viernes, 12 de marzo de 2010

Sobre esa preocupante desidia que nos invade a pesar de la desidia de los nuestros

El Atleti dejó pasar una ocasión estupenda para resolver un partido y de paso una eliminatoria y ni supo ni quiso supo aprovecharla. Y lo peor es que pareció que la afición tampoco se llevó un disgusto.


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Llegó la afición al campo apurada por la cantidad de excusas dadas en la oficina y por las prisas para aparcar y se sintió rara. Llegaron los periodistas con una libretita y un peto de colorines y también notaron algo raro. Llegaron los jugadores del Atleti y hablaban entre ellos y se decían oye, no sé, ¿tu no notas nada extraño? No me refiero a que Reyes lleve en la bolsa una novela, ni a que Quique salga de la sauna con bufanda, no, no es eso, es otra cosa, no sé bien qué pasa. Sí, sí, te lo iba a decir yo, no sé qué es, el campo está raro, la ciudad está rara, la gente está rara, hay algo distinto, algo que no identifico yo bien, algo que hace tiempo que no vivía. Pensaban lo mismo los antidisturbios, a pesar de andar concentrados en las profundas reflexiones abstractas en las que ocupan los ratos libres, y los policías montados con sus cascos de rejilla. Hasta los caballos se notaban raros. Hombre, Babieca, qué tal estás, majo. Pues bien, aquí, con este brasas encima... oye, Bucéfalo, ¿no te notas tú raro? ¿no crees que hay algo extraño? No sé qué es, no sé decirlo bien ... Pues sí, sí, ahora que lo dices sí, no sé qué es pero sí, es algo extraño, algo diferente ... por cierto, Babieca, ¿Babieca no es nombre de yegua? Anda, mira, qué gracioso. Pues tú te llamas Bucéfalo, anda que mira quién habló, cachondo, con ese nombre antiguo que parece de jarabe de la tos.

Y es que ayer ocurrió que, tras muchos partidos y muchas semanas y muchos domingos y muchos sábados, tras muchas eliminatorias de copa, champions y europacáp, tras muchas excusas en los trabajos y muchas cervezas en los bares de alrededor y muchas llamadas a los amigos para ver si iban o no iban al fútbol, la gente llegó al campo de día. De día, es de día, eso es lo que pasa, decía la gente. Hay luz, eso es, ese es el cambio, decían los periodistas. Es por la luz, anormales, decía Ujfalusi. Es por la luz, Babieca, que estás tonto, hijo ...oye, ... ¿seguro que eso es nombre de caballo? ¿no será de mula? Mira Bucéfalo, te estás pasando, no sé a qué viene esto y no es mi estilo, no quería decir nada pero tú te lo has buscado: estás castrado, eres una jaca. Siento decírtelo así, pero que lo sepas.

Llegó la gente de día al campo y no recordaba la última vez en que hubo luz natural antes de un partido. Gracias a las televisiones y al invierno riguroso, gracias a los horarios de partidos entre semana y gracias al cielo permanentemente nublado que nos ha tocado este añito, hacía meses que no se veía el sol en el Calderón. El fútbol con sol es otro deporte, el fútbol como se vive bien es con sol y a las cinco, el sol es parte del fútbol de siempre como lo es el balón, la espinillera y el central de nariz rota. Es el odioso fútbol moderno el que nos ha traído la noche eterna, los horarios anti-hincha, la imposibilidad de llevar niños al campo, las mascotas desdentadas y las botas de colores. El fútbol en el Calderón es fútbol de sol y manga corta, no siempre pero muchas veces. Siempre hubo partidos nocturnos, pero no tantos; siempre pasamos frío en el Calderón, pero no tanto; siempre hubo partidos a horarios intempestivos, pero no tantos: en realidad siempre hubo pocos de estos y si llegábamos tarde a casa era porque nos quedábamos en los bares comiendo aceitunas rellenas, boquerones en vinagre y tortilla cortada a cuadraditos.

Tan importante es el sol en el Calderón, que un socio distinguido del equipo es el Rayo. No hablamos del equipo de Vallecas en cuyo estadio tan bien nos trataban antes y ahora ya no tanto y en el que regalaban un single en bolsa de Discoplay cuando los partidos eran los domingos justo antes del aperitivo. No hablamos del club que tiene un campo que ahora tiene nombre de señora peinada a la laca en el que uno vivió momentos prodigiosos como aquel partido de la selección olímpica en la que jugaban tres jugadores del Atleti, los admirados Arteche y Marina y el mezquino infiltrado Llorente, que terminó por volverse a su cubil de origen para así malterminar su carrera. En ese partido Arteche, el gran Arteche, tiró a puerta sin echar el cuerpo hacia delante, como mandan los cánones, y el balón abolló dos o tres coches estacionados en la calle Payaso Fofó, que lo sepan Vds, oigan.

No, no hablamos del Rayo Vallecano, no, hablamos del Rayo, del nuestro. Nuestro Rayo es socio del Atleti desde siempre, aunque sólo va a los partidos disputados en horario decente y en primavera-verano. El Rayo del Atleti es ese rayo de sol que, desde el mismo día en que se construyó el estadio, entra por los boquetes del voladizo de la tribuna y achicharra las córneas de los que nos sentamos en grada de lateral. El Rayo es ese que entra por un agujero y fulmina durante un rato a un sector entero al que impide ver el partido. Se nota dónde mira el Rayo porque el sector afectado en pleno achina los ojos, se pone la mano a modo de visera, se calza gorras, sombreros de ala ancha, gorras camperas y parpusas.

- ¿Y boinas?
- Hombre, pues no, boinas no, ¿cuándo ha visto Vd una boina que proteja la vista de los rayos del sol? ¿Es Vd francés o algo?
- Ah, bueno, ya. Perdone, oiga

Cuando sale el Rayo, el sector cegado maldice entonces la causa de su incomodidad ocular. A ver si llega una nube, hombre, y tapa el Rayo. Vaya tela el Rayo, ya podrían tapar el boquetito ese o poner unas cortinas de flores o la capa de Indy o algo, a ver si se va ya. El resto de grada ríe para dentro viendo al sector súbitamente achinado, jijiji, mira cómo les da el Rayo; lo que no sabe la grada es que el Rayo es molesto pero sobre todo es justo y que tras descansar un poco detrás de una columna deja en paz al sector cegado y se dedica a cegar al sector vecino, para desesperación de éste y regocijo de los ya cegados, vengativos y achinados a estas alturas.

El Rayo molesta pero el Rayo es nuestro y cuando nos vayamos a la infame Peineta, donde no habrá ni Rayo ni nada que se le parezca, le echaremos de menos. Nos dicen que estaremos más cómodos bajo una moderna visera de resina de epoxy, pero nos dará pena perder de vista al Rayo que tanto nos chinchaba y gracias a cuyas apariciones tanto nos reíamos de nuestros vecinos. Volarán el estadio y no sabremos más del Rayo, qué pena más grande. Oye, ¿qué sabéis del Rayo? ¿tú tienes contacto con él? Pues sí, de vez en cuando le llamo, no está mal pero echa de menos esto, sacó una oposición y ahora tiene una novia de Guadalajara. Hablo poco con él, la verdad, ya no es como antes, es más difícil verle. Le he agregado como amigo al feisbuc y nos hemos hecho juntos de dos grupos: "Veterinarios que consiguen matar animales y, de paso, instituciones centenarias" y "Cineastas de pelo hirsuto con aversión a la gramática".

Pobre Rayo.
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Salió el Atleti y el Sporting de Portugal, al que siempre llamamos de Lisboa, le dio una corona de flores en recuerdo de las víctimas del 11-M. El Sporting se comportó como un señor en fecha tan tristemente señalada y consiguió que todo el mundo reflexionara sobre por qué no se actúa más veces con caballerosidad y elegancia, con lo poco que cuesta. Entregó el Sporting de Portugal unas flores y nada más que por eso ya uno le cogió un poco de cariño al equipo, fíjense qué tonto es uno. Bueno, por eso y por su educada y ruidosa afición, compuesta hasta donde uno vio por personas normales con ganas de pasar un día de fútbol sin meterse con nadie y degustar la cerveza local, que es exactamente lo que uno busca en esto. Llegaron los portugueses en masa, llenando casi medio fondo entero, y fueron la mar de amables a pesar de los malos modos con los que, una vez más, les trataron algunos policías. La policía española, ya lo saben Vds, no es muy brillante a la hora de gestionar las situaciones para las que están entrenados, lo que supone una ironía y una preocupación gorda a partes iguales. Los aficionados del Sporting, por el contrario, sí parecían cómodos a la hora de pasar por la ciudad y dejar una estupenda imagen de gente tranquila, sin incidentes visibles a pesar de su enorme número, y lavando en parte la imagen dejada por sus compatriotas del Oporto, en algunos casos menos majos. Si en el partido de vuelta, en el que se espera visita en masa a Lisboa, las cosas transcurren igual, uno tendrá otro equipo verdiblanco entre sus preferidos (además, claro, del de rugby). Y ya serían tres, oiga, ni más ni menos.

Salió el Atleti con el equipo que algunos queríamos, con Domínguez de central y no de lateral, con Raúl García en el lugar de Tiago y con el Kun Agüero. Quique tiró del único equipo que tiene, en parte gracias a Pitarch y en parte gracias a él mismo, y en cinco minutos tuvo que cambiar de idea. Se lesionó Perea y salió Valera, con lo que Ujfalusi pasó a ser central junto a Domínguez. Domínguez fue de lo mejor de la noche, Ujfalusi como siempre estuvo notable y entre uno y otro dejaron claro que si hubiera laterales habría que dejarse de zarandajas y alinearles siempre a ellos en el centro de la defensa. Porque ayer, en un partido cómodo frente a un rival con uno menos (gracias a una expulsión de un jugador cuya inocencia posiblemente acabe por atraer la atención de nuestros ojeadores), frente a un equipo con un solo punta, los laterales no subieron y cuando lo hicieron centraron mal; esto es, como si no estuvieran.

En el centro salió Assunção, en su eficaz línea de siempre pero evidenciando que su motor diesel y su físico de fondista etíope también necesita de vez en cuando parar, y salió Raúl García. Raúl García, relegado a un segundo plano tras la llegada de Quique y sobre todo de Tiago, es protagonista de gran parte de las conversaciones entre colchoneros de los últimos días. Raúl García, en el primero de los tres partidos que la ausencia de Tiago y en los que se supone tendrá que reivindicar su posición, no jugó bien. No jugó tan mal como la grada se empeñó en señalar, a juicio del que suscribe, pero no jugó bien. Estuvo espeso y excesivamente entregado a su faceta destructora cuando el rival estuvo con once y demasiado poco creador cuando se quedó con diez; apartado Veloso al lateral, sólo Moutinho trotaba por el centro del campo, dejando a Raúl espacio suficiente en teoría para mover al equipo. Pero, para desgracia de sus defensores entre los que se cuenta el que suscribe, Raúl no respondió como uno esperaba. En un partido en el que debía dar un puñetazo en la mesa y aprovechar la inferioridad del rival, Raúl García se limitó a hacer un juego eficaz pero poco vistoso, excesivamente conservador e inclinado al pase hacia atrás, sin tomar riesgos y buscar sorpresas, sin cambiar el juego ni encontrar la forma de romper el entramado montado por los portugueses. El resultado fue que su juego contribuyó a aplanar aún más al equipo, a no inquietar al un rival cómodo en su cerrojazo, y a hacer a la grada echar de menos a Tiago y encumbrarlo en su imaginación a la altura del mejor Schuster. Raúl perdió una buena ocasión para demostrar lo que algunos aún pensamos que vale, pero de nuevo, y ya van varias veces, no la aprovechó.

En un partido que debería haber sido más cómodo y en el que el Atleti debió al menos investigar si era posible romper el muro rival, el Atleti se espesó. Quizás sería la presencia en el estadio de Bejbl, a quien al que suscribe le pareció ver en las inmediaciones del campo, la que terminó por liar al centro del campo del Atleti. Simão, posiblemente al límite de sus reservas de energía, no pudo o no quiso hacer mucho, quizás para evitar la bronca con la que los visitantes afeaban su salida de la cantera del Sporting para terminar siendo capitán del Benfica. Pero si Simão estuvo flojo, Forlán directamente no estuvo. Forlán evidenció un espíritu ausente francamente preocupante y una falta de concentración algo irritante. No peleó balones, no entendió las combinaciones con los compañeros y no acompañó al Kun en su cruzada en solitario contra el mundo. Parte de la grada afeó a Forlán su desidia, cosa que nos parece normal, y otra directamente la emprendió a insultos contra él y contra su señora madre, olvidando de sopetón que si el Atleti juega este año competición europea es en buena medida gracias a Forlán. Pero de estos tipos tan antipáticos y que cada vez abundan más ni hablamos, hombre ya, faltaría más.

Tan solo el Kun y Reyes, sí, Reyes, qué cosas, parecieron tener ayer ganas de algo. Reyes lo intentó e hizo un buen partido, dejando claro que algo le ha pasado últimamente y que por fin tiene fuelle como para llegar con solvencia al segundo tiempo. Dado que estaría feo en este blog hablar sólo bien de Reyes diremos que jugó bien pero adornó su actuación con su tradicional punto de inconsciencia y aire tribunero. Todo sea dicho, en algunos momentos dio lecciones de pundonor a otros compañeros; si esto llega a oídos de la Curia Vaticana les digo yo que se pone un obispo a investigar si no hay por medio una intervención divina y motivo de canonización de algún señor de Utrera. Por su parte, Agüero, como viene siendo habitual este año, tiró del equipo, corrió, se peleó con los centrales, abrió huecos, regateó rivales y buscó, sin éxito, compañeros. Ni Salvio, que sembró algunas dudas respecto a la imagen que dejó en Zaragoza, ni Jurado, de nuevo intrascendente en el poco tiempo que estuvo en el campo (salvo por el record absoluto de perder los cuatro primero balones que tocó, provocando igual número de contraataques de un equipo con uno menos) ayudaron a Agüero. A Agüero le espera un horrible final de liga en el que deberá, a su pesar, pelear contra los elementos, sortear contracturas musculares y escuchar rumores sobre ventas a equipos de la Premier y sobre filias y fobias de su suegro de cara al Mundial que no lo querría yo para nadie, salvo para el cantante de Revolver.

El Atleti no ganó un partido que debería haber ganado, sobre todo por jugar contra un rival con uno menos casi todo el rato y dos menos al final (tras la expulsión de Tonel, jugador con nombre histórico y espurio detentador del mote que en justicia debería lucir Maniche). No sentenció una eliminatoria que debería haber resuelto y volvió a quemar a sus mejores jugadores. Y, aún así, el mayor problema fue la reacción de la grada. La grada se quedó helada a diez minutos del final, justo cuando decía que parecía que ya no hacía tanto frío en Madrid, y ya ni reaccionó. La grada, especialista en silbar al eslabón más débil, quedó en silencio con el pitido final y no movió ni una ceja. Ni un silbido, ni una protesta, sólo el ruido de los abrigos al levantarse los seguidores e irse al vomitorio. Ya ni un disgusto, ni resignación, casi la costumbre. Nada de rabia, nada de ganas de montar un follón, sólo la gemela desidia del equipo en el campo, esta vez en la grada. Antes, ante estas cosas, el aficionado llegaba a casa helado y ni tocaba la cena, yéndose directamente a la cama sin ganas de hablar del disgusto; ahora llega igual de frío pero cena sopa de letras, un filete con patatas, un flan y una pera y se queda tan ancho viendo en el sofá un programa de monólogos. La afición parece haber asumido que el Atleti juega lo que juega, disputa lo que disputa y compite cuando a los jugadores les da la gana o les llega la gasolina. La gente ya no responde a la desidia con ira ni a la tomadura de pelo con rabia; ahora devuelve al equipo lo que recibe, esto es, desinterés, galbana y desdén.

La afición ha asumido que el equipo da la temporada por salvada con un puesto en la final de Copa y la entrada en Europa por la gatera y de incógnito. Y algunos, qué cosas, seguimos viendo esto indignante pero cada vez nos quedan menos ganas, menos capacidad de asombro y más ganas de irnos a cenar sopa, filete y naranja, que es lo nuestro. Ay, Señor.

401 comentarios:

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Fran Omega dijo...

A mí, lo que me resulta sorprendente, es criticar una actitud puntual de un jugador, o comentar su rendimiento deportivo, discutible como el de todos; y encontrarse poco menos que enmedio de una conspiración judeo-masónica, con tintes políticos y aspecto de persecución.

Parece ser que realmente estaba en la innopia, cuando comenté que sólo se trataba de elevar el nivel de exigencia hacia un Símbolo de este equipo y, desde luego, si de lo que se trata es de convertir al Uruguasho en una especie de enemigo público, conmigo que no cuenten.

Yo hablaba de su nivel general, que opino que ha bajado, de determinados gestos y actitudes que no me convencen, y que me gustaría que no tuviese. Punto.

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