El sábado se juega ese partido que a algunos ya no nos gusta tanto y al que la prensa llama “derby”, o “derbi”, como la Campeona del Mundo. Y uno lleva unos días preguntándose qué haría en el caso de que fuera el responsable de hacer entender a la mayoría de jugadores de nuestro equipo lo que en realidad nos jugamos. Y cree que ha llegado a una conclusión.
Lo dicho. Llevaba el que suscribe unos días pensando, y eso, por infrecuente, ya es motivo suficiente para escribir un artículo. Y pensaba en lo que empezamos a pensar todos estos días: que el sábado hay fútbol, que viene a casa el otro equipo grande de Madrid, que está en juego entrar en Champions, sí, pero que está en juego mucho más. Y pensaba uno aún más cosas, y esto sí que es un acontecimiento; pensaba si los jugadores actuales, si los atléticos de nuevo cuño que piensan que los partidos de máxima rivalidad son contra equipos como Osasuna o Sevilla, si los que identifican al Atleti con la era Gil entienden de verdad lo que es un partido así y si las ediciones de este partido de los últimos años están a la altura de lo que realmente debía ser.
Y pensaba aún más, ya asombrado de mi mismo y al borde del agotamiento, qué haría yo si tuviera que convencer a la plantilla de que este no es el partido que creen, por más que hayan oído hablar de él. Porque uno sospecha que la plantilla se toma en serio el partido, sí, pero que creen que es especialmente importante porque si ganamos nos ponemos cuartos (¡cuartos! ¡como si éste fuera un puesto honorable!), porque nos colocamos para meternos de nuevo en Europa (¡como si esto no fuera una obligación para este equipo!) y, así de soslayo, porque la afición se llevaría una alegría. Intuye uno que la plantilla cree que cuando el Aleti juega de igual a igual lo hace para ponerse cuarto o quinto, que los partidos claves son otros, aquellos contra esos equipos que antes nos admiraban y ahora nos tutean y hasta nos ningunean. Piensa la plantilla que el partido del sábado es importante porque viene un equipo grande al que siempre gusta ganar y además este año, en caso de ganar, les adelantamos.
Y si así piensa la plantilla es que la plantilla no ha entendido nada. No ha entendido que no es que venga un equipo grande, sino que viene un equipo grande a casa de uno aún más grande. Ni que lo nuestro no es un tema de jugarnos tres puntos, sino que es algo personal, como lo de los duelistas de Conrad pero a escala superlativa, con más duelistas y desde hace más generaciones y con la diferencia de que durante los duelos previos los de un bando han cumplido las normas menos que los de otro. Duelos de barra de bar, de máquina de café en la oficina, de partido de barrio, sí, pero duelos al fin y al cabo. Y de los serios.
Y le daba uno vueltas a cómo hacer para que la plantilla lo entienda. Y pensaba uno en regalarles un ejemplar de “Los Duelistas” a cada jugador pero pensó que casi no, dado el perfil poco lector de la mayoría de futbolistas actuales. Y pensó entonces en regalarles un vídeo-juego de tintes épicos, que eso les iba a sonar más. O una película de héroes que defienden a sus pueblos de antipáticos invasores, o de bravos defensores de una plaza asediada, o de orgullosos indios que prefieren defender sus principios hasta las últimas consecuencias en vez de venderse por el tipi adosado que le ofrece el hombre blanco. Pensó también en hacerles llegar la colección del Príncipe Valiente para que se inspiraran en él, y en Tristán y en Sir Gawain y en el Centurión que vivía solo desde hace años sin abandonar su misión de defender el muro de Adriano, y hasta pensó en mandarles un dvd con alguna edición de la Calcuta Cup.
Y en estas tan épicas estaba uno cuando acudió a un coloquio organizado por una asociación de aficionados del Atleti al que amablemente invitaron al que suscribe, que allí se plantó a ver qué le contaban. Y el coloquio, en principio sobre los estadios del equipo y su transición de uno a otro (un prudente ejercicio de remojo de barbas, por cierto) resultó ser una amenísima charla de un atlético de pro, Don Ildefonso Ladrón de Guevara, historiador del club y personaje próximo, por familia y algo más, a la directiva de Javier Barroso. Y nos habló Don Ildefonso del Atleti de antes, de partidos ganados con tres expulsados, de encerronas salvadas a base de talento y garra, de árbitros parcialísimos, de remontadas a base de fe, músculo y orgullo. Nos habló de jugadores nobles, duros y comprometidos, de otros llamados a la gloria pero que prefirieron la farándula, de goles importantísimos celebrados con apretones de manos y dos palmadas en el hombro en vez de las actuales manifestaciones carnavalescas. Y de cómo perdió el Atleti la Copa de Europa por empeñarse en jugar al ataque al Bayern incluso al ir ganando, y si Aguirre escucha esto le da un patatús y no se recupera ni con tequila reposado en vena. Nos contó como dejó de ser socio del club de sus amores el día que escuchó a Jesús Gil insultar al presidente de otro club en la radio, en público, delante de todo el mundo, en contra del estilo que había marcado un club durante casi 100 años. Nos habló de un público exigente y vehemente, intransigente en casos de mal juego o falta de casta, y de públicos rivales que entraban al campo pálidos cuando tocaba como rival el Atleti. Y de cómo se fue del campo en un partido en Segunda cuando vio, él, que había recorrido media Europa viendo como las gradas rivales recibían al Atleti con un silencio de miedo y respeto, que el público del Manzanares hacía la ola tras meterle un gol al Badajoz.
Y todo esto lo contaba D. Ildefonso con un estilo elegante en sintonía perfecta con un porte aristocrático e impoluta vestimenta, muy lejos de las camisas saharianas y las cadenas de oro de los últimos tiempos. Y con una jovialidad, chispa y educación que ya no se llevan, alejadas también de los puñetazos, los insultos y los neologismos estentóreos. Y al irse nos dio la mano a cada uno de los asistentes y cuando le dábamos las gracias nos decía que de eso nada, que gracias a nosotros por escucharle. Encima.
Así que al salir del coloquio los asistentes hicimos lo que de nosotros se esperaba: irnos al bar. Y allí hablamos de lo que habíamos oído, y de la envidia sana que nos daba, y de la lástima que nos inspiran los atléticos más jóvenes que creen que empatar en casa con el Rácing, con todos los respetos, es normal, porque al menos alguno de nosotros sí vio a Gárate, a Leivinha, a Pereira, a Ayala, a Alemao y a Dirceu, aunque fuera de niños.
Y desde entonces piensa uno que andaba algo perdido. Que mientras yo creía que lo que hacía falta para que plantilla y afición se dieran cuenta de lo que en realidad somos era un romance épico sobre nobles bárbaros defendiendo a hacha y espada la cosecha y la familia, resulta que es mejor que venga un tipo educadísimo y cuente lo que vivió, lo que era normal hace años. Y se pregunta uno también si no debería la plantilla venir a estas cosas y entender en qué Club juegan, a qué gente y qué valores representan. Y cuanto más lo piensa más cree que es mejor lo segundo que lo primero, y también que algunos jugadores deberían escuchar estas cosas una vez por semana, e incluso que a otros como Torres, y quizás Gabi y Antonio López y si me apuran casi hasta Agüero, se les podría dar la tarde libre mientras el resto, con Pablo, Seitaridis, Luccin y Galletti en primera fila, se aprenden de memoria el palmarés del Club. Lo que no sé es si habrá tiempo antes del sábado.
1 comentario:
Algunos, les ponga lo que les ponga, no lo entenderán nunca.
Porqué no entienden nada.
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