jueves, 1 de octubre de 2015

Camiseta suplente, carácter de filial

El Atleti salió vestido de suplente en casa y ya con eso habría que haber suspendido el partido, mandar a la gente a casa y organizar una protesta ante la Unesco. Dado que no se hizo, quizás habría que haber respondido a la irresponsable y maleducadísima porción de la afición portuguesa que se dedicó a tirar bengalas al público (algo que uno nunca había visto en el Calderón, toda una vergüenza) para acotarles y sacarles del campo con dirección al cuartelillo. Hay cosas intolerables y una es esa de tirar cosas ardiendo al personal; nos tememos, además, que la cosa acabará con el Atleti sancionado.
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Salió el Atleti vestido de azul marino, extraño en su propia casa, y jugó un partido igual de extraño, bueno a ratos, malo a otros, catastrófico en lo relativo al resultado y muy preocupante en lo que se refiere a las sensaciones que deja el equipo tras el mal partido de Villarreal y el próximo partido en casa, el partido que menos le gusta a uno.

Salió el Atleti con el portero bueno y la defensa buena y esa variante que hemos visto en el medio y delantera, esa que consiste en jugar una especie de 4-4-2 que es a ratos un 4-3-3 cuando Griezmann sale de la zona del centro del campo y un 4-1-4-1 cuando Correa (o quien corresponda) se agolpa en la zona central, a veces superpoblada.  En el mutante dibujo de la parte alta del equipo estaban Gabi y Tiago, los de siempre, además de Óliver, Griezmann, Correa y Jackson Martínez, ese enigma. El equipo, sobre el papel, resultaba valiente y agresivo ante un equipo bien plantado como el Benfica, con la defensa cerquita del portero y muchos kilos y muchos centímetros por la zona del área, buscando la salida fulminante a la contra sobre todo si es Gaitán el que lleve la iniciativa.

Y así se plantó el Atleti y, qué cosas pasan, lo hizo bien. Durante muchos minutos de la primera media hora de partido el Atleti combinó y combinó, llevó la iniciativa, se impuso en el medio campo (al menos en la parcela central) y tiró a puerta: primero, en dos córners jugados al pie y frente al primer palo, uno de ellos con posible penalti tras tiro de Tiago. Luego, en jugadas con combinaciones entre varios jugadores que terminaban con pases desde los lados para que Jackson, que parecía entonado, tirase desmarques y se situase entre los centrales para rematar, algo que consiguió, sin fortuna, en tres o cuatro ocasiones. Óliver parecía cómodo, más cómodo que nunca durante el rato que combinó bien con Filipe Luis, que pareció volver a ser el de siempre. Correa buscaba su sitio y encontró un remate clarísimo que se le fue alto tras un rechace del portero y un gol que ponía por delante al equipo. Durante un buen rato el equipo pareció divertirse, con todos los jugadores enchufados: de habernos preguntado a cualquiera cómo veíamos el partido, todos sin excepción habríamos apostado por una victoria relativamente cómoda del Atleti, no por menos de 2-0, quizás por 3-0 en cuanto se diera un poco de suerte o el Benfica flojeara al final del partido.

Pero, cosas que no veíamos hace tiempo, pasó algo y tampoco fue tan raro: el Benfica metió un gol. Algo tan previsible y probable como un gol en contra fue a la postre mucho más que un gol, mucho más que un lance. Con un gol, sólo con un gol y con el aderezo posterior de bengalas, protestas en la grada, tangana gana-tiempo y visita al vestuario, el equipo se descosió, se deshizo en hebras, se convirtió en estatua de sal.

La grada esperaba un equipo resuelto y convencido de la victoria tras una bronca en las duchas, un equipo con ganas de recuperar el control del partido y hacer el mismo fútbol que la primera media hora. Sin embargo, se encontró con la aparente lesión de un contrario tras el choque con su propio portero, con la consecuente salida de asistencias médicas y un fisioterapeuta gordísimo vestido de naranja que llevaba un maletín-nevera en el que probablemente llevase cuñitas de queso y un melocotón, y ya de paso con un parón de 4 minutos. Aún con el lesionado en la banda, un contraataque portugués acabó con un gol en contra. Otro gol en contra, dos goles en dos fogonazos, en dos contraataques de esos que uno no se puede explicar por la facilidad con la que llegaron los rivales a estar cerca de Oblak.

Con mucho partido por delante y tiempo de sobra para empatar y remontar, el Atleti se deshizo. Quizás presionado por ir vestido de visitante, quizás amnésico tras el golpe recibido y olvidados los primeros minutos del primer tiempo, quizás simplemente desbordado, el equipo se apagó. Dejó de funcionar Jackson, que sin haber funcionado mucho al menos mostró recordar dónde juegan los de su puesto durante el primer tiempo y por primera vez en muchísimos minutos. Dejó de funcionar Óliver Torres, especialista en arranques de partido con brío y brillo para pasar al rato a dar la impresión de ser un alma en pena, un juvenil desbordado cuando las cosas no son exactamente como a él le gustaría. Dejó de funcionar Filipe Luis, que había empezado más cómodo al tener cerca a Tiago y Óliver y poder desplegar ese juego fino tan suyo que le llevó en su última temporada en el Atleti a entrar y entrar por su banda con ademanes de espadachín de salón, pasando el segundo tiempo por un imitador deprimido del fabuloso lateral izquierdo campeón de Liga.

No llegó a venirse abajo Vietto porque directamente ni compareció, escondido siempre tras un marcador a la manera del mismísimo Maniche, maestro del camuflaje y el escapismo, nerviosísimo, sufriente como un San Sebastián aseteado. Tampoco pudo darse el lujo de venirse abajo Saúl, quien firmó quizás el peor partido que uno le recuerde y eso que estuvo sólo un rato en el campo, unos minutos en los que consiguió hacer prácticamente todo mal para sorpresa de los que le vimos jugar con solvencia ante el Getafe. Tampoco se vino abajo Griezmann por la sencilla razón de que, una vez más cuando el partido no va del todo de cara, prefirió no comparecer, no participar, no sentirse involucrado al no ser la posición de su agrado, al preferir jugar con alguien cerca que no sea Correa, al ver que la cosa no iba del todo bien, al ser mes con R.

Seguramente Simeone cometió errores. Cometió probablemente el error de poner por delante de Juanfran y Filipe Luis a dos centrocampistas, Óliver y ayer Griezmann, que implican la renuncia a cualquier juego de ataque de los laterales; ese sistema parece funcionar si el equipo entero está enchufado, pero en cuanto se desentiende Griezmann o se desmorona Óliver, los laterales se desbordan y se produce un efecto dominó que hace temblar al resto. Seguramente, o sin ningún género de dudas, se confundió Simeone en los cambios: otra vez tarde a la hora de meter a Torres, otra vez raro al retrasar la decisión de sacar del campo a Griezmann, esta vez desacertado por meter a Saúl a jugar con dos pivotes más y Vietto, el ausente, por delante. Quizás el estilo ultra exigente del Cholo sea excesivo para según qué jugadores, lo que explicaría que sólo los más veteranos, independientemente de tener el día o no, de estar más o menos acertados, mantienen la posición cuando se desata el vendaval. Quizás los jugadores no aguanten tanto tiempo bajo la estricta mirada de Simeone y el Profe Ortega, aunque esta teoría se desmonta cuando se comprueba que son los que más tiempo llevan en la casa, junto con el portentoso Giménez, quienes mantienen el pulso. Quizás no haya conseguido inculcar aún a Jackson, Vietto y Ferreira lo que se espera de ellos a pesar de haber costado una fortuna; la inversión, a día de hoy, se antoja disparatada al ver que hasta ahora no parece servir para reforzar el centro del campo y únicamente ha dado algo de aire al ataque.

Seguro que Simeone lo pudo hacer mejor, pero el que suscribe cree que no fue el único en derrapar, ni tampoco el máximo responsable del derrape. En una segunda parte lamentable, sólo la vieja guardia aguantó el tipo: Godín, Giménez, Juanfran, Tiago y Gabi hicieron lo que saben hacer. Del resto, sólo Correa, y a ratos, estuvo a la altura. Ni Jackson ni Vietto ni Saúl ni Filipe Luis ni mucho menos Griezmann parecieron ser jugadores capaces de revertir una situación a pesar de su calidad, experiencia y precio, y son demasiados y demasiado caros. Siendo Simeone un experto en convertir simples jugadores de fútbol en futbolistas, queda aún la esperanza de que Vietto, Ferreira y Jackson se reencuentren con su propio yo pasado y vuelvan entre nosotros, los vivos; eso sí, por ahora no está pasando, así de simple.


Mientras tanto, el Atleti parece haber perdido eso que tenía hace bien poco y que no sabemos definir, ese algo que es parte casta, parte oficio, parte estudio y trabajo previo, parte fe ciega en uno mismo. El Atleti, y sobre todo algunos jugadores de los más finos y caros, parece haber perdido el carácter que lo convertía en admirable para los propios e insoportable para los rivales, ese plus del ganador, ese elemento que olíamos y notábamos en la piel al entrar en el Calderón y que últimamente sólo se hizo notar en Sevilla. La temporada acaba de empezar y los fans del medio plazo aún consideramos que es pronto para sacar conclusiones definitivas, a diferencia de los analistas atoropasadólogos y agoreros que pueblan Twitter; aún así, las cosas no van como debieran, algo irritante viendo un equipo titular viste de suplente y muestra carácter de filial. Y, también aún así, algunos seguimos con la fe intacta. 

5 comentarios:

Libros Mondo dijo...

Buenas tardes, Maestro, dice usted, para rematar artículo, que sigue con la fe intacta, pero leyendo todo lo anterior no da esa impresión. Le veo demasiado pesimista. Tal vez tenga usted razón, que estaba allí y lo vio con sus propios ojos y no a tirones, en un ordenador casi obsoleto y con narración y comentarios en perfecto ruso.
Más allá de su crónica del partido, con la que estoy bastante de acuerdo, creo que resultó decisivo el error de Kalbo, que se come muy malamente el segundo gol lisboeta, que nunca debió entrar.
Parece mentira como la ausencia del navarro, al que ayer supongo que todos echamos mucho de menos, ha mermado el carácter del equipo. No obstante, yo creo-espero-deseo que se trate de algo coyuntural. Dos derrotas seguidas que generan dudas y, para despejarlas, órdago a grande.
Crucemos los dedos por el regreso de Koke del domingo y porque Petardo Martínez regrese al que, por el momento, parece su hábitat ideal: el banquillo.

PD: Discrepo en lo de Antoine, conste.

Libros Mondo dijo...

Y, por cierto, ayer nos comimos el "famoso" cabrito, por cortesía del orondo vikingo barbudo.

Dr. Caligari dijo...

aquí se encuentran los datos del traspaso de Falcao:
http://football-leaks.livejournal.com/4554.html

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Buenas,

Pelín escueta su crónica Sr. Libros Mondo. Pelín escueta.

Dígales al ciervo cocinero y señora que el pepinacho no sale, no-sale–en–casa. En fin. En Semana Santa les buscaremos para para depurar la cosa porque sabe demasiado a pepino.

A la espera de la crónica del partido de ayer, lo mejor fue el ole-ole-cholo-simeone acabando el partido, la recuperación del espíritu guerrero del equipo cuando olió la sangre y que tenemos un 9. Una pena lo de Koke, con él los hubiéramos pasado por encima. Lo peor es que hay sensación de peligro cualquiera que sea el equipo que nos ataca –sobre todo los balones al segundo palo–, intercambiar camisetas es feo y que, salvo recuperación milagrosa, Gabi ha de ser un recurso puntual pero no una solución. Ayer hasta le hacían aclarados en ataque.

Un cordial saludo,


Maqrol