martes, 29 de mayo de 2007

Amnesia

Todos hemos visto alguna película en la que un tipo tiene un accidente de coche, pierde la memoria, vuelve a su casa y no recuerda nada. La amnesia es muy socorrida para hacer guiones de cine pero parece que se le están encontrando otros efectos beneficiosos según para qué.


Hablando de memoria, se la refresco un poquito (si es que hace falta). El domingo pasado el Atleti perdió 0-6 en casa con el Barcelona, lo que supuso la mayor derrota en casa en la historia del Club. Algunas de las cosas que pasaron después ya nos las esperábamos, así que no nos sorprendieron: algunos se alborotaron, una parte de la afición (excesivamente pequeña) protestó, la prensa se hizo eco de las críticas, para sorpresa de muchos. Esto desencadenó lo que también esperábamos: se habló de fichajes para el año que viene, así como quien no quiere la cosa; se habló de conjura (esto siempre da mucha risa, sobre todo porque los jugadores se suelen conjurar comiendo chuletones, que así cualquiera), se habló de renovar o no al entrenador, se habló de si la plantilla valía o no. Se habló incluso de que había un grupo dispuesto a comprar el club a sus actuales propietarios, para así devolverlo al lugar que la historia y de paso la cuota de mercado esa tan famosa demanda y merece. Así que se volvió a hablar de fichajes, de proyectos, de formas de conseguir que el Atleti vuelva a ser quien nunca debió dejar de ser. Lo de siempre, vaya.

Pasaron otras cosas que merece la pena resaltar. Por ejemplo, que el único que quiso hablar tras el partido fue Torres, dando la cara en el momento del bochorno. Que al día siguiente fue Pichu (léase Cuellar) quien salió a pedir perdón por sus fallos, en un ejercicio que le honra pero que no le corresponde. Que los directivos tardaron dos y tres días en salir a hablar en el momento de uno de los mayores ridículos en la historia del Club. Y que si el discurso de los dos primeros fue valiente por el contenido y el momento, el de los últimos fue tragicómico: apuntaba Cerezo que la mayor derrota en casa había sido un "accidente" achacable a un cúmulo de casualidades de origen cósmico sin más responsable que el destino; de hecho, si había un responsable él no era, que para eso había hecho las cosas bien. Lo mismo dijo Miguel Ángel Gil: un accidente, esto ha sido un accidente, al menos esforcémonos porque parezca un accidente. Si al menos hubiera dicho eso de que "es una tormenta en una bola de cristal, es ese tornado que limpia el polvo en mi hogar" los admiradores de Kiki D'Akí le hubiéramos perdonado … pero ni eso, ni aún teniéndolo a huevo. No tienen remedio.Coincidiendo con sus palabras Torres, como siempre, ponía una nota de cordura y dignidad reconociendo en una radio estar más dolido que nunca, estar pasando el peor momento de su vida como atlético, estar abochornado por la imagen dada y por el hito alcanzado. "A ver si con estas cosas que dice este chico no va a parecer un accidente", pensó alguno, y al rato salió Zé Castro, ese profundo conocedor de la idiosincrasia colchonera, a decir eso tan manido de "hay que olvidar el pasado y mirar hacia delante, dejar de lado esa accidental goleada histórica de nada y concentrarnos en el próximo partido". Nos ha jodío… eso mismo decía mi primo cada vez que venía a casa con seis suspensos: "papá, hay que mirar al futuro, esto ha sido un accidente y además Don Benito me tiene manía, hay que olvidar el pasado y cumplir con lo pactado, así que para el jueves quiero aquí la bici". Claro.

En estas llegó el partido del Nástic. Cerezo, hombre de cine (como Álvaro Vitali), recordó haber visto una película en la que un señor tenía un accidente de coche, perdía la memoria, volvía a su casa, la mujer le era extraña, no reconocía al perro y no encontraba los calcetines. "¡Ajajá!", pensó, "esta es la nuestra". Dicho y hecho: la existencia del Atleti pasó por obra y gracia del calendario liguero de estar centrada en la mayor goleada de la historia a girar en torno a al partido contra el Nástic de Tarragona, ya descendido. ¡La conjura! ¡el objetivo! ¡el futuro! … salieron a relucir todos los lugares comunes, todos los tópicos que se usan en estos casos. Todos, y sobre todo uno, el más cómico: "El Sueño de Europa". "El Atleti acaricia el sueño europeo", decía la prensa y se quedaba tan campante. "El sueño de Europa pasa por ganar en Tarragona" decía alguno y a nosotros no nos choca, pero esto mismo hace años hubiera sonado a superproducción de romanos o a obra teatral de contenido nihilista-costumbrista. En fin, que el pasado no importaba, que ahora había que mirar hacia delante que para eso el Atleti, ese equipo con ese pedazo de cuota de mercado que quita el sentido, se enfrentaba a la hercúlea tarea de ganar a un equipo ya descendido a Segunda División. Toma y toma, qué mala suerte, en este momento tan accidentado y resulta que el destino, ese injusto elemento, nos hacía esa jugada tan rastrera. El fatalismo colchonero mezclado con la amnesia cinematográfica hacen milagros en tiempos de tormenta, y esto lo saben bien en el Club.Se desplazaron los directivos a Tarragona como en las grandes ocasiones (aunque se pregunta uno cómo es que los directivos del Atleti no viajan siempre), que para algo el equipo tenía la misión de lavar su imagen; es curioso cómo lava la imagen esta gente, pero es lo que hay. El Atleti, amnésico tras su accidente, volvía a la competición con el arrojo de un soldado con la voluntad anulada por el amor patrio, por la convicción de que el deber está por encima de la aflicción. Salió al campo y el Nástic ya estaba en Segunda, y uno lo siente por ellos y esto va en serio.

Salió el Atleti, decimos, con una alineación inédita queriendo borrar el pasado y tanto lo borró y con tanto ahínco que se olvidaron de jugar al fútbol. Así que el Atleti, o al menos parte de sus jugadores, no jugó al fútbol. Les habían dicho que olvidaran todo y se pusieron a ello con una disciplina espartana. Que no y que no, que a esto no jugamos, que lo han dicho durante la conjura, justo antes de los postres. No insistan, no lo haremos, nos han dicho que dejemos la mente en blanco y eso hacemos. Aquí hemos venido a lavar nuestra imagen y no a otra cosa, si quieren Vds que juguemos al fútbol haberlo dicho, hombre, pero ahora ya es tarde. Aquí hemos venido a limpiar, si quiere ver jugar vaya usted al parque ¿por quién nos ha tomado?

Así que solamente jugaron dos: Maxi y Torres, claro. Con dos bastó, menos mal, porque si no se ponen las cosas feas después de lo del Villarreal. A los once minutos ya no hubo mucho más que hablar: Maxi le dio un balón en profundidad a Torres y éste, el del sambenito de no saber definir, metió un gol y todos tan contentos. Pocos uno contra uno ha tenido Torres este año, pocas ocasiones de definir por no recibir balones en condiciones, pero la culpa es siempre suya. No lo es de quien no le da el balón, no, la culpa es suya por no subir a la media a pasarse el balón a sí mismo. Esta vez apareció Maxi por ahí e hizo lo que cualquier jugador un poco avispado haría: meter a Torres un balón en profundidad, un poco fuerte, un poco adelantado. Poco tiempo ha necesitado Maxi para entender lo que el resto de centrocampistas no han entendido en todo el año. Al parecer los centrocampistas del Atleti se han pasado el año reuniéndose en casa de uno de ellos para la conjura de los miércoles y de paso ver si daban con la solución para los males del ataque del equipo y nada, no lo conseguían. "Dicen que hay uno con pecas en el equipo que si le mandas un balón él lo recoge y mete gol", decía uno. "Habladurías", contestaba otro. "Que si, que yo lo he visto, lo que pasa es que no para de moverse y es difícil de ver, pero te juro que anda por ahí". "Venga ya, hombre, lo habríamos visto". "Que sí, que sale en un anuncio". "Pues no sé, miraremos a ver, pero yo no me fío: también dicen que existe el Yeti y mira luego". Maxi lo ha entendido antes. Menos mal.

Tras el descanso, cuando parecía que el Atleti lo acabaría pasando mal, a Maxi le hicieron penalti. "Penalti", resonó en las mentes en blanco de los jugadores. "Penalti", y sonaba con el eco que precede a la tragedia. ¿Quién lo tirará? ¿Lo hará Torres, que lleva fallados tantos? ¿Lo hará otro? ¿Quién se atreverá? No hubo tiempo para el debate: Torres se fue a por la bola, consciente de lo que pensaba todo el que estuviera viendo el partido. Los centrocampistas se daban codazos entre ellos: "¡¡el de las pecas!! ¡¡existe!!" Tiró Torres fuerte, el portero se tiró bien y el balón entró. Hala, pelillos a la mar, se acabó el partido. Cero dos al equipo descendido y en el palco se frotaban las manos: se acabó la crisis, la imagen está lavada, ya se ha olvidado el accidente ese de la goleadilla sin importancia, como debe ser, porque… ¿qué es la mayor goleada en contra de la historia frente a un cero dos contra un equipo de segunda? Bah, esto está superado, ahora ya no hay quien nos tosa.

Lo que viene ahora ya lo saben. Más fichajes esta semana, más llamadas a la unidad, más conjuras para conseguir el sueño europeo. Pronto viene el Celta y en los asientos encontraremos aplaudidores y globos y confetti para recibir a los héroes que ganaron al Nástic y motivarles ante la enésima prueba de fuego: ganar en casa a un equipo al borde del descenso. El sábado saldrá el equipo ovacionado de salida, como los grandes, y no se oirá ni una crítica contra los jugadores, entrenador y directiva que nos abochornaron una vez más, porque habrá que estar unidos para lograr el sueño de quedar sextos. Sextos, ni más ni menos, porque &hellip ¿acaso no merece la pena perder la memoria durante un tiempo por jugar la UEFA? ¿acaso no es mejor no reconocer a la mujer de uno, perder el pasado y no encontrar los calcetines que renunciar al sueño europeo? La respuesta, en unos días contra el Celta.

martes, 22 de mayo de 2007

La noche más triste...

La Liga - Hasta ayer tenía claro que la noche más triste vivida como seguidor atlético fue un 5-4 ante el Barcelona en Copa, el partido en el que Pantic metió 4 goles y perdimos en los últimos minutos por culpa de un gol de Pizzi. Eso fue hasta ayer. Porque ayer viví el día más triste como seguidor atlético.


Aquel partido lo vi en un oscuro bar griego de las afueras de Bruselas con algunos compañeros de trabajo y equipo, entre las nieves de una señal pirateada a un satélite turco. Como lo oyen. Al terminar me fui sin decir nada, cogí el coche y estuve dando vueltas por los canales bajo un diluvio, pensando en lo injusto que es a veces este deporte, en la fatalidad que a veces nos persigue, en lo rocambolesco de las situaciones que vive el Atleti.

Maldije la suerte y el destino, pedí cuentas a quien correspondiera por haber privado de la victoria a un equipo aguerrido que hizo méritos suficientes para merecerla. Lo sentí por el gran Pantic, pensé lo injusto que era que pasara a la historia como uno de los pocos jugadores que pierde un partido tras meter cuatro goles (el destino se encargó poco después de que Vieri le acompañara en ese capítulo tan curioso de las enciclopedias futbolísticas). Esa noche fue tristísima porque el Atleti, habiendo hecho lo suyo, no encontró la recompensa que debía. Alguien de fuera del equipo nos negaba lo que pensábamos que nos merecíamos. Algo similar a lo que ocurrió en la misma Bruselas, años antes, en la final de Copa de Europa, que viví demasiado joven como para guardar un recuerdo tan vivo.

Comparado con lo de ayer, lo de esa noche es un recuerdo precioso. Aquella noche yo estaba orgulloso de un equipo y enfadado con el mundo. Ayer también estaba enfadado con el mundo, pero además sentí vergüenza de lo que vi. Lo había sentido antes pero no hasta esos extremos. Sentí vergüenza de jugadores, grada y directiva. De todo. Ayer fue el día en el que me quedó claro que el Atleti que yo sentía como mío ya no existe. Que lo que ahora se llama

Atlético de Madrid es una caricatura grotesca de mi equipo de niño. Que los que lo representan jugando no merecen hacerlo, que los que van al campo y se sientan en la grada no entienden nada de lo que ocurre, que los que se sientan en el palco son el mayor problema que afecta al Club, lo peor que nos podía haber ocurrido.

El Atleti jugó ayer con los brazos indecorosamente bajados, andando ante un equipo que parecía tres divisiones por encima. Anduvieron los jugadores del Atleti como sonámbulos sin que entendiéramos por qué, mirando con distancia como otros jugadores jugaban al fútbol mientras ellos paseaban por el césped sobre el que hace no tanto correteaba Pereira, dando lecciones. Jugaba el Barça a placer y el Atleti le miraba atontado, ni si quiera esperando el final del partido, sólo esperando el final de la jugada, que casi siempre acababa con tiro a puerta. Ni casta, ni orgullo ni ná, sólo la mirada perdida de los liberados de un campo de concentración. Mucho menos amor a unos colores, claro, que eso es mucho presuponer en este fútbol color dólar que nos ha tocado vivir últimamente. Ni autoestima, ni vergüenza torera, ni siquiera populismo. Nada. Les daba igual. Les daba igual que la gente estuviera empapada tras llegar al campo con la ilusión de que ganaran para tapar las bocas de tanto vecino que hablaba de dejarse perder. Les daba igual que apretaran otros equipos por detrás en la clasificación, que estuviera la mísera UEFA en juego, premio más que menor para el historial del Club. Les daba igual que sobre ellos planeara la sombra de la sospecha, del tongo, del amaño. Nada. Demasiado flojos para intentarlo, demasiado malos para plantearse el plantar cara, demasiado pusilánimes para tener amor propio, demasiado débiles como para que el rival se planteara amañar el partido. Algunos más que otros, naturalmente, quecomo siempre Torres lo intentó y lo intentó. Lo intentó hasta el final del partido, saliendo a la carrera en solitario contra cuatro rivales, en una perfecta metáfora de lo que ha sido la temporada: él contra el mundo.

La grada no le quedó a la zaga. Groggy por el espectáculo quizás, ni tan siquiera protestó. El Atleti se llevaba la mayor goleada en casa de su historia y la gente pensaba en si habría atasco de vuelta. Algunos se reían sin darse cuenta de que esas risas se le clavan a algunos compañeros de grada en lo más hondo. Otros la tomaban con Pichu, como si éste, pobre, fuera responsable del esperpento de Club en el que juega. Algunos protestaban contra los jugadores, otros contra los vecinos de localidad que les obstaculizaban la vista con su paraguas. Pocos, muy pocos protestaban contra el palco. Pocos silbidos en la noche más triste, pocas protestas en el día en que el Atleti sufrió su mayor humillación en casa. En otros campos la gente protesta, flamea pañuelos, brama, grita y pide justicia. En el nuestro no. En el campo del Atleti está mal visto protestar, hay que animar hasta el final. Ayer tampoco se hizo lo segundo, ni lo primero. La grada está en coma, sonada por los continuos mazazos de los últimos años. Cuando pensamos que se ha tocado fondo, nos hundimos un poco más. Cuando creemos que sí, que ya, que de esta hay que salir, metemos el pie en un pozo de arenas movedizas. Cuando parece que nos estabilizamos, alguien nos pone en los brazos un yunque de hierro macizo. La gente asume con resignación la caída en barrena para asombro de propios y extraños. Pensábamos que el descenso marcaba el rebote, pero aquí seguimos a merced del viento y nadie dice nada. Quizás los lavados de cerebro del marketing del club hayan surtido su efecto: el mayor ridículo en casa de la historia, en directo para toda España en el partido clave del campeonato para muchos equipos, y la afición agacha las orejas. ¿Dónde está el rugiente Calderón de antes? ¿Dónde está el orgullo, la dureza forjada en otros momentos bajos y altos? ¿Dónde?

En medio de la debacle, el presidente sonreía en el palco, a la vista de todos. El Atleti, club centenario, hacía el ridículo y su máximo mandatario actual sonreía. El Director General no parecía tampoco querer asumir la inmensa cuota de responsabilidad que le corresponde, y quizás valore poner en su asiento un busto de él mismo como Lopera, no sea que alguien proteste. Pero nada, tranquilos, nadie se girará nunca contra ellos. Mañana, pasado mañana anunciarán fichajes de relumbrón, demandarán una conjura para sacar esto adelante y aquí paz y después gloria. El uno hablará de vergüenza, de proyectos, de refuerzos, de charlas con la plantilla, de promesas de enmienda y compromiso de esfuerzo. El otro hablará de cuotas de mercado, de intereses económicos sobre quién debe ganar la liga, de marcas de prestigio, simpáticas y cercanas, de consultores que piensan que somos lo más grande, de planes a dos años para desbancar al Barça del segundo puesto del palmarés patrio. Y la grada anestesiada pensará que estamos en buenas manos, e irán en columnas de a cuatro, con los ojos en blanco y paso cansino, a comprar la prensa que glosa la gloria que ha de venir, las bondades de la gestión, el brillo de los fichajes que nunca vendrán. Cuando tengan su ración de morfina escrita, aquellos que pudieran plantearse una eventual revuelta volverán a hablar de que el año que viene sí, que con dos retoquitos el equipo no tiene rival, que ya estamos en Europa, siguiendo el devenir lógico de un equipo que tiene que celebrar un sexto puesto como si fuera un título, aunque tenga nueve ligas y nueve copas en su sala de trofeos. Sabíamos que esta directiva era la que hubieran elegido para nosotros nuestros vecinos de Chamartín pero ahora vemos que también es la ideal para Sevilla, Valencia, Recreativo, Villarreal o hasta Getafe, los que ahora se miden con nosotros.

Así que ahora ya saben. Como siempre, cambiarán jugadores, entrenadores y técnicos como todos los años, para hacer de eso una tradición que perpetúe a la única pieza de este engranaje inoperante que no ha sido cambiada. Porque si de ellos depende nunca se irán, nunca reconocerán que su gestión es nefasta, ni que están acabando con una institución centenaria que no merece este sino. No tendrán la honestidad de levantar las cartas, ni la valentía de reconocer que de esto no saben, ni la vergüenza torera de dejar tranquilo al club que están matando y que dicen querer tanto, aunque sea para que se muera en paz y rodeado de los suyos. Porque ante el hundimiento de la nave los que la dirigen no se hundirán con ella como mandan los cánones, sino que se asegurarán una plaza en la mejor barca de salvamento, con forma de terreno edificable en el que ahora hay un estadio. Eso sí, entre el silencio de la afición.

martes, 15 de mayo de 2007

Naturalmente

Ayer decidí ser firme en mis convicciones y no ver el partido del Atleti. Ayer, rompiendo la racha de los últimos partidos y desafiando la lógica, el Atleti jugó cómodo, sin deslumbrar según dicen pero con autoridad y pragmatismo, goleó y ganó con holgura. Justo lo contrario de lo que podíamos esperar, o precisamente lo que deberíamos esperar. El Atleti nos sorprendió y a mi me pilló fuera de juego. Naturalmente.

Desde que empezó el Europeo sub-17 que ayer terminó vengo siguiendo al equipo de España. Sobre todo a los jugadores del Atleti, claro, que es algo que hago también en la selección absoluta. De hecho en la selección absoluta prácticamente sólo sigo a los jugadores del Atleti. Como el juego de España es un tostón, su actitud es normalmente poco inspiradora y los resultados suelen ser pobres, me dedico a fijarme en los jugadores de mi equipo. Lo hago deseando que lo hagan bien, que estén a la altura, que destaquen, que callen bocas. Qué lástima de sensación esta de no tener excesivo apego por la selección de tu país, qué rabia ver que es más fácil engancharse a un partido del Liverpool que a uno de España, qué pena comprobar que uno se ve más identificado con algunos jugadores daneses que con los de la casa de uno.

He estado viendo el Europeo sub-17, les decía antes de irme por las ramas, fijándome especialmente en los nuestros, recordando otros campeonatos de jovenzuelos en los que destacaron Torres y compañía. Y es inevitable pensar dónde están todos los prometedores jugadores de nuestra cantera, o compararles con lo que tenemos en el primer equipo. ¿Cuándo contaremos con un entrenador que suba con criterio a jugadores jóvenes de la cantera? ¿Cuándo volveremos a ver en el Calderón equipos en los que la mitad de los jugadores titulares saben lo que es el club desde siempre? ¿Cuándo entenderán que cualquier jugador, por el hecho de ser de fuera, no es necesariamente mejor que uno de casa? ¿Cuándo primará más el proyecto deportivo que la tesorería?

Ayer decidí que ya estaba bien de disgustos y que no iba a ver al Atleti por primera vez en la temporada. El tedio general de la segunda vuelta, el cabreo de las últimas jornadas, la posibilidad de tragar más bilis de la recomendable una vez más y el hecho de que el Getafe juegue bien y acabase de humillar al Barcelona terminaron por convencerme. Esta vez no, me quedo viendo a los sub-17 y no hay más que hablar. Ni radio ni ná, ya me enteraré luego y veo el resumen y me enfado menos, o al menos me enfado lo mismo pero más tarde. El Atleti, aprovechando mi ausencia, ofreció un partido tranquilo y cómodo, sin disgustos, precisamente lo que yo hubiera necesitado. Pero no lo ví. Naturalmente.

Inquieto por el hecho de no ver en directo un partido de mi equipo (hay que ver qué cosas, hasta qué punto puede uno ser dependiente de esta panda de señores), me decidí por fin a poner la radio para ver cómo iban las cosas y evitar la sensación de hamster encerrado que se le queda a uno en estas situaciones. Así que la pongo y, como suele ocurrir, tardan en hablar del partido que interesa al que la ha puesto. Entre tanto nota uno que hablan todos así como muy tranquilos, sin sobresaltos y uno dispara su imaginación y llega a la conclusión de que aún no ha podido pasar nada, que llevan sólo veinte minutos, que irán cero a cero. Pero no, tras veinte minutos, gana el Atleti cero dos, y yo sin verlo ni enterarme. Para algo que va bien fuera de casa en los últimos partidos, para una vez que el Atleti hace lo que debe hacer, yo no lo veo. Naturalmente.

Al rato el que suscribe claudica y está ya más pendiente de la radio que de otra cosa, esto es así y no se puede remediar. El Atleti parece tener las cosas controladas y eso se nota en que los locutores no hacen ni caso al partido. Cuentan poca cosa, cuentan que los jugadores están haciendo su trabajo, posiblemente más concentrados por la amenaza de ver reducidas sus vacaciones por culpa de la Intertoto, hay que joderse. Cuentan que Maniche hoy sí está (que ya era hora), que Jurado sigue en su línea ectoplasmática y virtual, que Petrov parece que ha recuperado la forma y que Pablo se ha ido en un taxi, enfadado por no ir al banquillo. Insisten todos mucho en lo del taxi y esto le llama la atención al que suscribe, que pasa un rato pensando cómo podría haberse ido si no. Dado que ha ido en un autobús, no puede irse en su coche. Dado que es un millonario, no creo que se vaya en autobús de línea. Como es un comodón no se ha ido andando (eso si que hubiera sido noticia, “Pablo se enfada y se va andando a casa – llega tres horas más tarde lesionado en un talón”). Así que se ha ido en taxi, y de esto hablan y hablan y uno se imagina a Pablo sentado en su taxi oyendo la radio en la que dicen que se ha ido en taxi, y al taxista, que seguramente sería de Sanabria, diciendo “esta si que es buena, verás cuando cuente a los amigos que han hablado de mi en la radio”. Uno sigue pensando que dónde llevaría Pablo dinero para el taxi si iba en chándal, o si pagó al llegar a casa, entrando un momento a por suelto, o si hizo parar al taxista en un cajero. Entonces se plantea uno si Pablo va a las concentraciones con una tarjeta de crédito en el bolsillo del chándal, o si es de esos que llevan un bolsito chiquitito y en bandolera que queda muy chocante en un tipo que es de Albacete y mide uno noventa y pico. Y en estas tan animadas está uno cuando marca el Getafe. ¿Quién marca? ¿Güiza? ¿Pachón? ¿Abondanzzieri de saque directo? No. Marca Manu del Moral, el que hace un año estaba con nosotros. Naturalmente.

Así que sigue uno oyendo la radio, solito con sus auriculares, como aquellos señores mayores de los que uno antes se reía al verles tan concentrados, y presta más atención al partido y siente que se masca la tragedia. Esto no puede ser, seguro que al Atleti le remontan, piensa uno, y es típico que esto acabe mal. Mira ayer al Espanyol, sin ir más lejos, esto es así y ya me van a arruinar estos el domingo, si es que lo sabía, no tenía que haber puesto la radio, me tenía que haber ido al cine o al campo o incluso ordenar el armario, ya puestos, pero esto de la radio me mata a mi de angustia. Pero no, que unos minutitos más tarde marca otro gol el Atleti. Y lo marca Torres, cuya ausencia ha pesado en el equipo más que lo que nos gustaría. Lo marcó Torres, que volvió y metió dos goles haciendo lo que él sabe hacer y que tan poco ha hecho este año, en el que no ha recibido casi ningún pase en profundidad de los que se supone que tienen ese cometido, especialmente el inédito Juradito. Marcó Torres dos buenos goles definiendo con torería, haciendo a la perfección eso que todo el mundo dice que no sabe hacer. Marcó Torres y nos dio tranquilidad y fe y sólidas esperanzas europeas, algo que el resto de la plantilla no nos ha dado en todo el año. Marcó Torres y aún así en la grada se seguirán escuchando voces críticas con su juego, con su actitud, con su peinado y sus tatuajes, voces de ignorantes voluntarios de la deuda que con él hemos contraído todos, de morosos morales, de rácanos oportunistas que no ven más allá de sus narices. Marcó Torres y ya lleva doce goles en su teórica peor temporada, cerca del pichichi nacional en un equipo que no le ayuda a serlo, peleando solo contra viento, marea y comparaciones asimétricas y ventajistas. Marcó Torres y nos dio paz pero aún así en las radios dirán que es una eterna promesa y un jugador del montón y menos que Fulano y aún menos que Mengano, dónde va a parar. Naturalmente.

Marcó luego Galletti de penalti, y si está Torres y lo tira y lo falla habrían respirado aliviados muchos y hubiéramos tenido cuarto y mitad de chanzas de propina. Pero no estaba ya y a un servidor le dio rabia que no pudiera tirarlo, pero lo tiró otro y lo hizo bien y el Atleti metía cuatro goles en un partido fuera, algo inédito desde el partido de Bilbao. Y además perdían los que le echaban el aliento en la nuca al equipo, que respiró hondo para ganar tranquilidad al ver que se abre la brecha con los que pueden sacarle de Europa. Perdieron todos menos el Villarreal, que metió también cuatro, el cuarto de Forlán en una situación similar a la que tanto se criticó en su propia casa cuando el gol lo metió Eller y la radio no dijo nada, desde luego nada comparado con lo que dijeron de Agüero, a quien ese día terminaron de colgar un sambenito de tramposo que le persigue por los campos y que al parecer autoriza moralmente a los centrales para buscarle los tobillos en cada jugada. Marcó Forlán sin tirar el balón fuera, como ya advirtió que haría si tuviera la oportunidad, e hizo bien en decirlo si pensaba hacerlo, piensa uno, que en esto del fútbol hay mucha tontuna y mucho que dice lo contrario de lo que realmente piensa. Pero con este gol no habrá tanta polémica y el directivo del Villarreal que llamó sinvergüenzas a los del Atleti no creo que se presente en casa de Forlán esta tarde a pedirle explicaciones y excusas y a condenarle a hacer trabajos sociales para purgar su falta, como la Campbell, ni el resto de jugadores de su plantilla le retirarán el saludo por fresco y ventajista, ni la afición le tirará tomates cuando se lo crucen en el centro comercial ni les dirán a sus niños que se coman el yogur que si no de mayor serán mezquinos como Forlán. Naturalmente.

Así que tras esta jornada en estas estamos, involuntariamente en el ojo del huracán, blanco de preguntas del tipo ¿qué prefieres, ganar al Barça y darle la liga al Madrid o perder a costa de la UEFA y que el Barça acabe ganando al Madrid?. Estos días los del Atleti estamos solicitados en las tertulias de bar y se nos pregunta si preferimos hundirnos con tal de hacerle la pascua al vecino o si queremos ganar por encima de todo, como si fuéramos todos y cada uno el delantero centro del equipo titular. Y cuando contestamos se hace el silencio para intentar entender la intrincada esencia profunda del ser atlético, y cuando acabamos unos dicen “¿ves?” y otros no lo entienden y otros no dicen nada pero, eso sí, todos tienen claro lo que tenemos que pensar aunque pensemos lo contrario. Lo que pasa es que aunque (al menos el que suscribe) tenga claro que hay que salir a ganar todos los partidos y que nuestra guerra es la nuestra y no la de esos vecinos tan insoportables que Dios tuvo a bien ponernos al lado para así hacernos la vida menos agradable, al oír tanto comentario paternalista y socarrón y tanto llamamiento a la unidad y a la solidaridad por parte de ciertos periodistas, le da a uno ganas de perder contra el Barça con el único objetivo de molestar a tanto pesado. Pero esto es merecedor de otro artículo. Naturalmente.


lunes, 7 de mayo de 2007

Test atlético a día de hoy

Dado que el partido de ayer (uno de los más cortos de la historia: en el minuto 9 ya sabíamos todos cómo iba a acabar) no da para comentar nada más que lo que ya se ha comentado una y mil veces hasta ahora, hoy, a la manera del Telva, ofrecemos a nuestros distinguidos lectores un test con el que determinar en qué punto se encuentra su relación sentimental con el esperpento de equipo y club que lleva los colores del antaño grandísimo Club Atlético de Madrid. Ya me irán contando Vds los resultados.


1. Si es Vd abonado o va normalmente al campo o compra los partidos del Atleti en PPV, ¿cuántas veces este año se ha jurado no volver a ver un partido en directo?

a) Ninguna: la esencia del aficionado atlético es sufrir y que el equipo gane o que juegue bien es lo de menos, que para eso somos la mejor afición del mundo y parte del sistema solar
b) Alguna
c) Más de cinco
d) Más de diez
e) Todas, salvo alguna excepción

2. De las siguientes actividades, ¿cuáles prefiere actualmente a ver un partido del Atleti?

a) Ninguna: la esencia del aficionado atlético y bla, bla, bla ...
b) Limpiar cardos (sin guantes) para su posterior cocción
c) Observar el proceso de confección de una toalla portuguesa en una visita guiada
d) Contar calles y clasificarlas por orden de inclinación media, todo ello a pleno sol
e) Todas las anteriores, salvo la a)

3. ¿Cuál de las siguientes palabras describe mejor su estado de ánimo con respecto al equipo y al Club?

a) Orgullo, esperanza y bienestar: la esencia del aficionado atlético ...
b) Hastío, desencanto y aburrimiento
c) Bochorno, vergüenza y sonrojo
d) Ira, rabia y monumental cabreo
e) Todas las anteriores entre la b) y la d) y, además, flato

4. ¿Cuántos de los jugadores de la actual plantilla cree Vd que formarían en un equipo “normal” del Club Atlético de Madrid, a la altura de su trayectoria? (al decir normal nos referimos a que en el Atleti ha habido Gárates y Dirceus, Vizcaínos y Maxis y también Pizos y Pedros Pablos)

a) Todos
b) Torres únicamente
c) Torres, Maxi, Agüero y poco más
d) Cuatro o cinco en total
e) Diez

5. ¿Recuerda Vd un momento más bochornoso que el actual?

a) El momento actual no tiene nada de bochornoso: la esencia del aficionado atlético ....
b) El descenso
c) El día que antes del partido desfilaron por el campo los de “Sensación de Vivir”
d) El día en el que Jesús Gil se pegó con Caneda (ex aequo con el día de la presentación del Pato Sosa y su caída de culo)
e) Los últimos años, con la excepción del Doblete y el año de después, han sido bastante bochornosos en general

6. Si tuviera que identificar al Club (como colectivo) con uno de los siguientes animales, con cuál lo haría?

a) Un orgulloso león, rey de su territorio y su destino
b) Un oso como el del escudo, capturado y humillado, con una argolla en la nariz, ligado con una correa a un tipo que le lleva de plaza en plaza para hacer un bailecito ridículo sobre una bicicleta al son de una canción de Melodi. El día que el oso despierte ya puede correr el tipo de la correa, ya …
c) Un simpático macaco amazónico de esos que llevan chalequito y gorro moruno que hace cabriolas y pone un platillo para que le den dinero al dueño y que busca, como recompensa, un mísero dátil
d) Un cerdo que espera paciente el día de San Martín, engordando mientras los dueños hacen cuentas de cuánto vale cada jamón, cada trozo, cada oreja
e) Un perrillo apaleado que, a pesar de todo, sigue sin levantar la voz contra el que le apaleó gracias a que desde hace tiempo le vienen diciendo que los buenos perros aguantan y no protestan, que para eso han sido elegidos como miembros del colectivo canino, el más fiel, el mejor del mundo

7. En su opinión, ¿quién es el responsable de la actual situación del Club?

a) El entrenador, que no tiene ni idea y ha venido a llevárselo crudo, como todos
b) Los jugadores, que son unos mercenarios, no sienten los colores y salen de noche con mujeres operadas
c) El cuerpo técnico, que a pesar de tener una experiencia contrastada y la seguridad de que su trabajo será respetado durante años, no está a la altura
d) La afición, excesivamente blanda, maternal y poco exigente
e) La directiva, por todo lo anterior y por el resto de cosas que todos sabemos

8. ¿Qué piensa Vd que habría que hacer para mejorar la situación del Club de una vez por todas?

a) Cambiar otra vez de entrenador, que uno por temporada es demasiado poco
b) Cambiar otra vez a siete u ocho jugadores, como todos los años. Alguna vez sonará la flauta
c) Cambiar al director técnico, la contrata de las cocacolas del descanso y las azafatas de los palcos
d) Cambiar el traje de Indy, que está hecho un asco y la cola le arrastra de forma muy ridícula
e) Cambiar lo único que no ha cambiado desde que el Atleti empezó el declive: a los del palco

9. ¿Cuál es, en su opinión, la verdadera motivación de los actuales propietarios del Club a la hora de gestionar el Atleti?

a) Devolver al Club al sitio que histórica, deportiva y socialmente le pertenece
b) Hacer de una institución caduca y anticuada un club moderno y competitivo
c) Mejorar la situación deportiva e institucional del Club
d) Salir en los papeles y así aprovecharse en sus negocios particulares
e) Hacer un negocio estupendo por medio de la venta del solar sobre el que se asienta el estadio y que los socios del club, aquellos de los que nadie se acuerda a la hora de confeccionar plantillas, pagaron durante años con sus abonos. Mientras llega ese momento, hacer un negocio estupendo vendiendo y comprando jugadores, inventando soportes de marketing (de pago) y haciendo contratos sin sentido.

10. Ejemplo práctico: Vd es accionista de una gran empresa de telefonía móvil en España, la tercera en facturación y presencia, en un momento de despegue del mercado. Supongamos que cambian los propietarios de la misma. Su gestión y la de su equipo directivo lleva a dicha empresa a una situación económica nefasta y, en el plazo de diez años, pasa a ser la sexta o séptima en el escalafón, siendo superada por pequeños operadores que se mofan de sus accionistas (incluido Vd) en los corrillos bursátiles. Su opinión sobre esos nuevos propietarios, que por cierto siguen haciendo dinero mientras la empresa se hunde, sería la siguiente:

a) Hacen todo lo posible por la empresa, la salvaron en un momento difícil poniendo dinero de su bolsillo. Fueron una bendición. Ahora hay que esperar, que con cuatro retoques el año que viene nos salimos del Ibex
b) Todos los propietarios son iguales y nosotros no podemos hacer nada. Además protestar es de accionistas poco comprometidos, los accionistas de verdad animamos y animamos desde la apertura al cierre del Nikei y por ello nos consideran los mejores accionistas del mundo
c) Son un desastre pero ¿qué se le va a hacer? Mejor nos vamos a casa, que ponen “Gladiator” ahora a las 10.
d) Vaya Vd a protestar a Wall Street, oiga, que aqui se viene a animar
e) Estamos ante el mayor cáncer que ha sufrido la empresa en su historia, hay que intentar hacer lo posible por extirparlo

11. Las campañas publicitarias con las que el club nos obsequia cada año responden a los siguientes fines:

a) Alimentar el orgullo entre la afición para que no decaiga en este mal momento transitorio causado por la intervención judicial de hace ya unos añitos
b) Crear spots simpátiquísimos con los que la agencia encargada opte a premios en festivales internacionales que de paso les reporten jugosos contratos
c) Potenciar la imagen de marca del club, para que así el aficionado medio crea que eso es más importante que ganar partidos, jugar al fútbol o mantener el decoro
d) Asegurarse de que la gente renueve su abono tocándole la fibra sensible y aprovechando el amor a unos colores, a pesar de que tengan todos la certeza de que el espectáculo dominical que les espera año tras año no merece el precio del mismo
e) Conseguir unos minutejos en los informativos en los que se hable bien del equipo y la afición, en contraste con los resúmenes semanales

12. Tras los recientes partidos en Anfield y lo emotivo que resulta escuchar a su impresionante afición cantando “You´ll never walk alone”, muchos equipos se están planteando adoptar canciones para que sus aficiones las canten en los momentos señalados. A su juicio, ¿cuál de estas piezas sería más acorde con los sentimientos de la afición en estos momentos?

a) “Should I Stay or Should I go?” de The Clash
b) “(I never promised you a) Rose Garden” de Lynn Anderson
c) “Where have all the good times gone”, de The Kinks
d) “Me subí a la reja”, popular
e) “Cerezo Rosa”, en la versión de Pérez Prado


Resultados:

Si ha contestado Vd de esta forma:

a) (preguntas 1-6 y 11)
a), b), c) (preguntas 7 y 9)
a), b), c) d) (preguntas 8 y 10)

quizás debería repensar sus respuestas.

viernes, 4 de mayo de 2007

¡¡AGUANTE MANITO!! (Doggy dixit)

Horas despues de citar virtualmente de lejos a Doggy para que hiciera pública su razonada defensa de Aguirre éste, presto como un Pablorromero y audaz como un Gurkha, me envía por mail el artículo que se reproduce a continuación. Así que ahí tienen lo prometido, lo que a algunos abrirá los ojos y a otros encogerá la vesícula. Como los comentarios prometen ser interesantes y el texto tiene su miga, se acabó con la introducción. Todo suyo.


A mí, de Javier Aguirre, lo que menos me gusta es su dentadura. Vaya esto por delante para que nadie pueda acusarme de pelota. No, no me gustan los piños del Vasco, ¡pinche güey! Es un postizo perfecto, demasiado perfecto, casi casi de anuncio de Corega. Un postizo de boxeador o, mejor aún, de luchador mejicano con máscara. Javier Aguirre tiene la mandíbula cuadrada, pelo cano de Marine veterano y mirada de guerrero. Y eso, señores, un guerrero, es justamente lo que necesitaba el Atleti.

Supongo que los lectores habituales de este blog se me habrán puesto ya de uñas. Se lleva mucho por estos lares virtuales el derrotismo disfrazado de sano escepticismo que, muchas veces, esconde un mucho menos saludable deseo de que se cumpla el estereotipo vikingo de atléticos sufridores, esos que a la primera de cambio te sueltan un “este año tampoco”, “no hay nada que hacer” o el clásico “apaga y vámonos”. Aquí se clama al cielo recordando gloriosos tiempos pasados, se nos llena la boca de decir que sólo Fernando Torres merece ponerse esta camiseta y nos venimos abajo ante el más mínimo sinsabor deportivo. No voy a ser yo, señores, el que niegue razones para la desmotivación, incluso para la hartura, pero para ahondar en ese pozo ya hay otros. Yo, señores, vengo hoy aquí a romper una lanza por Javier Aguirre. Y desde ya les advierto que no pienso mentar a la Directiva. ¡Ándele!

Repasemos brevemente los antecedentes en el banquillo rojiblanco. Cálmense, que no pretendo remontarme a los tiempos de Max Merkel, ni mucho menos a los de Helenio Herrera. Vamos a lo reciente. Desde que salimos del infierno de Segunda hemos visto sucesivamente sentados en nuestro banquillo a Luis Aragonés, Gregorio Manzano, César Ferrando, Pepe Murcia y Carlos Bianchi. De Luis Aragonés me niego a decir todo lo que pienso por respeto a su pasado, porque desde hace años, incluido ese estertor final en el Atleti recién ascendido, es un entrenador acabado. Véase su ridículo y errático devenir al mando de la Selección para mayor abundamiento. Tras él llegó el pío Manzano, un vendehumos con el ojete florecido, un Miguel Muñoz escapado del Seminario, que bastante hizo con mantenernos en Primera. Ferrando y Murcia, honestos y trabajadores, también lograron la permanencia, pero acabaron demostrando que, como al curilla, el cargo les venía grande, muy grande. Precisamente por eso se trajo a Bianchi -ganador, experimentado, de irreprochable y campeonísimo currículo -que naufragó por una absurda mezcla de excesos: exceso de soberbia, exceso de desconocimiento de la realidad de la Liga española y exceso de mala suerte.

Y así llegamos a Javier Aguirre, un Míster que, tras cuatro años en Osasuna, había maravillado por sus dotes de psicólogo, por su fútbol aguerrido, competitivo y vistoso y por haber conformado una plantilla polivalente y ganadora aprovechando al máximo unos recursos futbolísticos a priori muy limitados. Cualquier buen aficionado al fútbol reconocía en Javier Aguirre a un tipo que sabía verdaderamente lo que pasa en un terreno de juego, que, además, era consciente de saberlo y que, por tanto, ambicionaba empresas mayores que las que, después de cuatro años, podía ofrecerle el bravo y noble conjunto pamplonica al que dejó, ¡oh, maravilla!, en Liga de Campeones.

Nada más llegar al Atlético de Madrid, Aguirre demuestra su compromiso y confianza: rechaza los dos años de contrato que le ofrecen y firma por uno, comprometiéndose a llevar al equipo a Europa como condición para prolongar su relación contractual. Le fichan a Agüero (un crack en proceso de formación), a Miguel de las Cuevas (una perla pendiente de explotar), a Ze Castro (un central con gran futuro), a Seitaridis (un lateral experimentado que sale de una larga lesión), a Costinha y Maniche (dos portugueses veteranos que ya lo han ganado todo), a Patapalo Pernía (un curtido jornalero de la banda que viene de hacer la temporada de su vida en el Getafe, incluidos diez goles de falta directa), a Jurado (un proyecto de jugador que los vikingos quieren foguear) y a Mista (un delantero notable y con experiencia que se ha quedado sin sitio en Valencia). Aguirre cuenta, además, con una base más sólida que sus predecesores. Está Fernando Torres, claro, pero también Maxi Rodríguez, Martin Petrov, Peter Luccin, Pablo, Perea, Antonio López y Leo Franco. Y jugadores para el banquillo: Gabi, Valera, Galletti... Con esos mimbres, Aguirre está convencido de meterse entre los seis primeros, aunque avisa de antemano que considera corta la plantilla.

Como TODO entrenador actual, el Vasco se dedica primero a apuntalar la estrategia defensiva, a construir un equipo que se muestre fuerte y sólido atrás para sacar resultados y coger confianza. Aquí las opiniones pueden ser las que ustedes quieran, pero los números cantan. El Atleti es el segundo equipo que menos goles ha encajado de la Liga (26, sólo por detrás de los 24 que le han clavado al Pato Abbondancieri). El Atleti es el equipo de la Liga al que menos le rematan a puerta, al que menos centros de gol le hacen y el que provoca más fueras de juego en las delanteras rivales. Además, es el segundo equipo de Primera (tras el Barça) que menos balones pierde. Esto son datos, lo demás cuentos. Aguirre ha sabido organizar una estrategia defensiva seria (en la que Luccin, inconmensurable este año, es pieza clave), dando bolilla, además, a todos sus defensas y ayudándoles a mejorar: a Pablo (desquiciado por culpa de unos representantes peseteros, curiosamente exjugadores del Atleti, y de su propia y torpe avaricia) le ha vuelto más contundente y menos contemplativo, para que no se noten tanto sus carencias con el balón en los pies; a Perea (que, como Antonio López, vive su peor año desde que está en el equipo) le ha desplazado a la banda o le ha sentado para espabilarle; a Zé Castro y a Seitaridis les ha dado palo o zanahoria, según correspondiera, para aprovechar sus virtudes, sabiendo integrarles en el equipo; a Valera le ha utilizado para motivar al griego (parece que se nos ha olvidado ya que en ese puesto hemos sufrido mucho tiempo una metástasis futbolística llamada Velasco) y cuando le iba a dar la alternativa definitiva se le rompió el cruzado. En enero llegó Fabiano Eller, al que dio un mes para adaptarse y que hoy parece ya titular indiscutible por su condición de valladar en el juego aéreo, otra de nuestras carencias crónicas en los últimos años. En definitiva, hoy podemos decir que el Atlético tiene una gran defensa en la que pueden jugar cualquiera de los ocho, incluyendo al lamentable Mariano Patapalo Pernía, con diferencia el peor futbolista de la plantilla.

No me olvido del portero, no. Aguirre no es tonto, señores, y sabe que Leo Franco no es un portero de élite, pero es el que tiene. Como los más avispados habrán percibido, obliga a los centrales a estar muy atentos para que Leo no tenga que salir del área pequeña, su gran carencia. Pero a Aguirre no se le puede achacar que cualquier equipo llegue una sola vez a nuestra portería y nos la clave (pienso en el Mallorca, el Zaragoza, el Valencia, el Real Madrid o la Real Sociedad en el Vicente Calderón; o en el Depor, el Zaragoza o el Madrid lejos de casa). Leo sólo nos ha ganado un partido: en el Ruiz de Lopera ante el Betis. Muy poco bagaje, muy poco, para un internacional argentino. Ahora veremos si Pichu es o no es una alternativa. Ojalá. Porque necesitamos un portero que nos saque una mano salvadora alguna vez, como Casillas, Palop, Valdés, Cañizares, César, el Pato o Pinto, por poner los ejemplos más obvios, aunque podríamos citar muchos: este año cuatro de cada cinco porteros han hecho el partido de su vida en el Calderón.

Pero vamos con el centro del campo, señalado por todos como el punto flaco de este equipo. Yo no estoy tan de acuerdo. Sucede que al fútbol se juega de muchas maneras y no siempre como digan cuatro pintamonas de los medios, es decir un pivote defensivo, un media punta pasador y dos jugadores de banda. Esa es sólo una opción, un dibujo sobre un papel o una pizarra, una teoría que tienen que poner en práctica unos futbolistas. Y a día de hoy se juzga a Aguirre -y se le condena- por no tener, pongamos por caso, a un Riquelme. Y a mi, claro, me da la risa. El Barsa juega habitualmente con tres centrocampistas pasadores, el Sevilla no tiene un media punta pasador, el Zaragoza tiene dos a cambio de jugar sin bandas, el Recre apuesta por circular el balón rápido para aprovechar su velocidad arriba. El fútbol no es lo que diga De la Morena, Segurola, el mediocre de Maldini o el primer desgarramantas que firme una crónica en el Marca o en el AS. El fútbol es muy variadito. ¿Con, pongamos por caso, Riquelme jugaríamos mejor? Probablemente. Y si mi difunta abuela hubiera tenido gomas Bridgestone en lugar de piernas hubiera sido un Minardi. Pero ese no es el tema. El tema es que se nos lesionaron dos piezas claves en el centro del campo, Maxi y Petrov, dos titulares indiscutibles que aportaban un sinfín de opciones de juego para Luccin y su acompañante, por detrás, y para Torres y Agüero, por delante. El tema es que Miguel de las Cuevas, centrocampista con hambre y calidad futbolística, polivalente, con visión de juego, pase y disparo, se rompió y, para colmo, tuvo mala suerte en su recuperación y se le necrosó un dedo del pie. Otra grandeza de Aguirre: nunca ha llorado las bajas, ni las ha puesto como excusa para escudarse, ha elevado el mentón, ha apretado su grotesca piñata postiza y ha buscado alternativas. Lamentablemente, Maniche se borró antes de Navidad. Lamentablemente, Patapalo Pernía y Antonio López no son extremos, ni siquiera interiores. Lamentablemente, Galletti no es un jugador para ser titular en ningún equipo del mundo que aspire a otra cosa que no sea la permanencia y sí puede ser un jugador interesante para salir de refresco quince o veinte minutos. Pero Aguirre no se ha lamentado. De Jurado preferiría no hablar: ha dado sobradas muestras de ser un jugador, ahora mismo, justito justito para ser titular en un Segunda División de media tabla. Pero es lo que tiene Aguirre. Costinha, aunque se haya convertido en chivo expiatorio para un gran sector de la afición, está cumpliendo con su cometido cuando juega. Otra cosa es que a “los aficionados al fútbol por televisión” o a los lectores del Diario AS les guste más o menos ese cometido. Para terminar con el centrocampismo: Aguirre pidió dos jugadores en enero –y que vendieran a Maniche- y no se los trajeron –ni vendieron al achulado portugués. Tampoco ha llorado. Al igual que no lo hizo este verano, cuando no se fichó a Raúl García, con el que Patxi Izco, ese al que siempre le llega la camisa al cuello, quería hacer el negocio de su vida. Raúl García era el centrocampista que quería el Vasco, pero aguantó con Maniche. Seamos serios: a día de hoy, nuestro centro del campo depende de Peter Luccin, un jugador que sigue demostrando su inmensa categoría contra viendo y marea, realizando muchas veces funciones que no son las suyas por solidaridad con el equipo y para tapar las carencias o las sinvergonzonadas tácticas de sus acompañantes en la medular. Desgraciadamente, a veces paga su exceso de responsabilidad y compromiso yéndose de la boca. Que ya le vale. Así que les doy la razón: creamos poco fútbol, pero es que jugamos con Jurado, con Gabi, con el espectro de Maniche, con Galletti... Y aún así, se nota la mano de Aguirre: Galletti presiona como no lo hizo nunca, ni cuando jugaba picaditos con los compadres en los veranos húmedos de La Plata, Jurado está aprendiendo a apretar al contrario en banda, Gabi no se va de su sitio, aunque, a cambio, se ha convertido en un leñero... En fin, Aguirre ha actuado toda la temporada obligado por las circunstancias en la medular y supongo que lo sufre bastante más que nosotros.

En punta tenemos a Fernando Torres. Nunca podremos, como atléticos, agradecer suficientemente lo que este chaval está haciendo por el Atleti. Si me pongo trágico, llego incluso a pensar que, sin él, habríamos desaparecido como club. Y sí, con Aguirre ha mejorado. Más allá de la lotería de los penaltis y su mala racha, combustible para las chanzas vikingas (que envidian su categoría y su compromiso), Torres es más jugador hoy que antes de llegar Aguirre. Defiende como nunca (en todas las jugadas de estrategia marca al delantero centro rival), ha aprendido el daño que hace cuando cae a banda y lleva toda la temporada dando goles a sus compañeros, muchos de ellos desaprovechados. Y encima ha metido diez chicharros. Por no hablar de sus desmarques constantes en cada saque de banda o de portería, su presión en la salida de balón del contrario, su garra, su afán competitivo... En fin, todo da igual, porque se le exigirá que haga todo eso y que, encima, de espectáculo como Ronaldinho y meta goles como Drogba. Otro viejo debate mediático, creado, como casi todos, por periodistas vikingos que jamás entenderán que para Fernando Torres ganar un título con el Atleti no tiene comparación con nada en el mundo, que jamás entenderán lo que significa ser del Atleti...

Otro viejo debate, decía, es el del acompañante de Torres. Este año se fichó a un fenómeno, un diamante en bruto, un monstruo de dieciocho años recién cumplidos. Todo aquel que pensara que Agüero iba a llegar al Atleti y triunfar, una de dos, o es un necio ignorante o un capullo malintencionado. Yo creo que Agüero nos dará muchas tardes de gloria, ya nos ha dado alguna (con el Athletic, con el Villarreal, con el Levante en Copa...). Y también creo que tendremos que agradecerle su parte a Javier Aguirre. Le ha cuidado de verdad como no habría hecho otro entrenador: le ha dosificado, le ha escondido cuando el equipo estaba mal para que no le molieran a palos, los mismos palos que ha aguantado él, la ha dado confianza, ha tenido paciencia con el pibe y, a la vez, le ha presionado con la amenaza de Mista para evitar que se relajara y le ha mandado al banquillo cuando le ha parecido oportuno. Un jugador como Agüero, viniendo de donde viene (me apuesto un testículo a que la mayoría de esos que hablaban, para bien o para mal, de Agüero no habían visto un puto partido entero de Independiente y no saben de la Liga Argentina más que por los resúmenes de Canal Plus) y jugando a lo que juega, necesita, como mínimo, una temporada de adaptación (y que nadie mencione a Messi, porque la Pulga ha estado tres años jugando en las inferiores del Barça). Y yo veo motivos para el optimismo: aún así ha rendido razonablemente bien, cada vez se entiende mejor con Torres (esas paredes eléctricas que vemos en casi todos los partidos), está aprendiendo como se defiende en Europa y va perdiendo esa indolencia que mostraba al principio. La clase la tiene, no hay más que verle con el balón en los pies, y Aguirre conseguirá al final convencerle de no intentar ese último regate que, como buen gambetero, muchas veces le hace olvidarse de que, primero, hay que ejecutar al contrario y luego lucirse (algo, por cierto, que dudo que Jurado aprenda jamás). Por último tenemos a Mista. Un honrado profesional que ha dado la cara en todo momento, que ha aceptado sin rechistar un rol secundario porque sabe que Aguirre se lo valora y se lo paga dándole oportunidades en cuanto puede.

Todo eso no puede esconder que somos el equipo de Primera que más veces tiene que rematar a puerta para meter un gol o que seamos el equipo que más faltas directas haya tirado y el único que no ha metido ninguna. O que seamos el equipo que menos goles haya marcado en jugadas de estrategia. O que hacía muchos años que no se veía un Atleti que marcara tan pocos goles. Aún pasando por alto que, como señaló el propio Aguirre, perdimos en octubre un tercio de la capacidad goleadora del equipo, todo esto está en el Debe del Vasco, así como cierta tendencia amarrategui, pero también parece que hay razones para darle tiempo, lo único que (casi) siempre funciona en el fútbol.

El Atleti de Aguirre, a día de hoy, no juega bien. Vale, chaval, pídeme una caña. ¿Cuántos equipos de la italianizada Liga de las Estrellas (sic) juegan bien? El Barsa y el Sevilla uno de cada tres partidos, el Recre uno de cada cuatro y el Racing, el Osasuna o el Espanyol uno de cada seis. Analizando fríamente lo que llevamos de temporada, ni el Zaragoza, ni el Real Madrid, ni el Valencia han jugado mejor que el Atleti, pero, indudablemente, tienen más soluciones ofensivas en sus plantillas. Y, aún así, ahí estamos nosotros, con las opciones intactas para meternos en la UEFA (que puede ser un consuelo menor, pero sería muy importante para el equipo). Yo espero con toda mi alma que se consiga. Pero no principalmente por jugar un torneo europeo tan devaluado como la antigua Copa de Ferias. Yo ruego porque acabemos sextos para que siga Aguirre, para que por fin podamos ver un proyecto. Y me duelen las cosas que se dicen, porque nadie se acuerda del primer año de Rijkaard (sin ánimo de comparar) o los años que les ha costado al Sevilla o al Valencia construir los equipos que tienen. Por poner tres ejemplos. Ruego porque siga Aguirre porque le veo entrenar y veo a un tío que sabe, a un equipo técnico que le respalda y le complementa, veo a una plantilla comprometida, unida y sin más malos rollos que los inevitables, en la que todos se sienten valorados. Ruego porque siga Aguirre porque le veo en las ruedas de prensa antes y después de los partidos, con la frente alta, sin esconderse, sin vender humo, sin escudarse y sin excusarse, sin echarle mierda a sus futbolistas, sin desviar la atención con los árbitros, pensando lo que puede hacer para mejorar el equipo, para ganar. Ruego porque siga Aguirre porque no vivo del pasado (yo ya he celebrado dos Copas en el Cuernabéu y un Doblete): quiero tener futuro. Ruego porque siga Aguirre porque miro a Osasuna y veo que Ziganda, con dos retoquitos, dos, tiene un equipazo competitivo de 22 jugadores: la herencia de cuatro años de Aguirre que anoche cayó dignamente en semifinales de la UEFA.

Y ahora voy y miro el calendario. Nos quedan el Espanyol y el Getafe fuera, el Barsa en casa, el Nástic en Tarragona, el Celta en casa y el último partido de Liga en Pamplona. Miro el calendario y confío en que Javier Aguirre cumplirá el objetivo que se impuso a si mismo, que nos meterá en la UEFA, que renovará y que, con cuatro retoques, empezaremos a ser un buen equipo de fútbol.

Y es por todo lo anteriormente expuesto, por lo que yo le perdono a Aguirre exhibir esa dentadura tan lamentable.

Doggy

miércoles, 2 de mayo de 2007

Un apunte sobre el Liverpool – Chelsea

Mucho podríamos escribir sobre el partido de ayer y mucho me temo que leeremos. Sobre muchas cosas. Porque se pueden decir muchas cosas sobre el Liverpool y su actuación al completo (jugadores y afición) de ayer.



Podríamos hablar del ambiente, de cómo suena “You’ll never walk alone”, de las caras de los aficionados, de cómo los jugadores cantan la misma canción que ellos cuando acaba el partido, de la sensación que transmiten, de por qué es una afición en la que mirarse. Podríamos hablar de las caras de Carragher reclamando tensión tras despejar con todo el alma un balón peligroso, del despliegue de Mascherano, del tiro seco de Xavi Alonso, de la generosidad de Gerrard, anteponiendo disciplina y garra a su propio talento porque el partido lo requería, de la ausencia de prima donnas en un equipo que, mirado hombre a hombre, sorprende y maravilla que haya llegado donde está. Podríamos hablar de Reina y de lo bien que cae este tipo con cara de buen chaval, no sé si por eso o por ser hijo de quien es. Podríamos hablar también de Benítez y del mérito de un entrenador que mete dos años de tres a su equipo en la final de la Champions a pesar de no contar con una plantilla comparable a cinco, seis, quizás siete participantes de esa misma competición. Podríamos intentar describir esa curiosa sensación que le hace a uno vibrar con un equipo que no es el suyo más que con la selección de su propio país, y los porqués de esa aparente herejía. Pero no.

Porque sólo comentaré un detalle que me llamó la atención: ocurrió finalizado el partido, antes de los penaltis, en el momento de máxima tensión y emoción, cuando los aficionados tragan saliva con dificultad y hablan poco, cuando ves que todo puede irse al garete por un pequeño fallo, y más aún si pierdes en casa, cuando sabes que en tres minutos puedes ser el tipo más feliz del mundo o volver a casa orejigacho con la garganta rota y un zumbido en los oídos, cuando algunos rezan y otros se tapan la cara y otros se dan la vuelta y otros no saben que hacer.

Y es que en ese momento, no en otro, justamente en ese momento preciso, la afición del Liverpool se acordó de su entrenador. Cantaron y cantaron su nombre, diciéndole que pasase lo que pasase, ganasen o no, valoraban su compromiso, mostraban su admiración y su agradecimiento, dejaban claro que le consideraban uno de los suyos pasara lo que pasara, clamaban a los cuatro vientos que agradecían su trabajo y su identificación y el hecho de que les hubiera hecho tan felices sencillamente por hacer bien su trabajo, eso tan simple que tanto se valora en las Islas. Un detalle a tener en cuenta, un detalle, creo, de afición grande reconociendo a un tipo trabajador y honrado. Un detalle poco frecuente, un detalle precioso, un detalle que debió encogerse el corazón a Benítez.

Así que, aparte de glosar el detalle e invitar a la reflexión sobre la importancia de la comunión entre grada y banquillo, esta columnita sirve para dejar en bandeja a un insigne colaborador del blog un artículo sobre su opinión sobre Aguirre, a quien defiende a capa y espada. Permanezcan atentos, promete ser interesante.