Llegó el Atleti a Valencia y algunos pensaban que ahí se decidirían cosas, porque llegaban dos equipos comparables. Y volvió el Atleti de Valencia con una idea clara: si quiere codearse con el Valencia le queda aún mucho tiempo y muchos cereales que desayunar. Y es que, a pesar de que el Atleti no hizo el partido desastroso que se pudiera imaginar, el Valencia se deshizo de él sin excesivo esfuerzo ni talento. Es lo que tiene ser un equipo más entero, más formado y con más ambición.
La estadística es una ciencia muy útil, bastante de moda en nuestros días. Los periódicos, los políticos, los tertulianos de radio y de bar, los cuñados enteradillos y los aficionados al camping manejan estadísticas como quien maneja una navaja mil usos: lo mismo se usan para defender algo que para atacar lo idéntico. Las estadísticas en muchos casos se anteponen a los argumentos y así nos va. Lo que los partidarios de las estadísticas no tienen en cuenta es que únicamente son un medio para entender lo que pasa, pero no un instrumento para adivinar el futuro. Ah, y que un dato cualquiera, por el hecho de ser estadístico, no se convierte en interesante o pertinente.
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Se fue el Atleti a Valencia y, según comentaba la prensa, parecía que se temía su llegada como temen la del granizo en las comarcas fruteras. “Que viene el Atleti, el que gana fuera casi siempre”, decían, y uno se imaginaba a los aficionados del Valencia inquietos, dando vueltas en la cama, silenciosos de camino al estadio, ausentes. La prensa pintaba el partido como si a Valencia fuera Robert Mitchum con cara de pocos amigos a ajustar cuentas. Pero los que conocemos al Atleti de este año nos extrañábamos de que se le diera este tratamiento a la visita, que nosotros veíamos más bien como cuando iba Antonio Ozores a una casa a ver si vendía una enciclopedia: vamos, que podía salir bien pero lo normal es que no fuera así.
¿Y qué propiciaba esta óptica tan curiosa? Pues la estadística. La estadística decía que el Atleti podía y casi debía puntuar, y como los números son tozudos muchos pensaron que a lo mejor podía ser así. Algunos, los que vemos cada semana al equipo y achacamos su posición en la tabla al mal hacer de otros más que a los propios méritos, no lo teníamos muy claro. Pero otros, más inocentes, pensaron que los números mandan y que el Atleti iba a ganar y se paseaban el sábado por la mañana con cara de Mitchum con su señora del brazo. Algunos otros, o al menos uno, tanto creen en la estadística que se pusieron a recabar datos y a hacer matrices y programas informáticos que cruzaran todas las posibles variables y sacaran todas las conclusiones imaginables durante este partido tan estadístico que se presentaba; hablamos, naturalmente, del responsable de numerología y sumas de La Sexta.
Empezó el partido y se vio lo que iba a pasar. El Valencia, que no es tonto, sabe que el Atleti sufre cuando le toca llevar el peso del juego, porque aunque no lo hace mal a veces, en general le falta la pegada de tipo duro de Mitchum. Le dejó unos metritos y se desplegó en su ya tradicional estructura de líneas paralelas, horizontales y verticales. El Valencia, desde hace unos años, juega en líneas y desde un satélite no se sabe si es un equipo de fútbol o un calendario. Y el resultado es que no es fácil abrir el entramado con el que salen. Ayer, además, se quedó algo atrás y dejó al Atleti que manejara el centro del campo con la idea de que sus rudos medios centros, Albelda y Marchena, se comieran con patatas a sus tímidos homólogos rojiblancos. Así que salió el Atleti como sale en casa, posiblemente desorientado por llevar una camiseta de rayas en vez de esos modelitos grotescos que luce lejos de Madrid. A todo esto, el de la Sexta nos atiborraba a estadísticas: que si el Valencia es el sexto equipo de la liga que más pases hace desde la izquierda, que si el Atleti marca poco entre los minutos 10 y 12, que si Leo Franco se ha hecho un peinado para el que se necesita una densidad capilar de mil pelos por centímetro. Todo muy útil.
Y aún con estas salió el Atleti dispuesto a dar guerra. Y jugó más o menos bien el primer rato, y pudo marcar de cabeza pero Albelda no quiso que el guión se torciera. Y en el centro del campo había más igualdad de la esperada. Y todo iba así hasta que hubo un corner, ese lance que tan mal defiende el Atleti. Y el Valencia, que tiene unos cuantos tipos que pueden marcar de cabeza, aprovechó que todos los de rojo y blanco preferían ver pasar el balón, quietecitos, para ver quién remataba finalmente. Una gran idea: Ayala lo agradeció entrando sin oposición, saltando sin problemas y metiendo el balón entre un respetuoso silencio estático de la defensa (incluida genuflexión de Jurado, muy educado y bien peinado siempre).
Así que el Atleti, tras tener la iniciativa, se veía ahora por detrás. Había salido como un boxeador dispuesto a plantar cara y dar guerra, envalentonado porque el rival no parecía demasiado agresivo. Pero no reparó en que sobre la lona había un rastrillo, que pisó con fuerza, haciéndose polvo la nariz con el golpe del palo. Ahora el Valencia se veía con superioridad y sin haber sudado. Mire usted qué bien. Y el de la Sexta, encantado: que si Ayala remata mucho de cabeza (¡qué cosas!), que si Villa avanza más al galope que al trote, que si en Mestalla cabe más gente que en un cine de tamaño medio.
Tardó el Atleti en reaccionar, medio groggy por el golpe y medio abochornado por la forma en que se produjo. Pero porfió e intentó irse para adelante. Eso sí, no lo hizo bien: se empeñaba en entrar por el centro, lugar en el que habitan Albelda, Marchena, Ayala y Albiol. Vamos, algo así como colarse en la convención nacional de porteros de discoteca. Y aún así pudo marcar Mista pero saltó con maneras de grulla y desperdició una ocasión clarísima. También saltaron al alimón Cañizares y Albiol y al caer uno no sabía si la cara de despiste del portero era la suya natural o es que estaba sonado.
Segundo tiempo. Y el Atleti que sale con ganas, y Torres que se regatea a unos cuantos y cuelga un balón estupendo. Y la cosa se anima y el centro del campo se envalentona. Pero esto dura cinco minutos, lo que tardó el Atleti en perder un balón claro en el centro del campo cuando están todos al ataque (en efecto, eso que todos los entrenadores desde infantiles dicen que es precisamente lo que no hay que hacer). Contraataque sencillo, remate y dos cero. Se acabó el partido. El de la Sexta se queda sin argumentos y ofrece datos menos pertinentes: que si Antonio López ha rozado el coche en el garaje ya tres veces este año, que si Ayala está siempre con cara de enfadado porque duerme menos de 6 horas 45 minutos al día, que las mechas de Albelda distan entre ellas menos esta última vez que cuando se las puso hace dos años.
Pero no se acaba el Partido, que Mista marca. Y un golazo, oiga, a ver si se prodiga más. Y el Atleti se estira y el Valencia duda porque con un golito más nos metemos en el partido. Pero Torres y Agüero no están presentes, y al centro del campo le dan miedo los del Valencia. Y pasa lo que tenía que pasar y que ya había pasado antes: que en el centro del campo se pierde otro balón fácil, y que se vuelve a hacer un contraataque por el lado de Seitaridis (poco esforzado en defensa si no es para que le saquen amarillas), y que un pase que no parecía demasiado complicado resulta ser un balón facilísimo para Morientes, a quien Antonio López miraba atónito. Cuatro tiros a puerta, tres goles y Leo Franco pensando que en mala hora se le ocurrió peinarse así.
Y ahí sí, ahí Aguirre tira la toalla. Se va Agüero, que es quien puede romper una defensa como la del Valencia. Y entra Galletti y al que suscribe, animado por el de la Sexta, le da por contar los pases que da y cuántos de éstos son buenos y saca la conclusión de que este chico tiene estrabismo. Y entran Costinha y Gabi al final, con lo que el centro del campo cambia totalmente pero sigue dando la impresión de que no consigue jugar a nada. Y el Valencia, tan campante, aprovecha cualquier lance para perder unos minutitos y primero parece que Albiol se ha quedado cojo y luego que Joaquín tiene que irse a un asilo pero no es así.
Y final. Tres a uno y eso que el Valencia se ha limitado a hacer su trabajo. El Atleti, por el contrario, cree que pudo haber sido pero al final no fue. Y queda aturdido, y esperemos que no por mucho tiempo porque en las próximas semanas sí que nos jugamos el seguir por arriba o el volver a mirar a los de Champions desde lejos. Menos mal que vendrá el de la Sexta a decirnos cuántos primos tiene Zé Castro en relación a la media nacional portuguesa, o qué proporción de jugadores de la primera plantilla tienen una idea clara sobre la opa de Endesa, o cuantos defensas están a favor de hacer peatonal el centro de Madrid. Lo que no creo que nos diga es cuándo tendremos por fin un equipo competente capaz de pensar que ganar la liga no es cosa de otros. Eso no.
1 comentario:
Muchas veces he intentado imaginarme cómo es el responsable estadístico de la Sexta.
Su edad, su aspecto, su vestimenta, sus aficiones, si está casado, si no lo está, si tiene hijos, en fin...esas cosas.
Y nunca lo he conseguido, y eso que yo a este tipo de cosaa le echo mucha imaginación.
Pués nada.
Eso sí, pesado seguro que es.
De eso no tengo ninguna duda.
En cuanto a Costinha, solo puedo decir que millones de seres humanos juegan al fútbol en todo el mundo.
Ninguno como Costinha.
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