Escribe por estos lares el Sr. Ruiz, con más tino que yo, que no entiende bien qué le pasa a Calderón. Ni a Cerezo. Que uno y otro estén incómodos entra dentro de lo lógico. Lo malo, Sr Ruiz, llega al pensar qué puede hacer el socio de a pie al respecto.
* ¿Qué les pasa a Calderón y a Cerezo?
Uno, que del Madrid sabe poco, no entiende qué le pasa al primero aunque se lo puede imaginar. Y también se imagina lo qué le pasa al segundo, pero esto no tiene mérito porque eso está bien claro.
Algunos, los que saben de qué pié cojea el que suscribe (y para aquellos que no lo sepan, el que suscribe tiene ambos pies rojiblancos), esperarán con este título un artículo incendiario sobre esa suerte del Madrid que le hace ganar partidos en el último minuto después de que el rival le pegue dos veces al poste y una al larguero. Esa pifia de un defensa, ese rebote, ese fuera de juego no pitado, ese resbalón del portero cuando iba a atrapar un balón con facilidad que con frecuencia, naturalmente no siempre, ha beneficiado a ese equipo. Esa suerte que los que no somos del Madrid siempre hemos visto de manera clara y meridiana y que los que sí lo son llaman la suerte del campeón, el instinto ganador o el peso de la camiseta. Esa suerte, sin embargo, no es el motivo del artículo.
Otros pensarán en la suerte del seguidor del Madrid, aquél que siempre ve cómo periódicos y telediarios abren la información con su equipo, dando más importancia a las costumbres dietéticas en el desayuno de las estrellas madridistas que a la plusmarca mundial conseguida, es un poner, por un señor de Ponferrada que trabaja de perito y entrena por las noches. Qué suerte tengo, piensa el madridista, de ser de ese pedazo de equipo con ese historial, ese palmarés, esas ligas y esas copas de Europa, esos galácticos buenos con gafas de pantalla y ese torero bajito del fondo norte. Qué suerte tenemos los madridistas, piensan, pensando que el equipo les eligió a ellos y no al revés, viendo un privilegio donde muchos otros ven la consecuencia de una elección poco arriesgada, la opción de hacerse del equipo del que más se habla. Piensa el madridista, en madridista, que todo el mundo envidia su suerte y su historial, y por más que el no madridista se empeñe en convencerle de que no es así, que de envidia nada de nada sino más bien lo contrario, no se lo cree, el tío. Y tampoco es de esa suerte de la que hablamos, tampoco.
La verdadera suerte del madridista, la suerte que pocos tienen ahora mismo en España, es la de poder elegir a su presidente, a su junta directiva. Desde la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas son sólo un puñado los clubes que no están a merced del capricho de sus propietarios, legítimos o no, honestos o no, futboleros o no. Son muchos los equipos que han visto como a sus palcos llegaban, precedidos de banda municipal y bajo palio, señores salidos de la nada, sin tradición en las gradas de su estadio ni el conocimiento mínimo del tertuliano de bar que prometían tiempos de vino y rosas a la afición. Conmigo seremos grandes, compraremos a Fulano y nunca venderemos a Mengano, convertiremos el estadio en el mejor del mundo, bajaremos el precio de los abonos, tendremos escudería de Fórmula 1 y un casino flotante en el Manzanares. Una vez en la poltrona, vendieron a Mengano porque las cuentas no salían y de paso duplicaron el precio de los abonos; a Fulano no pudieron comprarle por culpa de unos flecos, la Fórmula 1 no salió porque ellos pensaban que iban a correr con un diésel y el Manzanares se secó con las obras. El estadio estaba mal, tuvimos que venderlo para hacer bonitos pisos de dos y tres habitaciones, también áticos muy luminosos con trastero y garaje y padel y piscina; si Vd quiere uno llame a este teléfono, que es el mío. Prometieron lo irrealizable, se quedaron con el club que con tanto esfuerzo levantaron otros y lo utilizaron en su propio beneficio, sin acordarse de a quién pertenece en realidad por mucho que digan los papeles, y si uno protesta por lo que considera justo no le renuevan el abono, por pesado.
En estos días en los que Ramón Calderón es acusado de utilizar el club en su propio beneficio y el equipo entra en crisis y los antiguos candidatos afilan cuchillos ante la reyerta que se avecina, el madridista de cuna y abono al menos tiene algo que decir. Puede votar, ejercer su derecho de aceptar o rechazar gestiones, planes, programas e ideas. Puede decidir, puede optar por ser engañado o por ser crítico, por mirar a corto plazo o por velar por las tradiciones. Al menos puede. Sabemos que aparecerán empresarios interesados en hacer de ese palco su centro de contactos comerciales y otros con vocación de ser superior y querencia a urbanizar zonas verdes; sabemos que algo huele a podrido en el recuento de votos y que tanto dinero invertido en campañas electorales suena raro. Todo esto lo sabemos todos y también lo saben los que votan; allá ellos con su elección. Pero, al menos, será suya. Pero el socio del Atleti, que ya no es socio sino sólo abonado, no podrá decir nada porque ni le contarán qué pasa ni, si se llega a enterar, tendrán a bien escucharle.
Publicado en eurosport.com el 26 de noviembre de 2008
7 comentarios:
Excelente artículo, de verdad, muy instructivo y muy atinado.
Una duda que me queda después de leerlo y que nunca he sabido: ¿por qué esa conversión a SAD algunos clubes, como el Barça, el Athletic o el otro equipo grande de la capital, no tuvieron que hacerla?
Un saludo a todos
Mr Pop, la ley de conversión en SAD estableció unos requisitos en los ejercicios económicos de las cinco temporadas previas a la 91-92.
Supongo que estos requisitos se prepararon 'ad hoc' para que Real y FCB no tuvieran que convertirse y Athletic Club y Osasuna pasaban por allí.
Muchas gracias Sr. Gan, siempre me lo había preguntado y nunca me habían sabido contestar. Otra cosa, abusando un poco de ustedes, ¿no es posible que en el futuro se les obligue a estos clubes a convertirse en SAD o que el Atleti, por ejemplo, vuelva a la situación anterior?
Un saludo
Le habla alguien Mr Pop que la única ley que medio conoce es la del fuera de juego, pero vamos allá.
En el marco actual no está contemplado que una SAD revierta su situación a la de Club deportivo. El caso contrario si podría darse y la posbile conversión del Real en SAD suele ser un arma arrojadiza entre los candidatos a su poltrona.
Muy bueno!
Mucho me temo, pero, que nos quede solo la resignación y el recuerdo: ganó la anestesia.
Muchas (y retrasadas) gracias Sr. Gan. Hay que ver lo que se aprende, por aquí.
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