Salió el sol el fin de semana y el aficionado atlético se contagió de alegría y optimismo. Casi se llenó el Calderón y se esperaba un Atleti que diera las sensaciones que dio el día del derbi. Y al final, fíjense ustedes qué cosas, se ganó con algo de amplitud tras hacer un partido horrible. Y van ya muchos.
Cuando el sol sale, el cielo está azul y empieza a hacer buen tiempo, el madrileño se echa a la calle en masa y tiembla el misterio. Las aceras se llenan de peatones ansiosos de hacer la fotosíntesis después de tanto invierno y los amos de la ciudad pasan a ser ellos, y no hay moto, coche o trailer de veinte ejes capaz de disputar su superioridad.
El peatón madrileño es de naturaleza recia y audaz, territorial y expansiva. Aunque su hábitat natural es la acera, tiende a ocupar la calzada a la mínima que le dejan y lo hace con aire despreocupado o desafiante, hasta despectivo hacia las especies motorizadas que normalmente imponen su ley en la calle durante la semana. Si encima el peatón madrileño se encuentra arropado por otros congéneres durante en su anual invasión callejera, se envalentona y ya no lo para ni el más pintado. Así, en fines de semana soleados como este último, acecha en grupo a los conductores, invadiendo parcialmente las calzadas en cada semáforo, cada calle y cada plaza. Espera a los coches y motos desde fuera de la acera de forma provocativa, casi con torería, invadiendo sus terrenos y forzándoles a ir con una desconocida prudencia. Les obliga a frenar antes de tiempo cruzando por sorpresa por lugares prohibidos, apareciendo tras los autobuses y desafiando a la prudencia y el civismo. Asoma niños y carritos de bebés por entre los coches aparcados para provocar el frenazo, y cualquier día sale un señor con un lince ibérico de una correa para intimidar a los conductores con conciencia ecológica. Cuando un conductor acelera para que el semáforo no cambie y poder llegar a tiempo a su destino, se cruza un audaz peatón suicida para forzar el frenazo y hacerle parar y esperar al nuevo cambio de color, expuesto a las miradas de reprobación de sus compañeros de acera y hasta a algún capón en el techo. Lejos de lo que la lógica cabría sugerir, estos audaces peatones-forçado no son musculosos tipos de reflejos felinos, sino que a menudo son señoras mayores con rodillera, o amas de casa con muchas bolsas de esas de las que suele asomar un manojo de puerros, o un jubilado con gorra que mira al tendido y no al coche, asumiendo valiente su destino: o con mi arrojo lo paro, o me tienen que bajar con grúa de lo alto de la Puerta de Toledo. El peatón madrileño… ¡qué tío!
Se llenó el Calderón de gente que pensaba, infeliz, que iba a ver un partido de fútbol. Y tuvo mérito porque llegó en medio de un caos de tráfico de proporciones bíblicas, causado por la prohibición de aparcar en muchas zonas tradicionalmente habilitadas y por la abundancia de peatones en las inmediaciones de Atocha, animados a ver el monumento inaugurado ayer (y que parece un poco el músculo ese que tienen los mejillones pegado a la concha). Pero el aficionado lo que se encontró para empezar, al menos en mi zona, era con un estadio con la mugre de costumbre pero lleno de plantitas que han germinado entre el humus nacido de las migas y las cáscaras de pipas de varias generaciones de atléticos. Ya en su momento hablamos de un valiente arbolito que salió por el sumidero de mi asiento, cuya desaparición lloramos con resignación y rabia. Su muerte no fue en vano, empero, porque con su ejemplo marcó el camino a multitud de especies que ahora pueblan la grada, y si el Club no espabila de aquí a dos semanas se creerán los jugadores que están en el campo del Betis.
Se sentó en fin la muchachada rojiblanca y cuando aún no habían tenido tiempo de sacar los kikos ya había marcado Galletti. “¿Quién ha sido?” “Galletti.” “No puede ser, ¡si ha sido un golazo!”. Pues sí, al minutito Galletti había metido un golazo, precedido de un control de raza. Y no contento con eso fue Galletti y jugó su mejor partido de atlético hasta la fecha, dándole la tarde a Capdevilla. En el segundo gol hizo un pase meritorio tras combinar bien con Gabi, y tiró un par de veces a puerta, preso de un entusiasmo pueril. Galletti, con quien nos hemos metido a menudo, hizo un partido completo y nos calló la boca y bien que nos alegramos.
Al poco de marcar Galletti, casi marca Jurado. Jurado, Juradito, Juradete se convirtió sin querer en el protagonista de la jornada, al provocar una pitada al campo en su sustitución. Para algunos fue el mejor; para otros sólo tuvo algún detallito pero echó a perder varios contraataques por precipitado y torpe. Para unos es el único que puede crear juego; para otros, por más oportunidades que ha tenido, tampoco aporta mucho. Para unos es una vergüenza tener un jugador cedido del otro equipo grande de la capital, que parece que le ha enviado al otrora archi-rival para que se foguee; para otros, mientras lleve la camiseta es uno de los nuestros. Para algunos Aguirre demuestra que es un cobardica quitando a Jurado cuando queda poco tiempo, renunciando así al ataque; para otros Aguirre le quita porque sabe que es el centrocampista que más balones pierde y que quedando poco tiempo el riesgo de que ande pululando por su banda es excesivo. Y algo de razón tienen casi todos.
Y en medio del debate está Jurado. Jurado, Juradito para muchos, hace algunas cosas bien y hace bastantes cosas mal. Parece que sabe jugar con el balón en los pies, hace algunos regates de mérito y pedalea por alegrías de Caí al llegar al área para delirio de algunos. Pero Jurado pierde muchos balones comprometidos, se aturulla en momentos en los que un pase fácil es la mejor solución y deja al equipo vendido en defensa. Puede que no juegue en su sitio, pero puede que un buen jugador demuestre que lo es en cualquier sitio que juegue. Puede que sea el que puede dar el último pase a nuestros desesperados delanteros, pero la realidad es que ha dado más bien pocos de esos. Así que a Jurado, que está en medio del debate, se le unen muchos otros aficionados que comparten parcialmente la rabia de algunos por tener un cedido, pero que no culpan directamente al jugador sino al que firmó el contrato y aceptó la ignominia; y otros que esperan de él algo más, y que aunque ven que no rompe piensan que algo más podría aportar. Así que como ven, el espacio medio del debate está lleno de gente, como la calle madrileña en primavera.
¿Y el partido? Ah, si, el partido, que es verdad, que jugaron un partido. Pues si, el partido… a ver… marcó Galletti, luego casi marca Jurado, luego nada… el descanso… un tiro de Antonio López, luego nada… el Depor que se viene así un poco arriba… luego nada… un tostón pero con posibilidades de acabar en tragedia… luego nada … sale Mista y sale Gabi… una jugada rara, intrascendente, Gabi que lo hace bien, Galletti que centra bien y el Atleti mete un gol cuando peor jugaba y cuando menos se lo esperaba la gente. Antes del final ya se va la gente a casa, que ha aparcado muy lejos y como se llene la calle de peatones enfadados lo mismo no llegan hasta las tres de la mañana.
Y alguna que otra nota, así, por comentar algo más. Que debutó Eller, y que no lo hizo mal ni bien, que dejó sensaciones raras de jugador que corre raro, que se mueve raro, que no se sabe si se entera de todo o de nada, si tiene experiencia o no, si es de esta década o de otra. Que jugó Luccin y lo hizo bien, sobre todo al final, más entonado y combativo, también en defensa, siendo de largo el mejor del tristísimo centro del campo rojiblanco… que jugó Maniche y que cada vez uno duda más de lo que aporta… que salió Gabi y lo hizo bien, y uno se pregunta si justo es éste el centrocampista del que hay que desprenderse… que jugó bien Leo Franco, quien pareció recuperado de su despiste post implante de trencitas … que Agüero está en paradero desconocido y a ratos es preocupante. Y que el pobre Valera no tiene suerte, porque cuando finalmente parecía que podría tener una buena oportunidad de convencer a la parroquia y al entrenador de que puede suplir a Seitaridis se lesionó de gravedad tras diez minutos en el campo. Así que nos quedaremos hasta final de año con Seitaridis, ese griego que parece que quiere ser argentino por su manía de bailar el tango agarrado con todos los delanteros rivales… y al que ayer casi le pitan otro penalti tonto por esa afición desmesurada que tiene por Gardel.
El resumen más sencillo es que el Atleti, en un partido horroroso como viene siendo habitual, fue el único de los de la mitad de arriba de la clasificación que ganó. Y que está sexto, empatado con el quinto y a dos puntos de champions, que mucho es para lo que cada fin de semana vemos. Que el domingo jugamos de nuevo contra un rival directo, algo que no invita al optimismo, y que o mucho cambian las cosas o los partidos que quedan serán una tortura y un aburrimiento. Eso sí, siempre nos quedará podar con mimo las plantitas de la grada.
1 comentario:
Annque no se lo crea, todavía le tengo fe a Jurado.
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