al visitante. Al menos esa era la audaz opinión de muchos atléticos alicorados y enfervorizados por los espirituosos, con esa euforia tan de bar de cerca del estadio antes de los partidos en el que coinciden amigos tomándose tranquilamente una cerveza viendo el baloncesto y familias repartiendo bocadillos a los niños en el preciso momento en el que irrumpe un grupo exaltado ataviado con la misma camiseta de la peña del pueblo cantando oleoleolecholosimeone, jugadore juugadooreessss y esas tonadas propias de nuestra grada que en ciertos momentos nos hacen hervir la sangre y en otros, cuando se cantan al borde del desgañitamiento y no procede en el ambiente, nos dan así como pudor. Quizás la LFP, que ayer repartió una Guía del Aficionado a la manera de la que lanzaron Los 50 para el Calderón, debería incluir un apéndice para explicar a las hinchadas que entrar a voces en un bar lleno de gente es parte de la tradición, pero no necesariamente agradable para el oído.
Pero como parece habitual últimamente en los partidos más disputados, el Ateti salió menos a apabullar y más a esperar, a robar más que a crear, a ver fisuras y aprovecharlas más que a echar abajo las puertas del castillo a cabezazos. Como ya hemos visto en otros partidos de mal recuerdo, el Atleti pareció salir emboscado en busca de un fallo del rival en un pase, en un regate, a presionar a arriba convirtiendo al delantero centro en el primer defensa, a provocar errores tras dos, tres pases apurados por la presión sobre el rival. El Atleti salió a jugar con actitud, como dicen algunos, de equipo chico. Y ¿saben qué? Al que suscribe no le pareció tan mal, desde luego no tan mal como a otros. La realidad es que no funcionó, pero … ¿por qué? A ver si conseguimos explicarnos.
Simeone tiende a plantear partidos contra equipos de calidad teóricamente superior de forma algo reservona. Esperamos, presionamos, si robamos lanzamos la contra y buscamos hacer daño; que la pelota la tengan ellos, que intenten, que busquen, que se desesperen intentando encontrar un hueco, que se precipiten, que cometan errores. Así se planteó el año pasado algún partido de mal recuerdo y la crítica atoropasadista que todo lo sabe ya hizo bastante leña del árbol caído entre compra y compra en el Comunio. El planteamiento le parece a muchos triste e indigno de un reciente Campeón de Liga, injustificable para un equipo que cuenta con buenísimos jugadores y gasta una fortuna en fichajes cada año. Y hasta ahí, entendible.
Es posible también que un planteamiento menos oportunista y contraatacante, más basado en mantener el balón y empujar y empujar al rival hasta derribar a soplidos la casita de paja en la que parecía haberse convertido la defensa del Barça podría ser esperable en un Atleti cuya plantilla actual, con más jugadores de toque fino que de corneta y tambor que otros años, fuera una alternativa posible. ¿Tiene sentido salir a jugar de tú a tú a un equipo con uno de los mejores centros del campo de Europa? Quizás sí. ¿Es lógico darle el balón al Barça teniendo en la plantilla jugadores capaces de guardar y gestionar la bola con solvencia como hay este año en el Atleti? Quizás no. ¿Es razonable esperar que un equipo con Busquets, Iniesta, Rakitić, Neymar, Alba, Mascherano y Rafinha en el campo pierda el balón con facilidad? Quizás tampoco. Pero quizás el planteamiento de Simeone no fuera tan descabellado.
El Barça que vino al Calderón, sin Messi ni Piqué ni Alves pero con todos los demás, presentaba un flanco fortísimo y uno más débil. Entrar por su izquierda, la banda en la que estaban Alba, Iniesta y Neymar, no parecía lógico sobre todo sabiendo que a la derecha quedaban Sergi Roberto y Rafinha, los jugadores teóricamente más vulnerables. De igual modo, permitir que el Barça entrara por su ala izquierda parecía suicida, o al menos más problemático que dejar que el juego se venciera a la derecha. Partiendo de esa premisa, en la grada se esperaba más presión cuando el rival intentara salir por su lado bueno, y más efectivos en el ataque del Atleti por su lado débil cuando se tuviera el balón.
Lo primero, al menos durante buena parte del partido, se consiguió. Empezando por Torres, incansable aunque desesperadamente torpón en algunas acciones en el primer tiempo, y siguiendo por Gabi, que vuelve a ser el de hace dos años y lleva tres partidos dando lecciones de cuándo lanzar la presión, el Barça se encontraba en un embrollo cada vez que quería salir por la izquierda; como resultado, terminaba abriendo balones a su lado más débil. Y uno, que es tonto pero se fija en estas cosas, cree que era una buena idea visto lo visto, un planteamiento lógico y entendible, una buena alternativa para estrangular a un equipo técnicamente superior reforzado en su medio campo para la ocasión: darle el balón al Barça, impedir que jugase bien por su lado bueno, forzarle a llevar el balón a su flanco débil para, una vez allí, presionar, intentar recuperar el balón, salir rápido, buscar pases profundos para Torres quien, a pesar de su despliegue físico para presionar la salida, tiene potencia de sobra para irse de los rivales como demostró en su jugada más afortunada del primer tiempo, en la que se le fue un balón alto lanzado con la zurda.
Ahora bien, no parece que el planteamiento funcionara del todo, y uno cree que por varios motivos. El primero, el buen partido de Sergi Roberto y Rafinha, que mostraron aplomo y calma, cometieron pocos errores y no fueron la vía de agua que la alineación sobre papel podría sugerir. El segundo, y ahí creo que estuvo el talón de Aquiles del planteamiento de Simeone, que los buenos del Atleti ni robaron ni jugaron bien ni tuvieron pausa ni las ideas claras. Con los laterales más abrochados que otros días (algo que quizás sí se le pueda criticar a Simeone), más entendible en el caso de Filipe Luis que en el de Juanfran, la tarea de dar criterio a los balones recuperados en la zona de Gabi y Tiago (algo más gris ayer pero con más pausa que los centrocampistas que debían tenerla y con la visión suficiente para meter el pase del gol al espacio) y convertir el lado derecho del Barça en una herida con desangrado constate recaía en los jugadores de más talento, esto es, Óliver Torres, Koke y Griezmann. Y, cosas que pasan, ninguno de los tres funcionó como debía.
Óliver Torres mostró estar quizás algo verde para partidos tan intensos como el de ayer. Más a remolque de lo que su juego agradecería, Óliver no jugó cómodo ni alegre, pasó más tiempo tapando balones que disfrutando de ellos y, esperemos, aprendió cosas para los próximos partidos que le vengan así. No fue su peor partido pero no fue desde luego el mejor y el cambio en la media que vino a dar una alternativa más ofensiva, esto es, Ferreira Carrasco, no dio sensación de poder cumplir con sus virtudes la misión que requería el partido.
Especialmente flojo estuvo Koke. Bien echado a un lado, bien más al centro cuando Griezmann retrasó posiciones para ocupar la banda, Koke dio de nuevo la impresión de correr más de lo que debe, de llegar pesadote a los balones, de tener el tarro de las ideas cerrado con dos candados cuando recupera la pelota, de sentirse más incómodo que hace unos meses a la hora de guardar el balón, pensar y encontrar luz entre las piernas rivales. Perdió balones peligrosos e impropios de él, falló pases sencillos, no iluminó al resto con los destellos que antes eran más frecuentes, se pareció de nuevo al Koke cansado y poco fresco de los últimos tiempos que al todocampista clarividente y técnico que sabemos que es. Koke necesita pensar y resetearse, retrotraer su configuración a hace un año y pico, hablar con Gabi y saber qué ha hecho.
Y por último, Griezmann. De nuevo gris en un partido grande, y de nuevo casi superado por el rival, Griezmann estuvo pero poco: estuvo activo pero poco, ayudó en defensa pero poco, ayudó en ataque pero poco, presionó pero poco, pensó pero poco, jugó pero poco. Metió un par de pases estupendos en profundidad, se equivocó no dándolos en otras ocasiones en las que Torres lanzaba el contraataque, pasó desapercibido demasiados minutos para lo que su enorme calidad y su definitivo peso en el juego del Atleti requieren, pareció más útil al equipo echado a una banda como centrocampista por delante de los medio centros que de segundo delantero. Griezmann jugó acolibrillado y bailarín en un partido que requería más sangre y más intensidad y eso nos da especial rabia, porque ese plus que le falta para ser determinante en los partidos más grandes no está al renunciar por voluntad propia (o falta de carácter) a hacer cosas que otros jugadores mucho más limitados no discuten. Con ese talento inmenso y esa calidad prodigiosa, su papel en estos partidos debería ser mucho más protagonista.
Y aún así, con un planteamiento más reservón del que a lo mejor nos habría gustado, con los mejores jugando peor y el rival más cómodo de lo que las ausencias en la alineación indicaban, con muchísimos millones en el banquillo y casi el equipo de siempre en el campo, el Atleti tuvo el partido exactamente donde quería al principio de la segunda parte. El Barça pudo marcar en el primer tiempo tras un jugadón de Iniesta y buena parada de Oblak a tiro de Rakitic, pudo marcar en un córner (de nuevo, malas noticias en los córners en contra, que ayer se sumaron a un par de contraataques tras jugadas a balón parado a favor) pero Luis Suárez la mandó al larguero, pudo marcar en un contraataque lanzado por un fantástico pase de Mascherano a Luis Suárez que Giménez y Godín, de nuevo espléndidos, cortaron por arriba y por abajo. Pero el Barça no marcó y sí marcó Torres en la segunda que tuvo en profundidad, esta vez con la derecha, tras un pase fantástico de Tiago y tras ganar la carrera (ejem) a Jordi Alba, uno de los laterales más rápidos de la Liga. El plan reservón y algo rácano y el mal partido de los buenos parecía que podía tener un buen final.
Pero no. Neymar metió un golazo espectacular de falta (una falta quizás evitable, hecha en el mejor sitio posible para un lanzador diestro) y poco hay que oponer a semejante tiro; si acaso, decirle a Neymar que se dedique a hacer estas cosas y no a tirar besitos, como acostumbra, y se ganará el respeto que ahora no tiene. Cinco minutos le duró la victoria al Atleti, algo duro cuando había costado tanto marcar. Y aún así, el empate, visto lo visto, valía.
Pero llegó el giro final. Messi, en el banquillo tras su viaje a Argentina y haber sido padre pocas horas antes, salió a falta de media hora y cambió absolutamente todo. Ni plan A ni plan B ni cambios en el Atleti (decepcionantes, sobre todo si uno tira de calculadora y suma el cerro de millones que salió del banquillo a intentar recomponer la situación): salió Messi y demostró ser el jugador más determinante que hayamos visto en años en el Calderón. Andando, tranquilo, casi perezoso, sobrado, Messi dejó una imagen aún más llamativa que en los muchos partidos que le hemos visto en el Manzanares, y a pesar del montón de goles que ya nos ha metido. Messi jugó a placer, llevando el balón pegadito al pie, rapidísimo, salvando tarascadas y cargas, obligando al Atleti a mandar cuatro, cinco, seis jugadores a pararle, creando superioridades con facilidad, desorganizando al equipo, haciéndole pasar un tormento. Aguantó el balón, aguantó a los defensas y centrocampistas rivales, aguantó entradas por alto y por bajo y, no contento con ello, también le dijo al árbitro qué debía pitar y dónde. No recuerda uno a un jugador diciéndole al árbitro dónde quería exactamente que se parase el juego tras las repetidas cargas de Giménez; tampoco recuerda uno, por cierto, un jugador capaz de soportar tantas cargas de Giménez sin irse al suelo, y menos de ese tamaño.
Y aún así, aún encajando un gol de falta justo después de marcar el suyo, aún intentando hacer frente a un jugador con una influencia en el juego de su equipo y del rival sin comparación en esta liga, aún sin jugar bien y con poco alma, el Atleti perdió por otro detalle. Una tontería entre Griezmann y Gabi, un par de torpezas por no pegar un pelotazo, un balón que llega a Luis Suárez, un pasecito a Messi y una definición prodigiosa ante Oblak, casi imposible para otro jugador, dieron la victoria al Barça. Quizás merecida, quizás justa, pero no escrita con letra firme ni apabullante ni autoritaria.
El Barça volvió a ganar sin hacer demasiado al correoso Atleti de Simeone, que de nuevo se vio achicado ante un equipo que parece agrandarse sin motivo a ojos de los jugadores del Atleti, que empiezan a ver imposible meterle mano al equipo de Messi. Igual que pasara hace unos años con el equipo ese en cuyo estadio hay un Juteco, el Barça no parece necesitar hacer un partido brillante para ganar en uno de los estadios más complicados de Europa. Quizás un planteamiento más ambicioso de Simeone sea la solución; quizás la solución esté en que Messi se quede en su casa jugando a la brisca; quizás el tiempo dé al Atleti de este año la clave para ganar en el Camp Nou. Quizás, simplemente, el Barça fue mejor ayer. Quizás, quizás, quizás.
3 comentarios:
Buenas tardes, Maestro,
pues de nuevo estoy muy de acuerdo con usted en casi todo. Ahora, también le digo que para mi la clave fue empatarnos tan rápido. Si no nos empatan tan rápido... Pero bueno, esos futuribles a toro paso son tontos, porque también pudiera haber sido que el enano rosarino nos hubiera metido entonces dos o tres.
Parece también que las bobaditas de Filipe han traído cola y ni viaja a Estambul. Veremos que once saca el Cholo en Estambul.
Aquí sopla poniente.
Forza!
se sabe qué ha pasado con Filipe Luis? es rarísimo esto
Dicen que tenía molestias. Cholo dice esto: "Hizo un grandísimo esfuerzo para llegar al encuentro del Barcelona, lo logró e hizo un partido correcto. Entendíamos que jugando tan cercano el esfuerzo iba a ser demasiado así que preferimos dejarlo en Madrid para que se entrene y el sábado pueda estar en el equipo".
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