miércoles, 23 de septiembre de 2015

Algunos apuntes sobre la primera jornada (del Mundial de Rugby) y otros sobre el Atleti - Getafe


Con todo Londres (y entendemos que el resto del país) lleno de anuncios, spots, promos y menciones al Carry-Them-Home, se intuye que la presión que tienen los jugadores es enorme. Y más o menos eso pareció en el primer partido.

Con las calles llenas de camisetas de la Rosa (y eso que en una ciudad gigante como Londres el ambiente se diluye por pura cuestión volumétrica) y los pubs abarrotados de aficionados de todo origen, condición y nacionalidad, Inglaterra debutó ante Fiji. Los jugadores lo hicieron contra un equipo del que esperaba más, y los aficionados lo hicieron de mala manera, cantando “Swing low sweet chariot” durante el Cibi fijiano, algo que se tomó como una falta de respeto impropia del experto público inglés. Pero, oh amigos, las cosas cambian también en el rugby, y si el Nueva Zelanda – Argentina parecía no poder empezar porque por la megafonía atronaba “Start me up” de los Rolling Stones con los dos equipos ya preparados para la primera patada, ya uno se cree cualquier cosa. Incluso, que los ingleses hayan perdido el sentido del respeto ante las danzas rivales.

Inglaterra ganó pero no dejó sensaciones demasiado buenas. Sosos, tristones, algo torpes con las manos, los ingleses tuvieron la suerte de no tener enfrente al Fiji que se esperaba. Quizás también presionados por el inicio del torneo, los fijianos cometieron muchos errores con las manos, no desplegaron el juego volador que los hace tan peligrosos y terminaron por perder contra una Inglaterra vestida de rojo y grana, dejando algún placaje peligroso en el camino y la sensación, por unos minutos, de que podrían ensayar e igualar el partido. No fue así.

Habrá que ver más a Inglaterra, pero su primera actuación hace que el cartel de favorito (o finalista casi seguro) que cuelga de su camiseta parezca ahora menos firme, cogido con imperdibles en vez de con triple hilo de bramante. Veremos. Su grupo es dificilísimo: Gales, que ganó cómodamente a Uruguay, dejó sensación de cierta fragilidad y, sobre todo, perdió aún más jugadores en lo que está siendo una plaga de lesiones sin precedentes. Australia aún no ha debutado (lo hará hoy) y hay ganas de verles jugar tras los últimos partidos contra los All Blacks. La clave puede estar en los puntos bonus, que la cosa va a estar apretadita. Un grupo complicado.
____

En el Grupo B saltó el sorpresón: Japón ganó a Sudáfrica en el último segundo y pubs, redes sociales y bares de sushi estallaron al unísono. Japón venció además con drama y emoción, como gusta a cualquier aficionado a cualquier deporte, y de paso encendió una mecha nueva.

Hay quien piensa que la victoria de Japón es de las cosas más importantes que han pasado en el rugby moderno, en el que con frecuencia se critica la diferencia enorme entre los grandes y los pequeños. Hay pocos test matches entre naciones de primer nivel y de segundo, mucho menos de tercero, hay pocas posibilidades para que los países con menos tradición se enfrenten a los grandes y aprendan a competir. Japón vino a romper unos cuantos tópicos.

Es cierto que para muchos expertos en rugby del Sur, incluido alguno de Onteniente y el mismísimo Fermín de la Calle, el tropiezo de Sudáfrica no fue una sorpresa total (dejando aparte la forma en la que se produjo). La derrota contra Argentina dejó a la luz rencillas internas, decisiones contestadas del entrenador, alineaciones basadas en los galones y no en los estados de forma, cuestiones sobre la edad media del equipo. Tampoco hay que pensar que los japoneses son un equipejo recién llegado con rugby folklorico y de carambola: tienen experiencia en los Mundiales, una liga fuerte y un buen plan para llegar con un equipo de garantías a la próxima edición, que se celebrará en su casa. Vinieron a Madrid siendo número 10 del ranking mundial, lo que implica estar por delante de un VI Naciones o de un equipo del Rugby Championship, ahí es nada. Rápidamente el ciberespacio y las redes sociales se llenaron de alabanzas a Japón nada más ganar, como si un desarrapado ganase a un multimillonario a fuerza de valor, valores, riñones y dientes apretados. Todo eso aportó Japón, sí, pero también un partido excelentemente planteado, un plan de muchas semanas para jugar este partido en concreto, jugadores de talento y un momento determinado que fue aprovechado a la perfección, moviendo de lado a lado a los sudafricanos; por la televisión quedó claro que los sudafricanos tenían cara de pánico y eso mismo vio el capitán japonés cuando ordenó jugar y no patear, lo que demuestra la fe en el trabajo realizado y la confianza en los compañeros, la personalidad para decidir en un momento clave, la intuición para saber cómo sacar ventaja del sin bin rival, la capacidad, en definitiva, para leer el juego y tomar riesgos. Las cosas, cuando se hacen bien, dan su fruto y quizás Japón haya sembrado la semilla del ejemplo para las Federaciones que se lamentan de que el futuro es inalcanzable, como por ejemplo la española. Japón ganó con un plan, disciplina, método, ganas y buenos profesionales (y eso que no todos los rugbiers japoneses lo son), no solo por testosterona, kamikazes, valores  y milagros.

Tras unos días en Londres siguiendo de cerca todo lo que ocurre en el Grupo B, uno se pregunta ¿dónde están los escoceses? Vale que aún deben jugar, pero no se ha visto casi ninguna camiseta azul, sólo un kilt (y con camiseta All Black) y ni siquiera en las tiendas hay merchandising oficial de los escoceses, sólo la curiosa camiseta con los flancos de tartan que se pudo ver, medio escondida, en la tienda oficial. Con Escocia viniendo de menos a más gracias a un rugby más vistoso que el que la tradición señala y con un grupo revuelto gracias a Japón, confiamos en que nuestros adorados escoceses vayan abandonando los wee bit hill and glen y entrando en las tierras del Sur. El rugby no es lo mismo sin ellos.
___

Irlanda ganó con comodidad a Canadá, que no parece ser una referencia válida para tomar el pulso a los Chicos de Verde. Irlanda volvió a dar la sensación de máquina de rugby, pero habrá que ver qué pasa en su enfrentamiento contra Francia quien, asombrosamente vestida de Gales, terminó de confirmar que el futuro de los italianos es cada vez más complicado.

Quizás la mayor incógnita para los irlandeses esté en Francia y en Argentina, con quien teóricamente se cruzarían si son primeros de grupo y los Pumas segundos. Argentina ha demostrado que no ha venido de turismo y tienen ganas a los irlandeses. Francia podría poner en cuestión eso de que serán segundos de grupo, con lo que muchos de los pronósticos saltarían por los aires. Por su parte, de ese lado del cuadro sale el rival de Inglaterra, que no tiene tan buena pinta como se presumía … interesantísimo ese lado del cuadro.
____

En Wembley, ni más ni menos, 90.000 personas incluyendo multitud de neozelandeses, muchísimos argentinos muy entendidos en rugby, unos chilenos muy ruidosos, gran cantidad de irlandeses, uno o dos escoceses, gran cantidad de españoles y muchos, demasiado franceses (y demasiado mal educados), los Pumas jugaron un partido fantástico ante un equpo neozelandés que sumaba más de 1.000 caps (a 70 de media, más menos …) que terminaron perdiendo. Perder no le gusta a nadie, perder así contra los All Blacks es otra cosa.

Muchas cosas se pueden decir del partido. La primera, que si los Pumas no salen nerviosos y ansiosos los primeros diez minutos, quizás habrían tenido 6 puntos más de ventaja a medio tiempo; lo segundo, que Richie McCaw ha terminado por ganarse una mala fama que lleva a una buena parte de la afición a abuchearle cada vez que le enfocan, aunque esta vez la zancadilla mezquina sobre Fernández Lobbe sí mereciera la reprobación pública. Más cosas: Sonny Ben Williams contribuyó en buena manera a cambiar un partido en el que Ma’a Nonu pareció gris y tristón, Conrad Smith se fue al Sin Bin, Retallick volvió a demostrar que su presencia intimida a todos y Aaron Smith es más listo que el resto. Dicho esto, los verdaderos protagonistas fueron los Pumas, dominadores en ataque y en defensa en la parte central del choque, entre el minuto 15 y el 60; pero, ay amigos, los All Blacks son demasiado fuertes para jugar 45 minutos y en el espacio que va del 60 al 70, tras varios cambios, dieron la vuelta a un partido que hasta entonces se les había atragantado. Del partido salen reforzados los Pumas y los All Blacks pasan a estar bajo la lupa: salir tan convencidos de su poder demoledor en el último cuarto les puede pasar factura con otros equipos.

Y, horas antes, y entre gritos de admiración en un pub céntrico, Georgia daba una clase práctica de cómo placar todo lo placable y ganaba a Tonga, primera sorpresa del día. Tonga, con muchos kilos y muchos caballos de vapor, no pudo con los malencarados georgianos, quizás candidatos a poner en muchos aprietos a Namibia y, sobre todo, a castigar las costillas de cualquiera que se le ponga por delante. Jugar contra el rival que acaba de medirse a Georgia empieza a ser una ventaja para el que no ha sufrido recientemente las embestidas de ese tropel de porteros de discoteca con barba hasta las bolsas de los ojos que se anotaron su primera victoria en un mundial y dejaron a los tonganos llenos de cardenales para los próximos cinco días. Un equipo a vigilar, más que por poder clasificarse, por poder lesionar a medio grupo.
___ 


El Atleti jugó un partido la mar de soso y peligroso a ratos que sirvió para bastantes cosas, a pesar del tedio. El Getafe no parece demasiado enemigo y por tanto Simeone hizo eso que se hacía antes en el Calderón: pruebas. Salieron varios de los que no suelen jugar, salió alguno de los que aspira a jugar más, salió uno que no creemos que deba jugar más y salió el Atleti con tres puntos más. Salir-más, salir-más, el mantra del recién divorciado, del que ha perdido 15 kilos de golpe, de la tropa que visita Magalluf.

El experimento local, además de tres puntos estupendos, dejó unos cuantos mensajes al respetable. 

1. Ferreira Carrasco no parece tener demasiado sitio en el equipo. Si lo que tiene es lo que mostró ayer, quizás sea mejor que salga los segundos tiempos como hizo en Sevilla y quite minutos a los titulares. Por ahora no parece funcionar y es posible que necesite algún tiempo de adaptación aún. A día de hoy, y esperando equivocarnos, parece un fichaje caro y no demasiado adecuado a lo que necesita el equipo. Confiemos.

2. Siqueira volvió a hacer oposiciones a salir del equipo y no jugar más. Enloquecido, inoportuno, torpe y poco listo, Siqueira consigue que el resto del equipo se crispe, se ponga nervioso, pierda concentración, calidad, contundencia. Siqueira juega en corto cuando hay que jugar en largo e intenta hacer un caño cuando hay que pegar un patadón. Tiene potencia, tiene regate y tiene hasta un verbo fluido en las entrevistas; lo que no parece tener es idea de en qué consiste el fútbol que juega el Atleti. O mucho mejora o mucho empeoran Filipe Luis y Gámez y Lucas Hernández, o Siqueira parece ahora el cuarto candidato a jugar de lateral izquierdo … y es muy grave eso.


3. Óliver Torres es un gran jugador que hace cosas de jugador no tan grande. Pierde balones en malos momentos, se complica cuando no debe, fuerza al equipo a recuperar posiciones al sprint por entretenerse demasiado en recursos barrocos. Con la calidad que tiene, con la visión que tiene, con la técnica que tiene y con la pinta de pillo de esos que van en scooter trucada sin casco por las playas de Barbate, Óliver Torres tiene todo para ser un jugador importantísimo; todo, salvo la calma y la experiencia, que son cosas que se consiguen con tiempo y partidos. El problema es que si se convierte en un generador de inferioridades, en un pasador al contrario o en un perdedor de balones, con Simeone tendrá mucho menos tiempo del necesario para mejorar, porque el Atleti simplemente no se puede permitir ese lujo. A vigilar de cerca, esperando que se cumplan nuestros mejores deseos de ver al jugadorazo que parece ser.


4. Saúl jugó en el doble pivote y lo hizo muy bien, con mucho despliegue y fuerza. A su lado jugó bien Gabi, que quizás tenga sus mismas características. Quizás Saúl se complemente mejor con un jugador del corte de Tiago, sensato, táctico y pausado; ayer, cuando salió Tiago, el Atleti dejó de correr por todas partes y todo tuvo más sentido. El buen momento de Gabi y la solvencia ayer de Saúl nos dan tranquilidad en la parcela más pulmonar del centro del campo; mientras tanto, todos rezamos porque Tiago siga así mucho tiempo, al menos hasta confirmar que Kranevitter puede hacer esa función, algo que el que suscribe ignora.


5. Savic no tuvo mucho trabajo pero lo que tuvo lo hizo bien. Cerca tuvo a Juanfran, de nuevo espléndido, y a Godín, fantástico incluso a la hora de cubrir las lagunas del incomprensible Siqueira. Savic fue bien caro (15 millones más Mario Suárez) y debería ser un central de muchas garantías, aún por detrás de Giménez. Ayer dejó buen sabor de boca.


6. Griezmann es, sencillamente, asombroso. Un gol nada más empezar el partido, tras definir estupendamente. Otro gol al final del mismo, rematando de aquella manera un pase de Jackson que le dejaba el gol franco. Entre tanto, no tanto: carreras, cambios de posición, ratos de segundo delantero, ratos echado a la banda en un 4-1-4-1 o un 4-2-3-1…. Pero al final, dos goles como dos soles y la sensación de que es un jugador iluminado por el rayo divino. Miedo dan las ganas que tendrán en el palco por dar el pase.


7. Pero si alguien de la delantera se va del equipo, nos tememos que Correa ocupará el hueco sin problemas y con brillo. Rápido, con ganas, habilísimo  e incansable a la hora de recuperar, Correa dejó claro tener eso que hace diferente a un jugador, eso que no se sabe explicar pero se ve rápido, eso que tienen sólo unos pocos. Correa formó un lío nada más salir y la afición abría mucho los ojos cada vez que la tocaba, esperando una jugada mágica o un regate de artista. Correa tiene una pinta excelente y a bote pronto uno diría que nos hará sonreír muchísimas veces. Tras lo de ayer, hay ganas de verle mucho más.


8. Jackson Martínez dio un buen pase de gol … y poco más. Algo apático, lento y bastante despistado, a Jackson parece que le está costando enterarse de cómo debe jugar. Ayer el público le dio una pista aplaudiendo una de las escasas ocasiones en las que se pegó una carrera para presionar al portero rival. Jackson ni trabaja como Torres ni tiene la habilidad para retener el juego que tenía Mandzukic , aunque de vez en cuando deja caer una perla técnica que sugiere que tiene cosas que aportar. Por ahora, Jackson es bastante insulso, algo vago y parece muy despistado. Lo bueno es que sólo puede mejorar. Lo aún mejor es que está en manos del Cholo: si un cenutrio como Diego Costa acabó entiendo lo que se pedía de él, entendemos que Jackson también lo hará. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Nosotros, a lo nuestro




Tras la derrota contra el Barcelona el pasado sábado, hubo al parecer un clamor (o eso cuentan que ocurrió en ese mundo paralelo  e irreal que son ciertas redes sociales) denunciando la aparente mezquindad del planteamiento del Atleti,  la racanería del entrenador a la hora de alinear jugadores de pellizco, el despilfarro que supone haber fichado y fichado jugadores de toque y finta para luego entregar el balón al rival. Un clamor de denuncia, en definitiva, contra la súbita conversión del Atleti que ganó la Liga hace bien poco en equipo pequeño con aspiraciones lejos de lo que la afición demanda.

Es sabido del gusto reciente de medios y aficionados más jóvenes por el fútbol de filigrana fútil y bota de colorines, pariente chico y mediático de ese deporte que muchos hemos practicado en el que cabían prodigios técnicos y honradas bestias pardas, zurdas de seda y cuellos de boxeador, fieras corrupias y espadachines de salón, colibrís y osos pardos. Según el gusto modelado en los últimos años, a ciertos aficionados el contraataque les parece cosa de equipo pequeño y el motor físico es cosa de quieroynopuedos, siendo únicamente aceptable el juego de posesión y triangulación infinita, de tacón y regatito, de celebración ensayada, escudo besado en la presentación y cejita recortada para el anuncio de after-shave. La arrancada física, piensan algunos, es cosa de equipos bastos; lo mismo ocurre con la presión fiera, con la cabeza fría para esperar y provocar errores y la cabeza caliente para salir a tumba abierta una vez el rival ha perdido los papeles, con la cabeza marcada de cal de tanto despejar balones laterales.

A raíz del partido del Barcelona, parece que muchos aficionados pusieron el grito en el cielo por no ver un Atleti triangulante y dominador frente al Campeón de Liga, Copa y Copa de Europa: Fulano no vale, Zutano no vale, Perengano está acabado, Simeone es un cobarde. La afición del Calderón, maravillosa para muchas cosas pero desesperante para otras, ha sido lenta para apreciar lo que hacían ciertos jugadores e injusta con muchos futbolistas limitados pero honrados, ha abucheado a tipos admirables y ha aplaudido a rabiar a comadrejas. Ahora una parte parece que reclama del equipo un juego lleno de dorados, balaustradas y figuras de Lladró que cierta prensa y ciertos audaces opinadores con ganas de llamar la atención exigen para acabar de una vez por todas con el juego de presión solidaria, robo de balón y ataque fulgurante que llevó al equipo a ganarlo casi todo en pocos años.

Así, de buenas a primeras, algunos opinan que el Atleti no funciona, que el equipo está mal hecho, que el entrenador ha tocado techo, que las cosas se hacen rematadamente mal para lo que se merece esta afición de repentino morro fino que muchas veces no distingue un jugador de fútbol de un striper, una figurita de plomo o un krausista con espinilleras.

Qué cosas pasan, oiga, qué cosas pasan.
____
Salió el Atleti al campo en Estambul mirando a las gradas llenas de gente y en ese preciso momento al menos dos mil periodistas y treinta mil aspirantes escribieron en un folio en blanco algo sobre el Infierno Turco. El Infierno Turco es a estas alturas un pariente más al que los equipos visitan una o dos veces al año por su onomástica. A ver señores, péinense bien que esta tarde vamos a ver al Infierno Turco. ¿Al Infierno Turco? ¿Otra vez? Si hijo, ya sabes que de vez en cuando hay que ir a ver al Infierno Turco a ver qué tal está, a comprobar que come bien, a regarle un poco las plantas a las que no llega. El Infierno Turco tiene mala fama pero recibe muy bien a los visitantes vestido con chilaba blanca y tarbush, les da té y pastas y, con las gafas apoyadas en la punta de la nariz y mirando por encima de los cristales, pregunta por los niños y por la salud de uno. ¡Hola majos! ¿Todo bien? Qué bien que vengáis a verme, sentaos, sentaos, coged una pasta, ¿queréis té o café? Si tenéis calor abro una ventana o pongo el ventilador, vosotros diréis.

El Infierno Turco, eso sí, es algo cansino con tanta visita pero le gusta mucho a los periodistas porque así luego puede hacer juegos de palabras diciendo que el Infierno Turco se convirtió en el Paraíso, del Infierno Turco al Cielo, Fulano se inmola en el Infierno Turco, Zutano enfría el Infierno Turco, el Infierno Turco se convierte en la Calle Infierno, la de los cacharritos. Hay que ver con el Infierno Turco, a ver si les dejan en paz con tanto adjetivo infernal y tanto juego de palabras de segunda y tercera mano.
___

Salió el Atleti al campo ves-tidó-deá-zul, con su camisita y su canesú, y con una alineación diferente a la del sábado que, eso sí, mostraba un dibujo parecido: mismos centrales, mismo lateral derecho, Siqueira por Filipe Luis (al parecer con molestias); en el centro Tiago y Saúl, que salió por Gabi; Koke en un lado, Griezmann al otro (cambiando), Vietto y Jackson Martínez. En principio, una importante novedad: tres puntas, aunque uno de ellos, Griezmann, más bien salió pegado a una banda por detrás de los puntas, a la altura de Koke. Eso sí, Griezmann cambió de banda, filtró pases, buscó rematar de segunda línea y meterse en el área chica y terminó jugando más o menos donde le apeteció en cada momento. Mucho más cómodo que contra el Barcelona, el equipo entero y Griezmann en particular hicieron un estupendo primer tiempo, mostrando mucha superioridad sobre el Galatasaray, equipo bastante menos fiero de lo que los juglares del Infierno Turco habían glosado.  Tras el partido del sábado, producía especial interés ver cómo iban a jugar los dos jugadores más desafortunados frente al Barça, Koke y Griezmann.

Para tranquilidad de todos, Koke jugó bien. Quizás corriendo de más de lo que debe todavía en algunas fases, Koke recuperó balones, levantó la cabeza, jugó bien en corto y metió un fantástico pase largo en el segundo gol que Godín, imperial durante todo el partido, centró con autoridad a Griezmann. Tras su decepcionante partido contra el Barça, Koke volvió a transmitir confianza y poderío, y mantiene por tanto en la hinchada la esperanza de que este año sea el líder silencioso, batallador y técnico que el equipo necesita para gestionar los partidos grandes. Por ahora no salió bien el del Barcelona, pero salió mejor el de ayer, como el de Sevilla.

Griezmann, por su parte, volvió a dejar claro que lo suyo con los goles es una historia a caballo entre el amor y la precisión quirúrgica. Mucho más libre y cómodo que en el partido contra el Barça, Griezmann empezó detrás de los delanteros en la banda derecha y más tarde se pasó a la izquierda; jugó entre líneas, jugó con los medios, jugó con los delanteros y metió un gol magnífico a pase de un estupendo Juanfran, un gol de calidad y finura, un gol difícil resuelto con maestría y precisión de snipper de los Marines, un gol al primer toque, de lejos, junto al palo, imparable, un golazo. Volvió a marcar desde muy cerca de la línea tras gran pase y gran cabezazo de Godín, y con eso y un bizcocho (turco) cerró el partido y santas pascuas, oiga. Cuando Griezmann está cómodo e implicado, aunque sólo sea un tiempo (ayer se tomó el segundo sabático), el Atleti marca más, marca en momentos importantes, marca la diferencia. Si llega a andar más fresco y da a Torres un balón que le quedaba en bandeja para marcar en vez de tirar al portero, su partido habría sido aún más redondo.

Despejadas las dudas sobre dos de los más desafortunados contra el Barça, y despejada también sobre Óliver Torres, que salió un rato y regó el césped de perlas, conviene centrar la duda sobre los que no jugaron el sábado. Siqueira jugó en su línea de desatino y disparate mezclado con buenas carreras y muestras de una técnica que, bien usada, le convertirían en un jugador notable. Saúl, en el doble pivote como ya se le vio en pretemporada, estuvo sólido y solvente, con menos brillo del que puede dar pero anunciando muchos minutos este año. Vietto, mejor que en otras ocasiones, dejó entrever síntomas de mejoría: pareció entenderse bien con Griezmann y Koke, se quitó en parte el empanamiento que le vimos en Cádiz y se apuntó a la lista de candidatos a alternativa de ataque.

Párrafo aparte merece Jackson Martínez. Titular al fin, algo que parecía lógico tras el palizón que se pegó Torres el sábado, Jackson emitió llamativas señales de despiste y falta de ritmo. Lento, pesadote, trotando y casi nunca corriendo, Jackson pareció no haber entendido aún qué se espera de él. Torpón y algo desbordado, ni desempeñó esas tareas de primer defensa que Simeone exige a sus delanteros centro (y que también hace Torres) ni apareció en ataque. A la postre Jackson no jugó ni de delantero rematador ni de delantero presionador ni de delantero portor de las estrellas del triple mortal que frecuentan el medio campo del Atleti estos días. Cuesta pensar que un tipo con ese físico no sea un tormento para las defensas, o que alguien que ha marcado tantos goles en Champions anduviera ayer por el campo con ese aire de qué hago yo aquí; de haber sacado un mapa de la espinillera, algún amable estambuleño le habría preguntado si buscaba algún sitio en especial o le habría recomendado una óptica. A Jackson parece faltarle aún mucho para ser el jugador que al parecer es; no obstante, ni Griezmann ni Falcao ni algún otro fueron capaces de hacerse con el manual de instrucciones del puesto nada más llegar y luego fíjense Vds la que liaron.


El Atleti ganó con autoridad un partido importante, sobre todo por venir de perder en casa por la mínima - y por culpa de unos cuantos detalles - ante el equipo campeón de casi todo. La imagen que el Atleti dejó ayer en Istambul (not Constantinople) fue de equipazo solidísimo, lo que confirma el hecho de que fuera tratado por el equipo local como tal; resulta curioso por tanto que tras sólo unas pocas jornadas de liga la mismísima afición que llena la grada vestida de pielroja se plantee si el carácter del equipo de Simeone ha dejado de ser competidor para convertirse en mendicante. Lo dicho, nosotros, a lo nuestro. 


domingo, 13 de septiembre de 2015

Planteamientos, teorías y tipos bajitos de Rosario


Recién empezada la liga y ya llegaba el Barça al Calderón en un momento que la parroquia rojiblanca intuía como bueno. El Atleti, que había empezado en casa contra Las Palmas con aire de equipo en pretemporada, había hecho un muy buen partido en Sevilla y había ganado con la contundencia de los campeones, esto es, con más diferencia en el marcador que en el juego. El Barça, por su parte, venía con una defensa rara y tras dejar la sensación aquí y allá de que no era tan invencible como a finales de la temporada pasada, quizás no es mal momento para que venga esta gente al Calderón, quizás no es mal momento.

Con estas ideas en mente llegaba la gente al campo, a ver un partido de esos en los que el Atleti busca mandar y asustar desde el principio e incluso apabullar al visitante. Al menos esa era la audaz opinión de muchos atléticos alicorados y enfervorizados por los espirituosos, con esa euforia tan de bar de cerca del estadio antes de los partidos en el que coinciden amigos tomándose tranquilamente una cerveza viendo el baloncesto y familias repartiendo bocadillos a los niños en el preciso momento en el que irrumpe un grupo exaltado ataviado con la misma camiseta de la peña del pueblo cantando oleoleolecholosimeone, jugadore juugadooreessss  y esas tonadas propias de nuestra grada que en ciertos momentos nos hacen hervir la sangre y en otros, cuando se cantan al borde del desgañitamiento y no procede en el ambiente, nos dan así como pudor. Quizás la LFP, que ayer repartió una Guía del Aficionado a la manera de la que lanzaron Los 50 para el Calderón, debería incluir un apéndice para explicar a las hinchadas que entrar a voces en un bar lleno de gente es parte de la tradición, pero no necesariamente agradable para el oído.

Pero como parece habitual últimamente en los partidos más disputados, el Ateti salió menos a apabullar y más a esperar, a robar más que a crear, a ver fisuras y aprovecharlas más que a echar abajo las puertas del castillo a cabezazos. Como ya hemos visto en otros partidos de mal recuerdo, el Atleti pareció salir emboscado en busca de un fallo del rival en un pase, en un regate, a presionar a arriba convirtiendo al delantero centro en el primer defensa, a provocar errores tras dos, tres pases apurados por la presión sobre el rival. El Atleti salió a jugar con actitud, como dicen algunos, de equipo chico. Y ¿saben qué? Al que suscribe no le pareció tan mal, desde luego no tan mal como a otros. La realidad es que no funcionó, pero … ¿por qué? A ver si conseguimos explicarnos.

Simeone tiende a plantear partidos contra equipos de calidad teóricamente superior de forma algo reservona. Esperamos, presionamos, si robamos lanzamos la contra y buscamos hacer daño; que la pelota la tengan ellos, que intenten, que busquen, que se desesperen intentando encontrar un hueco, que se precipiten, que cometan errores. Así se planteó el año pasado algún partido de mal recuerdo y la crítica atoropasadista que todo lo sabe ya hizo bastante leña del árbol caído entre compra y compra en el Comunio. El planteamiento le parece a muchos triste e indigno de un reciente Campeón de Liga, injustificable para un equipo que cuenta con buenísimos jugadores y gasta una fortuna en fichajes cada año. Y hasta ahí, entendible.

Es posible también que un planteamiento menos oportunista y contraatacante, más basado en mantener el balón y empujar y empujar al rival hasta derribar a soplidos la casita de paja en la que parecía haberse convertido la defensa del Barça podría ser esperable en un Atleti cuya plantilla actual, con más jugadores de toque fino que de corneta y tambor que otros años, fuera una alternativa posible. ¿Tiene sentido salir a jugar de tú a tú a un equipo con uno de los mejores centros del campo de Europa? Quizás sí. ¿Es lógico darle el balón al Barça teniendo en la plantilla jugadores capaces de guardar y gestionar la bola con solvencia como hay este año en el Atleti? Quizás no. ¿Es razonable esperar que un equipo con Busquets, Iniesta, Rakitić, Neymar, Alba, Mascherano y Rafinha en el campo pierda el balón con facilidad? Quizás tampoco. Pero quizás el planteamiento de Simeone no fuera tan descabellado.

El Barça que vino al Calderón, sin Messi ni Piqué ni Alves pero con todos los demás, presentaba un flanco fortísimo y uno más débil. Entrar por su izquierda, la banda en la que estaban Alba, Iniesta y Neymar, no parecía lógico sobre todo sabiendo que a la derecha quedaban Sergi Roberto y Rafinha, los jugadores teóricamente más vulnerables. De igual modo, permitir que el Barça entrara por su ala izquierda parecía suicida, o al menos más problemático que dejar que el juego se venciera a la derecha. Partiendo de esa premisa, en la grada se esperaba más presión cuando el rival intentara salir por su lado bueno, y más efectivos en el ataque del Atleti por su lado débil cuando se tuviera el balón.

Lo primero, al menos durante buena parte del partido, se consiguió. Empezando por Torres, incansable aunque desesperadamente torpón en algunas acciones en el primer tiempo, y siguiendo por Gabi, que vuelve a ser el de hace dos años y lleva tres partidos dando lecciones de cuándo lanzar la presión, el Barça se encontraba en un embrollo cada vez que quería salir por la izquierda; como resultado, terminaba abriendo balones a su lado más débil. Y uno, que es tonto pero se fija en estas cosas, cree que era una buena idea visto lo visto, un planteamiento lógico y entendible, una buena alternativa para estrangular a un equipo técnicamente superior reforzado en su medio campo para la ocasión: darle el balón al Barça, impedir que jugase bien por su lado bueno, forzarle a llevar el balón a su flanco débil para, una vez allí, presionar,  intentar recuperar el balón, salir rápido, buscar pases profundos para Torres quien, a pesar de su despliegue físico para presionar la salida, tiene potencia de sobra  para irse de los rivales como demostró en su jugada más afortunada del primer tiempo, en la que se le fue un balón alto lanzado con la zurda.

Ahora bien, no parece que el planteamiento funcionara del todo, y uno cree que por varios motivos. El primero, el buen partido de Sergi Roberto y Rafinha, que mostraron aplomo y calma, cometieron pocos errores y no fueron la vía de agua que la alineación sobre papel podría sugerir. El segundo, y ahí creo que estuvo el talón de Aquiles del planteamiento de Simeone, que los buenos del Atleti ni robaron ni jugaron bien ni tuvieron pausa ni las ideas claras. Con los laterales más abrochados que otros días (algo que quizás sí se le pueda criticar a Simeone), más entendible en el caso de Filipe Luis que en el de Juanfran, la tarea de dar criterio a los balones recuperados en la zona de Gabi y Tiago (algo más gris ayer pero con más pausa que los centrocampistas que debían tenerla y con la visión suficiente para meter el pase del gol al espacio) y convertir el lado derecho del Barça en una herida con desangrado constate recaía en los jugadores de más talento, esto es, Óliver Torres, Koke y Griezmann. Y, cosas que pasan, ninguno de los tres funcionó como debía.

Óliver Torres mostró estar quizás algo verde para partidos tan intensos como el de ayer. Más a remolque de lo que su juego agradecería, Óliver no jugó cómodo ni alegre, pasó más tiempo tapando balones que disfrutando de ellos y, esperemos, aprendió cosas para los próximos partidos que le vengan así. No fue su peor partido pero no fue desde luego el mejor y el cambio en la media que vino a dar una alternativa más ofensiva, esto es, Ferreira Carrasco, no dio sensación de poder cumplir con sus virtudes la misión que requería el partido.

Especialmente flojo estuvo Koke. Bien echado a un lado, bien más al centro cuando Griezmann retrasó posiciones para ocupar la banda, Koke dio de nuevo la impresión de correr más de lo que debe, de llegar pesadote a los balones, de tener el tarro de las ideas cerrado con dos candados cuando recupera la pelota, de sentirse más incómodo que hace unos meses a la hora de guardar el balón, pensar y encontrar luz entre las piernas rivales. Perdió balones peligrosos e impropios de él, falló pases sencillos, no iluminó al resto con los destellos que antes eran más frecuentes, se pareció de nuevo al Koke cansado y poco fresco de los últimos tiempos que al todocampista clarividente y técnico que sabemos que es. Koke necesita pensar y resetearse, retrotraer su configuración a hace un año y pico, hablar con Gabi y saber qué ha hecho.

Y por último, Griezmann. De nuevo gris en un partido grande, y de nuevo casi superado por el rival, Griezmann estuvo pero poco: estuvo activo pero poco, ayudó en defensa pero poco, ayudó en ataque pero poco, presionó pero poco, pensó pero poco, jugó pero poco. Metió un par de pases estupendos en profundidad, se equivocó no dándolos en otras ocasiones en las que Torres lanzaba el contraataque, pasó desapercibido demasiados minutos para lo que su enorme calidad y su definitivo peso en el juego del Atleti requieren, pareció más útil al equipo echado a una banda como centrocampista por delante de los medio centros que de segundo delantero. Griezmann jugó acolibrillado y bailarín en un partido que requería más sangre y más intensidad y eso nos da especial rabia, porque ese plus que le falta para ser determinante en los partidos más grandes no está al renunciar por voluntad propia (o falta de carácter) a hacer cosas que otros jugadores mucho más limitados no discuten. Con ese talento inmenso y esa calidad prodigiosa, su papel en estos partidos debería ser mucho más protagonista.

Y aún así, con un planteamiento más reservón del que a lo mejor nos habría gustado, con los mejores jugando peor y el rival más cómodo de lo que las ausencias en la alineación indicaban, con muchísimos millones en el banquillo y casi el equipo de siempre en el campo, el Atleti tuvo el partido exactamente donde quería al principio de la segunda parte. El Barça pudo marcar en el primer tiempo tras un jugadón de Iniesta y buena parada de Oblak a tiro de Rakitic, pudo marcar en un córner (de nuevo, malas noticias en los córners en contra, que ayer se sumaron a un par de contraataques tras jugadas a balón parado a favor) pero Luis Suárez la mandó al larguero, pudo marcar en un contraataque lanzado por un fantástico pase de Mascherano a Luis Suárez que Giménez y Godín, de nuevo espléndidos, cortaron por arriba y por abajo. Pero el Barça no marcó y sí marcó Torres en la segunda que tuvo en profundidad, esta vez con la derecha, tras un pase fantástico de Tiago y tras ganar la carrera (ejem) a Jordi Alba, uno de los laterales más rápidos de la Liga. El plan reservón y algo rácano y el mal partido de los buenos parecía que podía tener un buen final.

Pero no. Neymar metió un golazo espectacular de falta (una falta quizás evitable, hecha en el mejor sitio posible para un lanzador diestro) y poco hay que oponer a semejante tiro; si acaso, decirle a Neymar que se dedique a hacer estas cosas y no a tirar besitos, como acostumbra, y se ganará el respeto que ahora no tiene. Cinco minutos le duró la victoria al Atleti, algo duro cuando había costado tanto marcar. Y aún así, el empate, visto lo visto, valía.

Pero llegó el giro final. Messi, en el banquillo tras su viaje a Argentina y haber sido padre pocas horas antes, salió a falta de media hora y cambió absolutamente todo. Ni plan A ni plan B ni cambios en el Atleti (decepcionantes, sobre todo si uno tira de calculadora y suma el cerro de millones que salió del banquillo a intentar recomponer la situación): salió Messi y demostró ser el jugador más determinante que hayamos visto en años en el Calderón. Andando, tranquilo, casi perezoso, sobrado, Messi dejó una imagen aún más llamativa que en los muchos partidos que le hemos visto en el Manzanares, y a pesar del montón de goles que ya nos ha metido. Messi jugó a placer, llevando el balón pegadito al pie, rapidísimo, salvando tarascadas y cargas, obligando al Atleti a mandar cuatro, cinco, seis jugadores a pararle, creando superioridades con facilidad, desorganizando al equipo, haciéndole pasar un tormento. Aguantó el balón, aguantó a los defensas y centrocampistas rivales, aguantó entradas por alto y por bajo y, no contento con ello, también le dijo al árbitro qué debía pitar y dónde. No recuerda uno a un jugador diciéndole al árbitro dónde quería exactamente que se parase el juego tras las repetidas cargas de Giménez; tampoco recuerda uno, por cierto, un jugador capaz de soportar tantas cargas de Giménez sin irse al suelo, y menos de ese tamaño.

Y aún así, aún encajando un gol de falta justo después de marcar el suyo, aún intentando hacer frente a un jugador con una influencia en el juego de su equipo y del rival sin comparación en esta liga, aún sin jugar bien y con poco alma, el Atleti perdió por otro detalle. Una tontería entre Griezmann y Gabi, un par de torpezas por no pegar un pelotazo, un balón que llega a Luis Suárez, un pasecito a Messi y una definición prodigiosa ante Oblak, casi imposible para otro jugador, dieron la victoria al Barça. Quizás merecida, quizás justa, pero no escrita con letra firme ni apabullante ni autoritaria.

El Barça volvió a ganar sin hacer demasiado al correoso Atleti de Simeone, que de nuevo se vio achicado ante un equipo que parece agrandarse sin motivo a ojos de los jugadores del Atleti, que empiezan a ver imposible meterle mano al equipo de Messi. Igual que pasara hace unos años con el equipo ese en cuyo estadio hay un Juteco, el Barça no parece necesitar hacer un partido brillante para ganar en uno de los estadios más complicados de Europa. Quizás un planteamiento más ambicioso de Simeone sea la solución; quizás la solución esté en que Messi se quede en su casa jugando a la brisca; quizás el tiempo dé al Atleti de este año la clave para ganar en el Camp Nou. Quizás, simplemente, el Barça fue mejor ayer. Quizás, quizás, quizás.

lunes, 31 de agosto de 2015

De despedidas y victorias importantes (completo)



1. Adiós, Mr Will Kane

De sopetón, un poquito antes de que empezara el partido, nos enteramos de que Raúl García no se vestía de corto. Qué raro, qué sorprendente, a ver si es verdad eso que decían de que el Athletic de Bilbao le había hecho una oferta y que, por primera vez desde que llegó al Atleti, se planteaba irse. La sospecha se convirtió en rumor y éste en runrún en las redes sociales y finalmente en posibilidad más que probable, en noticia, en confirmación oficial, en anuncio de los clubes y en disgusto para buena parte de la parroquia colchonera.

Raúl, que así a lo tonto llevaba 8 temporadas en el Atleti jugando unos 50 partidos por año, deja estadísticas de jugador grande y un saco de títulos en esta época dorada en la que sólo él ha estado presente cuando se han conseguido las 7 últimas copas. Deja también imagen de guerrero, de hombre de club, de maravilloso compañero de sus compañeros, de buen profesional, de tipo dispuesto a romperse la crisma en un partido de treintaidosavos de Copa con la misma fe que en una final de Champions. Deja duelos a cara de perro con rivales odiados y advertencias a los que se han atrevido a menospreciar la camiseta o el compañero, deja odio en alguna grada rival y el respeto y casi temor de todos los equipos contra los que ha jugado, que coinciden en que Raúl mejor al lado que en frente, mejor sentado que jugando en contra, mejor lejos del campo propio que mostrando malas pulgas en las visitas. Raúl deja goles importantísimos, partidos imponentes, algún fallo clamoroso, miles de kilómetros recorridos, cientos de choques en el cuerpo a cuerpo, muchas (quizás demasiadas) quejas al árbitro, algunas malas formas con rivales, sustos a la grada cada vez que se quejaba de haber recibido un golpe en su prominente nariz navarra. Deja también destellos de clase, tiros brillantes con las dos piernas, goles importantísimos, litros de sudor y horas con la mandíbula apretada con el único objetivo de hacer ganar al Atleti.

Y lo más admirable es que deja todo esto con brillo de jugadorazo pero en silencio, sin quejas cuando no jugó, sin declaraciones demagógicas cuando lo hizo bien, sin aspavientos cuando las cosas fueron bien o fueron mal. Raúl se va del Atleti con números de jugador histórico y modales de jugador antiguo de esos de barro en las medias y botas negras, sin alardes, sin reproches, sin tontunas. Raúl jugó donde se le pidió que jugara, le viniera bien o mal, y siempre cumplió, a veces con mucho esfuerzo, otras con brillo. Fuera de su sitio lógico, compartió doble pivote con jugadores limitados o directamente caraduras, apagando fuegos lejos de donde le gusta estar pero sin escatimar una carrera o poner una mala cara. Cuando Simeone le puso más cerca del sitio donde mejor funciona marcó goles e hizo partidazos y ningún momento se señaló el número ni reclamó gloria ni exigió su titularidad ni hizo guiños cómplices a la grada para poner en el disparadero a un compañero o al entrenador. Cuando jugó en una banda siempre coincidió con un buen partido de su lateral, incluso a costa de su propio brillo; cuando jugó de segundo delantero marcó y se fajó con todos, cuando tuvo que jugar de único punta mantuvo al equipo rival agobiado en la salida de balón. Cuando tocó defender Raúl era el primero, cuando un compañero estaba en apuros Raúl era el primero, cuando nacía una tángana con los rivales allí llegaba Raúl, con la nariz por delante, desafiando a que alguien osara tocársela.

Raúl ayudó siempre al equipo y ayudó, sin que la grada se diera cuenta, a que la grada entendiera que no todo son filigranas y portadas de periódico, que no todo son regates y rabonas, a que recordara lo que era un jugador de Club, a que entendiera más de fútbol. Raúl pertenece a ese grupo de jugadores al que la grada del Calderón, vehemente para lo bueno pero también para lo malo, criticó con crueldad cuando su cometido no era brillar sino echar carbón a la caldera. A Raúl se le ha pitado en el Calderón sin medida y sin razón, se le han negado méritos y resaltado defectos, se le ha afeado un mal control en el minuto 80 tras haber hecho un partido serio y competente hasta ese momento. La grada, injusta y cabezota, atribuyó con demasiada frecuencia a la suerte cada buena acción de Raúl, sin reconocer una calidad con las dos piernas que sorprende en un tipo de su arrojo y envergadura. La grada, no toda, despidió a Raúl en muchas ocasiones con pitadas generalizadas entre las que se distinguían, como flores en medio de un parking, a diez, doce, veinte, treinta tipos en pie aplaudiendo al que todos denostaban.

Pero con el tiempo, y con el Cholo, Raúl fue mostrando lo que siempre había sido y algunos no veían, hasta el punto de que, cuando las cosas se ponían feas, no era raro escuchar cómo los mismos que silbaban hace años  reclamaban la salida de Raúl al campo. Raúl y sólo Raúl, con el apoyo de los compañeros y el Cholo, convirtió el calvario de los primeros años en la admiración general e incluso el respeto, a regañadientes y muchas veces obligado por la fuerza de lo obvio, de los más críticos, de los más voceras, de los defensores de ese fútbol superficial que ensalza ídolos a los dos días de llegar sin mirar quién estuvo en los talleres desde el primer momento hasta que el carro se convirtió en bólido.

De pedir su venta a grandes voces a pedir su ayuda cuando entraban los malotes al bar, la afición fue poco a poco cambiando de opinión, lo que honra a Raúl por conseguirlo y al Calderón por hacerlo. Raúl se va ahora y deja una enorme sensación de vacío, la duda de a quién acudiremos para un roto o un descosido cuando los partidos se pongan duros, cuando se lesione un jugador con mal repuesto, cuando haya que hacer frente a las intimidaciones de los rivales. Se va Raúl y deja una buena papeleta a los compañeros: ¿quién asumirá su papel, sus galones? ¿Quién será capaz de transmitir al resto la confianza que daba el navarro? ¿A quién recurrirá el entrenador para las misiones complicadas, esas que requieren meterse tras la línea enemiga sin comida ni brújula armado con un sacacorchos? Y, sobre todo … ¿quién tendrá los santos cojones de salir a jugar en un campo helado a siete bajo cero en manga corta?

Se va Raúl y el que suscribe, que siempre mostró su admiración por el navarro, se lleva un disgusto y a la vez se queda contento. Disgusto por la pérdida de un jugador valiosísimo que nunca dejó de hacer lo que debía incluso en los momentos más difíciles, porque se va el mascarón de proa del equipo del Cholo, el que indicaba con la nariz dónde estaba la siguiente ola que había que romper a cabezazos. Contento por la despedida de la gran mayoría de la afición, por el sentimiento generalizado de respeto y agradecimiento que se vio en las redes sociales, porque se va al Athletic de Bilbao, donde muy mal se tendría que dar la cosa para que no sea feliz e importante en un club con esa solera y ese empaque, para disfrute de muchos amigos.

Se va Raúl y a uno le apetece despedirle con una ovación cerrada y en pie, viendo cómo incluso aquellos que se cebaron en sus defectos y tardaron en ver sus virtudes por puro orgullo o ignorancia, muestran en silencio su respeto como esos lugareños acobardados que no apoyaron al sheriff cuando llegaron los malos y ahora comprenden que fue él quien terminó por salvarles la vida. Y es que es el Will Kane de Zizur, el sheriff el que ahora se va, como siempre sin alardes, casi tímido, abriéndose paso entre una multitud vestida de rojo y blanco que se queda a la vez un poco más vulnerable y un poco más orgullosa por haber compartido años con un jugador honrado.

Gracias por todo, D. Raúl García Escudero. Fue un placer verle jugar con nosotros, fue un orgullo que se sintiera de los nuestros, fue una fuente de alegría saber que estaba siempre ahí dispuesto a ayudar para que nosotros disfrutáramos de las Copas. Mucha suerte en el futuro, vuelva Vd cuando quiera y llame de vez en cuando, que los chavales le echarán de menos. 





2. Suerte, oficio y ganas

Llegaba el Atleti a Sevilla a jugar el primer partido gordo del complicado inicio de liga que el bombo tuvo a bien señalar, y se encontró con un Sánchez Pizjuan remodelado y la mar de bonito, rojo rojísimo como San Mamés, estadio del que es difícil no acordarse cuando se ve el nuevo Nervión. El Sevilla ha tenido a bien darle un lavado de cara al estadio, como también ha hecho el Atleti, y ha aprovechado para poner entre los graderíos unas frases rimbombantes, muy del gusto del aficionado que en los últimos tiempos atribuye y espera del fútbol una solemnidad repentina que no se explican los psicólogos.

De un tiempo a esta parte se diría que hay una furia solemnizadora del fútbol que uno no se explica bien. Desde hace unos años los nuevos himnos son rimbombantes, tan rimbombantes como antes pero sin esa cosa inocente de los alabín alabán y rá-rá-rá sino con un deje un poco chocante a medio camino entre los comics de espada y brujería y las hermandades secretas. Los himnos de los centenarios de buena parte de los clubes de la geografía patria hablan de leyendas antiguas, de inscripciones en piedra en monumentos funerarios enterrados, de héroes con coraza y espada, de pueblos señalados por el dedo divino. Los equipos parecen de repente obsesionados con obtener en poco tiempo y por obra de la mercadotecnia la solemnidad y tradición que tienen los equipos ingleses, sean grandes o modestos, gracias a una cultura de conservar las tradiciones que aquí nunca se ha tenido. Así, de pronto, todo club saca pecho del pasado y hace guiños a su historia cuando nunca la respetó, y recupera escudos añejos, reclama copas desconocidas, hace aparecer por arte de birli birloque costumbres que nadie recuerda y llena su estadio y su web de frases campanudas y desafiantes.

Ayer podía leerse en el Pizjuan “Nervión no regala puntos” y “Dicen que nunca se rinde”, frases que sin duda proceden de himnos y tradiciones recientes que, a fuerza de poner en lugares destacados, el Club (entiende uno) quiere convertir en leyendas heráldicas de la afición sevillista. Otros clubes probablemente estén haciendo lo mismo y no nos extrañaría ver en breve leyendas similares: “Mestalla no paga traidores”, “Riazor bien vale una misa”, “Os quedáis con Las Gaunas”, “Los Pajaritos por aquí, Los Pajaritos por allá, lálálá lá”. Todo esto, que nos parece muy bien, nos resulta también algo infantil: las tradiciones son fantásticas, pero siempre que sean tradiciones, no decisiones recientes envueltas en un halo épico para enardecer a los más inocentes.

Querer convertir en solemne lo que siempre se ha considerado un pasatiempo de fin de semana puede resultar artificial; querer convencerse de que los equipos de cada uno son los Tercios de Flandes que defienden el honor de la ciudad frente a hordas bárbaras puede resultar peligroso y sobre todo ridículo (algo en lo que por cierto la afición del Atleti es bastante puntera). Sobre este tema, no viene mal ver qué han hecho en Twitter al respecto los aficionados del Celtic de Glasgow, uno de los equipos con más tradición e identidad del mundo, de los que no necesitan recordar a cada minuto lo auténticos que son para serlo en realidad, al recibir amenazas por Twitter de los aficionados del Fenerbahce. Para ello, consulten el hashtag #ThatsNotAKnife.
___

Salió el Atleti la mar de guapo vestido y si no fuera por la cantidad de pegatinas blancas que lleva la camiseta suplente, se diría que iba vestido de infante de marina en traje de gimnasia, de sobrio azul oscuro y medias rojas. Hacía tiempo que el Atleti no tenía una segunda equipación azul oscuro liso, un color bastante atlético que Aquél Que Diseña Las Camisetas tiene a bien ignorar año tras año decantándose por ejemplo, como el año pasado, por un gris Panza de Burro en velado homenaje al color de pelo del presidente de la entidad. Desde nuestra modesta atalaya de control cromático damos la bienvenida a la nueva equipación, que además nos trajo suerte.

Porque el Atleti, hay que decirlo, tuvo suerte. No tuvo suerte al repeler el arreón inicial del Sevilla, que mostró ambición y fuerza durante los primeros diez minutos del partido, sino que  el Atleti se hizo con el control del partido por tesón y solidez, firmando un magnífico primer tiempo, serio y solvente. Sí tuvo algo de suerte en el primer gol, en el que Griezmann peleó como se espera de él un balón desde el suelo para, tras un rebote, sacar de punterita una pelota que le llegó cómoda a Koke, que se había incorporado tarde. También tuvo suerte en el segundo gol, a tiro lejano de Gabi que rebotó en el fantástico Krychowiak, eficaz todo el partido y que sin embargo contribuyó a la derrota por no apartar el lomo antes, qué cosas pasan. No tuvo tampoco suerte en el tercer gol, en el que Beto dejó claro que no está a la altura del resto del equipo y Jackson Martínez que tiene tiro de lejos, algo que no abunda en el Atleti de este año.

Y aún así, con suerte en dos de tres goles y con un rival con muy buena pinta, no puede decirse que el Atleti no mereciera ganar. Quizás no por 0-3, quizás de forma más ajustada, pero un empate se habría antojado muy corto aunque una amplia mayoría de seguidores rojiblancos lo habrían firmado antes del partido. Y es que el Atleti, que hasta ayer había dado la impresión de estar aún de pretemporada y sin ritmo para jugar partidos duros, mostró una imagen mucho más seria, más compacta y solvente de la que muchos esperábamos precisamente contra un buen equipo que ya había empezado su competición oficial unos días antes, en un estadio complicado en el que pasarán muchas fatigas los equipos grandes de la liga.

Y es que el Atleti hizo un partido poderoso, rechazando con autoridad el envite inicial del Sevilla, tomando luego el control del partido, gestionado la ventaja de un gol con solvencia y capeando el temporal de los primeros veinte minutos del segundo tiempo, en los que el Sevilla dio una muy buena imagen. Y todo esto, ¿por algo en especial? …. Pues sí y no. Porque el Atleti, en general, jugó bien y porque todos sus jugadores lo hicieron estupendamente. Lo hicieron bien los centrales, con mucho trabajo vista la idea del Sevilla de hacer llegar balones a Llorente, recién aterrizado en la liga y demasiado blando como para hacer dudar a la pareja uruguaya del centro de la defensa, y eso que llevaba Wonderbra. Jugaron bien los laterales y jugó bien Tiago, pero el resto jugaron aún mejor.

Gabi, y estas son grandes noticias, parece que vuelve a ser el Gabi de hace dos años, ese portento físico y agresivo que tira la presión, recupera balones y sale jugando. La presión de Gabi y la capacidad de Koke y Óliver Torres para recuperar y no perder balones convirtieron en un tormento para el Sevilla cada intento de salir jugando; por si esto fuera poco, la constante pelea arriba de Torres, incansable y solidario en su nuevo (aunque no desconocido) papel de portor de la estrella del tirabuzón y el triple mortal, y las bajadas a combinar de Griezmann cerca del centro del campo le dieron al Atleti el control del partido cuando hacía más falta, minando la moral del Sevilla, que vio reducidas sus posibilidades de éxito a un juego más directo y menos elaborado en el que Godín y Giménez están la mar de contentos.

Sumando las ganas de Óliver Torres a la hora de recuperar balones y hacer coberturas, la mayor implicación en el juego de Griezmann cuando andan cerca Koke y el propio Oliver y el poder intimidatorio de Torres primero y Jackson después, parece que el Atleti tiene grandes posibilidades de recuperar esa presión alta infernal de hace dos años, con una diferencia: si el año en que se ganó la liga el principal recurso era el balón largo a Diego Costa, con el plantel actual parece que a esa furia recuperadora le puede seguir un juego más combinativo y fino, más de toque y posesión entre los centrocampistas de más toque y Griezmann, que una vez más se antoja importantísimo en el esquema. Si se cumple lo visto hasta ahora en él, esto es, una mayor implicación en el juego a la hora de recuperar y esa gracia divina que le hace estar donde más peligro genera en cada jugada, el Griezmann de este año nos puede hacer ver al del año pasado como un burdo boceto.



El Atleti ganó pues con autoridad en un campo en el que no será fácil ganar para nadie. El Sevilla tiene muy buena pinta y con algo más de contundencia atrás y un portero más constante será un rival temible. Mientras tanto, el Atleti vuelve a casa con una papeleta aún más complicada, el Barcelona, que no parece en su mejor momento pero sigue teniendo a los mejores jugadores de la liga en muchos puestos. Para ese partido, eso sí, no estará el homenajeado en todos los goles de ayer, el 8, ese gran tipo al que  el Club ha dejado marchar porque se ha merecido, con los servicios prestados, poder elegir su futuro y contar con todas las facilidades desde el Atleti. Le echaremos de menos el próximo partido, que es de los duros, pero ahí estaremos, como siempre estaba el 8.

domingo, 23 de agosto de 2015

Crónica epistemológica del debut liguero



Debutaba el Atleti en casa y la gente acudió en tropel al campo, para sorpresa de casi todos, poco acostumbrados a los llenos agosteros del estadio. ¿Será cosa de la crisis, que la gente no sale de vacaciones? ¿Será cosa del prestigio del Atleti, que atrae a los visitantes? ¿Será el atractivo del equipo, de sus estrellas, de su juego ofensivo, de sus nuevos fichajes, de la esperada reforma del estadio? Uno no tiene ni idea, pero el caso es que a 22 de agosto el campo estaba de bote en bote y la afición tuvo que soportar para entrar más colas que en una semifinal de Champions. Uno no se explica bien por qué se tarda tantísimo en entrar al campo, pero sospecha que es cosa de los lectores del código de barras, diseñados por un humorista que gusta de ver cómo la gente intenta dar con la inclinación adecuada de la entrada o el abono sin éxito, hasta que un operario cuya única misión es precisamente poner entradas en ángulos apropiados ayuda al espectador para desesperación del resto de la cola.

Sea como fuere, la afición entró al campo y se puso en su sitio  e hizo las reflexiones clásicas de cada principio de temporada. Anda, no está ese señor tan antipático que se mete siempre con Raúl García, a ver si hay suerte y no ha renovado el abono; uy, ese tipo con aspecto de funcionario de correos tan gris este verano ha sufrido una metamorfosis, ahora lleva pantaloncito pesquero y pulseritas de colores, como Aznar; caramba, la niña de la fila catorce se fue infante y ha vuelto hecha una mujer fatal; ay mi madre qué gordo se puso Torralba, debe haber estado tumbado todo agosto.

Lo segundo que hizo la afición agostada fue reparar en la cacareada reforma de las tribunas, anunciada a bombo y platillo por los medios de comunicación: sepan Vds, aficionados, que a partir de ahora se sentarán en asientos limpios y nuevos, como las personas decentes. La reforma fue, eso sí, un chasco. Nada de asientos nuevos, sino los de siempre pero pintados a pistola y con un numerico. La reforma ha consistido por tanto en pintar los asientos, algo que está muy bien, pero sin desmontarlos ni abonar, airear, desbrozar o pegar un repasito a la manta vegetal que desde hace años se desarrolla feliz bajo las nalgas de la afición colchonera. Como resultado, los operarios han procedido a pintar directamente la capa orgánica que produce cada primavera el milagro de la germinación espontánea de plantas terenbitáceas, en su mayoría de la especie Cotinus Coggygria o “Árbol de las Pelucas”, especie que únicamente se desarrolla en la zona china del Himalaya y en las tribunas del Calderón, ese prodigio botánico que debería ser considerado Reserva de la Biosfera, como tantas veces hemos denunciado. En el huequecito que hace las veces de sumidero del asiento se almacenan ahora cáscaras de pipas, hojas marchitas y otros restos vegetales pintados convenientemente de azul o blanco, según el caso. Esperamos para la próxima primavera, por tanto, una excelente cosecha de hortensias.
Los asientos azules de grada de lateral están ahora mechados de asientos blancos que forman las palabras “Atlético de Madrid” y los aficionados de pedigree rezaban porque no les hubiera tocado uno. Al que suscribe, como no, le han puesto un asiento blanco, hay que joderse. Probablemente sea encima la tilde, uno tiene un destino ligado a la ortografía que se manifiesta constantemente de manera irritante.

Sentados en sus asientos repintados, la afición se dispuso a ver el partido y reparó, ya puestos, en que la línea de fuera de banda está este año – al menos aparentemente – más lejos aún de los asientos. Desde la llegada del conocido entrenador griposo Quique Sánchez Flores, en grada de lateral la afición tiene la sensación de que el campo se va estrechando, alejándose hacia la tribuna y dejando un espacio cada vez mayor entre la valla que separa al público y los jugadores. Será quizás un efecto óptico, quizás cosas de la edad o el desarrollo imparable de la miopía pero el caso es que entre que hay jugadores nuevos y desconocidos y la línea se ve cada vez más lejos, la afición entornaba los ojillos para, camuflados entre los numerosos asiáticos visitantes de la grada, saber si ese del pelo cortado con media americana era Saúl o era Carrasco, si ese era  Vietto o Lucas Hernández o era al revés, si el del traje era el Mono Burgos o un espejismo.

Una vez acostumbrada a la nueva distancia, la afición colchonera se dispuso a ver el partido y presentar sus respetos a los aficionados rivales, que acudieron en buen número al estadio, algo que nos alegra una barbaridad. Tras los partidos de pretemporada y los análisis sesudos de periodistas y blogueros, la afición esperaba un equipo armado que jugueteara plácidamente con un recién ascendido, una orquesta perfectamente encajada que ejecutara con brillantez una de las complejas sinfonías de Johan Sebastian Mastropiero. Sin embargo, el Atleti pareció más un equipo aún en pretemporada, incapaz de alardes sinfónicos, humilde combo de cumbia epistemológica como mucho, más cerca del tarareo conceptual del mismo autor y de su “Aria Agraria”, culmen artístico de este valiente estilo musical.

La afición esperaba ver alguna de las variantes tácticas que la nueva plantilla permite, pero Simeone sacó el equipo que todo el mundo hubiera esperado hace dos años, cambiando a Óliver Torres por otro jugador que en la época jugaba en el Atleti y ahora está de vacaciones hasta enero riéndose por lo bajini de sus hagiógrafos y fans, y a Jackson Martínez por otro jugador también emigrado, esta vez a Londres, donde recientemente se ha peleado con un entrenador pesadísimo que parece no desaparecer nunca de nuestras vidas. Ni Koke al centro (como tanto se ha hablado, eso sí, en teoría durante la pretemporada), ni 4-2-3-1, ni 4-1-4-1 ni nada que no hayamos visto. El Atleti salió con un 4-4-2 la mar de clásico, con Gabi y Tiago en el doble pivote, con Koke echado a un lado corriendo más de lo que debería y Olivier Torres a otro aunque cambiando posiciones con Koke a ratos, con Jackson de 9 y Griezmann de segundo delantero. Lo de siempre, oiga, tampoco  nos vamos a extender mucho más.

Entre los nuevos, a Filipe Luis Filipe le consideraremos veterano y así se desenvolvió, sin que diera en ningún momento la sensación de no haber estado aquí siempre y no haberse ido un año con ese entrenador tan pesado que se llevó al jugador, aparentemente, para que no lo tuviera el Atleti, como esos niños ricos que prefieren romperle el juguete al vecino y joder a la pandilla entera con tal de que el protagonista no sea otro. Por tanto, empezaremos por el más nuevo de todos: Jackson Martínez.

Jackson Martínez, 35 millones del ala, no parece que pueda ser otra cosa que titular y nos parece bien. De físico impresionante y mentón de la dinastía de los Austrias, Jackson parece aún despistado y alejado del ritmo frenético que el equipo debería alcanzar en breve, esperemos que a tiempo para el durísimo principio de liga que el bombo nos ha regalado. Algo torpón y poco participativo, Jackson hizo más bien poco pero también es normal. Ni el poco tiempo pasado en el equipo, ni el césped catastrófico, ni la carga de trabajo físico que posiblemente haya programado el cuerpo técnico ni la forma en que se plantó en el Calderón Las Palmas, con tres centrales y dos laterales, más tres medios más defensivos por delante, ayudaron al debutante; tampoco ayudó por cierto a Torres, torpón en un par de acciones a pesar de mostrarse más agresivo y confiado que el despistado colombiano en los minutos que estuvo en el campo. Esperaremos un poco más de tiempo para hacernos una opinión sobre Jackson El Del Potente Mentón, el Habsburgo Negro, el 9 titular del Atleti según vamos viendo.

Óliver Torres, la gran esperanza de todos nosotros, era el gran centro de atención. Todos esperamos mucho porque todos hemos visto grandes detalles y todos esperamos también que corrija esa querencia  a perder balones en mal momento por exceso de complicación que tanto irritan a Simeone. Dos de esos balones perdió en los primeros diez minutos, para desesperación de los que creemos en él. Más adelante, es cierto, dejó pinceladas de jugador diferente, de tener capacidad de cambiar las cosas, de ser ese jugador que hará falta para acelerar o dormir el partido cuando las cosas se pongan feas, para oxigenar zonas en las que el rival presione, para guardar el balón cuando haya que controlar el tiempo. Aún queda mucho por ver y Óliver debe demostrar que acepta el guante que le arrojó Simeone; el partido de ayer no sirve para sacar conclusiones, pero vistas las pérdidas de balón no extrañaría que aún no salga de titular cuando los partidos sean más duros.

El Atleti jugó un partido soso ante un buen rival con poca pinta de recién ascendido, con gusto por el toque y que  no pegó ni un pelotazo ni una patada. No mostró la fluidez que le hará falta contra equipos más fuertes ni la pegada que la inversión en atacantes sugiere, ni tampoco esa solidez defensiva absoluta que empieza en los medio centros gracias a la presión de los de delante. De hecho, si Oblak no hace un paradón estaríamos hablando de patinazo de los gordos. Y todo ello a pesar de una aparente mejoría de Gabi, de la magnífica colocación acostumbrada de Tiago, de las buenas sensaciones que dio Correa, de los solventes y acertados minutos de Raúl García y de la inspiración de Griezmann, fiel a su gol: a Griezmann parece que no le hace falta ni estar en contacto con el balón ni excesivamente involucrado en el juego para marcar goles clave, en el caso de ayer de falta con rebote. Griezmann, jugador con aire de bailarín, parece definitivamente tocado por la varita de Ester Píscore.

El Atleti dejó por tanto una sensación algo decepcionante, como si el equipo estuviera aún en pretemporada o esta no hubiera sido todo lo intensa que debería. Pero estas cosas tienen remedio y se solucionan planificando y trabajando, eso que hacen tan bien Simeone y el Profe Ortega, con lo que sería injusto e ilógico no mantener la fe en lo que vendrá y creer que cualquier mala imagen tiene remedio.

Lo que no tiene remedio es lo de Rabinovich, oiga. Nos llevamos un disgusto con lo de Saza pero en cierto modo era esperable; lo que ha sido un sofocón es lo de Rabinovich. Que Ester Píscore le guíe en su nuevo espectáculo. Mientras tanto, confiemos en que el Atleti empiece a carburar y encare la próxima cuesta arriba del calendario con ganas de epistemologar rivales.