martes, 6 de octubre de 2015

Reflexiones con retraso (mental) sobre el Mundial y el derbi


Los australianos pegaron, por segunda vez en la historia, un Twickenhamazo. Inglaterra, favorita en todas las apuestas para llegar a la final al menos, se quedan en la fase de grupos para decepción infinita de la afición local, volcada a lo futbolero en este Mundial de rugby en el que Londres, e intuimos que toda Inglaterra, se llenó de carteles y anuncios publicitarios dando a los jugadores de su selección el status de estrella absoluta. Quizás en eso el rugby, cada vez más convertido en espectáculo, siga siendo inmune a la influencia del fútbol.

A uno, que es un antiguo, le gustaban las camisetas con cuello blanco y sin marca publicitaria y le horripila el espectáculo de fuego y pirotecnia a la salida de los jugadores. Uno se emociona con los himnos y la banda militar y hasta con el cañonazo de Murrayfield, pero no con el “Start me up” atronador al principio del partido, la cuenta atrás coreada por la gente y el “Tom Hanks” a todo volumen tras cada ensayo. Aún se queda uno petrificado ante el silencio del estadio cuando patea un rival o ante la ovación atronadora cuando sacan lesionado a un visitante, con el pasillo de los jugadores que ahora tanto sorprende a la gente que no sabe que se lleva haciendo toda la vida.

Quizás sean esas cosas de rugby añejo las que evitan que una selección como la inglesa, preparada para ganar en casa el deporte que se inventó en casa por más que las impertinentes colonias se empeñen en elevar a niveles inalcanzables para las potencias tradicionales, no está preparada para soportar la inmensa presión que  impone la victoria sí o sí, algo inherente al fútbol (sobre todo el de clubes) pero no tanto al rugby, deporte que siempre supo que, en el fondo, el que gana es sólo el mejor. El rugby fue como casi siempre justo e Inglaterra perdió ante una Australia deslumbrante en melé, quizás su punto menos fuerte hasta que llegó Ledesma y les puso a jugar como si fueran de Tucumán en vez de de Perth o Brisbane. Australia, con la victoria deslumbrante de Twickenham, eleva la voz y apunta, en caso de ser primera, a una semifinal por el lado bajo del cuadro que muy pocos habían previsto. Con esa tercera línea, todo es posible. Veremos.
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Sudáfrica volvió a ser Sudáfrica, y eso que los escoceses muestras signos de evolución positiva. Pero, por más ganas que tengan los de azul de jugar bonito y a la mano, por más que quieran demostrar que la última cuchara de madera fue, esta vez sí, excesiva e injusta viendo el torneo, Sudáfrica queda aún lejos de sus posibilidades. Fuertes, con mucho oficio, al borde del reglamento y del fuera de juego en muchas ocasiones, los Boks se deshicieron con más facilidad de la deseada en Edimburgo de los chicos de azul, aún excesivamente inocentes a la hora de hacer golpes cerca de su línea de ensayo. Las cosas vuelven a la normalidad en el grupo B, una pena para Escocia.

Argentina, que presume y con razón de haber enseñado una de las mejores melés del campeonato, perdió prácticamente todas las melés contra Tonga. Argentina reservó jugadores para cuartos, previsiblemente contra Irlanda, y acabó ganando el partido, pero dejó algunas dudas. Ni la melé fue tan fuerte ni las ideas fluyeron con claridad ni la sensación de autoridad que dejó en el partido ante Georgia se repitieron. Si Tonga llega a jugar a un rugby más científico en vez de dedicarse a placar y correr para echar la tarde y si su apertura afina con el pie, el resultado habría sido aún más preocupante. Pero el campeonato es largo y es normal que surjan dudas, la clave está en ver si se resuelven. Un consejo para el bravo equipo argentino: que alguien explique a Maradona cómo se celebran las cosas en el rugby. Si no lo entendiera o no quisiera entenderlo, mejor escóndanlo en algún sitio incomunicado durante los partidos.

Y, por último, Irlanda. Irlanda había jugado sólo un par de partidos suaves y la llegada de Italia no parecía que le fuera a plantear problemas; sin embargo, los planteó. Italia perdió casi todas las touches, hizo golpes de castigo de juveniles y mostró algo del caos que mostraron un rato antes argentinos y tonganos. Aún así, Irlanda no consiguió estar cómoda en ningún momento, por más posesión que tuviera. Ni la melé funcionó ni su fantástica tercera línea estuvo a la altura de otras veces ni el back three, que tan bien se lo pasó contra Rumanía, no disfrutó. Irlanda ha jugado dos años como una máquina de rugby y tuvo un par de sustos en los test matches previos que le han debido servir para mejorar. Esperemos que también mejoren tras el partido contra Italia o su previsible cruce con los argentinos puede ser, una vez más, un obstáculo insalvable ante semifinales.
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El Atleti empató en casa fallando un penalti y teniendo varias ocasiones claras y, aún así, la sensación al salir del campo era buena. ¿Cómo puede ser que la gente salga contenta por haber empatado un partido que se pudo perfectamente ganar? De haber visto la cara de la afición a la salida del Calderón, un observador que no conociera el resultado habría apostado por la victoria local. Sólo el examen pausado del resumen del partido le habría hecho ver que, tras tener dos, tres ocasiones claras y haber fallado un penalti, la cara de satisfacción no se correspondía con lo ocurrido.

Y es que el partido contra el otro equipo grande de la capital, ese que presume de estadio-templo y luego resulta que en la esquina tiene un Juteco, sirvió para muchas cosas. Sirvió para ver, de nuevo, un Atleti excesivamente echado atrás durante los primeros minutos del partido, los que sirvieron al rival para marcar un gol en el que su delantero centro apareció excesivamente solo en posición de remate. Sirvió también para ver que Filipe Luis sigue sin el punto de forma con el que le recordamos, lo que le convierte en un jugador mucho menos interesante que aquél que nos asombraba partido sí y partido también en los no muy lejanos días de la temporada en la que se ganó la liga.

El partido también sirvió para confirmar que el experimento de poner a Griezmann en la banda, si bien tuvo su lógica, no funciona. Griezmann, que tiene ya una querencia natural a no jugar los partidos complicados, deja de poder usar sus enormes cualidades cuando le toca no ya pegarse a una banda, sino emplearse en defensa como exige el sistema de Simeone. Griezmann parece únicamente cómodo de segunda punta, con un delantero que le sustituya el desgaste y le permita revolotear de un lado a otro para aprovechar ese talento suyo para aparecer donde debe y cuando debe. Fuera de esa posición, más cómoda pero en la que brilla incluso en partidos malos, es un jugador con poca trascendencia, demasiado lejos de donde le gusta estar, demasiado involucrado en tareas para las que no está hecho, demasiado blando para hacer ayudas al lateral, que sufre mucho cuando el que está delante es Griezmann.

El partido también sirvió para alimentar las dudas sobre Óliver Torres. Blandito, como Griezmann, a la hora de guardar la banda y por tanto un problema adicional para el lateral que le cubre la espalda (que las pasa canutas teniendo que defender al suyo y al de Óliver), Óliver Torres no termina de estar cómodo pegado a la cal ni de desplegar ese fútbol tan suyo de pase corto, alivio y visión desde un lado del campo. Como en el caso de Griezmann, sus virtudes se diluyen en la banda y su carácter le impide jugar con oficio los partidos duros. Para su desgracia, no le pasa lo que le pasa a Griezmann, que se ha convertido en insustituible: mucho nos tememos que en cuanto vuelva Koke al que empezaremos a ver menos es a Óliver Torres.

Más cosas que dejó el partido: las buenas sensaciones que emanan de Correa, y eso que no termina de encontrar su sitio exacto en el complejo 4-4-2 con aspecto de 4-3-3 o hasta de 4-1-4-1 de Simeone. Correa ha aprovechado los minutos que ha tenido y hoy por hoy parece firme candidato a la titularidad cuando vuelva Koke. Un problema: si es así, ¿jugará echado a una banda para que Griezmann pueda hacer su juego de puntillas por el frente de ataque? ¿quitará el puesto al 9 y convencerá a Simeone para jugar con dos bajitos delante? ¿conseguirá forzar la muñeca del entrenador para jugar con un 4-3-3 más clásico? Veremos.

El partido también sirvió para confirmar lo que todo el mundo comentaba ya en verano, por más que ahora parezca que la reflexión es propiedad exclusiva de la solemne corriente de opinión atoropasadista que analiza en redes sociales y medios cada movimiento del Cholo con la autoridad que da el saber de esto mucho más que el entrenador y manifestarlo desde el ordenador de su mesa de la gestoría, entre expediente y expediente.  El centro del campo del equipo tiene demasiadas incógnitas y juventud (Saúl, Óliver Torres, Correa, Ferreira Carrasco) como para transmitir la seguridad de que el equipo no terminará rompiéndose por la bisagra cuando a Tiago o a Gabi se les acabe la gasolina. Tiago volvió a demostrar que su aportación en cuanto a colocación, experiencia y sensatez es vital para el equipo mientras que Gabi, generoso en el esfuerzo pero impreciso en los pases (algo que solivianta en exceso, cree uno, a la excesivamente segura de sí misma afición del Calderón), da muestras de necesitar suplente. Saúl pareció poder hacer bien de Gabi contra el Getafe, pero un partido desastroso contra el Benfica activó las alarmas. Tiago, sencillamente, no tiene suplente y sería importante darle descansos en partidos más cómodos para ir rodando a otros (se Thomas o sea Kraneviter cuando llegue) en el convencimiento de que será importantísimo en los partidos grandes. Sin refuerzos en la zona, el riesgo de que el equipo termine partido en dos como en los lejanos tiempos de Aguirre y más tarde QSF (cuatro defensas, dos pivotes desbordados, cuatro atacantes poco interesados en defender) se agranda; lo que pasa es que en ese equipo, que terminó ganando la Europa League, los medios defensivos eran Assunçao y Raúl García, que nunca había jugado ahí y terminó por conseguir, a fuerza de generosidad y disciplina, que el equipo funcionara a pesar de los pitos que le dedicaba esa grada corta de vista que ahora le añora cuando le ve en Bilbao. En fin.

Una de las mejores cosas que dejó el derbi, además de confirmar que el equipo rival tiene a dos jugadores cómicos (uno con matrícula de Ciudad Real, el otro con barba y discurso prepotente que contrasta con su incapacidad para dar un pase hacia adelante) fue la sensación de que, frente a lo visto contra el Benfica, el equipo no ha olvidado cómo dar arreones y golpes de riñón en ciertos momentos. Y lo mejor es que ese arreón vino cuando estaban en el campo Ferreira Carrasco, Vietto y Jackson, tripleta multimillonaria que hasta ahora no había demostrado nada. Vietto marcó a pesar de no hacer nada reseñable y eso debería bastarle para perder el pánico que parece que le da el Calderón. Jackson dio el pase de gol y casi marca, y con eso debería bastarle para tranquilizarse y, de paso, cambiar su ritmo tropical y avallenatado por una carrera constante como la que brinda Torres, muy desafortunado en los controles el domingo pero de nuevo peleón como el que más. Por último, Ferreria Carrasco, jugador con nombre doble como si fuera un despacho de agentes de aduanas de La Coruña, mostró que puede ser útil cuando por su lado hay un lateral lamentable con ínfulas de espartano. Por desgracia, jugadores tan malos no abundan y es posible que Ferreira Carrasco no tenga tantas oportunidades para destacar.

El Atleti está a dos puntos de los teóricos candidatos tras un “rush” de partidos complicados que podría haber acabado mucho peor y sólo un poco mejor. Sin jugar bien, el equipo parece ir encontrando ese equilibrio entre más toque y no menos sangre que el Cholo, la afición y la confección de la plantilla requiere. Quedando la duda del centro del centro, también queda la esperanza de que, una vez se pase definitivamente el pico del calendario (quedan en breve Valencia y Athletic de Bilbao) se pueda terminar con los ajustes que ahora mismo el equipo requiere. Optimismo moderado, por tanto, en la certeza de que Simeone ha dado casi con la tecla.

3 comentarios:

Cristian Vieri dijo...

El misterioso caso de Filipe Luis o cómo volver a ser el lateral pésimo de 2011 tras pasar sólo un año al lado del genio de Setúbal. Si me lo permite, peca vd. de condescendiente, don Carlos. Lo que le hizo el barbudo lateral derecho blanco que sí sabe lo que es un esférico no lo veía yo desde mis tiempos en el colegio, una vez que me pusieron a mí a jugar de lateral. Tal y como está ahora, grave dilema entre ponerle a él o a Siqueira. ¿No tenemos en plantilla a un tal Lucas que el año pasado debutó más que dignamente en Copa contra esta gente? Pues eso.

Vicente dijo...

"optimismo moderado", entre esos me encuentro. Pero desde luego y por ahora Vietto no es Romario (probablemente antes tampoco era el "pato" nuñez) ni Carrasco ha pasado a ser Paulo Futre. Vamos paso a paso, punto a punto y partido a partido. Creo q el nivel de exigencia del Cholo acabará poniendo a cada uno en su sitio.

Debería estar descrita dentro de las patologías médicas una q definiera lo q la masa rojiblanca es capaz de hacer en los 90 mins del derbi.

Y Don Carlos, lo suyo sigue siendo grande, muy grande. Gracias por compartirlo con nosotros.

Libros Mondo dijo...

Buenos días con retraso, Maestro.
Parece que, últimamente, escribe usted sólo para mi, en vista de que los tertulianos habituales deben estar de picos pardos por twitter o vaya usted a saber. Aprovecho el reposo dominical para llamar al orden a todos ellos: debería darles vergüenza leer y callar o, a lo peor, no leer.
En cuanto a lo nuestro, pues coincido bastante y añado que lo de Juanfran Torres es un escándalo. De hecho, ahora mismo, los cuatro absolutamente intocables son Kalbo, Juanfran, Godín y Tiago. En qué auténtico jugadorazo ha devenido el de Crevillente.
Me pasa como a uste, y como a la afición cabal del Atleti, que el empate me supo a poco pero me fui a la cama contento. Ahora se antoja crucial sumar nueve puntos entre Anoeta y las visitas al Calderón del equipo ciclista y del equipo de las pañoladas extemporáneas entrenado por un portugués feo, fofo, faltón y facineroso al que vería con buenos ojos en el banquillo de Chamartín. Son tres victorias a nuestro alcance que confirmarían todas esas hipótesis que usted apunta.

Forza Atleti!